La "Lectio Divina" es un método para leer,
meditar, rezar, actuar y encarnar la Palabra de Dios en la vida diaria. El
método consiste en 10 pasos progresivos muy fáciles de realizar y que permiten
a cada cristiano entender y realizar la Voluntad de Dios.
Espíritu Santo, ilumina mi entendimiento, para que al leer,
meditar y estudiar la Sagrada Escritura de hoy, sienta la presencia de Dios
Padre que se manifiesta a través de tu Palabra.
Abre mi corazón para darme cuenta del querer de Dios y la
manera de hacerlo realidad en mis acciones de cada día. Instrúyeme en tus
sendas para que, teniendo en cuenta tu Palabra, sea signo de tu presencia en el
mundo. Amén.
2°. LECTURA:
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan. 14,
21-26
A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus
discípulos: “El que recibe mis mandamientos y los cumple, ése es el que me ama;
y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él”.
Judas –no el Iscariote– le dijo: “Señor, ¿por qué te vas a manifestar a
nosotros y no al mundo?”. Jesús le respondió: “El que me ama será fiel a mi
palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama
no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del
Padre que me envió. Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes.
Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les
enseñará todo y les recordará lo que les he dicho”.
3°. MEDITACIÓN:
A. COMENTARIO DE INTRODUCCIÓN
Jesús
se está despidiendo de sus discípulos sin embargo queda la promesa de permanecer
en Él.
El
camino es uno: guardar y cumplir su Palabra.
Quien
verdaderamente ama a Jesús hace vida su palabra, la encarna.
La
recompensa es la de un amor que sólo sabe darse en abundancia: El Padre lo
amará, Jesús lo amará y se mostrará a él.
Jesucristo
nos dice que amarlo es guardar su palabra, identificarse y hacer propio su modo
de tratar todos con todos; es pasar por la vida haciendo el bien como
Él lo hizo; es no calcular en la entrega; es querer sólo lo que
quiere el Padre; es compadecernos ante los que padecen necesidades, ya
sean materiales o morales; es orar con una actitud de humildad siempre y
en todo momento.
No se
trata de un amor puramente sentimental, hecho de palabras y de gestos sólo
sensibles.
Cristo
exige un amor comprometido y eficaz. La fidelidad a su palabra, nos va
transformando hasta convertirnos en “casa de Dios”, “lugar de
encuentro” para aquellos que buscan a Dios.
Ser
discípulo es sentir la alegría profunda producida por el hecho de que Dios hace
todo lo posible por compartir su vida con nosotros.
Dios
mismo hace su morada en nosotros, nos convertimos en templos de Dios y de su
Espíritu.
Como
Jesús sabe de nuestra debilidad nos promete el don del Espíritu.
El
Espíritu Santo es el protagonista en nuestra vida de fe.
Para
poder ir comprendiendo y profundizando lo que ha dicho Jesús, necesitamos el
Espíritu que Jesús transmite a la comunidad como verdadero Maestro.
B. REFLEXIÓN DEL PAPA EMÉRITO BENEDICTO XVI.
"El Evangelio nos ofrece un retrato espiritual
implícito de la Virgen María, donde Jesús dice: "“El que me ama será fiel
a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él". Estas
expresiones van dirigidas a los discípulos, pero se pueden aplicar en sumo
grado precisamente a aquella que es la primera y perfecta discípula de Jesús.
En efecto, María fue la primera que guardó plenamente la palabra de su Hijo,
demostrando así que lo amaba no sólo como madre, sino antes aún como sierva
humilde y obediente; por esto Dios Padre la amó y en ella puso su morada la
Santísima Trinidad. Además, donde Jesús promete a sus amigos que el Espíritu
Santo los asistirá ayudándoles a recordar cada palabra suya y a comprenderla
profundamente, ¿cómo no pensar en María que en su corazón, templo del Espíritu,
meditaba e interpretaba fielmente todo lo que su Hijo decía y hacía? De este
modo, ya antes y sobre todo después de la Pascua, la Madre de Jesús se
convirtió también en la Madre y el modelo de la Iglesia". (Benedicto
XVI, 9 de mayo de 2010).
Dios habita en mí....y
nada es igual!
Mi vida ha sido
visitada por Dios,
Él habita en mi
interior más profundo.
Él es el dulce
huésped de mi alma,
no es posible vivir
una vida trivial
teniendo como
huésped al mismo Dios.
No es posible no
asombrarse por esta verdad,
por esta
extraordinaria realidad
que nos arrebata de
la soledad,
levanta la dignidad
de la existencia,
llena de gozo, da
luz a nuestra vida grisácea,
nos sumerge en el
mundo divino,
hace familiar la
existencia con Dios,
desplaza el centro
de interés
de toda la aventura
terrena,
colorea de sentido
toda acción.
No es posible no
querer saltar de alegría
frente a este ser
mío mortal
hecho templo de la
Trinidad,
frente a este
cuerpo mío corruptible
hecho santo e
incorruptible por la intimidad con su Creador.
6°. CONSOLACIÓN: Es sentir íntimamente el
"gusto" de la Palabra de Dios.
7°. DISCERNIMIENTO: Pensar y Discernir la
Palabra.
¿Gozo
al descubrir esta realidad que es puro don?
¿En
qué se manifiesta?
¿Cambia
mi modo de ver la vida?
8°. COMPARTIR: Comparto la Palabra.
9°. DELIBERACIÓN: Tomo una decisión concreta iluminado por
la Palabra.
10. ACCIÓN CONCRETA: Propósito del día.
Voy a llamar o enviar un mensaje de paz, a esa persona con
la que tuve un conflicto, buscando la reconciliación o, al menos, para
propiciar la cercanía.
-San Silvano, abad de Gaza (Palestina). mártir 311.
-San Ciriaco, mártir, s. IV, Jerusalén.
-Treinta y nueve mártires, Gaza, 311.
-San Julián, obispo, Jerusalén, s. IV.
-San Porfirio, mártir, Umbría (Italia), s. III.
-Santa Antonina, mártir, Nicomedia.
-San Florián, mártir de Austria, s. IV.
-Santa Pelagia y San Paulino, mártir, Tarso (Asia Menor).
-San Venero, Milán, 408.
-San Sacerdote, obispo de Limoges (Francia).
-San Godofredo o Gotardo, obispo de Hildesheim (Alemania),
1038.
-San Curcodemo, diácono, Auxerre (Francia), s. III.
-La fiesta del Santo Sudario, Turin.
-San Macario, obispo, discípulo de San Martín, siglo IV.
-San Antonio, abad, Tours, s. VI.
-Santa Catalina, convertida del judaísmo por las apariciones
de la Virgen, Lovaina (Bélgica).
-Santa Elena, Troyes (Francia), 1209.
-San Etebredo, rey de Mercia, Inglaterra, 726.