LECTIO
DIVINA DEL EVANGELIO DE LA 7ª SEMANA DE PASCUA:
La
"Lectio Divina"(Lectura Orante de la Palabra de Dios) es un método
para leer, meditar, rezar, actuar y encarnar la Palabra de Dios en la vida
diaria. El método consiste en 10 pasos progresivos muy fáciles de realizar y
que permiten a cada cristiano entender y realizar la Voluntad de Dios.
1°.
PREPARACIÓN:
Señor, gracias por este tiempo que puedo dedicar a la
lectura y la oración del Evagelio. Aunque no soy del mundo, las cosas pasajeras
ejercen una fuerte atracción, pero creo y espero en Ti, porque eres fiel a tus
promesas, por eso te pido la gracia de que me reveles la verdad sobre mi vida
en esta Lectio Divina. Amén
2°. LECTURA DEL EVANGELIO:
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan. 17,
1b. 11b-19
A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús
levantó los ojos al cielo, y oró diciendo: “Padre santo, manifesté tu Nombre a
los que separaste del mundo para confiármelos. Cuídalos en tu Nombre –el Nombre
que tú me diste– para que sean uno, como nosotros. Mientras estaba con ellos,
yo los cuidaba en tu Nombre –el Nombre que tú me diste–; yo los protegía y no
se perdió ninguno de ellos, excepto el que debía perderse, para que se
cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti, y digo esto estando en el mundo,
para que mi gozo sea el de ellos y su gozo sea perfecto. Yo les comuniqué tu
palabra, y el mundo los odió porque ellos no son del mundo, como tampoco yo soy
del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del
Maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en
la verdad: Tu palabra es verdad. Así como tú me enviaste al mundo, yo también
los envío al mundo. Por ellos me consagro, para que también ellos sean
consagrados en la verdad”.
Palabra del Señor.
A.
COMENTARIO INTRODUCTORIO
- Continúan las palabras de despedida de Jesús, esta vez con un matiz de ternura.
- El maestro se va, siendo consciente de la gran dificultad en que pone a sus apóstoles desapareciendo.
- El fundamento de la misión de los discípulos, es el mismo que la de Jesús, la consagración por el Espíritu.
- También sufrirán las mismas consecuencias: la persecución por parte de la sociedad que los rechaza.
- Frente a la maldad y la mentira que dominan el mundo, Jesús refleja en esta oración, su preocupación y su entrega por el futuro de sus discípulos.
- Los envía como el Padre lo ha enviado a Él y los introduce en la tensión paradójica de estar en el mundo sin ser del mundo. Por eso pide al Padre que los guarde.
- El mundo, entendido como creación y lugar de la realización humana, es algo bueno y bendito por Dios. Sin embargo, el mundo puede ser dominado por las fuerzas del mal y entonces se convierte en campo propicio para el ejercicio de todo tipo de egoísmos. En esta clase de mundo injusto, los discípulos van ser confrontados por las mismas fuerzas que están enviando a Jesús a la muerte.
- Jesús ruega para que el Padre los preserve del mundo y del Maligno.
- El mundo es el escenario donde cada hombre decide su salvación o condenación.
- La comunidad cristiana está en el mundo no para marginarse de él, sino para dar testimonio de un camino de salvación.
- Esto significa que es tarea del discípulo, instaurar un modelo de convivencia humana distinto al que el Maligno ha logrado establecer.
- Preservar a los discípulos del Maligno, es impedir que su conciencia sea atrapada por el poder del egoísmo y puedan realizar una opción por el Dios de la vida.
- El cristiano es “un hombre”, como todos los demás, pero es también un “consagrado”. Vive en el mundo sin renegar de él.
- Jesús quiere que sus discípulos vivan en este mundo unidos, que estén llenos de alegría y que vayan madurando en la verdad.
- Se nos encomienda que no tengamos la mentalidad de este mundo sino la de
- Cristo. Que no sigamos las bienaventuranzas del mundo, sino las de Cristo.
- Jesús nos llama a consagrarnos en la verdad y ha ganado para nosotros esa consagración.
- Ha pedido a Dios Padre que nos preserve del Maligno y se ofrece por nosotros, para que lleguemos a ofrecernos por la misma verdad y su misma causa.
- Los discípulos lo harán testimoniando y comunicando la vida de Jesús frente a la mentira, la codicia y la maldad que matan la vida y moldean un “mundo” inhumano, injusto que ya no es casa de Dios para todos.
«Los
mártires y la comunidad cristiana tuvieron que elegir entre seguir a Jesús o al
mundo. Habían escuchado la advertencia del Señor de que el mundo los odiaría
por su causa; sabían el precio de ser discípulos. Para muchos, esto significó
persecución y, más tarde, la fuga a las montañas, donde formaron aldeas
católicas. Estaban dispuestos a grandes sacrificios y a despojarse de todo lo
que pudiera apartarles de Cristo –pertenencias y tierras, prestigio y honor–,
porque sabían que sólo Cristo era su verdadero tesoro.
En nuestros días, muchas veces vemos cómo el mundo cuestiona nuestra fe, y de múltiples maneras se nos pide entrar en componendas con la fe, diluir las exigencias radicales del Evangelio y acomodarnos al espíritu de nuestro tiempo. Sin embargo, los mártires nos invitan a poner a Cristo por encima de todo y a ver todo lo demás en relación con él y con su Reino eterno. Nos hacen preguntarnos si hay algo por lo que estaríamos dispuestos a morir.
Además, el ejemplo de los mártires nos enseña también la importancia de la caridad en la vida de fe. La autenticidad de su testimonio de Cristo, expresada en la aceptación de la igual dignidad de todos los bautizados, fue lo que les llevó a una forma de vida fraterna que cuestionaba las rígidas estructuras sociales de su época. Fue su negativa a separar el doble mandamiento del amor a Dios y amor al prójimo lo que les llevó a una solicitud tan fuerte por las necesidades de los hermanos. Su ejemplo tiene mucho que decirnos a nosotros, que vivimos en sociedades en las que, junto a inmensas riquezas, prospera silenciosamente la más denigrante pobreza; donde rara vez se escucha el grito de los pobres; y donde Cristo nos sigue llamando, pidiéndonos que le amemos y sirvamos tendiendo la mano a nuestros hermanos necesitados.» (Homilía de Papa Francisco, 16 de agosto de 2014).
En nuestros días, muchas veces vemos cómo el mundo cuestiona nuestra fe, y de múltiples maneras se nos pide entrar en componendas con la fe, diluir las exigencias radicales del Evangelio y acomodarnos al espíritu de nuestro tiempo. Sin embargo, los mártires nos invitan a poner a Cristo por encima de todo y a ver todo lo demás en relación con él y con su Reino eterno. Nos hacen preguntarnos si hay algo por lo que estaríamos dispuestos a morir.
Además, el ejemplo de los mártires nos enseña también la importancia de la caridad en la vida de fe. La autenticidad de su testimonio de Cristo, expresada en la aceptación de la igual dignidad de todos los bautizados, fue lo que les llevó a una forma de vida fraterna que cuestionaba las rígidas estructuras sociales de su época. Fue su negativa a separar el doble mandamiento del amor a Dios y amor al prójimo lo que les llevó a una solicitud tan fuerte por las necesidades de los hermanos. Su ejemplo tiene mucho que decirnos a nosotros, que vivimos en sociedades en las que, junto a inmensas riquezas, prospera silenciosamente la más denigrante pobreza; donde rara vez se escucha el grito de los pobres; y donde Cristo nos sigue llamando, pidiéndonos que le amemos y sirvamos tendiendo la mano a nuestros hermanos necesitados.» (Homilía de Papa Francisco, 16 de agosto de 2014).
Maestro y
amigo
Señor,
mi Maestro y mi amigo.
En medio de la prueba y la tribulación
cuando todo parece estar en tinieblas, haz
que no deje de pedirte, que no deje de rogarte,
no me canse de arrodillarme.
Que con los días que pasan más quiera
alabarte en medio del sufrimiento.
Mantén firme mi fe, y hazla crecer en medio de la prueba.
No te alejes de mi lado y no permitas que me aleje del tuyo.
Acógeme en tu seno, y cárgame en tus brazos divinos.
Hago mías tus promesas y creo en tu palabra.
Me aferro a ti en este día, en medio de
la tormenta abrazo tu Cruz.
Cuídame y hazme fuerte acercándome a tu luz.
Que no me fije en la tormenta,
que me haga sordo a la tempestad,
me vuelva ciego para la adversidad,
y que en mi corazón solamente estés tú
con tus promesas, tu amor y tu poder.
Que siempre recuerde de donde vengo y
quien debo llegar a ser.
Amén
En medio de la prueba y la tribulación
cuando todo parece estar en tinieblas, haz
que no deje de pedirte, que no deje de rogarte,
no me canse de arrodillarme.
Que con los días que pasan más quiera
alabarte en medio del sufrimiento.
Mantén firme mi fe, y hazla crecer en medio de la prueba.
No te alejes de mi lado y no permitas que me aleje del tuyo.
Acógeme en tu seno, y cárgame en tus brazos divinos.
Hago mías tus promesas y creo en tu palabra.
Me aferro a ti en este día, en medio de
la tormenta abrazo tu Cruz.
Cuídame y hazme fuerte acercándome a tu luz.
Que no me fije en la tormenta,
que me haga sordo a la tempestad,
me vuelva ciego para la adversidad,
y que en mi corazón solamente estés tú
con tus promesas, tu amor y tu poder.
Que siempre recuerde de donde vengo y
quien debo llegar a ser.
Amén
5°.
CONTEMPLACIÓN: Silencio ante la Palabra.
6°.
CONSOLACIÓN: Es sentir íntimamente el "gusto" de la Palabra de Dios.
¿Experimento la tensión entre las
cosas del mundo y las de Dios? ¿Me siento tironeado?
¿Experimento la intercesión de Jesús
acompañando mi camino de búsqueda de la verdad?
¿Los fracasos y las caídas me
desaniman, o los vivo como el lento proceso de maduración de mi vida cristiana?
8°.
COMPARTIR: Comparto la Palabra.
9°.
DELIBERACIÓN: Tomo una decisión concreta iluminado por la Palabra.
10. ACCIÓN
CONCRETA: Propósito del día.
Ante
cualquier obstáculo que se me presente hoy, aunque sea pequeño, voy a decir la
oración: «Cristo, en ti confío».
SANTOS DE
HOY - PIDAMOS LA INTERCESIÓN DE TODOS ELLOS
-Santa
Basila, mártir, Roma, 253-258.
-San
Baudilio, mártir, Nimes (Francia), fin del s. II.
-Santos
Talaleo, Asterio, Alejandro y compañeros mártires, Edesa (Mesopotamia), 284.
-San
Aquila, mártir, Tebaida de Eqipto.
-San
Austregisilo o Autrillo, obispo de Bourges (Francia), 624.
-San
Anastasio, obispo de Brescia (Italia), hacia 610.
-San
Teodoro, obispo de Pavía, 778.
-Santa
Plautila, madre de Santa Flavia Domitila, Roma, s. I.
-San
Etelberto, rey de Estanglia (Inglaterra orienta]), mártir, 793.
-San
Amalberto, Francia, s. VII.
-San
Lucífero de Cagliari.