En esta fecha la comunidad católica recuerda a San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen María y por tanto, abuelos de Jesús. Por ello, lo conmemora con alegría como el Día de los Abuelos como una oportunidad de celebrar también la vida en familia, pequeña Iglesia doméstica. ¿Qué representa un abuelo, una abuela? Lo valioso de ser la raíz de la vida en el núcleo cercano de hijos y nietos; que en su edad mayor han comprendido que el don de la vida “es demasiado bello y precioso como para no cansarse de él”. Así recorren ese tramo de su existencia con su belleza y sus propias tareas, derramando a los suyos el inconfundible apoyo que puede dar el amor. Conscientes de sus años maduros, los abuelos son parte del proyecto divino en el que colaboran al transmitir su experiencia y sabiduría a sus nietos que asoman al camino de la existencia como una vez lo hicieron con sus hijos. Esos abuelos, que a pesar de sus limitaciones, buscan día a día el camino de la madurez espiritual son por ello testimonio de crecimiento para su ámbito familiar. Así, honrar a los abuelos, con cariño y dedicación, es también honrar a la misma vida. Yo quiero saludar a todos los abuelos en su día y por tal motivo les acerca la oración que para ellos escribió el Papa Benedicto XVI: “Señor Jesús, tú naciste de la Virgen María, hija de San Joaquín y Santa Ana. Mira con amor a los abuelos, protégelos. Son una fuente de enriquecimiento para las familias, para la Iglesia y para toda la sociedad ¡Sosténlos! Que cuando envejezcan sigan siendo para sus familias pilares fuertes de la fe evangélica, custodios de sus nobles ideales, tesoros vivos de sólidas tradiciones religiosas. Señor, ayúdales a vivir serenamente y a sentirse acogidos durante todos los años de vida que les concedas”. Que así sea
UNA NUEVA PRIMAVERA ESPIRITUAL
«Si se promueve la lectio divina con eficacia, estoy convencido de que producirá una nueva primavera espiritual en la Iglesia… La lectura asidua de la Sagrada Escritura acompañada por la oración permite ese íntimo diálogo en el que, a través de la lectura, se escucha a Dios que habla, y a través de la oración, se le responde con una confiada apertura del corazón… No hay que olvidar nunca que la Palabra de Dios es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro camino»
Benedicto XVI, 16 septiembre 2005