UNA NUEVA PRIMAVERA ESPIRITUAL
«Si se promueve la lectio divina con eficacia, estoy convencido de que producirá una nueva primavera espiritual en la Iglesia… La lectura asidua de la Sagrada Escritura acompañada por la oración permite ese íntimo diálogo en el que, a través de la lectura, se escucha a Dios que habla, y a través de la oración, se le responde con una confiada apertura del corazón… No hay que olvidar nunca que la Palabra de Dios es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro camino»
Benedicto XVI, 16 septiembre 2005
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
San Francisco de Asís, |
Fundador de la Orden de los Franciscanos |
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Francisco de Asís, San |
San Francisco fue un santo que vivió
tiempos difíciles de la Iglesia y la ayudó
mucho. Renunció a su herencia dándole
más importancia en su vida a los bienes
espirituales que a los materiales.
Francisco nació en Asís, Italia en 1181 ó 1182. Su padre
era comerciante y su madre pertenecía a una familia
noble. Tenían una situación económica muy desahogada. Su padre
comerciaba mucho con Francia y cuando nació su hijo estaba fuera
del país. Las gentes apodaron al niño “francesco” (el francés) aunque
éste había recibido en su bautismo el nombre de “Juan.”
En su juventud no se interesó ni por los negocios de su padre ni por
los estudios. Se dedicó a gozar de la vida sanamente, sin malas
costumbres ni vicios. Gastaba mucho dinero pero siempre daba
limosnas a los pobres. Le gustaban las románticas tradiciones
caballerescas que propagaban los trovadores.
Cuando Francisco tenía como unos veinte años, hubo pleitos
y discordia entre las ciudades de Perugia y Asís. Francisco
fue prisionero un año y lo soportó con alegría. Cuando
recobró la libertad cayó gravemente enfermo. La enfermedad
fortaleció y maduró su espíritu. Cuando se recuperó, decidió
ir a combatir en el ejército. Se compró una costosa armadura
y un manto que regaló a un caballero mal vestido y pobre.
Dejó de combatir y volvió a su antigua vida pero sin tomarla
tan a la ligera. Se dedicó a la oración y después de un
tiempo tuvo la inspiración de vender todos sus bienes y
comprar la perla preciosa de la que habla el Evangelio.
Se dio cuenta que la batalla espiritual empieza por
la mortificación y la victoria sobre los instintos.
Un día se encontró con un leproso que le pedía
una limosna y le dio un beso.
Continúa
Visitaba y servía a los enfermos en los hospitales.
Siempre, regalaba a los pobres sus vestidos, o el
dinero que llevaba. Un día, una imagen de Jesucristo
crucificado le habló y le pidió que reparara su Iglesia
que estaba en ruinas. Decidió ir y vender su caballo
y unas ropas de la tienda de su padre para tener
dinero para arreglar la Iglesia de San Damián.
Llegó ahí y le ofreció al padre su dinero y le pidió
permiso para quedarse a vivir con él. El sacerdote
le dijo que sí se podía quedar ahí, pero que no podía
aceptar su dinero. El papá de San Francisco, al
enterarse de lo sucedido, fue a la Iglesia de San Damián
pero su hijo se escondió. Pasó algunos días en oración
y ayuno. Regresó a su pueblo y estaba tan desfigurado
y mal vestido que las gentes se burlaban de él como
si fuese un loco. Su padre lo llevó a su casa y lo golpeó
furiosamente, le puso grilletes en los pies y lo encerró
en una habitación (Francisco tenía entonces 25 años).
Su madre se encargó de ponerle en libertad y él se
fue a San Damián. Su padre fue a buscarlo ahí y lo
golpeó y le dijo que volviera a su casa o que
renunciara a su herencia y le pagara el precio de
los vestidos que había vendido de su tienda.
San Francisco no tuvo problema en renunciar a
la herencia y del dinero de los vestidos pero dijo
que pertenecía a Dios y a los pobres. Su padre
le obligó a ir con el obispo de Asís quien le sugirió
devolver el dinero y tener confianza en Dios.
San Francisco devolvió en ese momento la ropa que
traía puesta para dársela a su padre ya que a él
le pertenecía. El padre se fue muy lastimado y
el obispo regaló a San Francisco un viejo vestido
de labrador que tenía al que San Francisco le puso
una cruz con un trozo de tiza y se lo puso.
San Francisco partió buscando un lugar para
establecerse. En un monasterio obtuvo limosna y
trabajo como si fuera un mendigo. Unas personas
le regalaron una túnica, un cinturón y unas sandalias
que usó durante dos años. Luego regresó a San Damián y fue a Asís para pedir
limosna para reparar la Iglesia. Ahí soportó las burlas
y el desprecio. Una vez hechas las reparaciones
de San Damián hizo lo mismo con la antigua Iglesia
de San Pedro. Después se trasladó a una
capillita llamada Porciúncula, de los benedictinos,
que estaba en una llanura cerca de Asís. Era un
sitio muy tranquilo que gustó mucho a San Francisco.
Al oir las palabras del Evangelio “...No lleven oro....
ni dos túnicas, ni sandalias, ni báculo..”, regaló sus
sandalias, su báculo y su cinturón y se quedó solamente
con su túnica sujetada con un cordón. Comenzó a
hablar a sus oyentes acerca de la penitencia.
Sus palabras llegaban a los corazones de sus oyentes.
Al saludar a alguien, le decía “La paz del Señor sea
contigo”. Dios le había concedido ya el don de profecía
y el don de milagros. San Francisco tuvo muchos seguidores y algunos
querían hacerse discípulos suyos. Su primer discípulo
fue Bernardo de Quintavalle que era un rico comerciante
de Asís que vendió todo lo que tenía para darlo a los pobres.
Su segundo discípulo fue Pedro de Cattaneo. San Francisco
les concedió hábitos a los dos en abril de 1209.
Cuando ya eran doce discípulos, San Francisco redactó
una regla breve e informal que eran principalmente
consejos evangélicos para alcanzar la perfección.
Después de varios años se autorizó por el Papa
Inocencio III la regla y les dio por misión
predicar la penitencia.
San Francisco y sus compañeros se trasladaron a una
cabaña que luego tuvieron que desalojar. En 1212,
el abad regaló a San Francisco la capilla de
Porciúncula con la condición de que la conservase
siempre como la iglesia principal de la nueva orden.
Él la aceptó pero sólo prestada sabiendo que pertenecía
a los benedictinos. Alrededor de la Porciúncula
construyeron cabañas muy sencillas. La pobreza era
el fundamento de su orden. San Francisco sólo llegó
a recibir el diaconado porque se consideraba indigno
del sacerdocio. Los primeros años de la orden fueron
un período de entrenamiento en la pobreza y
en la caridad fraterna. Los frailes trabajaban en sus oficios
y en los campos vecinos para ganarse el pan de cada día.
Cuando no había trabajo suficiente, solían pedir
limosna de puerta en puerta. El fundador les había
prohibido aceptar dinero. Se distinguían por su gran
capacidad de servicio a los demás, especialmente
a los leprosos a quienes llamaban “hermanos cristianos”.
Debían siempre obedecer al obispo del lugar donde
se encontraran. El número de compañeros del santo
iba en aumento. Santa Clara oyó predicar a San Francisco y decidió
seguirlo en 1212. San Francisco consiguió que
Santa Clara y sus compañeras se establecieran en
San Damián. La oración de éstas hacía fecundo
el trabajo de los franciscanos.
San Francisco dio a su orden el nombre de “Frailes Menores”
ya que quería que fueran humildes. La orden creció
tanto que necesitaba de una organización sistemática y
de disciplina común. La orden se dividió en provincias y
al frente de cada una se puso a un ministro encargado
“del bien espiritual de los hermanos”. El orden de fraile
creció más alla de los Alpes y tenían misiones en España,
Hungría y Alemania. En la orden habían quienes querían
hacer unas reformas a las reglas, pero su fundador no
estuvo de acuerdo con éstas. Surgieron algunos
problemas por esto porque algunos frailes decían que
no era posible el no poseer ningún bien. San Francisco
decía que éste era precisamente el espíritu y modo
de vida de su orden.
San Francisco conoció en Roma a Santo Domingo
que había predicado la fe y la penitencia en el sur de Francia. En la Navidad de 1223 San Francisco construyó una
especie de cueva en la que se representó el nacimiento
de Cristo y se celebró Misa. En 1224 se retiró al Monte Alvernia y se construyó
ahí una pequeña celda. La única persona que lo
acompañó fue el hermano León y no quiso
tener visitas. Es aquí donde sucedió el milagro
de las estigmas en el cual quedaron impresas
as señales de la pasión de Cristo en el cuerpo de
Francisco. A partir de entonces llevaba las manos
dentro de las mangas del hábito y llevaba medias
y zapatos. Dijo que le habían sido reveladas cosas
que jamás diría a hombre alguno. Un tiempo después
bajo del Monte y curó a muchos enfermos. San Francisco no quería que el estudio quitara
el espíritu de su orden. Decía que sí podían estudiar
si el estudio no les quitaba tiempo de su oración y
si no lo hacían por vanidad. Temía que la ciencia
se convirtiera en enemiga de la pobreza.
La salud de San Francisco se fue deteriorando,
los estigmas le hacían sufrir y le debilitaron y ya
casi había perdido la vista. En el verano de 1225 lo
llevaron con varios doctores porque ya estaba muy
enfermo. Poco antes de morir dictó un testamento
en el que les recomendaba a los hermanos observar
la regla y trabajar manualmente para evitar la ociosidad
y dar buen ejemplo. Al enterarse que le quedaban
pocas semanas de vida, dijo “¡Bienvenida, hermana
muerte!”y pidió que lo llevaran a Porciúncula.
Murió el 3 de octubre de 1226 después de escuchar
la pasión de Cristo según San Juan. Tenía 44 años de edad.
Lo sepultaron en la Iglesia de San Jorge en Asís.
Son famosas las anécdotas de los pajarillos que venían
a escucharle cuando cantaba las grandezas del Señor,
del conejillo que no quería separarse de él y del lobo
amansado por el santo. Algunos dicen que estas son
leyenda, otros no.
San Francisco contribuyó mucho a la renovación
de la Iglesia de la decadencia y el desorden en que
había caído durante la Edad Media. El ayudó a
la Iglesia que vivía momentos difíciles.
¿Qué nos enseña la vida de San Francisco?
Nos enseña a vivir la virtud de la humildad.
San Francisco tuvo un corazón alegre y humilde.
Supo dejar no sólo el dinero de su padre sino que
también supo aceptar la voluntad de Dios en su vida.
Fue capaz de ver la grandeza de Dios y la pequeñez
del hombre. Veía la grandeza de Dios en la naturaleza.
Nos enseña a saber contagiar ese entusiasmo por Cristo
a los demás. Predicar a Dios con el ejemplo y con
la palabra. San Francisco lo hizo con Santa Clara
y con sus seguidores dando buen ejemplo de la libertad
que da la pobreza.
Nos enseña el valor del sacrificio. San Francisco vivió
su vida ofreciendo sacrificios a Dios.
Nos enseña a vivir con sencillez y con mucho amor a Dios.
Lo más importante para él era estar cerca de Dios.
Su vida de oración fue muy profunda y era lo primordial en su vida. Fue fiel a la Iglesia y al Papa. Fundó la orden de
los franciscanos de acuerdo con los requisitos
de la Iglesia y les pedía a los frailes obedecer a los obispos.
Nos enseña a vivir cerca de Dios y no de las cosas materiales.
Saber encontrar en la pobreza la alegría, ya que para amar
a Dios no se necesita nada material.
Nos enseña lo importante que es sentirnos parte
de la Iglesia y ayudarla siempre pero especialmente
en momentos de dificultad. Sigue investigando en corazones.org Su obra Cántico de las Criaturas San Francisco: Carta a los fieles
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