UNA NUEVA PRIMAVERA ESPIRITUAL


«Si se promueve la lectio divina con eficacia, estoy convencido de que producirá una nueva primavera espiritual en la Iglesia… La lectura asidua de la Sagrada Escritura acompañada por la oración permite ese íntimo diálogo en el que, a través de la lectura, se escucha a Dios que habla, y a través de la oración, se le responde con una confiada apertura del corazón… No hay que olvidar nunca que la Palabra de Dios es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro camino»

Benedicto XVI, 16 septiembre 2005


HISTORIA Y PASOS DE LA LECTIO DIVINA




INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO





martes, 16 de agosto de 2016

Santoral del martes 16 de agosto 2016: San Roque.


EL NACIMIENTO, NIÑEZ Y JUVENTUD
Nació en Francia, en la ciudad de Montpellier, en el año 1295 o (1345), de padres ricos. "Roc" o "Roque" era seguramente su apellido. No sabemos su nombre de pila.
El nacimiento de Roque habría sido fruto de un voto hecho por sus padres que sufrían por no tener hijos.
Las leyendas cuentan que Roque era hijo del gobernador del rey de Mallorca en Montpellier llamado Juan y que, en el momento del nacimiento, llevaba una cruz roja en el pecho prefigurando su destino. Su madre se llamaba Liberia.
Lo que nos cuentan los antiguos historiadores es que, ya desde niño, Roque se distinguió por su corazón piadoso, de tal manera que encantaba a sus padres y a cuantos le conocían.
A sus veinte años quedó huérfano de padre y madre.
Encontrándose dueño de una fortuna considerable, se acordó del consejo evangélico de Jesucristo: "Si quieres ser perfecto, da tus bienes a los pobres y sígueme" (San Mateo 19,21). Y he aquí que al momento lo puso en práctica.
Como no tenía hermanos, cedió una parte de la herencia a un tío paterno, juntamente con todos los derechos que le pudiesen pertenecer desde entonces en adelante. Y hecho esto, vendió secretamente el resto de su hacienda y distribuyó su precio entre los necesitados.

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LA OPCIÓN TOTAL POR CRISTO Y SU VIAJE HACIA ROMA 
Despegado totalmente de los bienes de la tierra, con este deseo de seguir en la pobreza a Jesús y también de enseñar la fe cristiana, se vistió de peregrino y emprendió viaje hacia Roma. 
Pidiendo limosna y sintiéndose feliz aún cuando se la negaban groseramente, llegó a Italia Central donde la peste estaba haciendo grandes estragos. 
En la zona de la Región Toscana, Roque se hospedó en la ciudad de Acquapendente y, en el hospital, se puso a servir a todas aquellas personas que estaban infectadas de la peste, logrando curaciones admirables e inexplicables. 
Seguramente, San Roque aprendió nociones de Medicina en su ciudad natal, que puso luego en práctica durante sus peregrinaciones. Recordemos que Montpellier es una de las ciudades más prestigiosas de Europa en temas médicos, allí está la reconocida Universidad de Montpellier, que fue fundada en el siglo XIII. Y comenzando su tarea, visitó uno por uno todos los lechos, haciendo la señal de la Cruz sobre cada uno de los apestados. Todos ellos se sintieron curados al instante. Inmediatamente salió Roque a la ciudad y curó, de la misma manera, a todos los enfermos que había en las casas. 
Se comenzó a correr la voz de que era un Ángel enviado del Cielo, para librarlos de la epidemia. Querían hacerle una gran demostración de homenaje. Pero él, para evitar toda suerte de honor, huyó secretamente. 
Se cuenta que en la ciudad italiana de Cesena, antes de llegar a Roma, nuestro santo curó a muchas personas de la peste y en particular a un cardenal, y que éste lo presentó luego al Papa. 
Una pintura de la Catedral de Cesena recuerda el hecho milagroso.
LA LLEGADA A ROMA
Finalmente llegó a Roma. También encontró a la Ciudad Eterna atacada por tan horrible azote. Fueron numerosas las curaciones que hizo allí. Asimismo seguía atendiendo a sus hermanos enfermos en los alrededores de Roma y en otras ciudades italianas, adonde se trasladó expresamente. 
EL REGRESO Y LA ENFERMEDAD
Cuando se dispuso a regresar a su país, pasó por la ciudad de Rímini, hoy convertida en una de las grandes ciudades turísticas de veraneo en Italia. 
En Piacenza tuvo un sueño en el que oyó la voz de Dios que le decía: "Siervo fiel, ya que has tenido bastante ánimo para dedicarte al cuidado de los enfermos por mi amor, tenlo para sufrir la prueba que te voy a enviar". 
Al despertar se sintió atacado de una fiebre abrasadora y de unos dolores intensos, y levantó el corazón al Cielo, no para quejarse, sino para dar gracias a Dios bondadoso, pues le daba una ocasión de sufrir por amor suyo. Lo colocaron en el hospital entre los demás enfermos víctimas de la epidemia. Sus dolores se agravaron más todavía, de manera que no podía evitar dar grandes gritos. 
Cuando se dio cuenta que molestaba a los demás enfermos, se levantó de la cama y se dispuso a salir fuera de la ciudad hacia alguna cueva o refugio en que no molestase a nadie. Burlando la vigilancia del hospital, aunque con mucha dificultad para caminar, llegó a un bosque vecino en donde encontró una pequeña cabaña abandonada, que le sirvió de asilo. 
Sintiéndose devorado por la sed, alzó los ojos al Señor, diciendo: "¡Oh Dios de misericordia!, te doy gracias porque me permites sufrir por vos; pero, ¡oh Señor¡, no me abandones en mi tribulación". 
Al instante vio salir de una roca inmediata una fuente de agua cristalina y abundante. Apagando su sed con aquella agua milagrosa y lavándose frecuentemente en ella, se fue curando poco a poco. Pero....
EL PERRO Y SAN ROQUE
Seguro que tus padres o tus abuelos te habrán ya contado la preciosa narración del perro de San Roque. Si te fijas en la estampa, nuestro santo va acompañado de un simpático perrito ¿Quien fue este perro?. Pues ... fue su salvador. 
Cuando nuestro santo se trasladó al bosque para no infectar de esta manera a los vecinos de Piacenza, recibía cada día la visita de un perro que le llevaba un pancito. El animalito lo tomaba cada día de la mesa de su amo, un hombre bien acomodado llamado Gottardo Pallastrelli, el cual muy pronto se dio cuenta que uno de sus perros arrebataba cada día de la mesa un pancito y lo llevaba más allá de los campos. Lo siguió y vio con sorpresa cómo el animal ponía el pan en las manos de Roque. El señor pensó: "Éste debe ser un Santo, pues Dios le sustenta de una manera tan maravillosa". Se acercó y le preguntó quién era. Roque le respondió: "Apártese de mí, que puedo contagiarle de peste". 
Pero Gottardo, reflexionando, se convenció de que se hallaba delante de un gran siervo de Dios, y comenzó a hablar con Él sin temor, y enseguida se hicieron grandes amigos, de tal manera que quiso imitarlo en su vida de pobreza y penitencia -como lo hizo efectivamente- 
Renunció Gottardo a toda su hacienda y determinó vivir en una cueva del bosque, completamente olvidado del mundo y entregado a la contemplación de las verdades divinas. 
Al mismo tiempo Roque lo fue instruyendo en el camino de la perfección y no lo dejó hasta que le vio entrenado en su nueva y santa vida.
EL REGRESO DEFINITIVO A LA PATRIA
Mientras tanto, Roque había oído la voz de Dios que le ordenó: "Roque, fiel siervo mío; ya que estás curado de tu mal, vuelve a tu patria, y allí harás obras de penitencia; y prepárate para merecer un lugar entre los bienaventurados del Paraíso". En efecto, se sintió completamente curado y decidió obedecer el mandato del Cielo. 
La ciudad de Montpellier estaba en guerra, y así, al llegar, lo tomaron por espía. 
LA CÁRCEL
Lo apresaron injustamente y después de hacerlo ir de tribunal en tribunal, lo metieron en un calabozo sucio y oscurísimo en donde vivió cinco años, ejercitándose en el ayuno y la oración, en la que pasaba todo el día y la mayor parte de la noche. 
Finalmente, una luz misteriosa iluminó el calabozo, y Roque oyó que Jesucristo le decía: "Ha llegado tu hora, y quiero llevarte a mi gloria. Si tienes alguna gracia que pedirme, hazlo ahora mismo".
Como habían pasado unos cuantos años y el Santo estaba muy cambiado y desfigurado por la enfermedad y el cansancio, nadie lo reconoció y él tampoco quiso decir quién era. Se presentó como un pobre peregrino; pero nadie le creyó. 
LA MUERTE
El santo prisionero le pidió nuevamente el perdón de sus culpas y que fuesen preservados o librados de la peste aquellos que acudiesen a su intercesión. Poco después murió dulcemente; era el 1327 o (1376).
LA GLORIA 
Del calabozo salían unos rayos de luz brillantísima. El cuerpo del Santo resplandecía y a su lado se encontró una tablilla con esta inscripción: "Todos los que imploraren la intercesión de Roque, se verán libres del terrible azote de la peste".
La nueva de estas maravillas se extendió rápidamente por la ciudad. La gente quería ver al Santo. 
Su tío reconoció el cadáver por la cruz roja que tenía en el pecho, y dispuso que se le hiciesen exequias triunfales, en las que tomó parte todo el pueblo. 
El cuerpo fue sepultado primeramente en la iglesia principal, y más tarde en una capilla edificada expresamente en honor de San Roque. Hoy es una iglesia magnífica, adonde acuden devotas muchedumbres para pedir su protección contra las enfermedades contagiosas.
DEVOCIÓN POPULAR Y UNIVERSAL 
Desde finales del siglo XIV, se convierte en uno de los santos más populares para pedir su intercesión ante Dios. 
San Roque es junto a San Sebastián el abogado por excelencia contra la peste y todo tipo de epidemias. 
San Roque conocido por ser protector de todos los perros. Se le puede pedir amparo para que no sean abandonados ni maltratados.
Son muchas las iglesias parroquiales en el mundo que tienen una imagen de San Roque en los altares. 
Los dos principales templos de todo el mundo dedicados a San Roque están en Montpellier y en Venecia.