El Sacramento de la Reconciliación “hace presente con
especial eficacia el rostro misericordioso de Dios, lo hace concreto y lo
manifiesta continuamente”: fueron las palabras del Papa al recibir en la mañana
de este jueves a los participantes en el curso anual sobre el Foro Interno,
organizado por la Penitenciaria Apostólica, que tiene como fin pastoral el de
ayudar a los nuevos sacerdotes y candidatos al Orden Sagrado a administrar
rectamente el Sacramento de la Reconciliación. El Pontífice recordó, entre
los aplausos de los presentes, que hoy es el 57 aniversario de su ingreso a la
vida religiosa.
“No olvidémoslo jamás - insistió el Pontífice - ya sea como
penitentes que como confesores: ¡no existe algún pecado que Dios no pueda
perdonar! ¡Ninguno! Sólo lo que es sustraído a la divina misericordia no puede
ser perdonado, como quien se sustrae al sol no puede ser iluminado ni
reconfortado”.
El Obispo de Roma subrayó, a la luz de este “maravilloso don
de Dios”, tres necesidades: “vivir el Sacramento como medio para educar a la
misericordia; dejarse educar por cuanto celebramos; custodiar la mirada
sobrenatural”.
Vivir el Sacramento como medio para educar a la misericordia
El Papa explicó que vivir el Sacramento como medio para
educar a la misericordia, “significa ayudar a nuestros hermanos a hacer
experiencia de paz y de comprensión humana y cristiana”.
“La confesión no debe ser una 'tortura', sino que todos
deberían salir del confesionario con la felicidad en el corazón, con el rostro
radiante de esperanza, aunque a veces – lo sabemos – mojado por las lágrimas de
la conversión y de la alegría que de ella deriva”.
Francisco precisó que el Sacramento y los actos del
penitente no implica que este se transforme en un pesante interrogatorio,
fastidioso e invasivo, sino que al contrario “debe ser un encuentro liberador y
rico de humanidad, a través del cual poder educar a la misericordia, que no
excluye, es más, incluye también el justo compromiso de reparar, en lo posible,
el mal cometido”.
Dejarse educar por lo que celebramos
¡Déjense educar por el Sacramento de la Reconciliación! Dijo
el Pontífice dirigiéndose a los confesores. “¡Cuántas veces nos sucede que
escuchamos confesiones que nos edifican! Hermanos y hermanas que viven una
auténtica comunión personal y eclesial con el Señor y un amor sincero por los
hermanos”. Y destacó cuánto se puede aprender de la conversión y del
arrepentimiento de nuestros hermanos. “Ellos nos empujan – constató - a
hacer también nosotros un examen de conciencia”:
“¿Yo sacerdote, amo así al Señor como esta viejita? ¿Yo
sacerdote, que he sido hecho ministro de su misericordia, soy capaz de tener la
misericordia que hay en el corazón de este penitente? ¿Yo confesor, estoy
disponible al cambio, a la conversión como este penitente, del cual he sido
puesto al servicio?”
Tener siempre la mirada interior dirigida al Cielo, a lo
sobrenatural
Finalmente, la tercera necesidad: “tener siempre la mirada
interior dirigida al Cielo, al sobrenatural”. Francisco destacó la necesidad de
reavivar la conciencia de que nadie está puesto en este ministerio por el
propio merito, competencias teológicas y jurídicas, trato humano y psicológico
sino que “somos ministros de la reconciliación por pura gracia de Dios,
gratuitamente y por amor, es más, precisamente por misericordia”.
“Somos ministros de la misericordia gracias a la
misericordia de Dios, no debemos jamás perder esta mirada sobrenatural, que nos
hace de verdad humildes, acogedores y misericordiosos hacia cada hermano y
hermana que pide confesarse”. Y explicó que “por esto la Iglesia está llamada a
iniciar a sus miembros – sacerdotes, religiosos y laicos – en el ‘arte del
acompañamiento’, para que todos aprendan siempre a sacarse las sandalias ante
la tierra sagrada del otro”. Cada fiel penitente que se acerca al confesionario
es ‘tierra sagrada’ para ‘cultivar’ con dedicación, cuidado y atención
pastoral”.
Con el deseo de aprovechar este tiempo cuaresmal para la
conversión personal y la escucha generosa de la confesión, para que el pueblo
de Dios pueda llegar purificado a la fiesta de Pascua, el Papa los invitó a
confiarse a la intercesión de María, Madre de la Misericordia y Refugio de los
pecadores y les impartió su Bendición Apostólica.
(MCM-RV)