(RV).- (Con audio y video) Ante la presencia de varios miles de fieles y peregrinos de numerosos países la Plaza de San Pedro volvió a vestirse de fiesta. En esta ocasión también estuvieron presentes los muchachos de la Acción Católica de la diócesis de Roma, que participaron en la iniciativa llamada “Caravana de la Paz”, junto al Cardenal Vicario del Papa, Agostino Vallini y procedieron, desde el estudio del Santo Padre a la liberar algunas palomas, símbolo de la paz.
El Papa Francisco reflexionó sobre el Evangelio dominical que narra el inicio de la vida pública de Jesús en las ciudades y aldeas de Galilea, cuya misión parte de una zona periférica, despreciada por los judíos más observantes, por lo que el profeta Isaías la indica como “Galilea de los gentiles”.
Se trata de una tierra de frontera – explicó el Santo Padre – una zona de tránsito donde se encuentran personas de diferentes razas, culturas y religiones. Galilea se convierte así en el lugar simbólico para la apertura del Evangelio a todos los pueblos. Desde este punto de vista – prosiguió – Galilea se parece al mundo de hoy en el que coexisten diversas culturas, necesidad de comparación y de encuentro. Por esta razón afirmó que “también nosotros estamos inmersos cada día en una ‘Galilea de los gentiles’, y en este tipo de contexto podemos asustarnos y ceder a la tentación de construir cercos para estar más seguros, más protegidos. Pero Jesús – afirmó el Papa Bergoglio – nos enseña que la Buena Noticia no está reservada a una parte de la humanidad, sino que hay que comunicarla a todos. Es un buen anuncio destinado a cuantos lo esperan, pero también a quienes, tal vez, no esperan más, y no tienen ni siquiera la fuerza de buscar y de pedir.
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Después de rezar a la Madre de Dios, el Papa recordó la celebración de la Jornada Mundial de los enfermos de lepra. Enfermedad que, aun estando en regresión, afecta aún, lamentablemente, a muchas personas que viven en condiciones de grave miseria. Por eso afirmó que es importante mantener viva la solidaridad con estos hermanos y hermanas, a quienes el Pontífice les aseguró su cercanía en la oración, junto a todos los que los asisten y se empeñan para eliminar esta enfermedad.
El Santo Padre también manifestó su cercanía en la oración a Ucrania, en particular a cuantos han perdido la vida en estos días y a sus familias. Y manifestó su deseo de que se desarrolle un diálogo constructivo entre las instituciones y la sociedad civil para que, evitando todo recurso a acciones violentas, prevalezcan en el corazón de cada uno el espíritu de paz y la búsqueda del bien común.
De la misma manera el Obispo de Roma recordó que en los próximos días millones de personas que viven en Extremo Oriente o esparcidas en varias partes del mundo, entre los cuales chinos, coreanos y vietnamitas, celebran el Año nuevo lunar. De ahí que les deseara a todos ellos una existencia colmada de alegría y de esperanza. “Que el anhelo irrefrenable a la fraternidad – dijo – que albergan en su corazón, encuentre en la intimidad de la familia el lugar privilegiado donde pueda ser descubierto, educado y realizado. Esta será una preciosa contribución a la construcción de un mundo más humano, en el que reina la paz.
El Papa Francisco recordó además que el sábado en Nápoles fue proclamada Beata María Cristina de Savoya, quien vivió a mediados del siglo XIX, Reina de las dos Sicilias. De esta mujer de profunda espiritualidad y de gran humildad que supo hacerse cargo de los sufrimientos de su pueblo, convirtiéndose en verdadera madre de los pobres, el Pontífice afirmó que “su extraordinario ejemplo de caridad testimonia que la vida buena del Evangelio es posible en todo ambiente y condición social”.
Entre los saludos del Obispo de Roma a los diversos grupos de fieles y peregrinos de Italia y de otros países, destacamos los dirigidos a los estudiantes de Cuenca, en España, y a las muchachas de Panamá.
El Papa también expresó su cercanía a las poblaciones inundadas por el aluvión en la región italiana de Emilia.
Y, por último, antes de desear feliz domingo y buen almuerzo, se dirigió a los muchachos y muchachas de la Acción Católica de la Diócesis de Roma, quines también este año, acompañados por el Cardenal Vicario, acudieron a la Plaza de San Pedro en gran número al término de su “Caravana de la Paz”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).
Texto completo de la alocución del Papa Francisco antes del rezo del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! El Evangelio de este domingo narra los inicios de la vida pública de Jesús en las ciudades y aldeas de Galilea. Su misión no parte de Jerusalén, es decir del centro religioso, social y político, sino de una zona periférica, despreciada por los judíos más observantes, con motivo de la presencia en aquella región de diversas poblaciones; por ello el profeta Isaías la indica como “Galilea de los gentiles” (Is 8, 23).
Es una tierra de frontera, una zona de tránsito donde se encuentran personas diferentes por raza, cultura y religión. Galilea se convierte así en el lugar simbólico para la apertura del Evangelio a todos los pueblos. Desde este punto de vista, Galilea se parece al mundo de hoy: comprendida por diversas culturas, necesidad de confrontación y de encuentro. También nosotros estamos inmersos cada día en una “Galilea de los gentiles”, y en este tipo de contexto podemos asustarnos y ceder a la tentación de construir recintos para estar más seguros, más protegidos. Pero Jesús nos enseña que la Buena Noticia no está reservada a una parte de la humanidad, hay que comunicarla a todos. Es un buen anuncio destinado a cuantos lo esperan, pero también a quienes, tal vez, ya no esperan, y ni siquiera tienen la fuerza de buscar y de pedir.
Partiendo de Galilea, Jesús nos enseña que nadie está excluido de la salvación de Dios, más bien, que Dios prefiere partir desde la periferia, de los últimos, para alcanzar a todos. Nos enseña un método, su método, que expresa el contenido, es decir la misericordia del Padre. “Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 20).
Jesús comienza su misión no sólo desde un lugar descentrado, sino también a partir de hombres que se dirían “de bajo perfil”. Para elegir a sus primeros discípulos y futuros apóstoles, no se dirige a las escuelas de los escribas y doctores de la Ley, sino a las personas humildes y sencillas, que se preparan con empeño a la llegada del Reino de Dios. Jesús va a llamarlos allí donde trabajan, en la ribera del lago: son pescadores. Los llama, y ellos lo siguen inmediatamente. Dejan las redes y van con Él: su vida se convertirá en una aventura extraordinaria y fascinante.
Queridos amigos y amigas, ¡el Señor llama también hoy! Pasa por los caminos de nuestra vida cotidiana; también hoy, en este momento, aquí, el Señor, pasa por la plaza. Nos llama a ir con Él, a trabajar con Él por el Reino de Dios, en las “Galileas” de nuestros tiempos. Cada uno de ustedes piense: el Señor pasa hoy, el Señor me mira, ¡me está mirando! ¿Qué me dice el Señor?
Y si alguno de ustedes oye que el Señor le dice: “sígueme”, sea valiente, vaya con Él; Él no decepciona jamás. ¡Dejemos alcanzarnos por su mirada, por su voz, y sigámoslo! “Para que la alegría del Evangelio llegue hasta a los confines de la tierra y ninguna periferia se prive de su luz” (Ibíd., 288)
(Traducción de Griselda Mutual – RV).
UNA NUEVA PRIMAVERA ESPIRITUAL
«Si se promueve la lectio divina con eficacia, estoy convencido de que producirá una nueva primavera espiritual en la Iglesia… La lectura asidua de la Sagrada Escritura acompañada por la oración permite ese íntimo diálogo en el que, a través de la lectura, se escucha a Dios que habla, y a través de la oración, se le responde con una confiada apertura del corazón… No hay que olvidar nunca que la Palabra de Dios es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro camino»
Benedicto XVI, 16 septiembre 2005