INSTRUMENTUM LABORIS DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS. III ASAMBLEA GENERAL EXTRAORDINARIA
LOS DESAFÍOS PASTORALES DE LA FAMILIA EN EL CONTEXTO DE LA EVANGELIZACIÓN
El 8 de
octubre de 2013, el Papa Francisco convocó la III Asamblea General
Extraordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el tema: Los desafíos pastorales
de la familia en el contexto de la evangelización. La Secretaría General del
Sínodo inició la preparación con el envío del Documento Preparatorio, que tuvo
una amplia acogida eclesial en el pueblo de Dios, sintetizada en el presente Instrumentum
Laboris. El Santo Padre, considerada la amplitud del tema, ha establecido un
itinerario de trabajo en dos etapas, que constituyen una unidad orgánica. En la
Asamblea General Extraordinaria de 2014, los Padres sinodales evaluarán y
profundizarán los datos, los testimonios y las sugerencias de las Iglesias
particulares, a fin de responder a los nuevos desafíos de la familia. La
Asamblea General Ordinaria de 2015, mayormente representativa del episcopado,
reflexionará en un segundo momento —insertándose en el precedente trabajo
sinodal— sobre las temáticas afrontadas para individuar líneas operativas
pastorales.
El Instrumentum Laboris nace de las respuestas al
cuestionario del Documento Preparatorio, dado a conocer públicamente en el mes
de noviembre de 2013, estructurado en ocho grupos de preguntas relativas al
matrimonio y la familia, las cuales han tenido una amplia difusión. Las
respuestas, numerosas y detalladas, provienen de los Sínodos de las Iglesias
Orientales Católicas sui iuris, de las Conferencias Episcopales, de los
Dicasterios de la Curia Romana y de la Unión de los Superiores Generales.
También llegaron directamente a la Secretaría General respuestas —llamadas
observaciones— de un número significativo de diócesis, parroquias, movimientos,
grupos, asociaciones eclesiales y realidades familiares, así como también de
instituciones académicas, especialistas, fieles y otras personas, todos ellos
interesados en dar a conocer las propias reflexiones.
El texto está estructurado en tres partes y retoma, según un
orden funcional a la Asamblea sinodal, las ocho temáticas propuestas en el
cuestionario. La primera parte está dedicada al Evangelio de la familia, en el
contexto del plan de Dios y la vocación de la persona en Cristo, horizonte
dentro del cual se releva el conocimiento y la recepción del dato bíblico y de
los documentos del Magisterio de la Iglesia, incluidas las dificultades, entre
las cuales la comprensión de la ley natural. La segunda parte trata de las
diversas propuestas relativas a la pastoral familiar, incluidos los
correspondientes desafíos y las situaciones difíciles. La tercera parte está
dedicada a la apertura a la vida y a la responsabilidad educativa de los
padres, que caracteriza el matrimonio entre el hombre y la mujer, con
particular referencia a las situaciones pastorales actuales.
El presente documento, fruto del trabajo colegial
proveniente de la consultación a las Iglesias particulares, que la Secretaría
General del Sínodo, junto con el Consejo de la Secretaría, ha recogido y
elaborado, se pone a disposición de los Miembros de la Asamblea sinodal como
Instrumentum Laboris. Éste ofrece un amplio cuadro, si bien no exhaustivo, de
la situación familiar actual, de sus desafíos y de las reflexiones que la misma
suscita.
Los temas que no se encuentran comprendidos en el documento,
algunos de los cuales fueron indicados en las respuestas al número 9 (varios)
del cuestionario, serán tratados en la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de
2015.
Lorenzo Card. Baldisseri
Secretario General del Sínodo de los Obispos
Secretario General del Sínodo de los Obispos
Vaticano, 24 de junio de 2014
Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista
Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista
Continúa
El anuncio del Evangelio de la familia es parte integrante
de la misión de la Iglesia, puesto que la revelación de Dios ilumina la
realidad de la relación entre el hombre y la mujer, de su amor y de la
fecundidad de su relación. En el tiempo actual, la difundida crisis cultural,
social y espiritual constituye un desafío para la evangelización de la familia,
núcleo vital de la sociedad y de la comunidad eclesial. Dicho anuncio está en
continuidad con la Asamblea sinodal sobre La nueva evangelización para la
transmisión de la fe cristiana y el Año de la fe, proclamado por Benedicto XVI.
La Asamblea General Extraordinaria del Sínodo sobre el tema:
Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización,
teniendo en cuenta que la «Tradición apostólica va creciendo en la Iglesia con
la ayuda del Espíritu Santo» (DV 8), está llamada a reflexionar sobre el camino
que se ha se seguir para comunicar a todos los hombres la verdad del amor
conyugal y de la familia, respondiendo a sus múltiples desafíos (cf. EG 66). La
familia es un recurso inagotable y una fuente de vida para la pastoral de la
Iglesia; por lo tanto, su finalidad primaria es el anuncio de la belleza de la
vocación al amor, gran potencial también para la sociedad. Ante esta urgencia,
el episcopado, cum et sub Petro, se dispone a escuchar con docilidad al
Espíritu Santo, para reflexionar sobre los desafíos pastorales actuales.
La Iglesia, consciente de que las dificultades no
condicionan el ultimo horizonte de la vida familiar y de que las personas no se
encuentran sólo frente a problemáticas inéditas, se complace en constatar un
ímpetu, sobre todo entre los jóvenes, que hace entrever una nueva primavera
para la familia. Testimonios significativos al respecto pueden verse en los
numerosos encuentros eclesiales, en los que se manifiesta claramente, sobre
todo en las nuevas generaciones, un renovado deseo de familia. Frente a tales
aspiraciones, la Iglesia está llamada a ofrecer sostén y acompañamiento, a
todos los niveles, con fidelidad al mandato del Señor de anunciar la belleza
del amor familiar. El Sumo Pontífice, en sus encuentros con las familias,
estimula siempre a mirar con esperanza el propio futuro, recomendando aquellos
estilos de vida a través de los cuales se cuida y se hace crecer el amor en la
familia: pedir permiso, agradecer y pedir perdón, sin dejar jamás que el sol se
oculte sobre un litigio o una incomprensión, sin tener la humildad de
excusarse.
Desde el comienzo de su Pontificado, el Papa Francisco ha
insistido: «Él [Dios] jamás se cansa de perdonar, pero nosotros, a veces, nos
cansamos de pedir perdón» (Ángelus del 17 de marzo de 2013). Este hincapié en
la misericordia ha suscitado un notable impacto también en relación a las
cuestiones referidas al matrimonio y a la familia, en cuando, más allá de todo
moralismo, confirma y abre horizontes en la vida cristiana, cualquiera que sea
el límite experimentado y cualquiera que sea el pecado cometido. La
misericordia de Dios abre el camino a la continua conversión y al continuo
renacimiento.
La familia a la luz del dato bíblico
1. El Libro del Génesis presenta al hombre y la mujer
creados a imagen y semejanza de Dios; al acogerse mutuamente, se reconocen
hechos el uno para el otro (cfr. Gen 1,24-31; 2,4b-25). Mediante la
procreación, el hombre y la mujer son colaboradores de Dios, acogiendo y
transmitiendo la vida: «Al transmitir a sus descendientes la vida humana, el
hombre y la mujer, como esposos y padres, cooperan de una manera única en la
obra del Creador» (CCC 372). Su responsabilidad, además, se extiende a
custodiar la creación y hacer crecer la familia humana. En la tradición
bíblica, la perspectiva de la belleza del amor humano, espejo del divino, se
desarrolla sobre todo en el Cantar de los Cantares y en los profetas.
2. El fundamento del anuncio de la Iglesia acerca de la
familia radica en la predicación y la vida de Jesús, que vivió y creció en la
familia de Nazaret, participó en las bodas de Caná, donde enriqueció la fiesta
con el primero de sus “signos” (cfr. Jn 2,1-11), presentándose como el Esposo
que se une a la Esposa (cfr. Jn 3,29). En la cruz, se entregó con amor hasta el
final, y en su cuerpo resucitado estableció relaciones nuevas entre los
hombres. Desvelando plenamente la divina misericordia, Jesús concede al hombre
y a la mujer recuperar ese “principio” según el cual Dios los unió en una sola
carne (cfr. Mt 19,4-6), por el cual —con la gracia de Cristo— son capaces de
amarse para siempre y con fidelidad. Por lo tanto, la medida divina del amor
conyugal, a la que los cónyuges están llamados por gracia, tiene su fuente en
«la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y
resucitado» (EG 36), corazón mismo del Evangelio.
3. Jesús, al asumir el amor humano, también lo perfeccionó
(cfr. GS 49), dando al hombre y a la mujer un nuevo modo de amarse, que tiene
su fundamento en la irrevocable fidelidad de Dios. Desde esta perspectiva, la
Carta a los Efesios identifica en el amor nupcial entre el hombre y la mujer
«el gran misterio» que hace presente en el mundo el amor entre Cristo y la
Iglesia (cfr. Ef 5,31-32). Ellos poseen el carisma (cfr. 1Cor 7,7) de edificar
la Iglesia, con su amor esponsal y con la tarea de la procreación y educación
de los hijos. Unidos por un vínculo sacramental indisoluble, los esposos viven
la belleza del amor, de la paternidad, de la maternidad y de la dignidad de
participar así en la obra creadora de Dios.
La familia en los documentos de la Iglesia
4. A lo largo de los siglos, la Iglesia no ha dejado de
ofrecer su enseñanza constante sobre el matrimonio y la familia. Una de las
expresiones más altas de este Magisterio la propuso el Concilio Ecuménico
Vaticano II, en la Constitución pastoral Gaudium et Spes, que dedica un
capítulo entero a la promoción de la dignidad del matrimonio y la familia (cfr.
GS 47-52). Define el matrimonio como comunidad de vida y de amor (cfr. GS 48),
situando al amor en el centro de la familia, mostrando, al mismo tiempo, la verdad
de ese amor ante las diversas formas de reduccionismo presentes en la cultura
contemporánea. El «verdadero amor entre marido y mujer» (GS 49) implica la
entrega mutua, incluye e integra la dimensión sexual y la afectividad,
conformemente al designio divino (cfr. GS 48-49). Además, Gaudium et Spes 48
subraya el arraigo en Cristo de los esposos: Cristo Señor «sale al encuentro de
los esposos cristianos en el sacramento del matrimonio», y permanece con ellos.
En la encarnación, Él asume el amor humano, lo purifica, lo lleva a plenitud, y
dona a los esposos, con su Espíritu, la capacidad de vivirlo, impregnando toda
su vida de fe, esperanza y caridad. De este modo, los esposos son consagrados
y, mediante una gracia propia, edifican el Cuerpo de Cristo y constituyen una
Iglesia doméstica (cfr. LG 11), de manera que la Iglesia, para comprender
plenamente su misterio, mira a la familia cristiana, que lo manifiesta de modo
genuino.
5. Siguiendo las huellas del Concilio Vaticano II, el
Magisterio pontificio ha ido profundizando la doctrina sobre el matrimonio y la
familia. En particular Pablo VI, con la Encíclica Humanae Vitae, puso de
relieve el vínculo íntimo entre amor conyugal y engendramiento de la vida. San
Juan Pablo II dedicó especial atención a la familia mediante sus catequesis
sobre el amor humano, la Carta a las familias (Gratissimam Sane) y sobre todo
con la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio. En esos documentos, el
Pontífice definió a la familia «vía de la Iglesia»; ofreció una visión de conjunto
sobre la vocación al amor del hombre y la mujer; propuso las líneas
fundamentales para la pastoral de la familia y para la presencia de la familia
en la sociedad. En particular, tratando de la caridad conyugal (cfr. FC 13),
describió el modo como los cónyuges, en su mutuo amor, reciben el don del
Espíritu de Cristo y viven su llamada a la santidad.
6. Benedicto XVI, en la Encíclica Deus Caritas Est, retomó
el tema de la verdad del amor entre hombre y mujer, que se ilumina plenamente
sólo a la luz del amor de Cristo crucificado (cfr. DCE 2). Él recalca que: «El
matrimonio basado en un amor exclusivo y definitivo se convierte en el icono de
la relación de Dios con su pueblo y, viceversa, el modo de amar de Dios se
convierte en la medida del amor humano» (DCE 11). Además, en la Encíclica
Caritas in Veritate, pone de relieve la importancia del amor como principio de
vida en la sociedad (cfr. CV 44), lugar en el que se aprende la experiencia del
bien común.
7. El Papa Francisco, en la Encíclica Lumen Fidei, al
afrontar el vínculo entre la familia y la fe, escribe: «El encuentro con
Cristo, el dejarse aferrar y guiar por su amor, amplía el horizonte de la
existencia, le da una esperanza sólida que no defrauda. La fe no es un refugio
para gente pusilánime, sino que ensancha la vida. Hace descubrir una gran
llamada, la vocación al amor, y asegura que este amor es digno de fe, que vale
la pena ponerse en sus manos, porque está fundado en la fidelidad de Dios, más
fuerte que todas nuestras debilidades» (LF 53).
8. Nuestro tiempo eclesial se caracteriza por un amplio
redescubrimiento de la Palabra de Dios en la vida de la Iglesia. El renovado
interés en las Sagradas Escrituras, en ámbito eclesial, ha marcado de modo
diferenciado la vida de las diócesis, las parroquias y las comunidades
eclesiales. Sin embargo, de las numerosas respuestas y observaciones recibidas
resulta que el conocimiento, la comunicación y la recepción de las enseñanzas
de la Iglesia concernientes a la familia tienen lugar mediante modalidades muy
diversas, según las vivencias familiares, el tejido eclesial y el contexto
socio-cultural. En las zonas en las que sigue viva una tradición cristiana y
una pastoral bien organizada, se encuentran personas sensibles a la doctrina
cristiana sobre el matrimonio y la familia. En otras partes, por motivos
distintos, se encuentran numerosos cristianos que incluso ignoran la existencia
de estas enseñanzas.
El conocimiento de la Biblia sobre la familia
9. En general, se puede decir que hoy la enseñanza de la
Biblia, sobre todo de los Evangelios y las Cartas paulinas, es más conocida.
Sin embargo, de parte de todas las Conferencias Episcopales se afirma que queda
mucho por hacer para que tal enseñanza se convierta en el fundamento de la
espiritualidad y la vida de los cristianos también en relación a la familia.
Asimismo, en no pocas respuestas, se observa entre los fieles un gran deseo de
conocer mejor la Sagrada Escritura.
10. En esta perspectiva, resalta cuán decisiva es la
formación del clero y en particular la calidad de las homilías, sobre lo que
recientemente el Santo Padre Francisco ha insistido (cfr. EG 135-144). En
efecto, la homilía es un instrumento privilegiado para presentar a los fieles
la Sagrada Escritura en su valor eclesial y existencial. Gracias a una
predicación adecuada, se pone al pueblo de Dios en la condición de apreciar la
belleza de la Palabra que atrae y conforta a la familia. Junto con la homilía
se reconoce como otro instrumento importante el hecho de promover en el seno de
las diócesis y las parroquias cursos que ayuden a los fieles a acercarse a las
Escrituras de modo adecuado. Se sugiere no tanto multiplicar iniciativas pastorales,
sino animar bíblicamente toda la pastoral familiar. Toda circunstancia en la
que la Iglesia está llamada a cuidar de los fieles, en el ámbito de la familia,
es una ocasión para que el Evangelio de la familia sea anunciado, experimentado
y apreciado.
Conocimiento de los documentos del Magisterio
11. El conocimiento de los documentos conciliares y
postconciliares del Magisterio sobre la familia, de parte del pueblo de Dios,
en general es escaso. Ciertamente, los entendidos en ámbito teológico los conocen.
Sin embargo, al parecer estos textos no impregnan profundamente la mentalidad
de los fieles. También hay respuestas que reconocen con franqueza que, entre
los fieles, dichos documentos no se conocen en absoluto. En algunas respuestas,
se observa que a veces los documentos se perciben como realidades un poco
“exclusivas”, especialmente entre los laicos que no gozan de una preparación
previa. Se nota un cierto cansancio a la hora de tomar estos textos y
estudiarlos. A menudo, si no hay alguien preparado, que sea capaz de hacer una
introducción a su lectura, estos documentos se consideran difíciles de abordar.
Sobre todo, se siente la necesidad de mostrar el carácter existencial de las
verdades que se afirman en los documentos.
La necesidad de sacerdotes y ministros preparados
12. Algunas de las observaciones recibidas imputan la
responsabilidad de la escasa difusión de este conocimiento a los pastores, que,
según el juicio de algunos fieles, no conocen en profundidad el tema
matrimonio-familia de los documentos, ni parece que tengan los instrumentos
para desarrollar esta temática. De otras observaciones recibidas, se deduce que
los pastores, a veces, se sienten inadecuados y faltos de preparación para
tratar problemáticas relativas a la sexualidad, la fecundidad y la procreación,
de manera que con frecuencia se prefiere no afrontar estos temas. En algunas
respuestas, se encuentra también una cierta insatisfacción respecto a algunos
sacerdotes que parece que sean indiferentes respecto a determinadas enseñanzas
morales. Su desacuerdo con la doctrina de la Iglesia genera confusión en el
pueblo de Dios. Por esto, se pide que los sacerdotes estén más preparados y
sean más responsables a la hora de explicar la Palabra de Dios y de presentar
los documentos de la Iglesia concernientes al matrimonio y la familia.
Acogida diversificada de la enseñanza de la Iglesia
13. Un buen número de Conferencias Episcopales observa que,
si se transmite en profundidad la enseñanza de la Iglesia con su genuina
belleza, humana y cristiana, ésta es aceptada con entusiasmo por gran parte de
los fieles. Cuando se logra mostrar una visión global del matrimonio y la
familia según la fe cristiana, se percibe su verdad, bondad y belleza. La
enseñanza es mayormente aceptada donde los fieles hacen un auténtico camino de
fe, y no sienten sólo una curiosidad improvisada sobre lo que piensa la Iglesia
acerca de la moral sexual. Por otra parte, numerosas respuestas confirman que,
incluso cuando se conocen las enseñanzas de la Iglesia sobre matrimonio y
familia, muchos cristianos manifiestan dificultades para aceptarlas
integralmente. En general, se mencionan elementos parciales de la doctrina
cristiana, aunque relevantes, con respecto a los cuales se observa una
resistencia, de distintos grados, como por ejemplo respecto al control de los
nacimientos, el divorcio y las nuevas nupcias, la homosexualidad, la
convivencia, la fidelidad, las relaciones prematrimoniales, la fecundación in
vitro, etc. Muchas respuestas confirman que, por el contrario, la enseñanza de
la Iglesia sobre la dignidad y el respeto por la vida humana es más amplia y
fácilmente aceptada, al menos en principio.
14. Con razón, se señala que sería necesaria una mayor
integración entre espiritualidad familiar y moral, que también permitiría
comprender mejor el Magisterio de la Iglesia en ámbito de moral familiar.
Alguna que otra intervención constata la importancia de valorar elementos de
las culturas locales, que pueden ayudar a comprender el valor del Evangelio; es
el caso de gran parte de la cultura asiática, con frecuencia centrada en la
familia. En estos contextos, algunas Conferencias Episcopales afirman que no es
difícil integrar las enseñanzas de la Iglesia sobre la familia con los valores
sociales y morales del pueblo, presentes en estas culturas. Con esto se quiere
llamar la atención sobre la importancia de la interculturalidad en el anuncio
del Evangelio de la familia. En definitiva, en las respuestas y observaciones
recibidas resulta evidente la necesidad de poner en marcha itinerarios
formativos concretos y posibles, que representen una introducción a las
verdades de la fe que atañen a la familia, sobre todo para poder apreciar su
profundo valor humano y existencial.
Algunos motivos de la dificultad de recepción
15. Algunas Conferencias Episcopales ponen de relieve que el
motivo de tanta resistencia a las enseñanzas de la Iglesia acerca de la moral
familiar es la falta de una auténtica experiencia cristiana, de un encuentro
personal y comunitario con Cristo, que ninguna presentación —aunque sea
correcta— de una doctrina puede sustituir. En este contexto, se lamenta la
insuficiencia de una pastoral preocupada sólo de administrar los sacramentos,
sin que a esto corresponda una verdadera experiencia cristiana atrayente.
Además, la gran mayoría de las respuestas pone de relieve el creciente
contraste entre los valores que propone la Iglesia sobre matrimonio y familia y
la situación social y cultural diversificada en todo el planeta. Existe
unanimidad en las respuestas también en relación a los motivos de fondo de las
dificultades a la hora de acoger la enseñanza de la Iglesia: las nuevas
tecnologías difusivas e invasivas; la influencia de los medios de comunicación
de masas; la cultura hedonista; el relativismo; el materialismo; el individualismo;
la creciente secularización; el hecho de que prevalgan concepciones que han
llevado a una excesiva liberalización de las costumbres en sentido egoísta; la
fragilidad de las relaciones interpersonales; una cultura que rechaza
decisiones definitivas, condicionada por la precariedad, la provisionalidad,
propia de una “sociedad líquida”, del “usar y tirar”, del “todo y en seguida”;
valores sostenidos por la denominada “cultura del descarte” y de lo
“provisional”, como recuerda frecuentemente el Papa Francisco.
16. Algunos recuerdan los obstáculos debidos al largo
dominio de ideologías ateas en numerosos países, que crearon una actitud de
desconfianza respecto de las enseñanzas religiosas en general. Otras respuestas
hacen referencia a las dificultades que encuentra la Iglesia ante las culturas
tribales y las tradiciones ancestrales, en las que el matrimonio tiene
características bastante diferentes respecto a la visión cristiana, como por
ejemplo el hecho de sostener la poligamia u otras visiones que contrastan con
la idea de matrimonio indisoluble y monogámico. Está claro que los cristianos
que viven en estos contextos necesitan un fuerte apoyo de parte de la Iglesia y
las comunidades cristianas.
Promover un mejor conocimiento del Magisterio
17. Muchas respuestas plantean el tema de la necesidad de
encontrar nuevos modos para transmitir las enseñanzas de la Iglesia sobre
matrimonio y familia. Mucho depende de la madurez de la Iglesia particular, de
su tradición al respecto y de los recursos efectivos disponibles sobre el
territorio. Sobre todo, se reconoce la necesidad de formar agentes pastorales
capaces de mediar el mensaje cristiano de modo culturalmente adecuado. En
cualquier caso, casi la totalidad de las respuestas afirma que, a nivel nacional,
existe una Comisión para la Pastoral de la Familia y el Directorio de la
Pastoral Familiar. Generalmente, las Conferencias Episcopales proponen la
enseñanza de la Iglesia mediante documentos, simposios y una animación capilar;
así como, a nivel diocesano, se trabaja mediante varios organismos y
comisiones. Ciertamente tampoco faltan respuestas que revelan una situación
difícil para la organización eclesial, en la que faltan recursos económicos y
humanos para poder organizar de modo continuado una catequesis sobre la
familia.
18. Muchos recuerdan que es decisivo establecer relaciones
con centros académicos adecuados y preparados sobre temáticas familiares, a
nivel doctrinal, espiritual y pastoral. En algunas respuestas, se refiere
acerca de conexiones a nivel internacional entre centros universitarios y
diócesis, incluso en zonas periféricas de la Iglesia, que resultan provechosas
para promover momentos formativos de calidad sobre matrimonio y familia. Un
ejemplo, varias veces citado en las respuestas, es la colaboración con el Pontificio
Instituto Juan Pablo II para los estudios sobre matrimonio y familia de Roma,
con diversas sedes en todo el mundo. Al respecto, varias Conferencias
Episcopales recuerdan la importancia de desarrollar las intuiciones de San Juan
Pablo II sobre la teología del cuerpo, en las cuales se propone un acercamiento
fecundo a las temáticas de la familia, con sensibilidad existencial y
antropológica, abierto a las nuevas instancias emergentes en nuestro tiempo.
19. Por último, es una consideración común que la catequesis
sobre matrimonio y familia hoy no se puede limitar solamente a la preparación
de la pareja al matrimonio; es necesaria una dinámica de acompañamiento
vinculado a la experiencia que, mediante testigos, muestre la belleza de lo que
nos transmiten el Evangelio y los documentos del Magisterio de la Iglesia sobre
la familia. Mucho antes de que se presenten para el matrimonio, los jóvenes
necesitan que se les ayude a conocer lo que la Iglesia enseña y por qué lo
enseña. Muchas respuestas ponen de relieve la función de los padres en la
catequesis específica sobre la familia. Los padres tienen un rol insustituible
en la formación cristiana de los hijos en relación al Evangelio de la familia.
Esta tarea requiere una profunda comprensión de su vocación a la luz de la
doctrina de la Iglesia. Su testimonio ya es una catequesis viviente, no sólo en
la Iglesia, sino también en la sociedad.
El nexo entre Evangelio de la familia y ley natural
20. En el contexto de la acogida de la enseñanza de la
Iglesia sobre matrimonio y familia es necesario tener presente el tema de la
ley natural. Aquí se considera el hecho que los documentos magisteriales a
menudo hacen referencia a este vocabulario, que hoy presenta dificultades. La
perplejidad acerca del concepto de ley natural —que hoy existe a gran
escala—suele repercutir de modo problemático en algunos elementos de la
doctrina cristiana sobre el tema. En realidad, lo que subyace en la relación
entre Evangelio de la familia y ley natural no es tanto la defensa de un
concepto filosófico abstracto, como la necesaria relación que el Evangelio
establece con lo humano en todas sus declinaciones históricas y culturales. «La
ley natural responde así a la exigencia de fundar sobre la razón los derechos
del hombre y hace posible un diálogo intercultural e interreligioso» (CTI, En
busca de una ética universal: una mirada nueva sobre la ley natural, 35).
Problematismo de la ley natural hoy
21. A la luz de cuanto la Iglesia ha sostenido a lo largo de
los siglos, examinando la relación entre el Evangelio de la familia y la
experiencia común a toda persona, es posible considerar los numerosos problemas
que se ponen de relieve en las respuestas al cuestionario respecto al tema de
la ley natural. Para la gran mayoría de las respuestas y observaciones, en los
distintos contextos culturales, hoy el concepto de “ley natural” resulta ser,
como tal, bastante problemático, incluso incomprensible. Se trata de una
expresión que se entiende de modos diferentes o sencillamente no se entiende.
Numerosas Conferencias Episcopales, en contextos extremadamente distintos,
afirman que, aunque la dimensión esponsal de la relación entre hombre y mujer
generalmente se acepta como una realidad vivida, esto no se interpreta
conformemente a una ley universalmente dada. Sólo un número muy restringido de
respuestas y observaciones pone de relieve una adecuada comprensión de dicha
ley a nivel popular.
22. Asimismo, de las respuestas y observaciones resulta que
el adjetivo “natural” suele ser interpretado según un matiz subjetivo de
“espontáneo”. Las personas son orientadas a valorar el sentimiento y la
emotividad; dimensiones consideradas “auténticas” y “originales” y, por tanto,
que “naturalmente” hay que seguir. Las visiones antropológicas subyacentes
recuerdan, por una parte, la autonomía de la libertad humana, no necesariamente
vinculada a un orden objetivo natural, y, por otra, la aspiración a la
felicidad del ser humano, entendida como realización de los propios deseos. Por
consiguiente, la ley natural se percibe como una herencia anticuada. Hoy, no
sólo en Occidente, sino progresivamente en todas partes en la tierra, la
investigación científica representa un serio desafío al concepto de naturaleza.
La evolución, la biología y las neurociencias, al confrontarse con la idea
tradicional de ley natural, llegan a la conclusión de que ésta no se puede
considerar “científica”.
23. También la noción de “derechos humanos” se ve
generalmente como una referencia a la autodeterminación del sujeto, no anclada
en la idea de ley natural. Al respecto, muchos observan que los sistemas
legislativos de numerosos países se encuentran con que tienen que reglamentar
situaciones contrarias al dictado tradicional de la ley natural (por ejemplo,
la fecundación in vitro, las uniones homosexuales, la manipulación de embriones
humanos, el aborto, etc.). En este contexto, se sitúa la creciente
generalización de la ideología denominada gender theory, según la cual el
gender de cada individuo resulta ser sólo el producto de condicionamientos y
necesidades sociales, dejando de este modo de tener plena correspondencia con
la sexualidad biológica.
24. Además se señala ampliamente que lo que establece la ley
civil —basándose en el positivismo jurídico, cada vez más dominante— se
convierte también en moralmente aceptable en la mentalidad común. Lo que es
“natural” lo suelen definir solamente el individuo y la sociedad, que se han
convertido en los únicos jueces para las decisiones éticas. La relativización
del concepto de “naturaleza” se refleja también en el concepto de “duración”
estable en relación a la unión matrimonial. Hoy, un amor se considera “para
siempre” sólo en relación a cuánto puede durar efectivamente.
25. Si, por una parte, se asiste a una pérdida de
significado de la “ley natural”, por otra, como refieren varias Conferencias
Episcopales de África, Oceanía y Asia oriental, en algunas regiones es la
poligamia lo que se considera “natural”, así como también se considera “natural”
repudiar a una mujer que no pueda dar hijos —y, entre estos, hijos varones— al
marido. En otros términos, emerge que, desde el punto de vista de la cultura
generalizada, la ley natural ya no se puede considerar universal, puesto que ya
no existe un sistema de referencia común.
26. En las respuestas se pone de manifiesto la convicción
generalizada del hecho que la distinción de los sexos posee un fundamento
natural en la existencia humana. Existe, por tanto, gracias a la fuerza de la
tradición, de la cultura y de la intuición, el deseo de mantener la unión entre
el hombre y la mujer. La ley natural, pues, es universalmente aceptada “de
hecho” por los fieles, aunque no se vea la necesidad de justificarla
teóricamente. Puesto que el venir a menos del concepto de ley natural tiende a
disolver el vínculo entre amor, sexualidad y fertilidad, entendidos como
esencia del matrimonio, muchos aspectos de la moral sexual de la Iglesia hoy no
se entienden. En esto se basa una cierta crítica a la ley natural, incluso de
parte de algunos teólogos.
Contestación práctica de la ley natural sobre la unión entre
hombre y mujer
27. Considerando el escaso uso que se hace actualmente de la
referencia a la ley natural en numerosas realidades académicas, las
contestaciones mayores provienen de la práctica afianzada del divorcio, de la
convivencia, de la contracepción, de los procedimientos artificiales de
procreación y de las uniones homosexuales. Entre las poblaciones más pobres y
menos influenciadas por el pensamiento de Occidente —aquí se hace referencia,
en particular, a algunos Estados africanos— se han puesto de relieve otros
tipos de contestación de esta ley, como los fenómenos del machismo, la
poligamia, los matrimonios entre adolescentes y preadolescentes, el divorcio en
caso de esterilidad o, en cualquier caso, de falta de descendencia masculina,
así como el incesto y otras prácticas aberrantes.
28. En casi todas las respuestas, incluidas las
observaciones, se registra el número creciente de casos de familias
“ampliadas”, sobre todo por la presencia de hijos de partners diferentes. En la
sociedad occidental, en nuestros días son también numerosos los casos en los
que los hijos, además de tener padres separados o divorciados —ya se hayan o no
se hayan vuelto a casar— se encuentran con que los abuelos están en la misma
situación. Asimismo, especialmente en Europa y en América del Norte (pero
también en Estados de Asia oriental), se hallan casos en neto crecimiento de
uniones matrimoniales que no están abiertas a la vida, así como de personas que
se plantean su vida como singles. También aumentan netamente las familias
monoparentales. En esos mismos continentes se asiste simultáneamente a un
vertiginoso aumento de la edad matrimonial. Muchas veces, en especial modo en
los Estados del norte de Europa y de América septentrional, los hijos se
perciben como un obstáculo al bienestar de la persona y de la pareja.
29. Digna de mención es la voluntad de reconocer a nivel
civil, en particular en algunas zonas de Asia, las uniones denominadas
“multipersonales” entre individuos de orientaciones y de identidades sexuales
distintas, basadas sólo en sus propias necesidades y en sus carencias
individuales y subjetivas. En síntesis, se suele acentuar el derecho a la
libertad individual sin compromiso: las personas se “construyen” sólo en base a
sus propios deseos individuales. Lo que se juzga cada vez más “natural” es más
que nada la “autorreferencialidad” de la gestión de los propios deseos y
aspiraciones. A esto contribuye notablemente la influencia insistente de los
medios de comunicación y el estilo de vida que exhiben algunas figuras del
deporte y del espectáculo; aspectos, éstos, que ejercen su influencia también
en los países en los cuales la cultura familiar tradicional parece haber resistido
(África, Oriente Medio y Asia centro-meridional).
Una deseable renovación del lenguaje
30. La exigencia subyacente al uso tradicional de la
expresión “ley natural” impulsa a mejorar el lenguaje y el marco conceptual de
referencia, a fin de comunicar los valores del Evangelio de modo comprensible
al hombre de hoy. En particular, de la gran mayoría de las respuestas y,
todavía más, de las observaciones, emerge la necesidad de hacer mayor hincapié,
decididamente, en el papel de la Palabra de Dios como instrumento privilegiado
en la concepción de la vida conyugal y familiar. Se recomienda una mayor
referencia al mundo bíblico, a sus lenguajes y formas narrativas. En ese
sentido, es digna de relieve la propuesta de tematizar y profundizar el
concepto, de inspiración bíblica, de “orden de la creación”, como posibilidad
de releer de modo existencialmente más significativo la “ley natural” (cfr. la
idea de ley escrita en el corazón en Rom 1,19-21 y 2,14-15). Se propone,
asimismo, la insistencia en los lenguajes accesibles, como por ejemplo el
lenguaje simbólico que utiliza la liturgia. Se recomienda también la atención
al mundo juvenil, que hay que asumir como interlocutor directo, incluso sobre
estos temas.
La familia, la persona y la sociedad
31. La familia es reconocida en el pueblo de Dios como un
bien inestimable, el ambiente natural de crecimiento de la vida, una escuela de
humanidad, de amor y de esperanza para la sociedad. Sigue siendo un espacio
privilegiado en el que Cristo revela el misterio y la vocación del hombre.
Junto a la afirmación compartida de este dato originario, la gran mayoría de
las respuestas afirma que la familia puede ser ese lugar privilegiado, dejando
entender —y a veces constatando explícitamente— que existe una distancia
preocupante entre la familia en las formas como se la conoce hoy y la enseñanza
de la Iglesia al respecto. La familia se encuentra objetivamente en un momento
muy difícil, con realidades, historias y sufrimientos complejos, que requieren
una mirada compasiva y comprensiva. Esta mirada es lo que permite a la Iglesia
acompañar a las familias como son en la realidad y a partir de aquí anunciar el
Evangelio de la familia según su necesidades específicas.
32. Se reconoce en las respuestas que durante muchos siglos
la familia ha tenido un rol significativo en el seno de la sociedad: en efecto,
ésta es el primer lugar en el que la persona se forma en la sociedad y para la
sociedad. Al ser reconocida como el lugar natural para el desarrollo de la
persona, es también el fundamento de toda sociedad y Estado. En síntesis, es
definida como la “primera sociedad humana”. La familia es el lugar en el que se
transmiten y se pueden aprender desde los primeros años de vida valores como la
fraternidad, la lealtad, el amor por la verdad y el trabajo, el respeto y la
solidaridad entre las generaciones, así como el arte de la comunicación y la
alegría. Es el espacio privilegiado para vivir y promover la dignidad y los
derechos del hombre y la mujer. La familia, basada en el matrimonio, representa
el ámbito de formación integral de los futuros ciudadanos de un país.
33. Uno de los grandes desafíos de la familia contemporánea
consiste en el intento de su privatización. Existe el riesgo de olvidar que la
familia es la «célula fundamental de la sociedad, el lugar donde se aprende a
convivir en la diferencia y a pertenecer a otros» (EG 66). Es preciso proponer
una visión abierta de la familia, fuente de capital social, es decir, de virtudes
esenciales para la vida común. En la familia se aprende lo que es el bien
común, porque en familia se puede hacer experiencia de la bondad de vivir
juntos. Sin familia el hombre no puede salir de su individualismo, ya que sólo
en ella se aprende la fuerza del amor para sostener la vida, y «sin un amor
fiable, nada podría mantener verdaderamente unidos a los hombres. La unidad
entre ellos se podría concebir sólo como fundada en la utilidad, en la suma de
intereses, en el miedo, pero no en la bondad de vivir juntos, ni en la alegría
que la sola presencia del otro puede suscitar» (LF 51).
34. Será preciso reflexionar sobre lo que quiere decir hoy
promover una pastoral capaz de estimular la participación de la familia en la
sociedad. Las familias no son sólo una entidad que el Estado debe proteger,
sino que deben recuperar su papel como sujetos sociales. En este contexto, son
numerosos los desafíos para las familias: la relación entre la familia y el
mundo del trabajo, entre la familia y la educación, entre la familia y la
salud; la capacidad de unir entre ellas a las generaciones, a fin de que
jóvenes y ancianos no sean abandonados; el desarrollo de un derecho de familia
que tenga en cuenta de sus específicas relaciones; la promoción de leyes
justas, como las que garantizan la defensa de la vida humana desde su
concepción y las que promueven la bondad social del matrimonio auténtico entre
el hombre y la mujer.
A imagen de la vida trinitaria
35. Un cierto número de respuestas hace hincapié en la
imagen de la Trinidad reflejada en la familia. La experiencia del amor mutuo
entre los esposos ayuda a comprender la vida trinitaria como amor: mediante la
comunión que viven en familia los niños pueden entrever una imagen de la
Trinidad. Recientemente, el Santo Padre Francisco recordó en sus catequesis
sobre los sacramentos que «cuando un hombre y una mujer celebran el sacramento
del Matrimonio, Dios, por decirlo así, se “refleja” en ellos, imprime en ellos
los propios rasgos y el carácter indeleble de su amor. El matrimonio es la
imagen del amor de Dios por nosotros. También Dios, en efecto, es comunión: las
tres Personas del Padre, Hijo y Espíritu Santo viven desde siempre y para
siempre en unidad perfecta. Y es precisamente este el misterio del matrimonio:
Dios hace de los dos esposos una sola existencia» (Audiencia general del 2 de
abril de 2014).
La Santa Familia de Nazaret y la educación al amor
36. De manera casi constante, en las respuestas se subraya
la importancia de la familia de Nazaret como modelo y ejemplo para la familia
cristiana. El misterio de la Encarnación del Verbo en el seno de una familia
nos revela que ésta es un lugar privilegiado para la revelación de Dios al
hombre. De hecho, se reconoce que precisamente la familia es el lugar ordinario
y cotidiano del encuentro con Cristo. El pueblo cristiano mira a la familia de
Nazaret como ejemplo de relación y de amor, como punto de referencia para toda
realidad familiar y como consuelo en la tribulación. A la familia de Nazaret la
Iglesia se dirige para encomendar a las familias en su realidad concreta de
alegría, esperanza y dolor.
37. Las respuestas recibidas ponen de relieve la importancia
del amor vivido en familia, definida como “signo eficaz de la existencia del
amor de Dios”, “santuario del amor y de la vida”. La primera experiencia de
amor y de relación tiene lugar en familia: se subraya la necesidad de que cada
niño cuente con el calor y el cuidado protector de los padres y viva en una
casa donde habita la paz. Los niños deben poder percibir que Jesús está con
ellos y nunca están solos. La soledad de los niños a causa de la mayor fragilidad
de los vínculos familiares está presente, en particular, en algunas áreas
geográficas. Asimismo, las correcciones deben tener como finalidad que los
niños puedan crecer en un ambiente familiar donde se viva el amor, y los padres
realicen su vocación a ser colaboradores de Dios en el desarrollo de la familia
humana.
38. Se subraya con insistencia el valor formativo del amor
que se vive en familia, no sólo para los hijos, sino para todos sus miembros.
Así, se define a la familia “escuela de amor”, “escuela de comunión”, “escuela
de relaciones”, el lugar privilegiado donde se aprende a construir relaciones
significativas, que ayuden al desarrollo de la persona hasta llegar a la
capacidad de entregarse. Algunas respuestas subrayan que el conocimiento del misterio
y la vocación de la persona humana está vinculado al reconocimiento y a la
acogida en el seno de la familia de los diferentes dones y capacidades de cada
uno. Emerge aquí la idea de la familia como “primera escuela de humanidad”: en
esto se la considera insustituible.
Diferencia, reciprocidad y estilo de vida familiar
39. El papel de los padres, primeros educadores en la fe, se
considera esencial y vital. No pocas veces se hace hincapié en el testimonio de
su fidelidad y, en particular, en la belleza de su diferencia; a veces se
afirma simplemente la importancia de los distintos roles de padre y madre. En
otros casos, se subraya el carácter positivo de la libertad, la igualdad entre
los cónyuges y su reciprocidad, así como la necesidad de que ambos padres
participen tanto en la educación de los hijos como en las tareas domésticas,
como afirman algunas respuestas, llegadas sobre todo de Europa.
40. En relación a la diferencia, a veces también se subraya
la riqueza de la diferencia intergeneracional que se puede experimentar en
familia, en cuyo seno se viven acontecimientos decisivos como el nacimiento y
la muerte, los éxitos y las desventuras, los logros alcanzados y las
desilusiones. A través de estos y otros acontecimientos, la familia se
convierte en el lugar en el cual los hijos crecen en el respeto de la vida y la
formación de su personalidad, atravesando cada período de su existencia.
41. En las respuestas se pone de relieve con insistencia la
importancia de que los padres compartan y expliciten su fe, comenzando por el
estilo de vida de la pareja en la relación entre ellos y con los hijos, pero
también compartiendo su conocimiento y conciencia de Cristo, que —como
constantemente se ha recalcado—debe estar en el centro de la familia. Así, en
el contexto de una sociedad plural, los padres pueden ofrecer a sus hijos una
orientación básica para la vida, que les sostenga incluso después de la
infancia. Por esto, se afirma la necesidad de crear un espacio y un tiempo para
estar juntos en familia y la necesidad de una comunicación abierta y sincera,
en un diálogo constante.
42. Se subraya unánimemente la importancia de la oración en
familia, como Iglesia doméstica (cfr. LG 11), donde alimentar una verdadera
“cultura familiar de oración”. El auténtico conocimiento de Jesucristo, en
efecto, se promueve en familia con la oración personal y, en particular,
familiar, según las formas específicas y las ritualidades domésticas, que se
consideran un modo eficaz para transmitir la fe a los niños. Asimismo, se insiste
mucho en la lectura de la Escritura en común, así como en otras formas de
oración, como la bendición de la mesa y el rezo del rosario. Se precisa, sin
embargo, que la familia Iglesia doméstica no puede sustituir a la comunidad
parroquial; además, se subraya la importancia de la participación familiar en
la vida sacramental, en la Eucaristía dominical y en los sacramentos de la
iniciación cristiana. En varias respuestas se subraya también la importancia de
vivir el sacramento de la reconciliación y la devoción mariana.
Familia y desarrollo integral
43. Se subraya, por otra parte, la importancia de la familia
para un desarrollo integral: la familia resulta fundamental para la maduración
de los procesos afectivos y cognitivos que son decisivos para la estructuración
de la persona. En cuanto ambiente vital en el que se forma la persona, la
familia es a su vez fuente de la que brota la conciencia de ser hijos de Dios,
llamados por vocación al amor. Otros lugares contribuyen al crecimiento de la
persona, como la convivencia social, el mundo del trabajo, la política, la vida
eclesial; sin embargo, se reconoce que los fundamentos humanos que se adquieren
en familia permiten acceder a otros niveles de socialización y estructuración.
44. La familia debe afrontar diariamente numerosas
dificultades y pruebas, como señalan muchas respuestas. Ser una familia
cristiana no garantiza automáticamente la inmunidad a crisis incluso profundas,
aunque al pasar por ellas la familia se consolida, llegando así a reconocer su
vocación originaria en el designio de Dios, con el sostén de la acción
pastoral. La familia es una realidad ya “dada” y asegurada por Cristo, y al
mismo tiempo es una realidad que hay que “construir” cada día con paciencia,
comprensión y amor.
Acompañar el nuevo deseo de familia y las crisis
45. Un dato importante que emerge de las respuestas es que
frente a situaciones bastante difíciles, muchas personas, sobre todo jóvenes,
perciben el valor del vínculo estable y duradero, un verdadero deseo de
matrimonio y familia, en el que realizar un amor fiel e indisoluble, que dé
serenidad para el crecimiento humano y espiritual. El “deseo de familia” se
revela como un verdadero signo de los tiempos, que hay que acoger como ocasión
pastoral.
46. Es necesario que la Iglesia cuide de las familias que
viven en situaciones de crisis y de estrés; que la familia sea acompañada
durante todo el ciclo de la vida. La calidad de las relaciones en el seno de la
familia debe ser una de las preocupaciones cruciales de la Iglesia. El primer
apoyo viene de una parroquia vivida como “familia de familias”, identificada
como el centro principal de una nueva pastoral, hecha de acogida y
acompañamiento, vivido con misericordia y ternura. Se señala la importancia de
organizaciones parroquiales que sostengan a la familia.
47. En algunos casos, además, urge la necesidad de acompañar
situaciones en las que los vínculos familiares están amenazados por la
violencia doméstica, con intervenciones de sostén adecuadas para resanar las
heridas sufridas y extirpar las causas que las determinaron. Donde dominan
abuso, violencia y abandono no puede haber ni crecimiento ni percepción alguna
del propio valor.
48. Se subraya, por último, la importancia de una estrecha
colaboración entre las familias/casas y la parroquia, en la misión de
evangelización, así como la necesidad de que la familia participe activamente
en la vida parroquial, mediante actividades de subsidiariedad y solidaridad en
favor de otras familias. Al respecto, se menciona la ayuda preciosa de
comunidades compuestas por familias. También la pertenencia a movimientos y
asociaciones puede resultar particularmente significativa desde el punto de
vista del sostén.
Una formación constante
49. Se subraya con mucha frecuencia la necesidad de una
pastoral familiar que aspire a una formación constante y sistemática sobre el
valor del matrimonio como vocación, sobre el redescubrimiento del ser padres
(paternidad y maternidad) como un don. El acompañamiento de la pareja no se
debe limitar a la preparación al matrimonio, respeto a la cual se señala —por
otra parte—la necesidad de revisar los itinerarios formativos. Se pone de
relieve más bien la necesidad de una formación más constante y articulada:
bíblica, teológica, espiritual, pero también humana y existencial. Se hace
presente la necesidad de que la catequesis asuma una dimensión
intergeneracional, implicando activamente a los padres en el camino de
iniciación cristiana de sus hijos. En algunas respuestas se observa una
particular atención a las fiestas litúrgicas, como el tiempo de Navidad y sobre
todo la fiesta de la Sagrada Familia, como momentos preciosos para mostrar la
importancia de la familia y comprender el contexto humano en el cual Jesús
creció, aprendió a hablar, amar, rezar y trabajar. Se recomienda la necesidad
de salvaguardar, en la medida de lo posible incluso desde el punto de vista
civil, el domingo como día del Señor; como día favorable para el encuentro en
la familia y con las demás familias.
La pastoral de la familia: las diversas propuestas actuales
Responsabilidad de los pastores y dones carismáticos en la
pastoral familiar
50. En el compromiso pastoral por la familia se observa una
interesante reciprocidad entre la responsabilidad de los pastores y los
diversos carismas y ministerios en la comunidad eclesial. Las experiencias más
positivas se dan precisamente cuando tiene lugar esta sinergia. Contemplando el
compromiso de tantos hermanos y hermanas en la pastoral de la familia, es
posible imaginar formas nuevas de presencia efectiva de la Iglesia, que tiene
la valentía de “salir” de sí misma animada por el Espíritu. Para representar
esta riqueza nos concentramos en algunos temas y pasamos revista a las
distintas iniciativas y estilos, de los cuales encontramos amplia muestra en
las respuestas recibidas.
La preparación al matrimonio
51. Hay respuestas muy similares entre los diversos
continentes acerca de la preparación al matrimonio. Encontramos con frecuencia
cursos en las parroquias, seminarios y retiros de oración para parejas, en los
que también participan como animadores —además de los sacerdotes— parejas
casadas de consolidada experiencia familiar. En estos cursos, los objetivos
son: la promoción de la relación de pareja, con la conciencia y la libertad de
la elección; el conocimiento de los compromisos humanos, civiles y cristianos;
el reanudar la catequesis de la iniciación profundizando en el sacramento del
matrimonio; el estímulo a la participación de la pareja en la vida comunitaria
y social.
52. Algunas respuestas señalan la poca atención de los
novios prometidos —en muchos casos— a los cursos prematrimoniales. Por este
motivo, en numerosos contextos existe la tendencia a promover catequesis
diferenciadas: para los jóvenes incluso antes del noviazgo; para los padres de
los novios; para las parejas de casados; para las personas separadas; para la
preparación al Bautismo; para el conocimiento de los documentos pastorales de
los Obispos y del Magisterio de la Iglesia. En algunos países se señalan
auténticas escuelas de preparación a la vida matrimonial, dirigidas sobre todo
a la educación y promoción de la mujer. El discurso se diferencia en particular
en las zonas en las que existe una fuerte secularización, donde se constata una
creciente distancia cultural de las parejas respecto a la enseñanza de la
Iglesia. Los cursos especialmente prolongados no siempre son bien acogidos. En
los cursos prematrimoniales, normalmente, se propone a los prometidos el
conocimiento de los métodos naturales de regulación de la fertilidad. Esta
propuesta se ofrece mediante el testimonio y la guía de otras parejas.
53. Algunas Conferencias Episcopales se quejan de que las
parejas a menudo se presentan en el último momento, cuando ya han fijado la
fecha de la boda, incluso cuando la pareja presenta aspectos que requerirían
una atención especial, como en el caso de la disparidad de culto (matrimonio
entre un bautizado y un no bautizado) o de una escasa formación cristiana.
Otras Conferencias recuerdan que los itinerarios a la preparación al sacramento
del matrimonio han mejorado en las últimas décadas; se ha tratado cada vez más
de transformar los “cursos” en “itinerarios”, en los que participen juntos
sacerdotes y esposos. Se observa que en los últimos años los contenidos de los
programas han sufrido un cambio substancial: se ha pasado de un servicio
orientado solamente al sacramento a un primer anuncio de la fe.
54. En muchas partes del mundo hay iniciativas loables de
preparación al matrimonio: “nuevas comunidades” que promueven retiros,
encuentros personales, grupos de oración y de reflexión, así como para
compartir experiencias, peregrinaciones, festivales, congresos nacionales e
internacionales de la familia. Sin embargo, se observa que estos itinerarios, a
menudo, son percibidos más bien como una propuesta obligada que como una
posibilidad de crecimiento a la cual adherirse libremente. Otro momento
importante es ciertamente el coloquio de preparación al matrimonio con el
párroco o su encargado; se trata de un momento necesario para todas las parejas
de novios. A menudo las respuestas se quejan de que este momento no se utilice
suficientemente como una oportunidad para una discusión más profunda y en
consecuencia quede en un contexto más bien formal.
55. Muchas respuestas explican que en los cursos propuestos
se trata de introducir nuevos temas, como la capacidad de escuchar al cónyuge,
la vida sexual conyugal, la solución de los conflictos. En algunos contextos,
marcados por tradiciones culturales más bien machistas, se pone de relieve la
falta de respeto a la mujer, de la que deriva un ejercicio del ser cónyuge no
conforme a la reciprocidad entre sujetos de igual dignidad. Desde algunas zonas
marcadas en el pasado por dictaduras ateas, al faltar con frecuencia los
conocimientos fundamentales sobre la fe, se indican nuevas formas de
preparación de los novios, como los retiros en los fines de semana, actividades
en pequeños grupos integradas con testimonios de parejas casadas. Se señalan
también jornadas diocesanas para la familia, vía crucis y ejercicios
espirituales para familias.
56. Algunas respuestas señalan que en algunos territorios,
predominantemente multirreligiosos y multiconfesionales, es preciso tener
presente algunos aspectos particulares, como el número considerable de
matrimonios mixtos y de disparidad de culto. Esto hace necesaria una adecuada
preparación de parte de los sacerdotes para acompañar a estas parejas. En las
diócesis de Europa oriental, con ocasión de la preparación a los matrimonios
mixtos, se busca el diálogo con las Iglesias ortodoxas. Hay testimonios
interesantes que ilustran las jornadas diocesanas con la presencia del Obispo y
el testimonio de parejas maduras en la fe. Se suelen crear ocasiones de
relaciones entre familias, en diálogo con las parejas ancianas, valorando
iniciativas de cultura bíblica y momentos de oración para los novios. Las
parejas más maduras “apadrinan” a las parejas jóvenes, que se preparan para el
matrimonio.
Piedad popular y espiritualidad familiar
57. De las respuestas recibidas se deduce la necesidad de
salvaguardar y promover las diversas formas de piedad popular extendidas en los
varios continentes para sostener a la familia. A pesar de una cierta
disgregación familiar, siguen siendo significativas, como momentos de
agregación de la familia, la devoción mariana, las fiestas populares o las de
los santos del lugar. Además de la oración del rosario, en algunas realidades
se reza el Ángelus. También mantiene un cierto valor la peregrinatio Mariae y
el pasarse un icono o una estatua de la Virgen de una familia a otra, de una
casa a otra. Todavía se recuerda el valor de la “peregrinación del Evangelio”,
que consiste en llevar un icono y la Sagrada Escritura a las familias, con el
compromiso de leer regularmente la Biblia y rezar juntos durante un determinado
período. Se constata que entre las familias que cultivan estas formas de
piedad, como la “peregrinación de las familias”, se incrementan fuertes
relaciones de amistad y comunión. Muchos también señalan la importancia de
promover el rezo de la liturgia de las horas, la lectura de los Salmos y los
demás textos de la Sagrada Escritura en común. A veces también se recomienda la
oración espontánea con palabras propias, de agradecimiento y de petición de
perdón. En algunas naciones se pone de relieve la oración por las diversas
circunstancias de la vida: con ocasión del aniversario del bautismo, del matrimonio
y de la muerte. Algunos señalan que con frecuencia la oración familiar se
practica durante los viajes, el trabajo y la escuela; en determinados países,
incluso utilizando la radio y la televisión. Asimismo, se señala la aportación
benéfica que las familias reciben de la cercanía de los monasterios, gracias a
los cuales se establece una relación de carácter complementario entre vocación
al matrimonio y vocación a la vida consagrada. Lo mismo se constata respecto a
la fecunda relación entre esposos y presbíteros, en sus respectivas funciones.
El sostén a la espiritualidad familiar
58. Muchas Conferencias Episcopales han testimoniado que las
Iglesias particulares, con su acción pastoral, sostienen la espiritualidad de
la familia. De los movimientos de espiritualidad viene una contribución
específica a la promoción de una pastoral familiar auténtica y eficaz en
nuestro tiempo. Se observa que existen situaciones eclesiales muy diferentes y
caminos diferenciados de las comunidades cristianas. Es evidente el hecho que
las Iglesias locales deben poder encontrar en esta realidad verdaderos recursos
no sólo para promover alguna iniciativa esporádica para las parejas, sino
también para imaginar itinerarios de pastoral familiar adecuados a nuestro
tiempo. Algunas intervenciones subrayan que, en muchas diócesis, se logra
promover una animación específica, una formación de parejas capaces de sostener
a otras parejas y una serie de iniciativas dirigidas a promover una verdadera
espiritualidad familiar. Algunos observan que a veces existe el riesgo de que
las comunidades locales, los movimientos, los grupos y las agregaciones
religiosas permanezcan cerrados en dinámicas parroquiales o agregativas
demasiado “autorreferenciales”. Por esto, es importante que esas realidades vivan
todo el horizonte eclesial en clave misionera, a fin de evitar el peligro de la
“autorreferencia”. Las familias que pertenecen a estas comunidades llevan a
cabo un apostolado vivo y han evangelizado a muchas otras familias; sus
miembros han ofrecido un testimonio creíble de la vida matrimonial fiel, de
estima recíproca, de unidad y de apertura a la vida.
El testimonio de la belleza de la familia
59. Un punto clave para la promoción de una pastoral
familiar auténtica e incisiva parece ser últimamente el testimonio de la
pareja. Todas las respuestas señalan este elemento. Es esencial el testimonio
no sólo de coherencia con los principios de la familia cristiana, sino también
de la belleza y la alegría que da acoger el anuncio evangélico en el matrimonio
y la vida familiar. A su vez, en la pastoral familiar se siente la necesidad de
recorrer la via pulchritudinis, o sea, el camino del testimonio cargado de
atractivo de la familia vivida a la luz del Evangelio y en constante unión con
Dios. Se trata de mostrar también en la vida familiar que «creer en Él y
seguirlo no es sólo algo verdadero y justo, sino también bello, capaz de colmar
la vida de un nuevo resplandor y de un gozo profundo, aun en medio de las
pruebas» (EG 167).
60. Algunas Conferencias Episcopales señalan que, aunque en
numerosas áreas geográficas el éxito del matrimonio y la familia ya no se da
por descontado, se observa, sin embargo, que los jóvenes nutren una alta estima
por los cónyuges que, aun después de muchos años de matrimonio, siguen viviendo
una opción de vida marcada por el amor y la fidelidad. Por este motivo, entre
otros, en numerosas diócesis se celebran —en presencia de los Obispos— jubileos
y fiestas de agradecimiento por los cónyuges con muchos años de casados a sus
espaldas. En esta misma dirección, se reconoce el especial testimonio que dan
los cónyuges que permanecen al lado de su consorte pese a problemas y
dificultades.
61. En esta sección, se recopilan las respuestas y observaciones
acerca de los desafíos pastorales de la familia, que se articulan en tres
cuestiones fundamentales: la crisis de la fe en su relación con la familia; los
desafíos internos y los desafíos externos, relativos a la realidad familiar;
algunas situaciones difíciles, vinculadas a una cultura del individualismo y a
la desconfianza en las relaciones estables.
a) La crisis de la fe y la vida familiar
La acción pastoral en la crisis de fe
62. Algunas respuestas ponen de relieve que, en las
situaciones en que la fe es débil o inexistente en las realidades familiares,
no se percibe a la parroquia y la Iglesia en su conjunto como un sostén. Esto
sucede probablemente por una percepción equivocada y moralista de la vida
eclesial, debida al contexto socio-cultural en el que vivimos, en el cual está
en crisis la institución familiar en cuanto tal. El ideal de la familia se ve
como una meta inalcanzable y frustrante, en lugar de ser considerado como una
indicación de un camino posible, a través del cual aprender a vivir la propia
vocación y misión. Cuando los fieles perciben esta imposibilidad, la crisis en
la pareja, en el matrimonio o en la familia se transforma con frecuencia y
gradualmente en una crisis de fe. Por tanto, se plantea la pregunta sobre cómo
actuar pastoralmente en estos casos: qué hacer para que la Iglesia, en sus
diversas articulaciones pastorales, se muestre capaz de cuidar de las parejas
en dificultad y de la familia.
63. Muchas respuestas observan que una crisis de fe puede
ser la ocasión para constatar el fracaso o una oportunidad para renovarse,
descubriendo razones más profundas para confirmar la unión conyugal. Así, la
pérdida de valores e incluso la disgregación de la familia, se pueden
transformar en ocasión de fortalecimiento del vínculo conyugal. Para superar la
crisis puede ser una ayuda el sostén de otras familias dispuestas a acompañar
el difícil camino de la pareja en crisis. En particular, se subraya la necesidad
de que la parroquia muestre su cercanía como una familia de familias.
b) Situaciones críticas internas a la familia
Dificultad de relación / comunicación
64. Hay una gran convergencia de parte de las respuestas a
la hora de subrayar la dificultad de relación y comunicación en familia como
uno de los nudos críticos relevantes. Se pone de relieve la insuficiencia e
incluso la incapacidad de construir relaciones familiares que superen los
conflictos y tensiones entre los cónyuges, debido a la falta de confianza mutua
y de intimidad, al dominio de un cónyuge sobre el otro, así como a los
conflictos generacionales entre padres y hijos. El drama que se vive en estas
situaciones es la progresiva desaparición de la posibilidad de diálogo, de
tiempos y espacios de relación: la falta de comunicación, el no compartir las
cosas, hace que cada uno afronte sus dificultades solo, sin ninguna experiencia
de ser amado y de amar a su vez. Por otra parte, en algunos contextos sociales,
la falta de experiencia del amor, en particular del amor paterno, es frecuente,
y esto hace muy difícil la experiencia del amor de Dios y de su paternidad. La
debilidad de la figura del padre en muchas familias genera fuertes
desequilibrios en el núcleo familiar e incertidumbre sobre su identidad en los
hijos. Sin la experiencia diaria de amor testimoniado, vivido y recibido
resulta particularmente difícil el descubrimiento de la persona de Cristo como
Hijo de Dios y del amor de Dios Padre.
Fragmentación y disgregación
65. Aunque de distintos modos, las respuestas testimonian
que en muchas circunstancias existe una fragmentación y disgregación de
numerosas realidades familiares; el drama que se menciona constantemente y en
primer lugar es el del divorcio y la separación en la pareja, a veces
favorecido por la pobreza. Entre las otras situaciones críticas se mencionan:
realidades familiares ampliadas, en las que aparecen múltiples relaciones
invasivas, o bien monoparentales (con madres solas o adolescentes), las uniones
de hecho, así como también las uniones y la paternidad / maternidad homosexual
(mencionada, en particular, en Europa y América del Norte). En determinados
contextos culturales, se recuerda con insistencia la poligamia como uno de los
factores que disgregan el tejido familiar. A esto se añade el cerrarse de la
familia a la vida. Muchos episcopados subrayan con gran preocupación la enorme
difusión de la práctica del aborto. La cultura dominante en numerosos aspectos
promueve una cultura de muerte respecto a la vida naciente. Nos encontramos
ante una cultura de la indiferencia frente a la vida. De parte de los Estados,
a veces, no se contribuye a una adecuada tutela de los vínculos familiares,
adoptando legislaciones que favorecen el individualismo. Todo esto, entre la
gente, crea una mentalidad superficial sobre temas de importancia decisiva. No
pocas intervenciones subrayan que también una mentalidad anticonceptiva de
hecho marca negativamente las relaciones familiares.
Violencia y abuso
66. Asimismo, unánime y trasversal en las respuestas es la
referencia a la violencia psicológica, física y sexual, y a los abusos
cometidos en familia en perjuicio en particular de las mujeres y los niños, un
fenómeno lamentablemente no ocasional, ni esporádico, especialmente en
determinados contextos. Se recuerda también el terrible fenómeno del
“feminicidio”, que con frecuencia está vinculado a profundos trastornos
afectivos o de relación y es consecuencia de una falsa cultura de la posesión.
Se trata de un dato realmente inquietante, que interroga toda la sociedad y la
pastoral familiar de la Iglesia. En determinadas áreas geográficas (África,
Asia y Oceanía) se señala explícitamente la promiscuidad sexual en familia y el
incesto, así como la pedofilia y el abuso de niños. Al respecto, se menciona
también el autoritarismo de parte de los padres, que encuentra su expresión en
la falta de cuidado y atención a los hijos. La falta de consideración por los
niños se une al abandono de los hijos y a la carencia —subrayada
reiteradamente— del sentido de una paternidad responsable, que se niega no sólo
a hacerse cargo de los hijos, sino también educarlos, por lo que se encuentran
totalmente abandonados a sí mismos.
67. Varios episcopados señalan el drama del comercio y la
explotación de niños. Al respecto, se afirma la necesidad de prestar especial
atención a la plaga del “turismo sexual” y a la prostitución que explota a los
menores, especialmente en los países en vías de desarrollo, creando
desequilibrios en el seno de las familias. Se subraya que tanto la violencia
doméstica —en sus diferentes aspectos—como el abandono y la disgregación
familiar —en sus varias formas—tienen un impacto significativo en la vida psicológica
de la persona y, por consiguiente, en la vida de fe, ya que el trauma
psicológico mella de manera negativa la visión, la percepción y la experiencia
de Dios y de su amor.
Dependencias, medios de comunicación y redes sociales
68. Entre las distintas situaciones críticas en el seno de
la familia también se mencionan constantemente las dependencias de alcohol y
drogas, de la pornografía, que a veces se usa y se comparte en familia, así
como del juego de azar y de los videojuegos, de internet y redes sociales. En
cuanto a los medios de comunicación, por una parte, se subraya repetidamente el
impacto negativo que tienen sobre la familia, debido en particular a la imagen
de familia transmitida y al hecho de que ofrecen antimodelos, que proponen
valores equivocados, que confunden. Por otra, se insiste en los problemas
relacionales que los medios de comunicación, junto con las redes sociales e
internet, crean en el seno de la familia. De hecho, televisión, smartphone y
ordenadores pueden resultar un impedimento real al diálogo entre los miembros
de la familia, al alimentar relaciones fragmentadas y alienación: también en
familia se suele comunicar cada vez más mediante la tecnología. De este modo,
se acaban viviendo relaciones virtuales entre los miembros de la familia, en
las que los medios de comunicación y el acceso a internet sustituyen cada vez
más las relaciones. Al respecto, se observa que además del riesgo de
disgregación y desunión familiar, existe la posibilidad de que el mundo virtual
se convierta en una auténtica realidad sustitutiva (en particular en Europa,
América del Norte y Asia). Las respuestas subrayan reiteradamente que estos
instrumentos se apoderan incluso del tiempo libre para la familia.
69. Se subraya, además, el fenómeno creciente en la era de
internet del overload informativo (information overloading): el aumento
exponencial de la información recibida, al que con frecuencia no corresponde un
aumento de su calidad, junto a la imposibilidad de verificar siempre la
credibilidad de las informaciones disponibles on line. El progreso tecnológico
es un desafío global para la familia, en cuyo seno causa rápidos cambios de
vida respecto a los valores, las relaciones y los equilibrios internos. Los
puntos críticos surgen, por tanto, con más evidencia donde en familia falta una
educación adecuada al uso de los medios de comunicación y de las nuevas
tecnologías.
c) Presiones externas a la familia
La repercusión de la actividad laboral en la familia
70. En las respuestas, es unánime la referencia al impacto
de la actividad laboral en los equilibrios familiares. En primer lugar, se
registra la dificultad de organizar la vida familiar común en el contexto de
una repercusión dominante del trabajo, que exige de la familia cada vez mayor
flexibilidad. Los ritmos de trabajo son intensos y en determinados casos
extenuantes; los horarios son a menudo demasiado largos y a veces se extienden
incluso al domingo: todo esto resulta un obstáculo a la posibilidad de estar
juntos. A causa de una vida cada vez más convulsa, son raros los momentos de
paz e intimidad familiar. En algunas áreas geográficas, se pone de relieve el
precio que paga la familia por el crecimiento y el desarrollo económico, a lo
que se añade la repercusión mucho más vasta de los efectos producidos por la
crisis económica y por la inestabilidad del mercado de trabajo. La creciente
precariedad laboral, junto con el crecimiento del desempleo y la consiguiente
necesidad de desplazamientos cada vez más largos para trabajar, tienen graves
consecuencias sobre la vida familiar, producen —entre otras cosas— un
debilitamiento de las relaciones, un progresivo aislamiento de las personas con
el consiguiente aumento de la ansiedad.
71. En diálogo con el Estado y las entidades públicas, se
espera de parte de la Iglesia una acción de apoyo concreto para un empleo
digno, para salarios justos, para una política fiscal en favor de la familia,
así como la activación de una ayuda para las familias y los hijos. Se señala,
al respecto, la falta frecuente de leyes que tutelen a la familia en el ámbito
del trabajo y, en particular, a la mujer-madre trabajadora. Se constata, por
otra parte, que el área del sostén y del compromiso civil en favor de las
familias es un ámbito en el que la acción común, así como la creación de redes
con organizaciones que persigan objetivos semejantes, es aconsejable y
provechosa.
El fenómeno migratorio y la familia
72. En relación al ámbito laboral, se subraya también la
incidencia que tiene la emigración sobre el tejido familiar: para hacer frente a
los problemas de subsistencia, los padres y, en número creciente, las madres,
se ven obligados a abandonar la familia por motivos laborales. La lejanía de
uno de los padres tiene consecuencias graves tanto en los equilibrios
familiares como en la educación de los hijos. Al mismo tiempo, se recuerda que
el envío de dinero a la familia de parte del cónyuge que vive lejos, puede
generar una especie de dependencia de los otros familiares. En referencia a
esta situación, se señala la necesidad de facilitar la reunificación familiar
mediante la promoción de políticas adecuadas.
Pobreza y lucha por la subsistencia
73. En las respuestas y observaciones, se insiste de manera
generalizada en las estrecheces económicas que atenazan a las familias, así
como en la falta de medios materiales, la pobreza y la lucha por la
subsistencia. Se trata de un fenómeno extendido, que no afecta sólo a los
países en vías de desarrollo, sino que se menciona con insistencia también en
Europa y en América del Norte. Se constata que en casos de pobreza extrema y
creciente, la familia debe luchar por la subsistencia, en la cual concentra la
mayor parte de sus energías. Algunas observaciones piden una palabra profética
fuerte de parte de la Iglesia en relación a la pobreza, que pone a dura prueba
la vida familiar. Una Iglesia «pobre y para los pobres», se afirma, no debería
dejar de hacer oír bien alto su voz en este ámbito.
Consumismo e individualismo
74. Entre las varias presiones culturales sobre la familia
también se menciona —de manera constante— el consumismo, que tiene fuertes
consecuencias sobre la calidad de las relaciones familiares, centradas cada vez
más en “tener” en lugar que en “ser”. La mentalidad consumista se menciona, en
particular, en Europa, incluso en referencia al “hijo a toda costa” y a los
consiguientes métodos de procreación artificial. Por otra parte, se mencionan
el afán de hacer carrera y la competitividad como situaciones críticas que
influyen en la vida familiar. Se subraya, sobre todo en Occidente, una privatización
de la vida, la fe y de la ética: a la conciencia y a la libertad individual se
confiere el papel de valor de referencia absoluto, que determina el bien y el
mal. Asimismo, se recuerda el influjo de una cultura “sensorial” y de lo
efímero. A este propósito, se recuerdan las expresiones del Papa Francisco
sobre la cultura de lo provisional y del descarte, que incide fuertemente sobre
la frágil perseverancia de las relaciones afectivas y con frecuencia es causa
de profundo malestar y precariedad de la vida familiar.
Contra-testimonios en la Iglesia
75. Con frecuencia y con extendida distribución a nivel
geográfico, aparece en las respuestas la mención relevante de los escándalos
sexuales en el seno de la Iglesia (pedofilia, en particular), así como en general
la de una experiencia negativa con el clero o con algunas otras personas. Sobre
todo en América del Norte y en Europa septentrional, se denuncia una
significativa pérdida de credibilidad moral a causa de los escándalos sexuales.
A esto se añade el estilo de vida a veces vistosamente acomodado de los
presbíteros, así como la incoherencia entre su enseñanza y su conducta de vida.
Además, se recuerda el comportamiento de aquellos fieles que viven y practican
su fe “de manera teatral”, faltando a la verdad y humildad que requiere el
espíritu evangélico. En particular, se subraya la percepción del rechazo
respecto a personas separadas, divorciadas o padres y madres solteros de parte
de algunas comunidades parroquiales, así como el comportamiento intransigente y
poco sensible de presbíteros o, más en general, la actitud de la Iglesia, que
en numerosos casos se percibe como excluyente y no como la de una Iglesia que
acompaña y sostiene. En ese sentido, se siente la necesidad de una pastoral
abierta y positiva, que sea capaz de volver a dar confianza en la institución,
mediante un testimonio creíble de todos sus miembros.
d) Algunas situaciones particulares
El peso de las expectativas sociales sobre el individuo
76. Al lado de estas situaciones críticas, internas y
externas a la familia, se hallan otras en particulares áreas geográficas, como
por ejemplo en el área asiática, y no exclusivamente, donde las fuertes
expectativas familiares y sociales influyen en la persona, desde su infancia.
La familia considera como objetivo prioritario alcanzar buenos resultados
escolares y títulos de estudio (credentialism), a los que se atribuye un valor
excesivo. A parte de cargar a los hijos de expectativas, en algunas áreas, se
señala el impacto negativo que tiene sobre la familia el hecho de frecuentar
cursos finalizados a obtener metas formativas particulares, después de los
horarios escolares, hasta la noche, con el fin de obtener mejores resultados
(cram schools). En estos casos, la vida familiar y la vida de fe se resienten,
así como la falta de tiempo libre para dedicar al juego de los niños, al
descanso y al sueño. La presión de las expectativas a veces es tan fuerte, que
conlleva procesos de exclusión social, que incluso acaban en suicidio. Se
recuerda, por último, la dificultad —que deriva del específico contexto
cultural y social— de afrontar y comentar abiertamente, tanto en la sociedad
como en la Iglesia, este tipo de problemas.
El impacto de las guerras
77. En particular en África y en Oriente Medio, se recuerda
el impacto de la guerra sobre la familia, que causa muerte violenta,
destrucción de las viviendas, necesidad de huir, abandonando todo, para
refugiarse en otra parte. Con referencia a algunas regiones, también se señala
el efecto de la disgregación social provocado por la guerra, que a veces
incluye el hecho de verse obligado a abandonar la propia comunidad cristiana y
la fe, sobre todo de parte de enteras familias en situación de pobreza.
Disparidad de culto
78. En algunas áreas geográficas —como en Asia y en África
del Norte—, dado el escaso porcentaje de católicos, un gran número de familias
está compuesto por un cónyuge católico y otro de otra religión. Algunas
respuestas, aun reconociendo la gran riqueza para la Iglesia de las parejas
mixtas, ponen de relieve la dificultad inherente a la educación cristiana de
los hijos, especialmente donde la ley civil condiciona la pertenencia religiosa
de los hijos de la pareja. A veces, la disparidad de culto en familia se
configura como una oportunidad o un desafío para el crecimiento en la fe
cristiana.
Otras situaciones críticas
79. Entre los factores que repercuten en las dificultades
familiares, además de las enfermedades físicas, entre las cuales el SIDA, se
señalan: la enfermedad mental, la depresión, la experiencia de la muerte de un
hijo o de un cónyuge. Al respecto, se siente la necesidad de promover una
propuesta pastoral que se haga cargo del contexto familiar, marcado por la
enfermedad y el luto, como momento especialmente oportuno para redescubrir la
fe que sostiene y consuela. Entre las situaciones críticas —en algunas zonas
del mundo, determinadas por la disminución de la natalidad—, se recuerdan
también la difusión de las sectas, las prácticas esotéricas, el ocultismo, la
magia y la brujería. En las respuestas se constata que ningún ámbito ni ninguna
situación se puede considerar a priori impermeable al Evangelio. Resultan
decisivos el acompañamiento y la acogida, de parte de la comunidad cristiana,
de las familias particularmente vulnerables, para las cuales el anuncio del
Evangelio de la misericordia es especialmente fuerte y urgente.
A. Situaciones familiares
80. De las respuestas emerge la común consideración que, en
el ámbito de lo que se pueden definir situaciones matrimoniales difíciles, se
celan historias de gran sufrimiento, así como testimonios de amor sincero. «La
Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre […] la casa
paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas» (EG 47). La
verdadera urgencia pastoral es permitir a estas personas que curen sus heridas,
vuelvan a ser personas sanas y retomen el camino junto a toda la comunidad
eclesial. La misericordia de Dios no provee una cobertura temporal de nuestro
mal, al contrario, abre radicalmente la vida a la reconciliación, dándole nueva
confianza y serenidad, mediante una auténtica renovación. La pastoral familiar,
lejos de cerrarse en una mirada legalista, tiene la misión de recordar la gran
vocación al amor a la que la persona está llamada, y de ayudarla a vivir a la
altura de su dignidad.
Las convivencias
81. En las respuestas provenientes de todas las áreas
geográficas, se pone de relieve el número creciente de parejas que conviven ad
experimentum, sin matrimonio ni canónico ni civil y sin ningún registro. Sobre
todo en Europa y en América, el término se considera impropio, puesto que a
menudo no se trata de un “experimento”, o sea de un período de prueba, sino de
una forma estable de vida. A veces, la boda tiene lugar después del nacimiento
del primer hijo, de modo que se celebran a la vez nupcias y bautismo. Las
estadísticas muestran una frecuencia alta de esta realidad: se subraya una
cierta diferencia entre zonas rurales (convivencias más escasas) y zonas
urbanas (por ejemplo en Europa, Asia y América Latina). La convivencia es más
común en Europa y en América del Norte, en crecimiento en América Latina, casi
inexistente en los países árabes, menor en Asia. En algunas zonas de América
Latina, la convivencia es más bien una costumbre rural, integrada en la cultura
indígena (servinacuy: matrimonio a prueba). En África se practica el matrimonio
por etapas, vinculado a la comprobación de la fecundidad de la mujer, que
implica una especie de vínculo entre las dos familias en cuestión. En el
contexto europeo, las situaciones de la convivencia son muy diversas; en
algunas partes, a veces se nota el influjo de la ideología marxista; en otras
partes, se configura como una opción moral justificada.
82. Entre las razones sociales que llevan a la convivencia
resultan: políticas familiares inadecuadas para sostener a la familia;
problemas financieros; el desempleo juvenil; la falta de vivienda. Como
consecuencia de éstos y otros factores se suele postergar la boda. En ese
sentido, también tiene un papel el temor al compromiso que conlleva acoger a
los hijos (en particular en Europa y en América Latina). Muchos piensan que la
convivencia permite “poner a prueba” el éxito del matrimonio, antes de celebrar
las nupcias. Otros indican como motivo a favor de la convivencia, la escasa
formación sobre el matrimonio. Para muchos otros la convivencia representa la
posibilidad de vivir juntos sin ninguna decisión definitiva o que comprometa a
nivel institucional. Entre las líneas de acción pastoral propuestas encontramos
las siguientes: ofrecer, desde la adolescencia, un camino que aprecie la
belleza del matrimonio; formar agentes pastorales sobre los temas del
matrimonio y de la familia. Se señala también el testimonio de grupos de
jóvenes que se preparan al matrimonio con un noviazgo vivido en la castidad.
Las uniones de hecho
83. Las convivencias ad experimentum, muy a menudo,
corresponden a uniones libres de hecho, sin reconocimiento civil o religioso.
Es preciso tener en cuenta que el reconocimiento civil de dichas formas, en
algunos países, no equivale al matrimonio, puesto que existe una legislación
específica sobre las uniones libres de hecho. A pesar de ello, crece el número
de las parejas que no piden ninguna forma de registro. En los países
occidentales la sociedad —se señala—ya no considera problemática esta
situación. En otros (por ejemplo, en los países árabes), es en cambio muy raro
encontrar matrimonios sin reconocimiento civil y religioso. Entre los motivos
de esta situación se señalan, principalmente en los países occidentales, la
falta de ayuda de parte del Estado, para el cual la familia ya no tiene un
valor especial; la percepción del amor como hecho privado sin rol público; la
falta de políticas familiares, por lo que casarse se considera una pérdida
económica. Constituyen un problema particular los inmigrantes, sobre todo
cuando son ilegales, porque tienen miedo de que se les identifique como tales
si buscan el reconocimiento público de su matrimonio.
84. Vinculada al modo de vida de Occidente, aunque también
difundida en otros países, está la idea de libertad que considera el vínculo
matrimonial como una pérdida de la libertad de la persona; incide la escasa
formación de los jóvenes, que no piensan que sea posible un amor para toda la
vida; por otra parte, los medios de comunicación promueven ampliamente este
estilo de vida entre los jóvenes. Con frecuencia, la convivencia y las uniones
libres son síntomas del hecho que los jóvenes suelen prolongar su adolescencia
y piensan que el matrimonio es demasiado arduo, tienen miedo ante una aventura
demasiado grande para ellos (cfr. Papa Francisco, Discurso a las parejas de
novios del 14 de febrero de 2014).
85. Entre las posibles líneas de acción pastoral, al
respecto, se considera esencial ayuda a los jóvenes a salir de una visión
romántica del amor, percibido sólo como un sentimiento intenso hacia el otro, y
no como una respuesta personal a otra persona, en el ámbito de un proyecto de
vida común, en el cual se abre un gran misterio y una gran promesa. Los
itinerarios pastorales deben hacerse cargo de la educación a la afectividad,
con un proceso remoto que inicie ya en la infancia, así como un sostén a los
jóvenes en las fases del noviazgo, mostrando su relevancia comunitaria y
litúrgica. Es preciso enseñarles a abrirse al misterio del Creador, que se
manifiesta en su amor, para que comprendan el alcance de su consenso; es
necesario recuperar el vínculo entre familia y sociedad, para salir de una
visión aislada del amor; por último, se debe transmitir a los jóvenes la
certeza de que no están solos a la hora de construir su familia, porque la
Iglesia los acompaña como “familia de familias”. Decisiva, al respecto, es la
dimensión de la “compañía”, mediante la cual la Iglesia se manifiesta como
presencia amorosa, que se hace cargo de los novios, alentándolos a hacerse
compañeros de camino, entre ellos y con los demás.
Separados, divorciados y divorciados vueltos a casar
86. De las respuestas resulta que la realidad de los
separados, divorciados y divorciados vueltos a casar es relevante en Europa y
en toda América; mucho menos en África y en Asia. Dado el fenómeno en
crecimiento de estas situaciones, muchos padres están preocupados por el futuro
de sus hijos. Por otra parte, se observa que el número creciente de
convivientes hace que el problema de los divorcios sea menos relevante: la
gente se divorcia gradualmente menos, porque en realidad suele casarse cada vez
menos. En determinados contextos, la situación es distinta: no hay divorcio
porque no hay matrimonio civil (en los países árabes y en algunos países de
Asia).
Los hijos y quienes se quedan solos
87. Otra cuestión que ha sido considerada es la de los hijos
de los padres separados y de los divorciados. En este sentido se señala que de
parte de la sociedad falta una atención especial respecto a ellos. Sobre ellos
cae el peso de los conflictos matrimoniales que la Iglesia está llamada cuidar
pastoralmente. También los padres de los divorciados, que sufren las
consecuencias de la ruptura del matrimonio y que con frecuencia deben acudir y
ayudar a estos hijos, deben ser sostenidos por la Iglesia. En relación a los
divorciados y separados que permanecen fieles al vínculo matrimonial se pide
una mayor atención a su situación, que a menudo se vive en soledad y pobreza.
En realidad ellos son también los “nuevos pobres”.
Las madres solteras
88. Es necesario prestar especial atención a las madres que
no tienen marido y se hacen cargo ellas solas de sus hijos. Su condición a
menudo es el resultado de historias de mucho sufrimiento, y no pocas veces de
abandono. Ante todo hay que admirar el amor y la valentía con que acogieron la
vida concebida en su seno y proveen al crecimiento y la educación de sus hijos.
Merecen de parte de la sociedad civil un apoyo especial, que tenga en cuenta
los numerosos sacrificios que afrontan. De parte de la comunidad cristiana,
además, hay que tener una solicitud que les haga percibir a la Iglesia como una
verdadera familia de los hijos de Dios.
Situaciones de irregularidad canónica
89. En líneas generales, en varias áreas geográficas, las
respuestas se concentran sobre todo en los divorciados vueltos a casar o, en
cualquier caso, que viven una nueva unión. Entre los que viven en situación
canónicamente irregular, se observan diferentes actitudes, que van de la falta
de conciencia de su situación a la indiferencia, o bien, a un sufrimiento
consciente. Las actitudes de los divorciados que viven una nueva unión son por
lo general semejantes en los distintos contextos regionales, con especial
relieve en Europa y en América, y menor en África. Al respecto, algunas
respuestas atribuyen esta situación a la formación carente o a la escasa
práctica religiosa. En América del Norte, la gente piensa a menudo que la
Iglesia ya no es una referencia moral de confianza, sobre todo para las
cuestiones de la familia, considerada como materia privada sobre la que decidir
autónomamente.
90. Es más bien consistente el número de quienes consideran
con despreocupación su situación irregular. En este caso, no hay ninguna
solicitud de admisión a la comunión eucarística, ni de poder celebrar el
sacramento de la reconciliación. La conciencia de la situación irregular a
menudo se manifiesta cuando interviene el deseo de la iniciación cristiana para
los hijos, o si llega la petición de participar en una celebración de Bautismo
o Confirmación como padrino o madrina. A veces personas adultas que alcanzan
una fe personal y consciente en el camino catequético o casi catecumenal
descubren el problema de su irregularidad. Desde el punto de vista pastoral,
estas situaciones se consideran una buena oportunidad para comenzar un
itinerario de regularización, sobre todo en los casos de las convivencias. Una
situación diferente se señala en África, no tanto respecto a los divorciados en
nueva unión, sino en relación a la práctica de la poligamia. Hay casos de
convertidos en los que es difícil abandonar a la segunda o tercera mujer, con
la que ya se han tenido hijos, y que quieren participar en la vida eclesial.
91. Antes de abordar el sufrimiento que conlleva no poder
recibir los sacramentos de parte de quienes se encuentran en situación de
irregularidad, se señala un sufrimiento más originario, del que la Iglesia se
debe hacer cargo: el sufrimiento vinculado al fracaso del matrimonio y a la
dificultad de regularizar la situación. Algunos ponen de relieve, en esta
crisis, el deseo de dirigirse a la Iglesia para obtener ayuda. El sufrimiento a
menudo está relacionado con los diferentes niveles de formación, como señalan
diversas Conferencias Episcopales en Europa, África y América. Con frecuencia
no se comprende la relación intrínseca entre matrimonio, Eucaristía y
penitencia; por tanto, resulta bastante difícil comprender por qué la Iglesia
no admite a la comunión a quienes se encuentran en una condición irregular. Los
itinerarios catequéticos sobre el matrimonio no explican suficientemente este
vínculo. En algunas respuestas (América, Europa del Este, Asia), se pone de
relieve que a veces se considera erróneamente que el divorcio como tal, aunque
no se viva en una nueva unión, excluye automáticamente el acceso a la comunión.
De ese modo estas personas son —sin motivo alguno— privadas de los sacramentos.
92. El sufrimiento que causa no recibir los sacramentos está
presente con claridad en los bautizados queson conscientes de su
situación.Muchos sienten frustración y se sienten marginados. Algunos se
preguntan por qué los otros pecados se perdonan y éste no;o bien por qué
losreligiosos y sacerdotes que han recibido la dispensa de sus votos y de las
obligaciones sacerdotales puedencelebrar el matrimonio y recibir la comunión,
mientras que los divorciadosvueltos a casar no. Todo esto pone de relieve la
necesidad de una oportuna formación e información. En otros casos, no se
percibe que la propiasituación irregular es el motivo para no poder recibir los
sacramentos; más bien, se considera que la culpa es de la Iglesia porque no
admite tales circunstancias. En esto, se señala también el riesgo de una
mentalidad reivindicativa respecto a los sacramentos.Asimismo, es bastante
preocupante la incomprensión de la disciplina de la Iglesia cuando niega el
acceso a los sacramentos en estos casos, como si se tratara deun castigo.Un
buen número de Conferencias Episcopales sugiere ayudar a las personas en
situación canónicamente irregular a no considerarse «separados de la Iglesia,
pudiendo y aun debiendo, en cuanto bautizados, participar en su vida» (FC 84).
Por otro lado, hay respuestas y observaciones, de parte de algunas conferencias
episcopales, que hacen hincapié en la necesidad de que la Iglesia se dote de
instrumentos pastorales mediante los cuales se abra la posibilidad de ejercer
una misericordia, clemencia e indulgencia más amplias respecto de las nuevas
uniones.
Acerca del acceso a los sacramentos
93. Acerca del acceso a los sacramentos, las reacciones de
parte de los fieles divorciados vueltos a casar son diferentes. En Europa
(aunque también en algunos países de América Latina y Asia), prevalece la
tendencia a resolver la cuestión a través de un sacerdote que condescienda a la
petición de acceso a los sacramentos. Al respecto, se señala (en particular en
Europa y en América Latina) un modo distinto de responder de parte de los
pastores. A veces, estos fieles se alejan de la Iglesia o pasan a otras
confesiones cristianas. En varios países, no sólo europeos, esta solución
individual para muchas personas no es suficiente, ya que aspiran a una
readmisión pública en los sacramentos de parte de la Iglesia. El problema no es
tanto que no puedan recibir la comunión, sino el hecho que la Iglesia
públicamente no les admite al sacramento, de modo que estos fieles simplemente
se niegan a ser considerados en situación irregular.
94. En las comunidades eclesiales están presentes personas
que, al encontrarse en una situación canónicamente irregular, piden que se les
acoja y acompañe en su condición. Esto sucede especialmente cuando se trata de
hacer razonable la enseñanza de la Iglesia. En semejantes circunstancias es
posible que estos fieles vivan su condición sostenidos por la misericordia de
Dios, de la cual la Iglesia es instrumento. Otros, como señalan algunas
Conferencias Episcopales del área de la Europa atlántica, aceptan el compromiso
de vivir en continencia (cfr. FC 84).
95. Muchas de las respuestas recibidas señalan que en
numerosos casos existe una clara petición de poder recibir los sacramentos de
la Eucaristía y la Penitencia, especialmente en Europa, en América y en algunos
países de África. La petición es más insistente sobre todo con ocasión de la celebración
de los sacramentos de parte de los hijos. A veces se desea la admisión a la
comunión como para ser “legitimados” por la Iglesia, eliminando el sentido de
exclusión o de marginalización. Al respecto, algunos sugieren considerar la
praxis de algunas Iglesias ortodoxas, que, a su juicio, abre el camino a un
segundo o tercer matrimonio con carácter penitencial; a este propósito, los
países de mayoría ortodoxa señalan que la experiencia de estas soluciones no
impide el aumento de los divorcios. Otros piden aclarar si la cuestión es de
carácter doctrinal o sólo disciplinar.
Otras peticiones
96. En numerosos casos, señalados en particular en Europa y
en América del Norte, se pide agilizar el procedimiento para la nulidad
matrimonial; al respecto, se indica la necesidad de profundizar la cuestión de
la relación entre fe y sacramento del matrimonio, como sugirió reiteradamente
Benedicto XVI. En los países de mayoría ortodoxa, se señala el caso de
católicos que se vuelven a casar en la Iglesia ortodoxa, según la praxis
vigente en ésta, y después piden acercarse a la comunión en la Iglesia
católica. Por último, otras instancias piden que se precise la praxis a seguir
en los casos de matrimonios mixtos, en los cuales el cónyuge ortodoxo ya ha
estado casado y ha obtenido de la Iglesia ortodoxa el permiso para las segundas
nupcias.
Acerca de los separados y los divorciados
97. En varias respuestas y observaciones, se pone de relieve
la necesidad de prestar más atención a los separados y los divorciados que,
fieles al vínculo nupcial, no se han vuelto a casar. Al parecer, a menudo para
ellos al sufrimiento del fracaso matrimonial se añade el de no ser considerados
convenientemente por la Iglesia y, por tanto, son desatendidos. Se observa que
ellos también tienen sus dificultades y la necesidad de ser acompañados
pastoralmente. Asimismo, se hace presente la importancia de verificar una
posible nulidad matrimonial, con particular cuidado de parte de los pastores, a
fin de no introducir causas sin un discernimiento atento. En ese contexto, se
encuentran peticiones de promover mayormente una pastoral de la reconciliación,
que se haga cargo de las posibilidades de reunir a los cónyuges separados.
Algunos subrayan que la valiente aceptación de la condición de separados que
siguen fieles al vínculo, marcada por el sufrimiento y la soledad, constituye
una gran testimonio cristiano.
Simplificación de las causas matrimoniales
98. Existe una amplia solicitud de simplificación de la
praxis canónica de las causas matrimoniales. Las posiciones son diferentes:
algunos afirman que agilizarlas no es un remedio eficaz; otros, favorables a la
agilización, invitan a explicar bien la naturaleza del proceso de declaración
de nulidad, para una mejor comprensión de éste de parte de los fieles.
99. Algunos invitan a la prudencia, señalando que al
agilizar, simplificar o reducir los pasos previstos se corre el riesgo de
provocar injusticias y errores; se podría dar la impresión de no respetar la
indisolubilidad del sacramento; se podría favorecer el abuso y obstaculizar la
formación de los jóvenes al matrimonio como compromiso para toda la vida; se
podría alimentar la idea de un “divorcio católico”. Proponen, en cambio,
preparar a un número adecuado de personas cualificadas para seguir los casos;
y, en América Latina, África y Asia, se solicita incrementar el número de
tribunales —ausentes en numerosas regiones—, y conceder mayor autoridad a las instancias
locales, formando mejor a los sacerdotes. Otras respuestas relativizan la
importancia de esta posibilidad de agilizar los procedimientos, ya que a menudo
los fieles aceptan la validez de su matrimonio, reconociendo que se trata de un
fracaso y no consideran honrado pedir la declaración de nulidad. Muchos fieles
consideran, sin embargo, válido su primer matrimonio porque no conocen los
motivos de invalidez. A veces, quienes se han divorciado tienen la dificultad
de volver a mirar al pasado, lo cual podría abrir de nuevo heridas dolorosas
personales y para el cónyuge.
100. Muchos piden como elementos de esta agilización:
proceso canónico simplificado y más rápido; concesión de mayor autoridad al
Obispo local; mayor acceso de los laicos como jueces; reducción del costo
económico del proceso. En particular, algunos proponen reconsiderar si es
verdaderamente necesaria la doble sentencia conforme, al menos cuando no hay
solicitud de apelación, obligando sin embargo a la apelación en ciertos casos
el defensor del vínculo. Se propone, asimismo, descentralizar la tercera
instancia. En todas las áreas geográficas, se pide un planteamiento más
pastoral en los tribunales eclesiásticos, con una mayor atención espiritual a
las personas.
101. En las respuestas y observaciones, teniendo en cuenta
la magnitud del problema pastoral de los fracasos matrimoniales, se plantea la
duda de si la vía procesal judicial es el único modo para afrontarlo. Se lanza
la propuesta de emprender una vía administrativa. En algunos casos se propone
proceder a una verificación de la conciencia de las personas interesadas a
comprobar la nulidad del vínculo. Se plantea la cuestión de si los presbíteros
elegidos para esta tarea tienen otros instrumentos pastorales para verificar la
validez del matrimonio. En general, se solicita una mayor formación específica
de los agentes pastorales en este campo, a fin de ayudar oportunamente a los
fieles.
102. Una formación más adecuada de los fieles respecto a los
procesos de nulidad ayudaría, en algunos casos, a eliminar dificultades, como
por ejemplo la de padres que temen que un matrimonio nulo convierta a los hijos
en ilegítimos, señalada por algunas Conferencias Episcopales africanas. En
numerosas respuestas, se insiste en el hecho de que agilizar el proceso
canónico sería útil sólo si se afronta de modo integral la pastoral familiar.
De parte de algunas Conferencias Episcopales asiáticas, se señala el caso de
matrimonios con no cristianos, que no quieren cooperar en el proceso canónico.
El cuidado de las situaciones difíciles
103. La caridad pastoral impulsa a la Iglesia a acompañar a
las personas que han sufrido un fracaso matrimonial y a ayudarles a vivir su
situación con la gracia de Cristo. Una herida más dolorosa se abre para las
personas que se vuelven a casar, entrando en un estado de vida que no les
permite el acceso a la comunión. Ciertamente, en estos casos, la Iglesia no
debe asumir la actitud de juez que condena (cfr. Papa Francisco, Homilía del 28
de febrero de 2014), sino la de una madre que acoge siempre a sus hijos y cura
sus heridas (cfr. EG 139-141). Con gran misericordia, la Iglesia está llamada a
encontrar formas de “compañía” para sostener a estos hijos suyos en un
itinerario de reconciliación. Con comprensión y paciencia, es importante
explicar que el hecho de no poder acceder a los sacramentos no significa quedar
excluidos de la vida cristiana y de la relación con Dios.
104. En referencia a estas situaciones complejas, en
numerosas respuestas se pone de relieve la falta de un servicio de asistencia
específica en las diócesis para estas personas. Muchas Conferencias Episcopales
recuerdan la importancia de ofrecer a estos fieles una participación activa a
la vida de la Iglesia, mediante grupos de oración, momentos litúrgicos y actividades
caritativas. Se indican, además, algunas iniciativas pastorales, como por
ejemplo una bendición personal a quien no puede recibir la Eucaristía o alentar
la participación de los hijos en la vida parroquial. Se subraya el papel de los
movimientos de espiritualidad conyugal, de las órdenes religiosas y de las
comisiones parroquiales para la familia. Es significativa la recomendación de
la oración para las situaciones difíciles, en el contexto de las liturgias
parroquiales y diocesanas, en la oración universal.
No practicantes y no creyentes que piden el matrimonio
105. En el contexto de las situaciones difíciles, la Iglesia
también se interroga acerca de la acción pastoral a emprender respecto a los
bautizados que, aunque no sean practicantes ni creyentes, piden poder celebrar
su boda en la iglesia. La casi totalidad de las respuestas ha puesto de relieve
que es mucho más común el caso de dos católicos no practicantes que deciden
contraer matrimonio religioso respeto al de dos no creyentes declarados que requieren
el mismo sacramento. Esta última circunstancia, aunque no se considere
imposible, se considera bastante remota. Más común, en cambio, es la solicitud
de celebración canónica entre dos prometidos, de los cuales sólo uno es
católico y, con frecuencia, no practicante. Las motivaciones que inducen a los
católicos no practicantes a retomar contacto con sus parroquias a fin de
celebrar el matrimonio en la mayoría de los casos residen —a juicio de todas
las respuestas que afrontan este punto—en el atractivo relacionado con la
“estética” de la celebración (ambiente más sugestivo, servicio fotográfico,
etc.) y, al mismo tiempo, en un condicionamiento proveniente de la tradición
religiosa de las familias de los novios, que de algún modo les han transmitido también
a ellos. Muchas veces, la fiesta y los aspectos exteriores tradicionales
predominan respecto a la liturgia y la esencia cristiana de lo que se celebra.
La unanimidad de las respuestas indica esta oportunidad como una ocasión
propicia para la evangelización de la pareja, recomendando, en ese sentido, la
máxima acogida y disponibilidad de parte de los párrocos y los agentes de la
pastoral familiar.
106. Según un conspicuo número de respuestas, y todavía más
de observaciones, de varia proveniencia geográfica, la preparación al
matrimonio religioso no debería conllevar sólo momentos catequéticos, sino
también ocasiones de intercambio y conocimiento entre las personas, que los
pastores podrían favorecer mayormente. Por otra parte, varias respuestas, tanto
de Oriente como de Occidente, advierten una cierta frustración de parte de
algunos párrocos que con frecuencia se encuentran con un innegable fracaso de
su esfuerzo pastoral, ya que un número muy exiguo de parejas sigue manteniendo
una relación con la parroquia de referencia después de la celebración del
matrimonio.
107. Muchas respuestas han denunciado una inadecuación
generalizada de los actuales itinerarios formativos matrimoniales para llevar a
los prometidos a una verdadera visión de fe. Los encuentros, en la mayoría de
los casos, se plantean y se perciben como únicamente funcionales a la recepción
del sacramento. Precisamente porque entre los no practicantes, al término del
acompañamiento formativo previo a la recepción del matrimonio, se ha observado
un alto porcentaje de retorno al precedente estado de vida, se advierte la
necesidad —especialmente en América Latina— de mejorar, incentivar y
profundizar la pastoral y la evangelización de los niños y de la juventud en
general. Desde varias partes se subraya que, cuando una pareja de creyentes no
practicantes retoma contacto con la parroquia para la celebración del
matrimonio, el tiempo para recuperar un auténtico camino de fe no es
suficiente, aunque la pareja participe en los encuentros prematrimoniales.
108. En efecto, la mayoría de las respuestas juzga que es
imprescindible seguir a la pareja incluso después del matrimonio, mediante
encuentros dirigidos a acompañarles. Asimismo, se reitera con cierta fuerza
—especialmente de parte de las Conferencias Episcopales de Europa occidental y
meridional— la necesidad de considerar, en particulares casos de inmadurez de
parte de los novios, la opción de casarse sin la celebración de la Eucaristía.
Según algunos episcopados de Europa del Norte y de América septentrional,
cuando existe la evidencia de que la pareja no comprende o no acepta las
enseñanzas básicas de la Iglesia respecto de los bienes del matrimonio y los
relativos compromisos, sería oportuno sugerir que se postergara la celebración
de las nupcias, aun sabiendo ya por adelantado que este tipo de propuesta
suscita incomprensiones y malhumores. Dicha solución conllevaría también el
peligro de un rigorismo poco misericordioso.
109. Algunos episcopados de Asia oriental y meridional
refieren que piden como requisito a la celebración del matrimonio una
participación activa en la vida pastoral de la parroquia. Sin embargo, también
así, en la gran mayoría de los casos esta participación cesa una vez obtenida
la celebración del sacramento. En general, se advierte una falta de
homogeneidad universal ya en el seno de cada diócesis, por lo que se refiere a
la atención, a la preparación y a la organización de los encuentros formativos
anteriores a la celebración del matrimonio. Casi siempre, todo se remite a las
iniciativas, más o menos felices, de los pastores. Una Conferencia Episcopal
europea esboza el estilo y el modo con el cual se deberían llevar a cabo los
encuentros de preparación al matrimonio mediante una secuencia de verbos
programáticos: proponer, no imponer; acompañar, no presionar; invitar, no
expulsar; despertar inquietud, nunca desilusionar.
B. Acerca de las uniones entre personas del mismo sexo
Reconocimiento civil
110. En las respuestas de las Conferencias Episcopales
acerca de las uniones entre personas del mismo sexo, se hace referencia a la
enseñanza de la Iglesia. «No existe ningún fundamento para asimilar o
establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el
designio de Dios sobre el matrimonio y la familia. […] Sin embargo, los hombres
y mujeres con tendencias homosexuales “deben ser acogidos con respeto,
compasión, delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de
discriminación injusta”» (CDF, Consideraciones acerca de los proyectos de
reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales, 4). De las
respuestas se deduce que el reconocimiento de parte de la ley civil de las
uniones entre personas del mismo sexo depende en buena parte del contexto
socio-cultural, religioso y político. Las Conferencias Episcopales señalan tres
contextos: el primero es aquel en el cual prevalece una actitud represiva y que
penaliza el fenómeno de la homosexualidad en todas sus facetas. Esto vale en
particular donde la manifestación pública de la homosexualidad está prohibida por
la ley civil. Algunas respuestas indican que también en este contexto hay
formas de acompañamiento espiritual de las personas homosexuales que buscan la
ayuda de la Iglesia.
111. Un segundo contexto es aquel en el cual el fenómeno de
la homosexualidad presenta una situación fluida. El comportamiento homosexual
no se castiga, sino que se tolera mientras no sea visible o público. En este
contexto, normalmente, no existe una legislación civil respecto a las uniones
entre personas del mismo sexo. Sin embargo, especialmente en Occidente, en el
ámbito político hay una orientación creciente hacia la aprobación de leyes que
prevén las uniones registradas o el denominado matrimonio entre personas del
mismo sexo. En apoyo de esta visión se aducen motivos de no discriminación; una
actitud que los creyentes y gran parte de la opinión pública, en Europa centro
oriental perciben como una imposición de parte de una cultura política o ajena.
112. Un tercer contexto es aquel en el cual los Estados han
introducido una legislación que reconoce las uniones civiles o los matrimonios
entre personas homosexuales. Hay países en los que se debe hablar de una
auténtica redefinición del matrimonio, que reduce la perspectiva sobre la
pareja a algunos aspectos jurídicos, como la igualdad de derechos y la “no
discriminación”, sin que haya un diálogo constructivo sobre las cuestiones
antropológicas implícitas, y sin centrarse en el bien integral de la persona
humana, en particular, el bien integral de los niños en el seno de estas uniones.
Donde hay una equiparación jurídica entre matrimonio heterosexual y homosexual,
con frecuencia el Estado permite la adopción de niños (niños naturales de uno
de los miembros de la pareja o niños nacidos mediante fecundación artificial).
Este contexto está particularmente presente en el área anglófona y en Europa
central.
La evaluación de las Iglesias particulares
113. Todas las Conferencias Episcopales han expresado su
opinión en contra de una “redefinición” del matrimonio entre hombre y mujer
mediante la introducción de una legislación que permita la unión entre dos
personas del mismo sexo. Hay amplios testimonios de las Conferencias
Episcopales sobre la búsqueda de un equilibrio entre la enseñanza de la Iglesia
sobre la familia y una actitud respetuosa, que no juzgue a las personas que
viven estas uniones. En conjunto, se tiene la impresión de que las reacciones
extremas respecto de estas uniones, tanto de condescendencia como de
intransigencia, no han facilitado el desarrollo de una pastoral eficaz, fiel al
Magisterio y misericordiosa con las personas interesadas.
114. Un factor que ciertamente plantea interrogantes sobre
la acción pastoral de la Iglesia y hace compleja la búsqueda de una actitud
equilibrada ante esta realidad es la promoción de la ideología de gender, que
en algunas regiones influye incluso en el ámbito educativo primario,
difundiendo una mentalidad que, detrás de la idea de eliminación de la
homofobia, en realidad propone una subversión de la identidad sexual.
115. Acerca de las uniones entre personas del mismo sexo,
muchas Conferencias Episcopales proporcionan diversas informaciones. En los
países en los que existe una legislación de las uniones civiles, numerosos
fieles se muestran a favor de una actitud respetuosa, que no juzgue a estas
personas, y en favor de una pastoral que trate de acogerlas. Esto no significa,
sin embargo, que los fieles estén de acuerdo con una equiparación entre
matrimonio heterosexual y uniones civiles entre personas del mismo sexo.
Algunas respuestas y observaciones expresan la preocupación de que la acogida
en la vida eclesial de las personas que viven estas uniones se entienda como un
reconocimiento de su unión.
Algunas indicaciones pastorales
116. En relación a la posibilidad de una pastoral para estas
personas, es preciso distinguir entre las que han hecho una elección personal,
a menudo sufrida, y la viven con delicadeza para no dar escándalo a otros, y un
comportamiento de promoción y publicidad activa, habitualmente agresiva. Muchas
Conferencias Episcopales subrayan que, al tratarse de un fenómeno relativamente
reciente, no existen programas pastorales al respecto. Otras admiten un cierto
malestar frente al desafío de tener que conjugar la acogida misericordiosa de
las personas y la afirmación de la enseñanza moral de la Iglesia, con una
apropiada solicitud pastoral que incluya todas las dimensiones de la persona.
Desde algunas partes se recomienda no hacer coincidir la identidad de una
persona con expresiones como “gay”, “lesbiana” o “homosexual”.
117. Muchas respuestas y observaciones solicitan una
evaluación teológica que dialogue con las ciencias humanas, para desarrollar
una visión más diferenciada del fenómeno de la homosexualidad. No faltan
peticiones de que se profundice, incluso mediante organismos específicos (como
por ejemplo la Pontificia Academia de las Ciencias y la Pontificia Academia
para la Vida) el sentido antropológico y teológico de la sexualidad humana y de
la diferencia sexual entre hombre y mujer, capaz de hacer frente a la ideología
de gender.
118. El gran desafío será desarrollar una pastoral que logre
mantener el justo equilibrio entre acogida misericordiosa de las personas y
acompañamiento gradual hacia una auténtica madurez humana y cristiana. Algunas
Conferencias Episcopales hacen referencia, en este contexto, a determinadas
organizaciones como modelos logrados de este tipo de pastoral.
119. Se presenta, de modo cada vez más urgente, el desafío
de la educación sexual en las familias y en las instituciones escolares,
particularmente en los países en los que el Estado propone, en las escuelas,
una visión unilateral e ideológica de la identidad de género. En las escuelas o
en las comunidades parroquiales, se deberían activar programas formativos para
proponer a los jóvenes una visión adecuada de la madurez afectiva y cristiana,
con la que afrontar también el fenómeno de la homosexualidad. Al mismo tiempo,
las observaciones demuestran que no existe todavía un consenso en la vida
eclesial respecto a las modalidades concretas de la acogida de las personas que
viven estas uniones. El primer paso de un proceso lento sería el de la
información y la identificación de criterios de discernimiento, no sólo a nivel
de ministros y agentes pastorales, sino también a nivel de grupos o movimientos
eclesiales.
Transmisión de la fe a los niños en uniones de personas del
mismo sexo
120. Se debe constatar que las respuestas recibidas se
pronuncian en contra de una legislación que permita la adopción de niños de
parte de personas en unión del mismo sexo, porque ven en riesgo el bien
integral del niño, que tiene derecho a tener una madre y un padre, como ha
recordado recientemente el Papa Francisco (cfr. Discurso a la Delegación de la
Oficina internacional católica de la infancia, 11 de abril de 2014). Sin embargo,
en el caso de que las personas que viven estas uniones pidan el bautismo para
el niño, las respuestas, casi por unanimidad, subrayan que el pequeño debe ser
acogido con la misma atención, ternura y solicitud que reciben los otros niños.
Muchas respuestas indican que sería útil recibir directrices pastorales más
concretas para estas situaciones. Es evidente que la Iglesia tiene el deber de
verificar las condiciones reales para la transmisión de la fe al niño. En el
caso de que se nutran dudas razonables sobre la capacidad efectiva de educar
cristianamente al niño de parte de personas del mismo sexo, hay que garantizar
el adecuado sostén, como por lo demás se requiere a cualquier otra pareja que
pida el bautismo para sus hijos. Una ayuda, en ese sentido, podría venir
también de otras personas presentes en su ambiente familiar y social. En estos
casos, el párroco cuidará especialmente la preparación al posible bautismo del
niño, incluso con una atención específica en la elección del padrino y la
madrina.
Las situaciones pastorales difíciles
121. En referencia al tema de la apertura a la vida, en las
últimas décadas, se han planteado objeciones radicales. En este campo se tocan
dimensiones y aspectos de la existencia muy íntimos, acerca de los cuales se
ponen de relieve las diferencias sustanciales entre una visión cristiana de la
vida y la sexualidad, y un planteamiento fuertemente secularizado. Por otra
parte, Pablo VI, al publicar la carta Encíclica Humanae Vitae, era muy
consciente de las dificultades que sus afirmaciones podrían suscitar en el
tiempo. Así, por ejemplo, escribía en ese documento: «Se puede prever que estas
enseñanzas no serán quizá fácilmente aceptadas por todos: son demasiadas las
voces —ampliadas por los modernos medios de propaganda— que están en contraste
con la de la Iglesia. A decir verdad, ésta no se maravilla de ser, a semejanza
de su divino Fundador, “signo de contradicción”, pero no deja por esto de
proclamar con humilde firmeza toda la ley moral, natural y evangélica» (HV 18).
122. La Encíclica Humanae Vitae tuvo un significado
claramente profético al subrayar la unión inquebrantable entre el amor conyugal
y la transmisión de la vida. La Iglesia está llamada a anunciar la fecundidad
del amor, a la luz de la fe que «ayuda a captar en toda su profundidad y
riqueza la generación de los hijos, porque hace reconocer en ella el amor
creador que nos da y nos confía el misterio de una nueva persona» (LF 52).
Muchas de las dificultades que señalan las respuestas y observaciones resaltan
la fatiga del hombre contemporáneo en cuanto al tema de los afectos, de la
generación de la vida, de la reciprocidad entre el hombre y la mujer, de la
paternidad y la maternidad.
Conocimiento y recepción del Magisterio sobre la apertura a
la vida
123. Las respuestas relativas al conocimiento de la doctrina
de la Iglesia sobre la apertura a la vida de los esposos, con particular
referencia a la Humanae Vitae, describen de modo realista el hecho que, en la
gran mayoría de los casos, no se conoce su dimensión positiva. Quienes afirman
que la conocen pertenecen casi siempre a asociaciones y grupos eclesiales que
frecuentan las parroquias o participan activamente en caminos de espiritualidad
familiar. En la gran mayoría de las respuestas recibidas, se pone de relieve
que hoy la mentalidad común percibe como una injerencia en la vida íntima de la
pareja y una limitación a la autonomía de la conciencia la valoración moral de
los diferentes métodos de regulación de los nacimientos. Ciertamente hay
diferencias de posición y de actitudes, que adoptan los creyentes en relación a
este tema según los contextos geográficos y sociales, entre quienes se
encuentran inmersos en culturas fuertemente secularizadas y tecnificadas y
quienes viven en contextos sencillos y rurales. Muchas respuestas mencionan la
impresión de que para un buen número de católicos el concepto de “paternidad y
maternidad responsable” engloba la responsabilidad compartida de elegir en
conciencia el método más adecuado para la regulación de los nacimientos, en
base a una serie de criterios que van de la eficacia a la tolerabilidad física,
pasando por el hecho de que sea realmente practicable.
124. Sobre todo en las observaciones, se pone de relieve que
cuesta entender la distinción entre los métodos naturales de regulación de la
fertilidad y la contracepción, tanto que generalmente dicha diferencia en clave
mediática se traduce en la terminología de métodos contraceptivos “naturales” y
“no naturales”. De aquí, se comprende por qué dicha distinción sea percibida
como un pretexto y los métodos “naturales” se consideran simplemente ineficaces
e impracticables. Los métodos naturales para la regulación de la fertilidad no
son “técnicas” naturales que se aplican a un problema para resolverlo: tales
métodos, en efecto, respetan la “ecología humana”, la dignidad de la relación
sexual entre los cónyuges, y se enmarcan en una visión de la relación conyugal
abierta a la vida. En este sentido, se diferencian de la contracepción y la
experiencia demuestra la eficacia de su uso.
125. Respuestas y observaciones señalan que se percibe
fuertemente la diferencia entre métodos contraceptivos “abortivos” y “no
abortivos”. Con frecuencia se usa este criterio de juicio acerca de la bondad
moral de los diferentes métodos. Además, en las respuestas recibidas, y sobre
todo en diversas observaciones, se señalan las dificultades relativas a la
profilaxis contra el SIDA/HIV. El problema es grave en algunas zonas del mundo
donde esta enfermedad está muy difundida. Se siente el necesidad de que la
posición de la Iglesia respecto de este tema se explique mejor, sobre todo
frente a algunas reducciones caricaturescas de los medios de comunicación.
Precisamente en obediencia a una mirada personalista y relacional, parece
necesario no limitar la cuestión a problemáticas meramente técnicas. Se trata
de acompañar dramas que marcan profundamente la vida de innumerables personas,
haciéndose promotores de un modo verdaderamente humano de vivir la realidad de
la pareja, en situaciones a menudo arduas, que merecen la debida atención y un
sincero respeto.
Algunas causas de la difícil recepción
126. Todas las respuestas suelen subrayar que las
dificultades para recibir el mensaje de la Iglesia acerca del amor fecundo
entre el hombre y la mujer están relacionadas con la enorme brecha entre la
doctrina de la Iglesia y la educación civil, sobre todo en las áreas
geográficas mayormente afectadas por la secularización. Las respuestas
provenientes de las Conferencias Episcopales hacen sobre todo hincapié en la
diferente antropología de fondo. Se señala que existen grandes dificultades a
la hora de expresar adecuadamente la relación entre la antropología cristiana y
el sentido de la regulación natural de la fertilidad. La reducción de la
problemática a la casuística no favorece la promoción de una visión amplia de
la antropología cristiana. Con frecuencia se señala que la mentalidad dominante
rechaza de modo superficial la enseñanza de la Iglesia tachándola de
retrógrada, sin confrontarse con sus razones y su visión del hombre y la vida
humana.
127. En algunas respuestas, se relaciona la mentalidad
contraceptiva generalizada con la sólida presencia de la ideología de gender,
que tiende a modificar algunas estructuras fundamentales de la antropología,
entre las cuales el sentido del cuerpo y de la diferencia sexual, que se
sustituye con la idea de la orientación de género, hasta proponer la subversión
de la identidad sexual. A este propósito, muchas voces señalan la necesidad de
ir más allá de las condenas genéricas contra dicha ideología —cada vez más
penetrante—, para responder de manera fundada a esa posición, hoy ampliamente
difundida en muchas sociedades occidentales. En ese sentido, el descrédito dado
a la posición de la Iglesia en materia de paternidad y maternidad no es más que
una pieza de una mutación antropológica que algunas realidades muy influyentes
están promoviendo. La respuesta, por tanto, no podrá ser sólo relativa a la
cuestión de los contraceptivos o de los métodos naturales, sino que deberá plantearse
a nivel de la experiencia humana decisiva del amor, descubriendo el valor
intrínseco de la diferencia que marca la vida humana y su fecundidad.
Sugerencias pastorales
128. Desde el punto de vista pastoral, las respuestas, en
numerosísimos casos, indican la necesidad de una mayor difusión —con un
lenguaje renovado y proponiendo una visión antropológica coherente— de cuanto
se afirma en la Humanae Vitae, sin limitarse a los cursos prematrimoniales,
sino ofreciendo también itinerarios de educación al amor. Algunas respuestas
sugieren que la presentación de los métodos de regulación natural de la
fertilidad se haga en colaboración con personas realmente preparadas, tanto
desde el punto de vista médico como pastoral. A este fin, se insiste en la
colaboración con centros universitarios dedicados al estudio y profundización
de dichos métodos, en el ámbito de la promoción de una visión más ecológica de
lo humano. Del mismo modo, se sugiere dar más espacio a esta temática en el
ámbito de la formación de los futuros presbíteros en los seminarios, ya que los
sacerdotes a veces no están preparados para afrontar estos temas, y dan
indicaciones inexactas y desconcertantes.
Acerca de la praxis sacramental
129. En el ámbito de las sugerencias pastorales relativas a
la apertura a la vida, se encuentra el tema de la praxis sacramental vinculada
a estas situaciones, tanto por lo que se refiere al sacramento de la
penitencia, como a la participación en la Eucaristía. A este propósito, las
respuestas son esencialmente concordes a la hora de observar que, en las áreas
de fuerte secularización, en general, las parejas no consideran pecado el uso
de los métodos anticonceptivos; en consecuencia, normalmente se tiende a no
considerar esto materia de confesión y se acercan sin problemas a la
Eucaristía. Diversamente, se subraya que permanece íntegra entre los fieles la
conciencia del aborto como pecado extremamente grave, siempre materia de
confesión. Algunas respuestas afirman que hoy “el examen de conciencia” de las
parejas cristianas se concentra en la relación entre los cónyuges (infidelidad,
falta de amor), mientras que más bien se descuidan los aspectos de la apertura
a la vida. Esto confirma la debilidad con la que con frecuencia se percibe la
relación entre la entrega de sí al otro en la fidelidad y la generación de la
vida. Las respuestas también ponen de relieve que la actitud pastoral de los
sacerdotes en referencia a este tema está muy diversificada: entre quien asume
una posición de comprensión y acompañamiento; y quien, en cambio, se muestra
muy intransigente, o al contrario laxista. Se confirma así la necesidad de
revisar la formación de los presbíteros sobre estos aspectos de la pastoral.
Promover una mentalidad abierta a la vida
130. En algunas zonas del mundo, la mentalidad contraceptiva
y la difusión de un modelo antropológico individualista determinan una fuerte
caída demográfica, cuyas consecuencias sociales y humanas no se toman en
consideración adecuadamente. Las políticas contrarias a la natalidad cambian la
calidad de la relación entre los cónyuges y la relación entre las generaciones.
Por tanto, en el ámbito de la responsabilidad pastoral de la Iglesia se impone
una reflexión acerca de cómo poder sostener una mentalidad mayormente abierta a
la vida.
131. Muchas respuestas y observaciones señalan el vínculo
entre la apertura a la natalidad y la cuestión social y laboral: la promoción
de la natalidad está intrínsecamente conectada con la presencia de condiciones
que permitan a las parejas jóvenes adoptar con libertad, responsabilidad y
serenidad la decisión de engendrar y educar a los hijos. Jardines de infancia,
horarios de trabajo flexibles, permisos por maternidad y facilidad de
reinserción en la situación laboral, se consideran condiciones decisivas al
respecto. En ese sentido, los cristianos también tienen la responsabilidad
civil de promover leyes y estructuras que favorezcan un enfoque positivo
respecto de la vida naciente. Desde un punto de vista más puramente pastoral,
en las respuestas, se pone de relieve la utilidad de los consultores familiares
vinculados a las diócesis y de las asociaciones de familias, que sean testigos
de la belleza y del valor de la apertura a la vida. Se recomienda que el Sínodo
ayude a redescubrir el sentido antropológico profundo de la moralidad de la
vida conyugal, que, más allá de todo moralismo, implica un impulso sincero a
vivir la belleza exigente del amor cristiano entre el hombre y la mujer,
valorizado con vistas al amor más grande, que llega hasta dar la vida por los
amigos (cfr. Jn 15,13). No faltaron respuestas que invitan a redescubrir el
sentido de la castidad conyugal, en relación a la autenticidad de la
experiencia amorosa.
a) El desafío educativo en general
El desafío educativo y la familia hoy
132. Los desafíos que la familia debe afrontar en ámbito
educativo son múltiples; con frecuencia, los padres no se sienten preparados
para esta tarea. El Magisterio reciente ha insistido en la importancia de la
educación, mediante la cual los cónyuges reciben también una gracia singular en
su matrimonio. En las respuestas y observaciones, se subraya que la educación
debe ser integral y debe suscitar la gran pregunta sobre la verdad, que puede
guiar el camino de la vida (cfr. Benedicto XVI, Discurso del 21 de enero de
2008) y que nace siempre en el seno de un amor, comenzando por la experiencia
de amor que vive el hijo acogido por los padres (cfr. Benedicto XVI, Discurso
del 23 de febrero de 2008). La educación consiste en una introducción amplia y
profunda en la realidad global y en particular en la vida social, y es
responsabilidad primaria de los padres, que el Estado debe respetar, tutelar y
promover (cfr. GE 3; FC 37). El Papa Francisco ha subrayado la importancia de
la educación en la transmisión de la fe: «A los padres corresponde, según una
sentencia de san Agustín, no sólo engendrar a los hijos, sino también llevarlos
a Dios, para que sean regenerados como hijos de Dios por el bautismo y reciban
el don de la fe» (LF 43).
Transmisión de la fe e iniciación cristiana
133. La acción pastoral de la Iglesia está llamada a ayudar
a las familias en su tarea educativa, comenzando por la iniciación cristiana.
La catequesis y la formación parroquial son instrumentos indispensables para
sostener a la familia en esta tarea educativa, en particular, con ocasión de la
preparación al bautismo, la primera comunión y la confirmación. Junto con la
familia y la parroquia, se pone de relieve la fecundidad del testimonio de los
movimientos de espiritualidad familiar y las movimientos laicales, en cuyo seno
se lleva a cabo cada vez más un “ministerio de pareja”, donde los formadores de
las familias ayudan a la Iglesia doméstica a crecer mediante encuentros
personales y entre familias, sobre todo cuidando la oración.
134. La educación cristiana en familia se realiza, ante
todo, mediante el testimonio de vida de los padres para con los hijos. Algunas
respuestas recuerdan que el método de transmisión de la fe no muta en el
tiempo, aunque se adapte a las circunstancias: camino de santificación de la
pareja; oración personal y familiar; escucha de la Palabra y testimonio de la
caridad. Donde se vive este estilo de vida, la transmisión de la fe está
asegurada, aunque los hijos estén sometidos a presiones de signo opuesto.
Algunas dificultades específicas
135. En numerosos países, el desafío de la educación
cristiana y la transmisión de la fe a menudo está marcado por el profundo
cambio de la relación entre las generaciones, que condiciona la comunicación de
los valores en la realidad familiar. En el pasado, esta relación era la base de
una vida de fe compartida y comunicada como patrimonio entre una generación y
otra. Todos los episcopados, y muchas observaciones, señalan los cambios
profundos al respecto, y su impacto sobre la responsabilidad educativa de la
familia; aunque es inevitable señalar las diferencias según los elementos
tradicionales todavía presentes en la propia sociedad o según los avances de
los procesos de secularización. Los episcopados de Europa occidental recuerdan
que, en los años sesenta y setenta del siglo pasado, tuvo lugar un fuerte
conflicto generacional. Hoy, quizá condicionados por esas experiencias, los
padres son mucho más cautos a la hora de animar a los hijos a la práctica
religiosa. Precisamente en este campo se trata de evitar conflictos, más que
afrontarlos. Por otra parte, sobre temas religiosos, los propios padres a
menudo se sienten inseguros, de modo que a la hora de transmitir la fe con
frecuencia se quedan sin palabras y delegan esta tarea, aunque la consideren
importante, a instituciones religiosas. Esto pone en evidencia una fragilidad
de los adultos y sobre todo de los padres jóvenes a transmitir con alegría y
convicción el don de la fe.
136. Se deriva de las respuestas que las escuelas católicas,
en sus varios niveles, tienen un papel importante en la transmisión de la fe a
los jóvenes y son una gran ayuda a la tarea educativa de los padres. Se
recomienda que toda la comunidad eclesial las incremente y las sostenga. Esto
resulta especialmente relevante en las situaciones en que el Estado es
particularmente invasivo en los procesos educativos, y trata de desautorizar a
la familia en su propia responsabilidad educativa. En ese sentido, la escuela
católica expresa la libertad de educación reivindicando el primado de la
familia como verdadero sujeto del proceso educativo, al cual las otras figuras
que participan en la educación deben concurrir. Se pide una mayor colaboración
entre familias, escuelas y comunidades cristianas.
137. La tarea de la familia en la transmisión y educación a
la fe se siente como algo todavía más importante en regiones en las cuales los
cristianos son minoría, como recuerdan los episcopados de Oriente Medio. Una
experiencia dolorosa se señala en las respuestas provenientes de los países de
Europa del Este: las generaciones más ancianas vivieron su vida durante el
socialismo, pero habían recibido los fundamentos cristianos antes de que
llegara el régimen. La generación joven, en cambio, creció en un clima
poscomunista, marcado por fuertes procesos de secularización. Todo esto
condicionó negativamente la transmisión de la fe. Las generaciones jóvenes, en
cualquier caso, son sensibles sobre todo al ejemplo y al testimonio de los
padres. En general, las familias que participan en los movimientos eclesiales
son las más activas al tratar de transmitir la fe a las nuevas generaciones. En
algunas respuestas, se observa una cierta paradoja educativa por lo que se
refiere a la fe: en diversas realidades eclesiales no son los padres quienes
transmiten la fe a los hijos, sino viceversa, son los hijos que, al abrazarla,
la comunican a padres que desde hace tiempo han abandonado la práctica
cristiana.
b) La educación cristiana en situaciones familiares
difíciles
138. Puesto que la transmisión de la fe y la educación
cristiana resultan inseparables del testimonio de vida auténtico, se comprende
que las situaciones difíciles en seno del núcleo familiar agudicen la
complejidad del proceso educativo. En ese sentido, es necesaria una mayor
atención pastoral acerca de la educación cristiana en las realidades familiares
cuyos hijos pueden experimentar particularmente la situación de los padres,
definida como irregular. A tal propósito, se aconseja usar expresiones que no
den la percepción de una distancia, sino de una inclusión; expresiones que
puedan mayormente transmitir la acogida, la caridad y el acompañamiento
eclesial, a fin de no generar, sobre todo en los niños y en los jóvenes
implicados, la idea de un rechazo o una discriminación de sus padres, con la
conciencia de que “irregulares” son las situaciones, no las personas.
Una visión general de la situación
139. El panorama actual de la educación es bastante complejo
y cambiante. Hay regiones en las cuales la fe católica sigue recibiendo un alto
consenso, pero donde el número de niños y jóvenes nacidos y crecidos en
familias regulares está en neta disminución. En otras regiones las Iglesias
particulares deben afrontar otros desafíos educativos en un contexto en el cual
las convivencias extra-matrimoniales, la homosexualidad o los matrimonios
civiles no están permitidos. Sin embargo actualmente, aunque con grados
diferentes, la Iglesia encuentra estas situaciones difíciles o irregulares en
todas partes. Este fenómeno, incluso donde todavía es consistente la presencia
de núcleos biparentales regularmente unidos con el matrimonio religioso, va en
aumento.
140. Las respuestas muestran tres elementos a propósito de
las situaciones irregulares y de su incidencia en la educación. Acerca de las
uniones entre personas del mismo sexo, de las respuestas se deduce que esta
realidad, todavía circunscrita a países “liberal-progresistas”, de momento, no
suscita interrogantes pastorales específicos. Ya se han mencionado algunas
indicaciones pastorales al término de la II parte. Un segundo elemento a
considerar es la actual existencia y el aumento de núcleos monoparentales: a
menudo se trata de madres con hijos menores a su cargo, en contextos de
pobreza. El fenómeno interpela sobre todo las sensibilidades de las Iglesias de
América Latina y de Asia donde, con frecuencia, estas madres se ven obligadas a
delegar la educación de sus hijos al clan familiar. En tercer lugar, tiene una
gran relevancia, en el sur del mundo, el fenómeno de los “niños de la calle”,
abandonados por padres en dificultad, huérfanos por la muerte violenta de sus
padres, a veces encomendados a los abuelos.
Las peticiones dirigidas a la Iglesia
141. En líneas generales, del análisis de las respuestas, se
deduce que los padres en situaciones irregulares se dirigen a la Iglesia con
actitudes muy diferentes, según los sentimientos y las motivaciones que los animan.
Hay quien nutre mucho respeto por la Iglesia y tiene confianza en ella y, al
contrario, quien muestra una actitud negativa a causa de la vergüenza que
sienten por las decisiones tomadas, o quien duda en acercarse por miedo a ser
rechazado o marginado. Algunos consideran que la comunidad eclesial los puede
comprender y acoger comprensivamente, a pesar de sus fracasos y dificultades,
mientras que a juicio de otros la Iglesia es una institución que se entromete
demasiado en el estilo de vida de las personas, o bien están convencidos de que
ella es una especie de tutor que debe garantizar educación y acompañamiento,
pero sin demasiadas pretensiones.
142. La petición principal y más generalizada que los padres
en estas situaciones de vida dirigen a las Iglesias particulares es la de la
administración de los sacramentos a los hijos, especialmente el bautismo y la
primera comunión, pero con una clara dificultad a reservar la debida
importancia y el justo valor a la formación religiosa y a la participación en
la vida parroquial. Muchos saben que la catequesis es un requisito para recibir
los sacramentos, pero más que una oportunidad la consideran una obligación, una
formalidad o un compromiso que deben aceptar para que el hijo pueda recibir lo
que se ha pedido. Las respuestas señalan que con frecuencia encuentran
reticencia y desinterés de parte de los padres respecto al itinerario de
preparación cristiana que proponen las comunidades. El resultado es que a
menudo los padres, si pueden, evitan participar en los caminos previstos para
los hijos y para ellos, justificándose con razones de tiempo y de trabajo,
mientras que con frecuencia se trata de despreocupación y búsqueda de
soluciones más cómodas o rápidas. A veces, manifiestan también actitudes
negativas frente a las peticiones de los catequistas. En otros casos, es
patente su indiferencia, porque permanecen siempre pasivos respecto a cualquier
iniciativa, y no se implican en la educación religiosa del hijo.
143. Lo que emerge del análisis de los datos es que muchísimos
de estos padres, como por lo demás una buena porción de padres católicos
regularmente casados, piden para los hijos la iniciación a los sacramentos para
no faltar a una costumbre típica, a algo que es habitual en la sociedad. El
sacramento para muchos todavía representa una fiesta tradicional, que piden más
por ajustarse a una costumbre familiar y social, que no porque estén
convencidos. Sin embargo, hay padres que desean sinceramente transmitir la fe a
los hijos y, por esto, se encomiendan a los itinerarios de formación que la
parroquia propone con vistas a la administración de los sacramentos. A veces,
ellos mismos piden que se les ayude a salir de las situaciones que les hacen
ser frágiles, están dispuestos a iniciar un auténtico camino de espiritualidad
y desean participar activamente en la vida de la Iglesia, dejándose implicar en
el recorrido catequístico-sacramental de los hijos. No son raros los casos en
los que los padres redescubren la fe de modo más genuino, llegando incluso a
pedir el matrimonio después de años de convivencia.
144. A partir de las respuestas se han registrado otros
tipos de peticiones, que los padres en situaciones irregulares presentan a la
Iglesia. En realidades culturales particulares, sucede que pidan los
sacramentos para los hijos por motivos de superstición o para evitar permanecer
paganos. En otras circunstancias, se dirigen a los sacerdotes locales
simplemente para poder recibir un sostén económico y educativo. Disminuye
generalmente la petición de la Confirmación para los hijos, sobre todo en los
países más secularizados. Se difunde la idea de que está bien conceder a los
jóvenes la libertad y la responsabilidad de comenzar el camino de iniciación a
la vida cristiana. Una dificultad se presenta cuando los padres divorciados no
se ponen de acuerdo respecto al camino de iniciación cristiana del hijo; en
estos casos, la Iglesia está llamada a asumir un papel de mediación importante,
mediante la comprensión y el diálogo.
145. Por lo que se refiere a la petición de la enseñanza de
la religión católica a los hijos, a partir de las respuestas y observaciones
recibidas, se identifican dos tipologías. Por un lado, hay casos en los que es
posible solicitar acogerse a la enseñanza de la religión católica en la
escuela, a parte de la catequesis parroquial. En general, optan por esta
petición también los padres que viven en situaciones irregulares y,
especialmente en Europa, muchos de los no católicos o los no bautizados. A lo
largo de los últimos años, en algunas áreas de países europeos, ha crecido el
número de los inscritos en la enseñanza de la religión católica en las escuelas
públicas. Por otra parte, existen algunos sistemas escolares básicos (como el
australiano) que ofrecen la posibilidad de una buena educación a la fe e instrucción
religiosa. En estos casos, muchos padres en situaciones irregulares, cuando el
hijo está bautizado, se acogen fácilmente a la posibilidad de seguir los
programas de formación cristiana ofrecidos por la misma escuela, que preparan
para recibir los sacramentos, sin tener que participar en los itinerarios de
catequesis parroquial. Otra es la realidad de las escuelas católicas y colegios
católicos presentes y activos en todos los continentes. En ellos, los hijos de
padres en situaciones irregulares pueden matricularse sin cuestiones
prejudiciales. En efecto, se dirigen de buena gana a ellos, principalmente
porque saben que recibirán apoyo y colaboración en la obra educativa de los
hijos. En África, las escuelas católicas constituyen lugares importantes para
la educación cristiana de los niños. Se ha afrontado poco, en las respuestas,
la cuestión de la incidencia de la enseñanza de la religión católica en el
camino de educación a la fe. Se señalan intentos de una labor conjunta entre
catequesis parroquial, actividades escolares y educación religiosa, trabajando
mayormente en este campo. Esta parece ser la vía que hay que favorecer,
especialmente donde la enseñanza de la religión católica se limita al aspecto
intelectual.
Las respuestas de las Iglesias particulares
146. Las Iglesias particulares se han comprometido a
acompañar a las familias y, con ellas, también las situaciones irregulares.
Cuando los padres, a menudo después de un alejamiento de la Iglesia, se acercan
a ella y piden a la comunidad eclesial la preparación sacramental para sus
hijos, la actitud más provechosa —según las respuestas— es la de la acogida sin
prejuicios. Esto significa que el respeto, la apertura benévola y la escucha de
las necesidades humanas y espirituales son actitudes fundamentales para crear
un ambiente favorable y adecuado para la comunicación del mensaje evangélico.
Entre las experiencias eclesiales eficaces y significativas, orientadas a
sostener el camino de estos padres, se subrayan: las catequesis comunitarias y
familiares; los movimientos de apoyo a la pastoral conyugal; las misas
dominicales; las visitas a las familias; los grupos de oración; las misiones
populares; la vida de las comunidades eclesiales de base; los grupos de estudio
bíblico; las actividades y la pastoral de los movimientos eclesiales; la
formación cristiana que se ofrece a los padres de los niños y jóvenes que
frecuentan los numerosos colegios y los centros de educación católica, sobre
todo en América Latina. Muchas veces son los hijos quienes evangelizan a los
padres.
147. A pesar de todo lo dicho, no pocas respuestas notan que
la pastoral actual de la Iglesia no siempre es capaz de acompañar de modo
adecuado estas específicas realidades familiares. La acción pastoral
necesitaría renovación, creatividad y alegría para ser más incisiva e
innovadora a la hora de crear una relación de osmosis entre formación de los
jóvenes, formación a la fe de los padres y vida comunitaria. Existen nuevas
iniciativas que se mueven en esta dirección: los momentos formativos, de
oración y de retiro, destinados a los padres, a menudo simultáneamente a la
catequesis sacramental de los hijos; las “escuelas para padres”; los programas
catequísticos sobre la moral familiar y sexual; la oportunidad de reunir a
varias parejas de esposos en una misma celebración del matrimonio
(mass-marriage), para salir al encuentro también del problema financiero, que a
veces retrasa y desanima la petición del matrimonio, como por ejemplo en
Nigeria y Sudáfrica. Algunos señalan que se trata, en cualquier caso, de
ofertas que todavía no están plenamente estructuradas.
148. De las respuestas a los cuestionarios emerge que, si
por un lado el acompañamiento de los padres depende de la disponibilidad a
dejarse implicar y guiar, el cuidado de ellos nace principalmente del sentido
de responsabilidad, de la solicitud de los sacerdotes locales y de su capacidad
de implicar tanto como sea posible a toda la comunidad parroquial. En las
parroquias alemanas, por ejemplo, tanto los niños como los padres son seguidos
por un grupo de catequistas que los acompañan a lo largo de todo el camino
catequístico. En las grandes ciudades parece más complejo lograr poner en
práctica un enfoque pastoral personalizado. En todo caso, representa un desafío
la posibilidad de acercarse con profunda atención a estos hermanos y hermanas,
seguirlos, escucharlos, ayudarlos a expresar las preguntas que les urgen,
proponer un itinerario que pueda hacer renacer el deseo de profundizar la
relación con el Señor, incluso mediante auténticos vínculos comunitarios.
Habría que incentivar las iniciativas ya existentes, como la que promueven
algunas Conferencias Episcopales sudamericanas, que producen y ofrecen
materiales formativos para ayudar a estos padres en la educación de sus hijos.
149. Las Iglesias particulares saben bien que los niños o
los jóvenes no tienen la culpa de las decisiones o las vicisitudes de sus
padres. En todas partes, por tanto, los hijos son acogidos sin distinciones
respeto a los demás, con el mismo amor y la misma atención. La propuesta
formativa cristiana que se les ofrece no se diferencia de las iniciativas de
catequesis y actividad pastoral dirigidas a los jóvenes de toda la comunidad:
la catequesis; las escuelas de oración; la iniciación a la liturgia; los
grupos, especialmente la infancia misionera en América Latina; las escuelas de
teatro bíblico y los coros parroquiales; las escuelas y los campamentos
parroquiales; los grupos juveniles. Se advierte que no hay actividades
especiales que puedan servir de ayuda a estos niños para cicatrizar o elaborar
sus heridas. Se propone la promoción de itinerarios a su favor, la organización
de itinerarios de sostén, especialmente en el período difícil de la separación
y del divorcio de los padres, momento en el que deben poder seguir esperando en
los vínculos familiares a pesar de que los padres se separen. En una diócesis
del norte de Europa, en la cual la tasa de niños hijos de divorciados es muy
alta, para afrontar los problemas de estas realidades familiares y la fatiga de
los jóvenes, que durante los fines de semana no siempre pueden participar en la
catequesis, algunos párrocos organizan la catequesis en fines de semana
alternos, a fin de que los niños puedan participar siempre, sin sentirse
distintos.
150. Además de estas actividades de las parroquias, de las
asociaciones y de los movimientos, un aportación útil para estos padres y sus
hijos la ofrece el apostolado de los institutos religiosos femeninos, sobre
todo donde hay formas de extrema pobreza, intolerancia religiosa o explotación
de la mujer; y la Obra de la Propagación de la Fe que contribuye a la educación
y formación cristiana de niños, incluidos los que tienen padres en situaciones
irregulares, mediante ayudas ordinarias y extraordinarias.
Tiempos y modalidades de la iniciación cristiana de los
niños
151. Para el camino de preparación a los sacramentos y la
práctica sacramental se observa lo que indican las normas canónicas, las
Conferencias Episcopales y las líneas directrices diocesanas. No está previsto
un camino de preparación alternativo al de los hijos de familias regulares. Por
tanto, en general, se sigue el itinerario clásico que prevé la preparación al
sacramento del bautismo mediante encuentros con los padres; a éste sigue la
catequesis ordenada y progresiva según la edad para la preparación, en
alrededor de tres o cuatro años, los otros sacramentos de la iniciación
cristiana, siempre que los padres pidan que los hijos los puedan recibir.
Después de la confirmación, en algunas diócesis, el itinerario formativo
prosigue con experiencias pastorales como la profesión de fe solemne e
iniciativas específicas para los grupos juveniles. En general, después de la
confirmación se asiste tanto a una caída brusca en la frecuencia, imputada a
veces a una catequesis poco adecuada a los jóvenes, como al abandono de la
práctica sacramental, que hay que atribuir a las escasas motivaciones
personales. Esto confirma la falta de anclaje en la fe y la falta de
acompañamientos personalizados. Las variaciones existentes entre las Iglesias
particulares y las diversas Iglesias Orientales Católicas respecto a estos
temas podrían ser debidas al orden en la administración de los sacramentos, la
edad a la que se pueden recibir o bien a la organización de los programas
catequísticos, al igual que a opciones pastorales que deberían alentar y abrir
caminos nuevos de acompañamiento.
152. Hay quien sostiene que la edad en la que se celebran
los sacramentos no se debe fijar previamente, sino que se debe tener en cuenta
la madurez espiritual de los jóvenes, aunque esta práctica con frecuencia
suscita dificultades entre los padres. En otros casos, los niños de familias
constituidas irregularmente reciben el bautismo después de tres o cuatro años
de catequesis, a la edad en la que sus compañeros son admitidos a la primera
comunión, como por ejemplo establecen algunas Conferencias Episcopales
africanas. Cuando los padres piden el bautismo para los hijos, pero se
encuentran en situación de convivencia, hay Iglesias en las que se opta por un
acompañamiento personal de los padres antes de administrar el sacramento a los
pequeños, con instrucciones que los guían a acercarse de nuevo a los
sacramentos, hasta llegar a la celebración del matrimonio. Sólo después de
algunos años también los hijos reciben el bautismo. Esta praxis se confirma en
algunos países africanos y árabes. En otros países el rigorismo pastoral acerca
del nivel moral de la vida de los padres comportaría el riesgo de negar
injustamente los sacramentos a los niños y hacer una discriminación injusta
entre diversas situaciones moralmente inaceptables (castigar, por ejemplo, a
los niños por la invalidez del matrimonio de los padres, sin tomar en
consideración la situación de quienes viven de delincuencia y explotación). Son
pocos los casos en los que se hace referencia al catecumenado para los niños.
Algunas dificultades específicas
153. Las dificultades que se revelan en relación a la
práctica sacramental despiertan la atención sobre aspectos delicados y nudos
problemáticos para la praxis de las Iglesias particulares. En relación al
sacramento del bautismo se denuncia, por ejemplo, la actitud de tolerancia con
la que, a veces, se administra a los hijos de padres en situaciones
irregulares, sin itinerarios formativos. Sobre el mismo tema, existen casos en
los que se ha negado el camino de iniciación cristiana, porque uno de los dos
padres se encontraba en situación irregular. Aparece varias veces, en las
respuestas, la referencia al fuerte malestar de padres que no pueden acceder al
sacramento de la penitencia y de la Eucaristía, mientras que se invita a los
niños a participar en los sacramentos. Este malestar se vive en proporción a la
mayor o menor comprensión del sentido de la no admisión, percibido sólo en
términos negativos o bien dentro de un posible camino de curación.
Algunas indicaciones pastorales
154. Se muestra cada vez más necesaria una pastoral
sensible, guiada por el respeto de estas situaciones irregulares, capaz de
ofrecer un apoyo eficaz a la educación de los hijos. Se advierte la necesidad
de un acompañamiento mejor, permanente y más incisivo para los padres que viven
estas situaciones. Puesto que es alto el número de quienes vuelven a la fe con
ocasión de la preparación a los sacramentos de los hijos, a nivel local sería
necesario pensar en oportunos caminos de redescubrimiento y profundización de
la fe, que requerirían una adecuada preparación y una conveniente acción
pastoral. Una observación significativa se refiere a una nueva comprensión del
valor y el papel que asumen el padrino o la madrina en el camino de fe de los
niños y los jóvenes. Las sugerencias que llegan acerca de este tema van de la
necesidad de redefinir los criterios para su elección, que es cada vez más
compleja por el creciente número de personas en situaciones irregulares, a la
necesidad de incentivar o activar la catequesis para los padres y los padrinos
y madrinas, considerando el alto porcentaje de quienes ni siquiera tienen
conciencia del significado del sacramento. Se deberá dedicar un acompañamiento
pastoral específico a los matrimonios mixtos y de disparidad de culto, que a
menudo encuentran dificultades relevantes en la educación religiosa de los
hijos.
155. Las Conferencias Episcopales se preguntan si se podrían
encontrar en cada comunidad cristiana parejas de esposos que puedan seguir y
sostener el camino de crecimiento de las personas interesadas de forma
auténtica, como madrinas padrinos idóneos. En las zonas en las que los
catequistas tienen un rol importante y delicado, se sugiere que sean formados
con más empeño y que sean elegidos con mayor discernimiento, ya que suscitan
divisiones y perplejidad los casos de catequistas que viven en situaciones de
irregularidad matrimonial. Se señala que la Iglesia debería tomar en
consideración mayormente la calidad de la oferta catequística, y se pide una
mejor formación para los catequistas, a fin de que sean testigos de vida
creíbles. Se advierte la necesidad de una preparación más profunda a los
sacramentos mediante la evangelización de las personas: haría falta trabajar
más por una iniciación a la fe y a la vida. Se pide que se garantice una
pastoral apropiada para los padres que comprenda el período que va del bautismo
a la primera comunión del hijo. Se propone la organización —a nivel de
decanatos y vicarías— de encuentros para quien vive o afronta problemáticas
familiares y está llamado a educar a los hijos a la fe.
156. Las escuelas católicas tienen una gran responsabilidad
para con estos niños, muchachos, jóvenes, hijos de parejas en situaciones
irregulares, que hoy día se cuentan en número elevado. Al respecto, la
comunidad educativa escolar debería suplir cada vez más el rol familiar,
creando un ambiente acogedor, capaz de mostrar el rostro de Dios. En cualquier
caso, se sugiere que la preparación a los sacramentos se realice mediante una
efectiva colaboración entre la parroquia y la escuela católica, para reforzar
el sentido de pertenencia a la comunidad. Se pide que se incentiven a todos los
niveles eclesiales los caminos de educación y formación al amor, a la
afectividad y a la sexualidad para los niños, los muchachos y los jóvenes. La
propuesta de nuevos modelos de santidad conyugal podría favorecer el crecimiento
de las personas dentro de un tejido familiar válido, en sus tramas de
protección, de educación y de amor.
157. En los casos de algunas de las situaciones difíciles,
por ejemplo de parejas de refugiados o inmigrantes, la Iglesia debería ofrecer ante
todo una ayuda material y psicológica, apoyando la instrucción y la prevención
de abusos o explotación de menores. En el caso de los “nómadas”, que en general
piden el sacramento del bautismo para sus hijos, las Iglesias particulares
deberían comprometerse más intensamente a un acompañamiento espiritual de la
familia, para que se complete todo el camino de iniciación cristiana.
158. El amplio material recibido por la Secretaría del
Sínodo de los Obispos se ha organizado en este Instrumentum Laboris a fin de
favorecer el parangón y la profundización prevista durante los trabajos de la
III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos. Ciertamente, la
riqueza de contenido de las respuestas y las observaciones es mucho más amplia
de lo que aquí se ha citado a fin de ofrecer un primer punto de referencia para
el diálogo sinodal. Los tres grandes ámbitos sobre los cuales la Iglesia desea
desarrollar el debate para llegar a indicaciones que respondan a las nuevas
preguntas presentes en el pueblo de Dios son, en cualquier caso, las que aquí
se señalan: el Evangelio de la familia que hay que proponer en las
circunstancias actuales; la pastoral familiar que hay que profundizar frente a
los nuevos desafíos; la relación generativa y educativa de los padres respecto
de los hijos.
159. Concluimos este itinerario, en el cual hemos notado
alegrías y esperanzas, así como incertidumbres y sufrimientos en las respuestas
y observaciones recibidas, volviendo a las fuentes de la fe, la esperanza y la
caridad: nos encomendamos a la Santísima Trinidad, misterio de amor absoluto,
que se reveló en Cristo y del cual nos hizo partícipes por medio del Espíritu
Santo. El amor de Dios resplandece de modo peculiar en la familia de Nazaret,
punto de referencia seguro y consuelo para toda familia. En ella brilla el amor
verdadero, al que deben mirar todas nuestras realidades familiares, para
obtener luz, fuerza y consolación. A la Santa Familia de Nazaret queremos
encomendar la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos,
con las palabras del Papa Francisco:
Oración a la Santa Familia
Jesús, María y José
en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a vosotros, confiados, nos dirigimos.
en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a vosotros, confiados, nos dirigimos.
Santa Familia de Nazaret,
haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas Iglesias domésticas.
haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas Iglesias domésticas.
Santa Familia de Nazaret,
que nunca más haya en las familias episodios
de violencia, de cerrazón y división;
que quien haya sido herido o escandalizado
sea pronto consolado y curado.
que nunca más haya en las familias episodios
de violencia, de cerrazón y división;
que quien haya sido herido o escandalizado
sea pronto consolado y curado.
Santa Familia de Nazaret,
que el próximo Sínodo de los Obispos
haga tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
de su belleza en el proyecto de Dios.
que el próximo Sínodo de los Obispos
haga tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
de su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y José,
escuchad, acoged nuestra súplica.
escuchad, acoged nuestra súplica.
Amén.
Fuente: vatican.va