UNA NUEVA PRIMAVERA ESPIRITUAL


«Si se promueve la lectio divina con eficacia, estoy convencido de que producirá una nueva primavera espiritual en la Iglesia… La lectura asidua de la Sagrada Escritura acompañada por la oración permite ese íntimo diálogo en el que, a través de la lectura, se escucha a Dios que habla, y a través de la oración, se le responde con una confiada apertura del corazón… No hay que olvidar nunca que la Palabra de Dios es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro camino»

Benedicto XVI, 16 septiembre 2005


HISTORIA Y PASOS DE LA LECTIO DIVINA




INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO





martes, 15 de septiembre de 2015

HISTORIA DE LA VIRGEN DOLOROSA DEL PADRE CAYETANO ERRICO

Imagen de la Virgen Dolorosa venerada en su Santuario de Secondigliano, Nápoles.
En Secondigliano, barrio al norte de Nápoles, hay un santuario dedicado a la Virgen de los Dolores construido por san Cayetano Errico. En él se encuentra la estatua de madera que representa a la Dolorosa con los ángeles, encargada por el padre Cayetano hacia fines del año 1834 a uno de los más destacados escultores napolitanos de la época, Francesco Verzella, que trabajaba en un taller junto a la iglesia de san Nicola del Pozzo.
El mismo Cayetano Errico, en un relato del año 1846, cuenta de esta manera su propia experiencia, que tuvo lugar en el Colegio San Miguel de los padres redentoristas en Pagani: «Una noche, después de la meditación de los padres, habiéndome quedado en el coro, se me apareció el Beato Alfonso de Ligorio diciéndome que debía fundar una Congregación similar a la suya... Al año siguiente, habiendo regresado a dicho Colegio, se me apareció de nuevo el Beato Alfonso teniendo en frente la imagen de María Santísima, y me ordenó construir una iglesia de la Santísima Virgen Dolorosa en Secondigliano, como señal de la futura fundación.»
Verzella, realizó su trabajo: esculpió la estatua durante los primeros meses de 1835 siguiendo hasta en el más mínimo detalle el proyecto que le expuso Cayetano Errico. La imagen tiene dimensiones naturales, y muestra a la Madre dolorosa sentada sobre una piedra, al pie de la cruz donde había estado crucificado su Hijo. Su rostro tiene una belleza indescriptible; se le nota un dolor incomparable, combinado con una calma que sobrecoge. Tiene los ojos fijos en sus manos colocadas ahora sobre las rodillas; las mismas que previamente habían recibido y abrazado al Hijo muerto antes de su sepultura.
Se cuenta que, si bien las facciones logradas por el escultor eran perfectas y bellísima la expresión, no era la Virgen que don Cayetano quería; quizás la que él había visto en la aparición del coro de Pagani. Principalmente el rostro no reproducía su pensamiento; y el escultor debió rehacerlo, esculpirlo nuevamente y retocarlo varias veces. Pacientemente volvía a intentarlo una y otra vez. Después de muchas pruebas e intentos, apenas Errico la vio, exclamó ruborizado: “¡Ésta es...!”.
A su izquierda está el ángel consolador y a su derecha dos angelitos simbólicos. A sus pies están depositados los instrumentos de la pasión: los clavos, el martillo, la corona de espinas, las tenazas; y la lanza está puesta detrás de la cruz.
En medio de su profunda tristeza están presente la humilde docilidad de la anunciación y la sublime intuición esperanzada de la resurrección, de tal modo que el dolor cristiano no podría tener una representación plástica mejor lograda.
La imagen de la Dolorosa hizo su ingreso en Secondigliano en mayo o setiembre de aquel año, 1835, y la gente del lugar, que acudió masivamente para llevarla en procesión hasta su iglesia, apenas la vio quedó estupefacta. San Cayetano la presentó como “la Madre de Secondigliano” e invitó a todos a dirigirse a ella con una confianza ilimitada. Desde aquel día, la Dolorosa fue llamada “la Virgen de don Cayetano”, fórmula escogida y privilegiada de la piedad popular de aquella gente. Quien necesitaba gracias y consuelo, se arrodillaba a sus pies, recibiendo los favores celestiales pedidos; tanto es así que durante las epidemias de cólera de los años 1836-1837, 1854 y 1884, durante las erupciones del volcán Vesubio en los años 1854-55 y 1906, y durante las dos guerras mundiales, la gente dirigió su súplica confiada a la Virgen, y de muchas maneras pudo comprobar su maternal protección.
Al celebrarse el primer centenario de la llegada de la bendita imagen a Secondigliano, la misma recibió la coronación pontificia de manos del Cardenal Alejo Ascalesi, Arzobispo de Nápoles.