(RV).- (Audio) Este martes, en el día de su cumpleaños, el Papa Francisco quiso que el personal que trabaja en la Casa de Santa Marta estuviese presente en la misa que celebra en la capilla de ese lugar, su residencia desde inicios del pontificado. El Evangelio de la genealogía, rico de los nombres de los parientes de Jesús, dio también ocasión al Papa para recordar con afecto en la homilía los nombres de algunos de los empleados presentes.
Dios jamás nos deja solos, sino siempre camina con nosotros. Francisco reflexionó sobre el Evangelio del día, centrado en la genealogía de Jesús, para resaltar la presencia del Señor en nuestra vida:
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“Una vez escuché que alguien decía: ‘¡Este pasaje del Evangelio parece la guía telefónica!’ No, es otra cosa: este pasaje del Evangelio es pura historia y tiene un argumento importante. Es pura historia, porque Dios, como decía San León Papa, Dios ha enviado a su Hijo. Y Jesús es consustancial al Padre, Dios, pero también consustancial a la Madre, una mujer. Y ésta es aquella consustancialidad de la Madre. Dios se ha hecho historia. Dios ha querido hacerse historia. Está con nosotros. Ha hecho el camino con nosotros”.
Después del primer pecado en el Paraíso, subrayó el Santo Padre, “Él tuvo esta idea: hacer el camino con nosotros”. Ha llamado a Abraham, “el primer nombrado en esta lista” y “lo ha invitado a caminar”. Y Abraham “ha comenzado aquel camino”. Y luego Isaac Jacob, Judas. “Y así va este camino en la historia”. Dios, afirmó el Pontífice, “camina con su pueblo. Dios no ha querido venir a salvarnos sin historia. Él ha querido hacer historia con nosotros”. Una historia, reveló, “que va de la santidad al pecado. En esta lista hay santos”, “pero en esta lista hay también pecadores”:
“Los pecadores de alto nivel, que han cometido grandes pecados. Y Dios ha hecho historia con ellos. Pecadores, que no han respondido a todo aquello que Dios pensaba para ellos. Pensemos en Salomón, tan grande, tan inteligente, y terminó, pobre, allí, ¡sin saber cómo se llamaba! Pero Dios estaba con él . Y esto es lo hermoso, ¿no? Dios es consustancial a nosotros. Hace historia con nosotros. Aún más: cuando Dios quiere decir quién es, dice ‘Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y Jacob’. Pero ¿cuál es el apellido de Dios? Somos nosotros, cada uno de nosotros. Él toma de nosotros nuestro nombre para hacerlo suyo. ‘Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob, de Pedro, de Marietta, de Armony, de Marisa, de Simone, ¡de todos!’ De nosotros toma el apellido. El apellido de Dios es cada uno de nosotros”.
“Él, nuestro Dios – agregó el Papa – ha hecho historia con nosotros, ha tomado el apellido de nuestro nombre”, “se ha dejado escribir la historia por nosotros”. “Nosotros – reflexionó– escribimos esta historia de gracia y pecado y Él va tras nosotros”. Ésta, recalcó, “es la humildad de Dios, la paciencia de Dios, el amor de Dios. ¡Es nuestro!” Y esto, constató, hace conmover. “Tanto amor, tanta ternura, por tener un Dios así”:
“Su alegría fue compartir su vida con nosotros. El Libro de la Sabiduría dice que el gozo del Señor está entre los hijos del hombre, con nosotros. Acercándose la Navidad, es bueno pensar: si Él ha hecho su historia con nosotros, si Él ha tomado su nombre de nosotros, si Él ha dejado que nosotros escribiésemos su historia, al menos dejemos que Él nos escriba nuestra historia. Y aquella es la santidad: ‘Dejar que el Señor escriba nuestra historia’. Y este es un deseo de Navidad para todos nosotros. ¡Que el Señor te escriba la historia y que tú dejes que Él te la escriba. Así sea!”
(RC-RV)
UNA NUEVA PRIMAVERA ESPIRITUAL
«Si se promueve la lectio divina con eficacia, estoy convencido de que producirá una nueva primavera espiritual en la Iglesia… La lectura asidua de la Sagrada Escritura acompañada por la oración permite ese íntimo diálogo en el que, a través de la lectura, se escucha a Dios que habla, y a través de la oración, se le responde con una confiada apertura del corazón… No hay que olvidar nunca que la Palabra de Dios es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro camino»
Benedicto XVI, 16 septiembre 2005