RV).- En su catequesis de
la audiencia general del segundo miércoles de diciembre, la primera
del Año Jubilar, el Papa Francisco se refirió al significado de
este Año Santo Extraordinario.
En efecto, durante este
encuentro con varios miles de fieles y peregrinos de numerosos países celebrado
en la Plaza de San Pedro precisamente al día siguiente de la solemne apertura
de laPuerta Santa de la Basílica Vaticana, y tras la apertura que realizó el
I Domingo de Adviento en la Catedral de Bangui, en la República Centroafricana,
el Obispo de Roma ofreció su reflexión respondiendo a la pregunta:
“¿Por qué un Jubileo de la Misericordia?”.
El Santo Padre explicó
que la Iglesia tiene necesidad de este momento extraordinario, puesto que en
nuestra época, de profundos cambios, está llamada a ofrecer su contribución,
haciendo visibles los signos de la presencia y de la cercanía de Dios. De modo
que el Jubileo es un tiempo favorable para que contemplando la Divina
Misericordia, que supera todo límite humano y resplandece sobre la oscuridad
del pecado, podamos llegar a ser testigos más convencidos y eficaces.
Dirigir la mirada a Dios,
Padre misericordioso, y a los hermanos necesitados de misericordia – dijo también
el Papa – significa dirigir la atención al contenido esencial del Evangelio, es
decir, a Jesucristo, la Misericordia hecha carne, que hace visible el gran
misterio del Amor trinitario de Dios.
El Papa Bergoglio también
afirmó que este Año Santo se nos ofrece para experimentar en nuestra vida el
toque dulce y suave del perdón de Dios con su presencia y cercanía, de modo
especial en los momentos de mayor necesidad. Por eso lo definió un momento
privilegiado para que la Iglesia aprenda a elegir únicamente “lo que a Dios más
le gusta”, es decir, “perdonar a sus hijos, tener misericordia de ellos, a fin
de que ellos, a su vez, puedan perdonar a sus hermanos, resplandeciendo como
antorchas de la misericordia de Dios en el mundo”.
Además, el Pontífice destacó
que la necesaria obra de renovación de las instituciones y de las estructuras
de la Iglesia es un medio que debe conducirnos a experimentar la misericordia
de Dios que es la que garantiza a la Iglesia que sea esa ciudad sobre un monte
que no permanece escondida (Cfr. Mt 5, 14).
Y recordó que de este modo
reforzaremos nuestra certidumbre en que la misericordia contribuye realmente a
la construcción de un mundo más humano, especialmente en estos tiempos en que
el perdón es un huésped raro en los ámbitos de la vida humana, que incluye a
las sociedades, las instituciones, el trabajo y las familias.
El Papa Francisco concluyó
con el deseo de que en este Año Santo cada uno de nosotros experimente la
misericordia de Dios, para ser testigos de lo que a él más le agrada. Y si bien
– dijo – sería ingenuo creer que esto pueda cambiar el mundo, con las palabras
de la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios, recordó que “la
necedad de Dios es más sabia que los hombres, y la debilidad de Dios es más
fuerte que los hombres” (1 Co 1, 25).
(María Fernanda Bernasconi
- RV).