Francisco, dirigiéndose a las religiosas, celebró a la Virgen María, imagen de la esperanza cristiana, que conocía y amaba a Jesús como ninguna otra criatura, y con quien estableció un vínculo de parentesco, incluso antes de dar a luz:
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“Se convierte en discípula y madre de su Hijo en el momento que acoge las palabras del Ángel y dice: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra". Este "hágase en mí" no es sólo aceptación, sino también apertura al futuro: ¡es esperanza! ¡Este "hágase en mí" es esperanza!”María es la Madre de la esperanza. A las monjas que le escuchan, y a la abadesa, el Papa recuerda todos los “sí” de la vida de María, desde la Anunciación, que son, de hecho, "el icono más expresivo de la esperanza cristiana":
“María no sabía cómo podía ser madre, pero se confió totalmente al misterio que iba a cumplirse, y se ha convertido en la mujer de la espera y de la esperanza”.
El Papa da cuenta de la María de Belén para el nacimiento de Jesús; la María, en Jerusalén para la presentación en el templo. María es consciente de cómo la misión y la identidad de aquel Hijo, que se hizo Maestro y Mesías, supera su ser madre y al mismo tiempo puede generar temor, así como las palabras de Simeón y su profecía de dolor. "Y sin embargo - dijo el Papa - ante todas estas dificultades y sorpresas del plan de Dios, la esperanza de la Virgen nunca flaquea".
“Esto nos dice que la esperanza se nutre de la escucha, la contemplación, la paciencia, para que los tiempos del Señor maduren”.
Incluso cuando María se convierte en la dolorosa al pie de la cruz, afirmó Francisco, su esperanza no cede, sino que la sostiene en la "espera vigilante de un misterio, mayor del dolor que está por cumplirse".
“Todo parece realmente acabado; cualquier esperanza podría decirse apagada. También ella, en ese momento, podría haber dicho, si no hubiera recordado las promesas de la Anunciación: "¡Esto no es cierto! ¡He sido engañada!". Y no lo hizo”.
María creyó. Su fe le ha hecho esperar con esperanza en el futuro de Dios. Una esperanza, que según el Santo Padre, hoy el hombre no logra tener.
“Muchas veces pienso: "¿Sabemos esperar el mañana de Dios, o queremos el hoy, el hoy, el hoy?". El futuro de Dios es para ella el amanecer de aquel día, el primero de la semana. Nos hará bien pensar en la contemplación, en el abrazo del hijo con la madre”.
En conclusión, observando aquella "lámpara encendida en el sepulcro de Jesús", que "es la esperanza de la madre", y en ese momento también "la esperanza de la humanidad", el Papa preguntó:
“¿... en los monasterios esta lámpara todavía está encendida? ¿En los monasterios se espera en el futuro de Dios?”
“María es, pues, el testimonio sólido de la esperanza -dijo el Obispo de Roma-, presente en cada momento de la historia de la salvación:
“Ella, la madre de la esperanza, nos sostiene en los momentos de oscuridad, de dificultad, de desaliento, de derrota aparente, en las verdaderas derrotas humanas. Que María, nuestra esperanza, nos ayude a hacer de nuestra vida una ofrenda grata al Padre Celestial, un regalo alegre para nuestros hermanos, una actitud que siempre mire hacia el futuro”.
ER RV