Tuvo que afrontar pujas internas de poder, denuncias de
corrupción y casos de pedofilia, además de incomprensión por su deseo de ser
más misericordiosos con gays y divorciados. Expertos analizan en el suplemento
Valores cómo el Papa abordó estos desafíos.
Pontificado. Lo positivo y negativo
A dos años de su elección como Papa -que se cumplen este
viernes- Francisco sigue suscitando gran entusiasmo dentro y fuera de la
Iglesia con su revolución de la ternura, la comprensión, la cercanía a todos
-especialmente a los pobres y sufrientes-, la austeridad, la alegría, el empeño
por el diálogo ecuménico e interreligioso y la contribución a la paz, que lo
convirtió en un gran líder mundial. Pero estos dos años no fueron un lecho de
rosas para Francisco, que recibió un Vaticano con pujas internas y sospechas de
corrupción, y una Iglesia con casos de pedofilia y distanciamiento de fieles. A
lo que se fueron sumando resistencias de sectores minoritarios -pero
vehementes- a sus reformas en la curia romana y sus acciones para dotar de más
transparencia sus finanzas, y a sus deseos de una mejor acogida a los
divorciados y gays. E incluso críticas por ser condescendiente con el Islam y
no exigirle una más firme condena al fanatismo de grupos que se dicen islámicos
y masacran a cristianos (e incluso a otros musulmanes).
Continúa
“Estos dos años de Francisco han sido fecundos y llenos de sorpresas”, evalúa la filósofa católica Paola Del Bosco. A tal punto que, a su juicio, “generaron muchas expectativas, algunas fantasiosas, porque hay un legado, el de Cristo, al que hay que mantenerse fieles, si bien continuamente nos pide un esfuerzo de renovación frente a los problemas actuales”. Para el abogado Norberto Padilla -ex secretario de Culto-, la clave del entusiasmo que despierta el Papa está en “las dos palabras iniciales de su documento programático ‘Evangelii Gaudium’: el Evangelio de la alegría. Ese gozo evangélico lo transmite y lo contagia de manera excepcional en sus gestos y predicación”. Destaca, además, “su enorme popularidad, que excede en mucho lo católico, (si bien) dentro de la Iglesia recompuso el vínculo afectivo con una forma apta para la sensibilidad más actual”.
El director de la prestigiosa revista católica Criterio, José María Poirier, pone el acento en la hondura de las transformaciones que encaró Francisco. “Estos dos años seguramente marcan grandes cambios en el pontificado”, afirma. Tras apuntar que “siempre es difícil juzgar los fenómenos contemporáneos”, señala que “se advierte que en algunos puntos cruciales las reformas son sustanciales: el redimensionamiento y la descentralización de la curia romana, su clara preocupación por la paz y su empeño a favor de los pobres en todos los sistemas. También en la gran importancia del diálogo ecuménico e interreligioso, la disciplina del clero y la lucha contra toda forma de abuso, además de su capacidad de encuentro y empatía con las multitudes”.
Con respecto a las resistencias que suscitan las reformas en la curia romana y la búsqueda de mayor transparencia en sus finanzas, los consultados no le atribuyen mayor relevancia. “Francisco pone aire fresco en la curia romana y todos los católicos estamos agradecidos por su sencillez y coraje”, dice Del Bosco. Y agrega: “la resistencia no me preocupa tanto porque lo que está vivo y se inspira en la búsqueda sincera de la verdad y el bien tiene la energía suficiente para abrirse camino entre las reacciones estériles”. A su vez, Poirier cree que el Papa “está librando la batalla -sobre todo con obispos europeos- y, a pesar de lo que se pueda decir, cuenta con el apoyo de importantes sectores de la jerarquía católica en el mundo. Francisco quiere una Iglesia más universal, menos burocrática y con representación de todos los sectores”.
Luego de recordar que la reforma de la curia viene trabajándose con un equipo de ocho cardenales, Padilla cree que “en cualquier organismo la incertidumbre sobre lo que vendrá produce resistencias y desconfianzas, máxime si permanentemente se presenta al Papa como enfrentado con la Curia. Hay un aprendizaje -señala- que tendrá que hacer la Curia con un Papa que rompe esquemas, desde la forma de seleccionar a los cardenales, saltearse las instancias institucionales y hacer una suerte de apostolado de la ‘normalidad’ en el ejercicio del ministerio petrino, que dijo que ejercerá â fondo’. Sobre la transparencia, se dieron grandes y decisivos pasos, sin olvidar el proceso que inició Benedicto. Surgen, sí, nuevos interrogantes: ¿se le da demasiado poder al cardenal (George) Pell, virtual ‘ministro de Economía’”.
La actitud más comprensiva del Papa ante los divorciados y los gays, que tan bien cayó en vastos sectores, tiene también sus críticos, especialmente ante la eventualidad de que se permita comulgar a los católicos en nueva unión. Pero Poirier opina que Francisco “es al mismo tiempo fiel a la tradición secular de la Iglesia y abierto a la comprensión de la sociedad moderna y sus conflictos”. Con todo, subraya que “es fundamentalmente, alguien para quien más cuentan las personas que los manuales de teología. En ese sentido, cree que “tarde o temprano se llegará a la apertura sacramental a muchos católicos divorciados y vueltos a casar, que fue uno de los temas importantes del sínodo del año pasado, que se retomará en su segunda parte, en octubre”.
Padilla considera que la cuestión del acceso a la eucaristía de los divorciados en nueva unión tiene final abierto. “Es una de las pruebas que deberá atravesar Francisco”, dice. Y señala: “que por parte del pontífice hay un deseo evidente de dar una solución positiva; si podrá hacerlo y cómo no es aún fácil de pronosticar”. Y concluye que “la experiencia del sínodo fue muy valiosa y lo será este año, especialmente porque las posiciones de los obispos se exponen libre y abiertamente, en uno y otro sentido, y es muy bueno que así sea”. Del Bosco, a su vez, apunta: “Cristo nos enseñó que nadie está excluido del perdón, que siempre hay un camino de acercamiento para todos”. Por tanto, le “parece bien que se siga ese camino de acercamiento”. No obstante, admite que “es complejo tener que acompañar a todos, pero al mismo tiempo no dejar de anunciar el valor de la familia fundada en el matrimonio entre varón y mujer, en una unión indisoluble y sacramental”.
Finalmente, acerca de la posición del Papa ante la persecución que sufren los cristianos por parte de fundamentalistas islámicos, Del Bosco, cree que –a partir de una fuerte apertura al mundo no cristiano- el Papa “los defiende con valentía”. Para Padilla, el Papa “es firme y claro en su apoyo a los cristianos de Medio Oriente. Su clamor por la paz, como se vio en el caso de Siria, es de una gran fuerza. Y su compromiso con el diálogo islamo-cristiano es importante. En definitiva, pide que la ONU sea garante de la paz mundial, quien encare la lucha contra el sesudo califato y su horrible y blasfema forma de matar invocando el nombre de Alá”. Poirier coincide y se pregunta si el Papa podría hacer más. Y se responde: “no lo creo”.