En el día de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, el
santo padre Francisco rezó el ángelus desde la ventana de su estudio que da
hacia la plaza de San Pedro, en donde decenas de miles de fieles y peregrinos
le esperaban. Y les dirigió las siguientes palabras.
«Queridos hermanas y hermanos, el mensaje de la fiesta fiesta
de hoy, de la Inmaculada Concepción de la Virgen María se puede resumir con
estas palabras: 'todo es gracia, todo es don gratuito de Dios y de su amor por
nosotros'.
El ángel Gabriel llama a María 'llena de gracia', en ella no
hay lugar para el pecado, porque Dios la ha elegido desde siempre madre de
Jesús y la preservó de la culpa original. Y María corresponde a la gracia y se
abandona diciéndole al Ángel: 'Hágase en mi según tu palabra'. No dice 'lo haré
según tu palabra', sino 'Hágase en mi...' y el Verbo se hizo carne en su
vientre. También a nosotros nos es pedido escuchar a Dios que nos habla y de
acoger su voluntad: ¡según la lógica evangélica nada obra más y más es profundo
que escuchar la Palabra del Señor! que viene del evangelio, de la Biblia, el
Señor nos habla siempre
La actitud de María de Nazaret nos muestra que el ser está
antes del hacer, y que es necesario dejar obrar a Dios para ser verdaderamente
como Él nos quiere. Es Él quien hace en nosotros tantas maravillas.
María es receptiva, no pasiva. Así como a nivel físico recibe
la potencia del Espíritu Santo, y después dona carne y sangre al Hijo de Dios
que se forma en ella, así en el plano espiritual, acoge la gracia y corresponde
a ella con la fe.
Por esto San Agustín afirma que la Virgen “ha concebido antes
en el corazón que en su vientre”. Ha concebido primero la Fe y después al
Señor. Este misterio de la acogida de la gracia, que en María por un privilegio
único, no tenía el obstáculo del pecado, es una posibilidad para todos. San
Pablo de hecho abre su carta a los Efesinos con estas palabras de alabanza:
'Bendito Dios, Padre del Señor nuestro Jesucristo, que nos ha bendecido con
cada bendición espiritual en los cielos en Cristo”.
Así como María es saludada por santa Elisabeth como 'Bendita
entre las mujeres', así también nosotros hemos sido 'bendecidos', o sea amados,
y por lo tanto 'elegidos antes de la creación del mundo para ser santos e
inmaculados.
María ha sido pre-servada, en cambio nosotros hemos sido
salvados gracias al bautismo y a la fe. A todos entretanto, sea ella que
nosotros, por medio de Cristo, “a alabanza del esplendor de su gracia', esa
gracia de la cual la Inmaculada ha sido colma en plenitud'.
Delante del amor, delante de la misericordia, de la gracia
divina derramada en nuestros corazones, la consecuencia que se impone es una
sola: la gratuidad.
Nadie de nosotros puede comprar la Salvación, la Salvación es
un don gratuito del Señor que viene del Señor, y habita dentro de nosotros. Así
como hemos recibido gratuitamente, así gratuitamente estamos llamados a dar. A
imitación de María que después de haber acogido el anuncio del Ángel, va a
compartir el don de la fecundidad con su pariente Elisabeth.
Porque si todo nos ha sido donado, todo tienen que ser
nuevamente donado. ¿De qué manera?Dejando que el Espíritu Santo haga de
nosotros un don para los otros; que nos haga volver instrumentos de acogida.
El Espíritu Santo es don para nosotros y nosotros con la
fuerza del Espíritu deberemos ser don para los demás; que nos haga volver
instrumentos de reconciliación y de perdón. Si nuestra existencia se deja transformar
por la gracia del Señor, porque la gracia del Señor nos transforma ¿Verdad?
No podemos retener la luz que viene de su rostro, pero la
dejaremos pasar para que ilumine a los otros. Aprendamos de María, que ha
tenido constantemente la mirada fija en el Hijo, y su rostro se ha vuelto 'el
rostro de Cristo que más le asemeja'. Y a ella nos dirigimos ahora con la
oración que recuerda el anuncio del Ángel».
El papa Francisco reza la oración del ángelus. Y después
dirige las siguientes palabras:
«Queridos hermanos y hermanas, saludo a todos con afecto,
especialmente a las familias y los grupos parroquiales. Saludo a los fieles de
Rocca di Papa, al parroco, a los maratones, los ciclistas, y bendigo su flama.
Saludo a los grupos de Felline (Lecce), a la asociación 'Completamente tuoi' y
a los jóvenes de Carugate.
En esta fiesta de la Acción Católica Italiana, vive la
renovación de la adhesión. Dirijo un pensamiento especial a todas las
asociaciones diocesanas y parroquiales. La Virgen Inmaculada bendiga a la Acción
Católica y la vuelva cada vez más, una escuela de santidad y de generoso
servicio a la Iglesia y al mundo.
Hoy por la tarde iré a Santa María la Mayor para saludar a la
Salus Populi Romani, y después a la Plaza de España, para renovar el
tradicional homenaje de oración a los pies del monumento a la Inmaculada; será
una tarde toda dedicada a la Virgen. Les pido de unirse espiritualmente a mi,
en esta peregrinación, que expresa la devoción filial a nuestra Madre celeste.
Y no se olviden: la salvación es gratuita, nosotros hemos recibido esta
gratuidad, esta gracia, y tenemos que darla. Hemos recibido el don y tenemos
que volver a darlo a los otros.
A todos les deseo buena fiesta y un buen camino de Adviento
bajo la guía de la Virgen María. Por favor, por favor no se olviden de rezar
por mi».
Y concluyó con sus ya conocidas palabras de despedida:
"¡Buon pranzo e arrivederci!"