UNA NUEVA PRIMAVERA ESPIRITUAL


«Si se promueve la lectio divina con eficacia, estoy convencido de que producirá una nueva primavera espiritual en la Iglesia… La lectura asidua de la Sagrada Escritura acompañada por la oración permite ese íntimo diálogo en el que, a través de la lectura, se escucha a Dios que habla, y a través de la oración, se le responde con una confiada apertura del corazón… No hay que olvidar nunca que la Palabra de Dios es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro camino»

Benedicto XVI, 16 septiembre 2005


HISTORIA Y PASOS DE LA LECTIO DIVINA




INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO





jueves, 11 de julio de 2013

El papel de los sacerdotes y pastores en busca de las ovejas solas o alejadas según el Papa Francisco


(RV).- (Con audio) RealAudioMP3 En menos de cuatro meses de pontificado, el Papa Francisco ha hablado asiduamente de cómo concibe el papel de los sacerdotes, que para él deben ser pastores humildemente al servicio de su rebaño. 
Las palabras del Papa han entrado ya dentro de la vida cotidiana de la Iglesia y Francisco se refiere con frecuencia al Evangelio que presenta la llamada y el envío de los Apóstoles por parte de Jesús. 
El concepto es sencillo, incluso si la tecnología difusa, con su “aire tan limpio” y un poco esnob, nos ha hecho a todos un poco como ella, es decir “asépticos”, mientras quien ejerce un oficio de esos prácticos, donde las manos se ensucian, lleva consigo el olor de lo que hace. El olor de la tierra, el olor del mar o el del establo, o incluso ese olor “dulce” de la madera o el “acre” del cuero. 
Olores que son la “segunda piel”, o quizá la primera de un campesino, de un carpintero, de un pescador o de cualquier artesano. Y ésta es la “piel” que el Papa Francisco quiere como “vestido” para quien ejerce el “oficio” de sacerdote, como aclaró con esa extraordinaria ocurrencia del pasado Jueves Santo que pronunció desde el altar de la cátedra en la basílica de San Pedro y que dio la vuelta al mundo en el tiempo de un tweet:
“Esto yo les pido: sean pastores con olor a oveja”. (Misa Crismal, 28 de marzo).
Por tanto, el sacerdote debe tener el olor de las almas que apacienta. Y, además, indicaba el Papa en aquella circunstancia, con otra fragancia: el óleo de Cristo, el Ungido de Dios que vino a derramar sobre la humanidad su sustancia divina. “El buen sacerdote – afirma Francisco – se reconoce por como es ungido su pueblo; ésta – dice – es una prueba clara”: 
“Cuando la gente nuestra anda ungida con óleo de alegría se le nota: por ejemplo, cuando sale de la misa con cara de haber recibido una buena noticia (…) Y cuando siente que el perfume del Ungido, de Cristo, llega a través nuestro, se anima a confiarnos todo lo que quieren que le llegue al Señor: ‘Rece por mí, padre, que tengo este problema...’. ‘Bendígame, padre’, y ‘rece por mí’ son la señal de que la unción llegó a la orla del manto, porque vuelve convertida en súplica, súplica del Pueblo de Dios. (...) El sacerdote que sale poco de sí, que unge poco (...) en vez de mediador, se va convirtiendo poco a poco en intermediario, en gestor”. (Misa Crismal, 28 marzo).
El “sacerdote-gestor” es una de las variaciones del ministerio sacerdotal que quizá más inquieta al Papa Francisco. El olor que emana de los hábitos de este tipo de presbítero, da a entender, puede ser socialmente refinado cuanto cristianamente falso, porque el olor de un pastor puede ser de un tipo y no de otros:
“Son pastores, no funcionarios. Son mediadores, no intermediarios. (...) Tengan siempre presente el ejemplo del Buen Pastor, que no vino para ser servido, sino para servir, y buscar y salvar lo que estaba perdido”. (Ordenación de nuevos sacerdotes, 21 de abril).
En el Evangelio – observaba el Papa Francisco en su encuentro con la diócesis de Roma hace tres semanas – hay un pasaje del Evangelio que “habla del pastor que, cuando vuelve al redil, se da cuenta de que falta una oveja, deja a las 99 y va a buscarla”. “Va a buscar una”, subrayaba, y exclamaba después llamando en causa a todos los cristianos: “¡Nosotros tenemos una; nos faltan las 99! Debemos salir, debemos ir con ellas”:
“Esta es una gran responsabilidad y debemos pedir al Señor la gracia de la generosidad y el valor y la paciencia para salir, para salir a anunciar el Evangelio. Ah, esto es difícil. Es más fácil quedarse en casa, con esa única oveja. Es más fácil con esa oveja, peinarla, acariciarla... pero nosotros sacerdotes, también vosotros cristianos, todos: el Señor nos quiere pastores, no peinadores de ovejas; ¡pastores! (Asamblea diocesana de Roma, 17 de junio). 
Y así como un rebaño no pude prescindir de la guía del pastor, un pastor no existe sin una grey a ala que pastorear:
“Al final un obispo no es obispo para sí mismo, es para el pueblo; y un sacerdote no es sacerdote para sí mismo, es para el pueblo: al servicio de, para hacer crecer, para pastorear al pueblo, precisamente al rebaño, ¿no? Para defenderlo de los lobos. ¡Es bello pensar esto! Cuando en este camino el obispo hace eso es una bella relación con el pueblo, como el obispo Pablo hizo con su pueblo, ¿no? Y cuando el sacerdote tiene esa bella relación con el pueblo, nos da un amor: viene un amor entre ellos, un verdadero amor, y la Iglesia se vuelve unida”. (Misa en la capilla de Santa Marta, 15 de mayo).
(María Fernanda Bernasconi – RV).