(RV).- Dios está enamorado de nosotros y nosotros somos su
sueño de amor. Ningún teólogo puede explicar esto, mientras nosotros sólo
podemos llorar de alegría. De este modo podemos sintetizar cuanto afirmó el
Papa Francisco en su homilía de la misa matutina celebrada en la Capilla de la
Casa de Santa Marta.
El sueño de Dios
Partiendo de la primera lectura del profeta Isaías, en que
el Señor dice que creará “nuevos cielos y nueva tierra”, el Papa Bergoglio
reafirmó que la segunda creación de Dios es más “maravillosa” aún de la
primera, porque “cuando el Señor ‘rehace’ el mundo arruinado por el pecado”, lo
‘rehace’ en Jesucristo. Y en este renovar todo, Dios manifiesta su inmensa
alegría:
“Encontramos que el Señor tiene tanto entusiasmo: habla de
alegría y dice una palabra: ‘Gozaré de mi pueblo’. El Señor piensa en lo que
hará, piensa que Él, Él mismo estará en la alegría con su pueblo. Es como si
fuera un sueño del Señor: el Señor sueña. Tiene sus sueños. Sus sueños sobre
nosotros. ‘Ah, qué bello será cuando nos encontraremos todos juntos, cuando nos
reencontraremos allá o cuando aquella persona, aquella otra… aquella otra
caminará conmigo… ¡Y yo gozaré en aquel momento!’. Para poner un ejemplo que
nos pueda ayudar, como si una muchacha con su novio o el muchacho con su novia
pensara: ‘Cuando estemos juntos, cuando nos casemos…’. Es el ‘sueño’ de Dios”.
Estamos en la mente y en el corazón de Dios
“Dios – prosiguió explicando el Papa – piensa en
cada uno de nosotros” y “piensa bien, nos quiere, ‘sueña’ con nosotros. Sueña
acerca de la alegría que gozará con nosotros. Por esta razón el Señor quiere
‘re-crearnos’, y hacer nuevo nuestro corazón, ‘re-crear’ nuestro corazón para
hacer que la alegría triunfe”:
“¿Han pensado? ‘¡El Señor sueña conmigo! ¡Piensa en mí! ¡Yo
estoy en la mente, en el corazón del Señor! ¡El Señor es capaz de cambiarme la
vida!’. Y hace tantos planes: ‘Fabricaremos casas, plantaremos viñas, comeremos
juntos’… todas estas ilusiones que hace sólo un enamorado… Y aquí el Señor se
deja ver enamorado de su pueblo. Y cuando le dice a su pueblo: ‘Pero yo no te
he elegido porque tú eres el más fuerte, el más grande, el más potente. Te he
elegido porque tú eres el más pequeños de todos. También puede decir: el más
miserable de todos. Pero yo te he elegido así’. Y esto es el amor”.
Ningún teólogo puede explicar el amor de Dios por nosotros
Dios “está enamorado de nosotros” – repitió el Santo
Padre al comentar el pasaje del Evangelio de la curación del hijo del
funcionario real:
“Creo que no haya ningún teólogo que pueda explicar esto: no
se puede explicar. Sobre esto sólo se puede pensar, sentir, llorar. De alegría.
El Señor nos puede cambiar. ‘¿Y qué debo hacer?’. Creer. Creer que el Señor
puede cambiarme, que Él es Todopoderoso: como hizo aquel hombre del Evangelio
que tenía al hijo enfermo. ‘Señor, ven, antes que mi niño muera’. ‘Ve’, ¡tu
hijo vive!’. Aquel hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se
puso en camino. Creyó. Creyó que el Señor tenía el poder de cambiar a su niños,
la salud de su niño. Y ganó. La fe es hacer espacio a este amor de Dios, es
hacer espacio al poder, al poder de Dios, pero no al poder de uno que es muy
potente, sino al poder de uno que me ama, que está enamorado de mí y que quiere
la alegría conmigo. Esto es la fe. Esto es creer: es hacer espacio al Señor
para que venga y me cambie”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).