UNA NUEVA PRIMAVERA ESPIRITUAL


«Si se promueve la lectio divina con eficacia, estoy convencido de que producirá una nueva primavera espiritual en la Iglesia… La lectura asidua de la Sagrada Escritura acompañada por la oración permite ese íntimo diálogo en el que, a través de la lectura, se escucha a Dios que habla, y a través de la oración, se le responde con una confiada apertura del corazón… No hay que olvidar nunca que la Palabra de Dios es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro camino»

Benedicto XVI, 16 septiembre 2005


HISTORIA Y PASOS DE LA LECTIO DIVINA




INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO





viernes, 19 de septiembre de 2014

Viernes 19 de Septiembre 2014: Fiesta de San Genaro, Patrono de Nápoles.


En el año 305, durante la persecución de Diocleciano y Maximiano, Genaro es encarcelado, junto con los amigos que le acompañan, por los soldados del gobernador de la ciudad, que lo reconocen en el camino cuando se dirige a visitar a un diácono llamado Festo que estaba en la cárcel.
Sus captores intentan convencerlo para que reniegue de su fe, pero al no conseguirlo le introducen en un horno de donde sale sin daño alguno, sin que ni siquiera sus ropas sufran el rigor del fuego. Al día siguiente, junto con el diácono y otros cristianos, es trasladado al anfiteatro, donde son echados a las fieras, las cuales no les atacan y se echan a los pies de Jenaro como si de mansas ovejas se trataran.
Finalmente, ante tales hechos, deciden llevarlo con los demás cristianos a la plaza Vulcana para ser decapitados. Con él fueron martirizados los diáconos Sosio, Próculo Januarii y Festo y también quienes hubiesen recibido el sacramento del orden del lectorado Desiderio, Eutiquio y Acucio.
Milagro de la licuefacción de la Sangre de san Genaro:
La fama de que goza san Jenaro se debe a un hecho, considerado milagro por la Iglesia, que se obra todos los años en Nápoles el 19 de septiembre, aniversario de su muerte. El hecho, que según la tradición se produce desde hace 400 años, consistente en la licuefacción de la sangre del santo.
Ese día, un sacerdote expone en el altar de forma solemne, frente a una urna que contiene la cabeza del santo, una ampolla del tamaño aproximado de una pera que contiene su sangre solidificada. Los presentes empiezan a rezar y la sangre, normalmente sólida y de color negruzco, se vuelve líquida y rojiza y aumenta su volumen. Se considera un milagro del santo fallecido. Otros casos de licuefacción de sangre son los de san Chárbel Makhlouf (en el Líbano) y san Pantaleón (en el Real Monasterio de la Encarnación de Madrid).