(RV).- (nueva actualización con video y audio) En nombre de la Santa Madre Iglesia jerárquica, agradeciendo lo que hacen en la Iglesia y en el mundo, el Obispo de Roma propuso algunas recomendaciones a los miembros del Camino Necocatecumenal, en un encuentro marcado por la alegría y el envío de familias para anunciar y testimoniar el Evangelio en varias partes del mundo. En un clima intenso, alegre y de fervor, en el Aula Pablo VI, el Papa Francisco recibió a más de ocho mil miembros de este Camino, con un saludo cordial al equipo responsable internacional, a los sacerdotes, seminaristas y catequistas, en especial a los numerosos niños presentes en el encuentro:
«¡La Iglesia les está agradecida por su generosidad! Gracias por todo lo que hacen en la Iglesia y en el mundo. Y precisamente en nombre de la Iglesia, nuestra Madre, la Santa Madre Iglesia jerárquica, como le gustaba decir a San Ignacio, me gustaría ofrecerles algunas recomendaciones sencillas. La primera es la de tener el máximo cuidado para construir y conservar la comunión dentro de las Iglesias particulares en las que irán a obrar. El Camino tiene su propio carisma, su propia dinámica, un don, que como todos los dones del Espíritu tiene una profunda dimensión eclesial. Ello significa ponerse a la escucha de la vida de las Iglesias, a las que sus responsables los envían, valorizando sus riquezas, sufriendo por sus debilidades si fuera necesario y caminando juntos, como un único rebaño bajo la guía de los Pastores de las iglesias locales».
En su segunda recomendación, el Papa reiteró que donde quiera que vayan les hará bien recordar que el Espíritu de Dios siempre llega antes que nosotros:
«¡El Señor siempre nos precede! ¡El Espíritu siempre nos precede! ¡ Dios siempre llega antes que nosotros! Incluso en los lugares más remotos, incluso en las culturas más distintas, Dios esparce por doquier la semilla de su Palabra. De ahí brota la necesidad de prestar especial atención al contexto cultural en el que ustedes como familias van a obrar: se trata de un ambiente que es a menudo muy diferente del que provienen».
La tercera exhortación del Obispo de Roma fue la de cuidar los unos a los otros con amor, especialmente a los más débiles, ante las dificultades que pueda encontrar un hermano o una hermana en su itinerario:
«En estos casos, el ejercicio de la paciencia y de misericordia por parte de la comunidad es un signo de madurez en la fe. La libertad de cada individuo no debe ser forzada, se debe respetar también la eventual opción de los que deciden buscar, fuera del Camino, otras formas de vida cristiana que los ayuden a crecer en su respuesta a la llamada del Señor».
A la escuela de la Virgen María, Evangelicen con amor sean mensajeros y testimonios de la misericordia de Dios, fue la exhortación final del Santo Padre, invitando a proclamar el Evangelio de Jesucristo en los lugares más alejados:
«Queridas familias, queridos hermanos y hermanas, los aliento a llevar por doquier, incluso en los ambientes más descristianizados, en especial a las periferias existenciales, el Evangelio de Jesucristo. Evangelicen con amor, lleven a todos el amor de Dios. Digan a los que encuentren por los caminos de su misión que Dios ama al hombre tal como es, aun con sus limitaciones, con sus errores, con sus pecados. Y por eso ha enviado a su Hijo para que Él tomara nuestros pecados sobre sí. Sean mensajeros y testimonios de la infinita bondad del Padre y de su misericordia inagotable. Los encomiendo a nuestra Madre María, para que inspire y sostenga siempre su apostolado. A la escuela de esta tierna Madre, sean misioneros celosos y alegres. ¡No pierdan la alegría! ¡Adelante!»
(CdM - RV)
UNA NUEVA PRIMAVERA ESPIRITUAL
«Si se promueve la lectio divina con eficacia, estoy convencido de que producirá una nueva primavera espiritual en la Iglesia… La lectura asidua de la Sagrada Escritura acompañada por la oración permite ese íntimo diálogo en el que, a través de la lectura, se escucha a Dios que habla, y a través de la oración, se le responde con una confiada apertura del corazón… No hay que olvidar nunca que la Palabra de Dios es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro camino»
Benedicto XVI, 16 septiembre 2005