UNA NUEVA PRIMAVERA ESPIRITUAL


«Si se promueve la lectio divina con eficacia, estoy convencido de que producirá una nueva primavera espiritual en la Iglesia… La lectura asidua de la Sagrada Escritura acompañada por la oración permite ese íntimo diálogo en el que, a través de la lectura, se escucha a Dios que habla, y a través de la oración, se le responde con una confiada apertura del corazón… No hay que olvidar nunca que la Palabra de Dios es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro camino»

Benedicto XVI, 16 septiembre 2005


HISTORIA Y PASOS DE LA LECTIO DIVINA




INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO





domingo, 21 de junio de 2015

Ángelus y homilía (texto y video) de Papa Francisco del domingo 21 de junio 2015 (en Turín): La Sábana Santa es icono del amor más grande

(RV).- Con su multitudinaria bienvenida, llena de alegría y fervor, al Papa Francisco, la ciudad de Turín se volvió una inmensa basílica a cielo abierto. Después de su encuentro con el mundo del trabajo y de orar en la Catedral, ante la Sábana Santa, deteniéndose luego, ante el altar del Beato Pier Giorgio Frassati, el Obispo de Roma, se trasladó a la Plaza Vittorio, una de las más grandes de Europa, que estaba abarrotada de fieles, para la Santa Misa, presidida por el Papa Bergoglio, que culminó con el rezo a la Madre de Dios.
En su homilía, destacó tres características del amor de Dios: es un amor fiel, un amor que recrea todo, un amor estable y seguro.
El amor fiel, no defrauda, nunca falla. Jesús encarna este amor, es su Testigo. Nunca se cansa de amarnos, soportarnos, perdonarnos. Nos acompaña en el camino de la vida. Por amor se hizo hombre, murió y resucitó. Por amor está siempre a nuestro lado, en los momentos lindos y en los difíciles. Jesús nos ama siempre, permanece fiel, aun cuando nos hemos equivocado, y nos espera: Él es el rostro del Padre misericordioso.
El amor de Dios recrea todo, hace nuevas todas las cosas. Reconocer los propios límites y debilidades, nos abre al perdón de Jesús, a su amor que puede renovarnos en lo profundo, que puede recrearnos. Lejos de rencores y enemistades, para vestir la túnica limpia de la mansedumbre, de la benevolencia, del servicio a los demás, de la paz del corazón.
Finalmente, el amor de Dios es estable y seguro, como los peñascos rocosos que reparan de la violencia de las olas. ¡Cuántas veces sentimos que ya no podemos más! Pero Jesús está a nuestro lado, con la mano tendida y el corazón abierto.
Con sus palabras de aliento, practicando la misericordia, compartiendo las dificultades de tanta gente, de las familias, en especial de las más frágiles y marcadas por la crisis económica, el Papa Francisco señaló que «las familias tienen necesidad de sentir la caricia maternal de la Iglesia para ir adelante en la vida conyugal, en la educación de los hijos, en el cuidado de los ancianos y también en la transmisión de la fe a las jóvenes generaciones».

Con la advocación de la Virgen Consolata - de la Consolación - el Papa invitó a encomendarle «el camino eclesial y civil de esta tierra: que Ella nos ayude a seguir al Señor, para ser fieles, para dejarnos renovar y permanecer sólidos en su amor». 

Al final de esta celebración, nuestro pensamiento se dirige a la Virgen María, Madre amorosa y premurosa con todos sus hijos, que Jesús le ha confiado desde la cruz, mientras ofrecía a Sí mismo en el gesto de amor más grande. Ícono de este amor es la Síndone, que también esta vez ha congregado tanta gente aquí en Turín. La Sábana Santa atrae hacia el rostro y el cuerpo martirizado de Jesús y, al mismo tiempo, impulsa hacia el rostro de toda persona sufriente y perseguida injustamente. Nos impulsa en la misma dirección del don de amor de Jesús. “El amor de Cristo nos apremia”: estas palabras de San Pablo eran el lema de San José Benito Cottolengo.
Recordando el ardor apostólico de tantos sacerdotes santos de esta tierra, desde Don Bosco, de quien recordamos el bicentenario de su nacimiento, los saludo con gratitud a ustedes, sacerdotes y religiosos. Ustedes se dedican con empeño al trabajo pastoral y son cercanos a la gente y a sus problemas. Los animo a llevar adelante con alegría su ministerio, apuntando siempre a lo que es esencial en el anuncio del Evangelio. Y mientras les agradezco a ustedes, hermanos Obispos del Piamonte y del Valle de Aosta, por su presencia, los exhorto a estar junto a sus sacerdotes con afecto paterno y calurosa cercanía.

A la Virgen Santa le confío esta ciudad y su territorio y aquellos que habitan aquí, para que puedan vivir en la justicia, en la paz y en la fraternidad. En especial encomiendo a las familias, a los jóvenes, a los ancianos, a los encarcelados y a todos los sufrientes, con una especial consideración por los enfermos de leucemia, hoy en la Jornada Nacional contra la leucemia, linfoma y mieloma. María Consolata, reina de Turín y del Piamonte, fortalezca nuestra fe, asegure nuestra esperanza y fecunde nuestra caridad, para ser “sal y luz” de esta bendita tierra, de la que yo soy nieto.