(RV).- El
Santo Padre Francisco se encontró con el Clero, los religiosos y
seminaristas de Ecuador en un emocionante encuentro en el Santuario de El
Quinche, a quienes les explicó que la Virgen María “discipuleó toda
su vida, fue la primera discípula de su Hijo”.
A pesar de
tener un discurso preparado con anterioridad, el Papa aseguró que “no le
apetecía leer” y que entregaría el texto que tenía escrito, pero que prefería
hablar espontáneamente. Así entre continuos aplausos les habló de diferentes
temas, y les aconsejó “como padre y hermano”, que todas las noches antes
de dormir recen para que se resitúen en la “gratuidad”. Les pidió que no
cayeran o que no se dejaran caer en una “enfermedad muy peligrosa”: el alzheimer
espiritual, “no pierdan la memoria, la memoria de donde me sacaron (…) no
renieguen las raíces”.
En el texto
que había preparado el Papa explicaba que al igual que la Virgen, los
religiosos han recibido una vocación, y su ejemplo es una invitación a servir
como ella, y en este sentido escribió que los consagrados “no hemos
venido a ser servidos, sino a servir, y lo hacemos con pleno desprendimiento,
sin bastón y sin morral”. En este contexto el Vicario de Cristo aseguró que la
Presentación de la Virgen le evoca la perseverancia, “María no mira hacia atrás
y, en una clara referencia a la admonición evangélica, marcha decidida hacia
delante”, y esto supone unir nuestra suerte con la de Jesús hasta el final.
Francisco pidió en su texto que caminaran juntos, sosteniéndose unos a otros y
pidiendo con humildad el don de la perseverancia, “Qué lindo es cuando la
Iglesia persevera en su esfuerzo por ser casa y escuela de comunión, cuando
generamos esto que me gusta llamar la cultura del encuentro”.
Concluyendo
el Obispo de Roma encomendó la vocación de todos a la Madre de Dios para que
les dé la alegría de salir a llevar el Evangelio de su Hijo Jesús, hasta los
confines, “hasta las periferias de nuestro querido Ecuador”.
(MZ-RV)
Texto
completo del discurso pronunciado por el Papa Francisco (Versión
no oficial)
Buenos
días, hermanos y hermanas:
en estos
dos días, 48 horas que tuve contacto con ustedes, noté que había algo raro,
perdón, algo raro en el pueblo ecuatoriano. Todos los lugares donde voy,
siempre el recibimiento es alegre, contento, cordial, religioso, piadoso, en
todos lados. Pero acá había en la piedad, en el modo, por ejemplo, en pedir la
bendición desde el más viejo ¡hasta la ‘wawa’, que lo primero que aprendes es
hacer así! ¡Había algo distinto! Y yo también tuve la tentación como el obispo
de Sucumbíos de preguntar ¿cuál es la receta de este pueblo? ¿Cuál es? Y, me
daba vuelta en la cabeza y rezaba, le pregunté a Jesús varias veces en la
oración ¿qué tiene este pueblo de distinto? Y esta mañana, orando, se me impuso
aquella consagración al Sagrado Corazón.
Continúa
Pienso que
se los debo decir como un mensaje de Jesús: todo esto de riqueza que tienen
ustedes, de riqueza espiritual, de piedad, de profundidad, viene de haber
tenido la valentía - porque fueron momentos muy difíciles - la valentía de
consagrar la nación al Corazón de Cristo, ese Corazón divino y humano que nos
quiere tanto. Y yo los noto un poco con eso: divino y humano. Seguro que son
pecadores, yo también pero…pero el Señor perdona todo y… ¡custodien eso! Y
después, pocos años después la consagración al Corazón de María. No olviden,
esa consagración es un hito en la historia del pueblo de Ecuador y de esa
consagración siento como que le viene esa gracia que tienen ustedes, esa
piedad, esa cosa que los hace distintos.
Hoy tengo
que hablarle a los sacerdotes, a los seminaristas, las religiosas, a los
religiosos y decirles algo: tengo un discurso preparado, pero no tengo ganas de
leer. Así que se lo doy al Presidente de la Conferencia de Religiosos para que
lo haga público después, para que lo haga público después. Y pensaba en la
Virgen, pensaba en María, dos palabras de María: acá me está fallando la
memoria pero no sé si dijo alguna otra ¿eh?
“Hágase en
mí”. Bueno sí, pidió explicaciones de que porqué la elegían a ella, al ángel
ahí. Pero dice “Hágase en mí”. Y otra palabra “hagan lo que Él les diga”. María
no protagonizó nada. ‘Discipuleó’ toda su vida. La primera discípula de su
hijo. Y tenía conciencia de que todo lo que ella había traído era pura
gratuidad de Dios. Conciencia de ‘gratuidad’. Por eso, hágase, hagan, que se
manifieste la gratuidad de Dios. Religiosas, religiosos, sacerdotes,
seminaristas. Todos los días vuelvan, hagan ese camino de retorno hacia la
gratuidad con que Dios los eligió. Ustedes no pagaron entrada para entrar al
seminario, para entrar a la vida religiosa. No se lo merecieron. Si algún
religioso, sacerdote o seminarista o monja que hay aquí cree que se lo mereció,
que levante la mano. Todo gratuito. Y toda la vida de un religioso, de una
religiosa, de un sacerdote y de un seminarista que va por ese camino, y bueno,
ya que estamos digamos ‘y de los obispos’ tiene que ir por este camino de la
gratuidad, volver todos los días: “Señor, hoy hice esto, me salió bien esto,
tuve esta dificultad, todo esto pero”…todo viene de Vos, todo es gratis, esa
gratuidad. Somos objeto de gratuidad de Dios. Si olvidamos esto, lentamente,
nos vamos haciendo importantes. “Y mirá vos, a este…qué obras que está haciendo
y..” o “mirá vos a este lo hicieron obispo de tal…qué importante, a este lo hicieron
monseñor, o a este…” Y ahí, lentamente nos vamos apartando de esto que es la
base, de lo que María nunca se apartó: la gratuidad de Dios. Un consejo de
hermano: todos los días, a la noche quizás es lo mejor, antes de irse a dormir,
una mirada a Jesús y decirle: “todo me lo diste gratis” y volverse a situar.
Entonces cuando me cambian de destino o cuando hay una dificultad, ¡no pataleo,
porque todo es gratis, no merezco nada! ¡Eso hizo María!
San Juan
Pablo II, en la Redemptoris Mater, - que les recomiendo que la lean, sí,
agárrenla, léanla - es verdad, el Papa San Juan Pablo II tenía un estilo de
pensamiento circular, profesor, pero era un hombre de Dios, entonces hay que
leerla varias veces para sacarle todo el jugo que tiene. Y dice que quizás María
- no recuerdo bien la frase, estoy citando, pero quiero citar el hecho - en el
momento de la cruz de su fidelidad hubiera tenido ganas de decir: “¿Y éste me
dijeron que iba salvar Israel? ¡Me engañaron!” Y no lo dijo. Ni se permitió
decirlo, porque era la mujer que sabía que todo lo había recibido
‘gratuitamente’. Consejo de hermano y de padre: todas las noches re-sitúense en
la gratuidad. Y digan: “Hágase, gracias porque todo me lo diste Vos”. Una
segunda cosa que les quisiera decir: es que cuiden la salud pero, sobre todo,
cuiden de no caer en una enfermedad, una enfermedad que es media peligrosa
para… o del todo peligrosa para los que el Señor nos llamó gratuitamente a
seguirlo o a servirlo. No caigan en el “Alzheimer espiritual”, no pierdan la
memoria, sobre todo, la memoria de dónde me sacaron. La escena esa de…
del profeta Samuel cuando es enviado a ungir al Rey de Israel, va a Belén, a la
casa de un señor que se llama Jesé, que tiene 7, 8 hijos, no sé, y Dios le dice
que entre esos hijos va estar el Rey. Y claro, lo ve y dice “debe ser éste
porque, el mayor, era alto, grande, apuesto, parecía valiente…Y Dios le dice:
“No, no es ése”. La mirada de Dios es distinta a la de los hombres.
Y así los
hace pasar a todos los hijos y Dios les dice: “no, no es”. No se
encuentra, no sabe qué hacer el profeta, entonces le pregunta al padre: “che
¿no tenés otro?” Y le dice: “si está el más chico cuidando las cabras o las
ovejas, mandalo a llamar. Y viene el mocosito que tendría 17, 18 años, no sé, y
Dios le dice: “ése es”. Lo sacaron detrás del rebaño. Y otro profeta cuando
Dios le dice que haga ciertas cosas como profeta “pero yo quien soy si a mí me
sacaron de detrás del rebaño”. No se olviden de dónde los sacaron. No renieguen
las raíces.
San Pablo
se ve que intuía este peligro de perder la memoria y a su hijo más
querido, el obispo Timoteo a quien él ordenó, le da consejos pastorales pero
hay uno que, que toca el corazón: “no te olvides de la fe que tenía tu abuela y
tu madre”, es decir, no te olvides de dónde te sacaron, no te olvides de tus
raíces, no te sientas ‘promovido’.
La
gratuidad es una gracia que no puede convivir con la promoción y cuando un
sacerdote, un seminarista, un religioso, una religiosa entra ‘en carrera’, no
digo mal, en carrera humana, empieza a enfermarse de Alzheimer espiritual y
empieza a perder la memoria de dónde me sacaron.
Dos
principios para ustedes sacerdotes, consagrados y consagradas: todos los días
renueven el sentimiento de que todo es gratis, el sentimiento de gratuidad de
la elección de cada uno de ustedes, ninguno la merecimos y pidan la gracia de
no perder la memoria, de no sentirse más importante. Y es muy triste cuando uno
ve a un sacerdote, un consagrado, una consagrada que en su casa hablaba el
dialecto o hablaba otra lengua, una de esas nobles lenguas antiguas tienen los
pueblos. Ecuador cuántas tiene y es muy triste cuando se olvidan de la lengua,
es muy triste cuando no la quieren hablar, eso significa que se olvidaron de
dónde los sacaron.
No se
olviden de eso, pidan esa gracia de la memoria, y esos son los dos principios
que quisiera marcar, y esos dos principios si los viven, pero todos los días,
es un trabajo de todos los días, todas las noches recordar esos dos principios
y pedir la gracia. Esos dos principios si los viven les van a dar en la vida,
los van a hacer vivir con dos actitudes.
Primero el
servicio. Dios me eligió, me sacó para qué, para servir y el servicio que me es
peculiar a mí, no que tengo mi tiempo, que tengo mis cosas, que tengo esto, que
no, que ya cierro el despacho, que esto, que si tendría que ir a bendecir las
casas pero, estoy cansado o… hoy pasan una telenovela linda por televisión y
entonces - para las monjitas - y entonces, servicio, servir, servir, y no
hacer otra cosa, y servir cuando estamos cansados y servir cuando la gente nos
harta.
Me decía un
viejo cura, que fue toda su vida profesor en colegios y universidad, enseñaba
literatura, letras, un genio. Cuando se jubiló le pidió al provincial que lo
mandara a un barrio pobre, a un barrio, esos barrios que se forman de gente que
viene, que emigran buscando trabajo, gente muy sencilla. Y este religioso
estaba, una vez por semana iba a su comunidad, y hablaba, era muy inteligente y
la comunidad era una comunidad de facultad de teología, entonces hablaba con
los otros curas de teología al mismo nivel pero un día le dice a uno: ustedes
que son…¿quién da el tratado de Iglesia aquí? El profesor. Te faltan dos tesis
¿cuáles? El santo pueblo fiel de Dios es esencialmente olímpico, se hace lo que
quiere y ontológicamente hartante.
Y eso tiene
mucha sabiduría porque quien va por el camino del servir tiene que dejarse
hartar sin perder la paciencia porque está al servicio, ningún momento le
pertenece, ningún momento le pertenece. Estoy para servir, servir en lo que
debo hacer, servir delante del sagrario, pidiendo por mi pueblo, pidiendo por
mi trabajo, por la gente que Dios me ha encomendado.
Servicio,
mezclalo con lo de gratuidad y entonces aquello de Jesús: lo que recibiste
gratis dalo gratis, por favor. Por favor no cobren la Gracia, por favor, que
nuestra pastoral sea gratuita y es tan feo cuando uno va perdiendo este sentido
de gratuidad y se transforma, sí hace cosas buenas, pero ha perdido eso.
Y lo
segundo, la segunda actitud que se ve en un consagrado, una consagrada, un
sacerdote que vive esta gratuidad y esta memoria, estos dos principios que dije
al principio, gratuidad y memoria, es el gozo y la alegría y es un regalo de
Jesús ese, es un regalo que Él da, que Él nos da si se lo pedimos y si no nos
olvidamos de esas dos columnas, de nuestra vida sacerdotal o religiosa, que son
el sentido de gratuidad, renovado todos los días y no perder la memoria de
dónde nos sacaron.
Yo les
deseo esto. “Si, padre usted nos habló que quizá la receta de nuestro pueblo
era…” Somos así por lo del Sagrado Corazón, si es verdad eso, pero yo les
propongo otra receta que va en la misma línea, en la misma de la del Corazón de
Jesús. Sentido de gratuidad, Él se hizo nada, se abajó, se humilló, se hizo
pobre para enriquecernos con su pobreza, pura gratuidad y sentido de la
memoria… Y hacemos memoria de las maravillas que hizo el Señor en nuestra vida.
Que el
Señor les conceda esta gracia a todos, nos las conceda a todos los que estamos
aquí y que siga, iba a decir premiando, siga bendiciendo a este pueblo
ecuatoriano a quienes ustedes tienen que servir y son llamados a servir, los
siga bendiciendo con esa peculiaridad tan especial que yo noté desde el
principio al llegar acá. Que Jesús los bendiga y la Virgen los cuide.
Recemos
todos juntos al Padre, que nos dio todo gratuitamente, que nos mantiene la
memoria de Jesús con nosotros. (Padre nuestro…) Los bendiga Dios todo poderoso,
el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. Y por favor, por favor, les pido que
recen por mí, porque yo también siento muchas veces la tentación de olvidarme
de la gratuidad con la que Dios me eligió y de olvidarme de dónde me sacaron.
Pidan por mí.