UNA NUEVA PRIMAVERA ESPIRITUAL


«Si se promueve la lectio divina con eficacia, estoy convencido de que producirá una nueva primavera espiritual en la Iglesia… La lectura asidua de la Sagrada Escritura acompañada por la oración permite ese íntimo diálogo en el que, a través de la lectura, se escucha a Dios que habla, y a través de la oración, se le responde con una confiada apertura del corazón… No hay que olvidar nunca que la Palabra de Dios es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro camino»

Benedicto XVI, 16 septiembre 2005


HISTORIA Y PASOS DE LA LECTIO DIVINA




INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO





domingo, 31 de mayo de 2015

Las peligrosas consecuencias del juego Charlie Charlie Challenge



A partir de la tercera semana de mayo se extendió en redes sociales un “juego” identificado con el hashtag #charliechallenge presentándose como un reto en el que cualquiera puede participar. Para la semana siguiente ya era viral en Facebook, Twitter y Vine, principalmente entre niños y adolescentes que suben videos para mostrar su participación.
En realidad no es un juego, sino una novedosa forma de esoterismo encubierto, un engaño diabólico similar a la Ouija, la tabla maldita mediante la que se invoca a espíritus que se hacen presentes en el entorno personal para establecer un asedio. Las consecuencias son enfermedades, fracasos, pleitos, envidias, celos, odios, obsesiones y en muchos casos la muerte.
Las consecuencias de Charlie Challenge han comenzado a evidenciarse -al menos en tres alumnos de una escuela de México, que ya son víctimas de obsesiones diabólicas- pues prácticamente todos los niños y adolescentes están haciendo el ritual de invocación del supuesto “fantasma” de nombre Charlie sin medir las consecuencias que podrían sobrevenirles. Para hacerlo solamente se necesita de una hoja de papel y dos lápices, objetos que todo niño tiene entre sus útiles escolares.
En respuesta, ya circula por WhatsApp una advertencia del Padre Ernesto María Caro, exorcista de la arquidiócesis de Monterrey, en la que previene: “Aléjense de toda práctica adivinatoria… y de esta terrible amenaza que se llama Charlie Charlie. Si no quieres que el demonio arruine tu vida, tu salud, tu familia, y en suma, tu felicidad, aléjate de esto. Si ya has participado de esto y ha habido respuestas, es decir, se movió la Ouija, o se movieron los lápices, puedes estar seguro que el denomino atravesó la puerta y es muy posible que se haya establecido con tu persona una relación personal con el demonio. Busca un sacerdote, confiésate y pídele que haga por ti una oración de liberación. Haz una profesión solemne de fe y renuncia para siempre al demonio y a todas sus prácticas adivinatorias. No juegues con esto, no participes de la invocación ni estés presente cuando tus amigos lo hagan; resiste a la tentación pero, más aún, ora con fe y conviértete a Nuestro Señor Jesucristo”.
El problema de fondo es que la posesión satánica no es la única forma de asedio diabólico, aunque sí la más grave, pues antes de una posesión, los demonios se arraigan en torno a las personas. Los especialistas en demonología han clasificado ocho formas de asedio diabólico: la Posesión, por la que el espíritu maligno reside dentro de una persona con poder de hablar y moverse a través de ella sin que pueda evitarlo; la Circumdatio, en la que un demonio asedia continuamente a una persona; la Circumdatio externa, un asedio sensorial, pues se percibe una fuerza que provoca ruidos, olores y que mueve objetos; la Circumdatio interna, en la que se sienten terribles e intensas tentaciones que se prolongan durante semanas o meses al tiempo que se ven sombras y se sufren pesadillas; la Influencia, en la que un demonio ejerce un influjo sin entrar al cuerpo; la Infestación, ocurre en objetos, animales, lugares, ciudades o territorios; el Maleficio, la operación para dañar a otros con el concurso de demonios; y el Hechizo, para obtener un beneficio personal con la participación de demonios.

Ante cualquiera de estas manifestaciones se debe acudir de inmediato al sacramento de la Reconciliación, decir los pecados al sacerdote y tener la firmeza de alejarse de toda práctica esotérica, de brujería o de adivinación.