“Queridos
hermanos y hermanas, en la catequesis de hoy nos referimos a la pobreza, como
condición de vida que pone a prueba la familia y la hace vulnerable. La pobreza
azota a muchas familias en las periferias de las grandes ciudades y también en
las zonas rurales. Muchas veces se ve agravada por la guerra, que es sin duda la
madre de todas las pobrezas, depredadora de vidas, de almas y de los afectos
más queridos”.
En el marco
de situaciones de miseria y de degrado es casi un milagro la familia continúe a
formarse y a conservar la especial humanidad de sus lazos, consideró el Papa
Bergoglio:
“En medio
de estas situaciones, muchas familias intentan vivir con dignidad, confiando en
la bendición de Dios, convirtiéndose así en una auténtica escuela de humanidad
que salva a la sociedad de la barbarie. Pero este reconocimiento no nos exime
de nuestra obligación de velar con la oración y con la acción para que a nadie
falte el pan, el trabajo, la educación y la sanidad”.
La lección
de estas familias, prosiguió el Papa en su catequesis en italiano, no debe
“justificar nuestra indiferencia” sino “aumentar nuestra vergüenza” ante esta
escuela de humanidad que “salva la sociedad de la barbarie”, un ejemplo, señaló
el Papa, que “irrita” a los “planificadores del bienestar” que consideran los
afectos, la generación, los lazos familiares como una “variable secundaria” de
la calidad de vida.
Así es como
la economía de hoy, especializada en el bienestar individual, no reconoce la
inmensa labor de la familia, en cuyo pilar se sostiene precisamente la
formación de la persona, y propone modelos basados en el culto del figurar y
del consumismo, los cuales, difundidos por los medios de comunicación, causan
daños que incrementan la disgregación de los lazos familiares.
“Es
necesario que desde todas las instancias de la vida pública se pongan los
medios para un nuevo orden social, que rompa la espiral perversa entre familia
y pobreza que lleva la sociedad a la ruina”.
Los rostros
de los niños desnutridos y enfermos y también de aquellos que felices y
orgullosos muestran su cuaderno y lápiz en escuelas “hechas de nada”, nos
recuerdan que “no se trata sólo de pan – dijo el Pontífice - sino también de
trabajo, de instrucción y de sanidad”.
“También
nosotros cristianos debemos estar cada vez más cerca de las familias que sufren
la pobreza. La Iglesia madre no debe olvidar nunca este drama de sus hijos.
Ella también está llamada a ser pobre, practicando la simplicidad en su propia
vida, de manera que llegue a ser fecunda y pueda dar una respuesta a tanta
miseria”.
“La miseria
social golpea a la familia y a veces la destruye”, remarcó el Papa Francisco,
“la falta o la pérdida de trabajo y la precariedad ponen a dura prueba las
relaciones”, así como las condiciones de vida en los barrios pobres con
problemas de vivienda, de transporte, de servicios sociales, sanitarios y
escolásticos, factores materiales a los cuales se suman las propuestas
inalcanzables de bienestar individual ofrecidas por los medios de comunicación,
"pseudo - modelos" que, a causa de la situación de vulnerabilidad en
la que se encuentran las familias más pobres, influencia a estos sectores
sociales incrementando la disgregación de los lazos familiares, que son
fundamento y pilar de la sociedad.
De ahí que
se necesite del “ejemplo de la Iglesia”, “que practique la simplicidad en la
propia vida”, en “las propias instituciones”, en “el estilo de vida de sus
miembros” para “derribar los muros que separan, sobre todo, de los pobres”.
“Oración y
acción” fue la premisa del Papa para los cristianos en su catequesis de hoy,
sin olvidar que “el juicio de los necesitados, de los pequeños y de los pobres,
anticipa el juicio de Dios”.
“Hijo mío,
no prives al pobre de su sustento ni hagas languidecer los ojos del indigente.
No hagas sufrir al que tiene hambre ni irrites al que está en la miseria. No exasperes
más aún al que está irritado ni hagas esperar tu don al que lo necesita. No
rechaces la súplica del afligido ni apartes tu rostro del pobre. No apartes tus
ojos del indigente ni des lugar a que alguien te maldiga: porque si te maldice
con amargura en el alma, su Creador escuchará su plegaria”. (Ecl, 4)
“Pidamos a
Dios que sostenga a las familias sometidas a la dura prueba de la pobreza, para
que puedan seguir siendo en el mundo lugar de acogida y escuelas de auténtica
humanidad. Que Dios los bendiga”.
(GM – RV)