Jesús “no se cansa de perdonar y nos aconseja” que hagamos lo mismo. El Papa se detuvo en su homilía sobre la exhortación del Señor a perdonar al hermano arrepentido, del que habla el Evangelio. Cuando Jesús pide que se perdone siete veces al día, observó el Obispo de Roma, “hace un retrato de sí mismo”. Jesús, prosiguió, “perdona” pero en este pasaje evangélico también dice: “Atención a quien causa escándalos”. No habla de pecado, sino de escándalo, que es otra cosa. Y añade que “es mejor para él que se le ponga una piedra de molino al cuello y se lo arroje al mar, antes de que escandalice a uno de estos pequeños”. De ahí que el Papa se preguntara qué diferencia hay entre “pecar y escandalizar”:
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“La diferencia es que quien peca y se arrepiente, pide perdón, se siente débil, se siente hijo de Dios, se humilla, y pide precisamente la salvación de Jesús. Pero de aquel otro que escandaliza, ¿qué cosa escandaliza? Que no se arrepiente. Sigue pecando, pero finge ser cristiano: la doble vida. Y la doble vida de un cristiano hace tanto mal, tanto mal. ‘¡Pero, yo soy un benefactor de la Iglesia! Meto la mano en el bolsillo y doy a la Iglesia. Pero con la otra mano, roba: al Estado, a los pobres… roba. Es un injusto. Ésta es doble vida. Y esto merece – lo dice Jesús, no lo digo yo – que le pongan en el cuello una muela de molino y sea arrojado al mar. No habla de perdón, aquí”.Y esto, subrayó el Pontífice, porque “esta persona engaña”, y “donde está el engaño, no está el Espíritu de Dios. Ésta es la diferencia entre pecador y corrupto”. Quien “conduce una doble vida – dijo – es un corrupto”. Diverso es quien “peca y quisiera no pecar, pero es débil” y “va a lo del Señor” y pide perdón: “¡a ese el Señor lo quiere! Lo acompaña, y está con él”:
“Y nosotros debemos decirnos pecadores, sí, ¡todos, aquí, eh!, todos lo somos. Corruptos, no. El corrupto está fijo en un estado de suficiencia, no sabe qué cosa es la humildad. Jesús, a estos corruptos, les decía: ‘La belleza de ser sepulcros blanqueados, que parecen bellos, por afuera, pero dentro están llenos de huesos muertos y de putrefacción. Y un cristiano que se vanagloria de ser cristiano, pero que no hace vida de cristiano, es uno de estos corruptos. […] Todos conocemos a alguien que está en esta situación, ¡y cuánto mal hacen a la Iglesia! Cristianos corruptos, sacerdotes corruptos… ¡Cuánto mal hace a la Iglesia! Porque no viven en el espíritu del Evangelio, sino en el espíritu de la mundanidad”.
El Santo Padre recordó que San Pablo lo dice claramente en su Carta a los cristianos de Roma: “No se uniformen a este mundo”. Es más, precisó, el “texto original es más fuerte” porque afirma que no hay que “entrar en los esquemas de este mundo, en los parámetros de este mundo”. Esquemas, reafirmó, que “son esta mundanidad que te lleva a la doble vida”:
“Una podredumbre barnizada: ésta es la vida del corrupto. Y Jesús no les decía sencillamente 'pecadores' a estos, les decía: 'hipócritas'. Y qué bello, aquel otro, ¿no? ‘Si cometiera una culpa siete veces al días contra ti y siete veces viniera a ti diciendo: ‘Estoy arrepentido, soy pecador’, tu lo perdonarás’. Es lo que Él hace con los pecadores. Él no se cansa de perdonar, sólo con la condición de no querer hacer esta doble vida, de ir a Él arrepentidos: ‘¡Perdóname, Señor, soy pecador!’. ‘Pero, vas adelante, vas adelante: yo lo sé’. Y así es el Señor. Pidamos hoy la gracia al Espíritu Santo que huye de todo engaño, pidamos la gracia de reconocernos pecadores: somos pecadores. Pecadores, sí. Corruptos, no”.