Lectio Divina:
Domingo, 12 Junio, 2016
Jesús acoge y defiende a la mujer con el ungüento
Confianza de los pobres en la persona de Jesús
1. Oración inicial
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.
2. Lectura
a) Clave de lectura:
El texto del Evangelio de este domingo nos presenta dos episodios ligados entre sí. El primero es un episodio lleno de emoción. Una mujer, considerada pecadora en la ciudad, tiene el valor de entrar en la casa de Simón, un fariseo, durante el almuerzo, para llegarse a Jesús, lavarle los pies y llenarlo de besos y perfumes. El segundo es la descripción de la comunidad de Jesús, a la cuál pertenecen los discípulos y discípulas.
Cuando leas el texto imagínate que estás en casa del fariseo, durante el almuerzo, y observa con mucha atención las conductas, los gestos y las palabras de las personas: de la mujer, de Jesús y de los fariseos. Lee varias veces y también atentamente la breve información de Lucas sobre la comunidad que se formó en torno a Jesús y trata de examinar bien las palabras usadas para indicar la participación tanto de los hombres como de las mujeres que siguen a Jesús.
Cuando leas el texto imagínate que estás en casa del fariseo, durante el almuerzo, y observa con mucha atención las conductas, los gestos y las palabras de las personas: de la mujer, de Jesús y de los fariseos. Lee varias veces y también atentamente la breve información de Lucas sobre la comunidad que se formó en torno a Jesús y trata de examinar bien las palabras usadas para indicar la participación tanto de los hombres como de las mujeres que siguen a Jesús.
b) Una división del texto para ayudar en su lectura
Lucas 7,36-38: Una mujer lava los pies de Jesús en casa de un Fariseo
Lucas 7,39-40: La reacción del fariseo y la respuesta de Jesús
Lucas 7,41-43: La parábola de los dos deudores y la respuesta del Fariseo
Lucas 7,44-47: Jesús aplica la parábola y defiende a la mujer
Lucas 7, 48-50: El amor hace nacer el perdón. El perdón hace crecer el amor
Lucas 8,1-3: Los discípulos y discípulas de la comunidad de Jesús
Lucas 7,39-40: La reacción del fariseo y la respuesta de Jesús
Lucas 7,41-43: La parábola de los dos deudores y la respuesta del Fariseo
Lucas 7,44-47: Jesús aplica la parábola y defiende a la mujer
Lucas 7, 48-50: El amor hace nacer el perdón. El perdón hace crecer el amor
Lucas 8,1-3: Los discípulos y discípulas de la comunidad de Jesús
c) Texto: Evangelio según san Lucas 7,36 a 8,3.
36 Un fariseo rogó Jesús que comiera con él, y, entrando en la casa del fariseo, se puso a la mesa. 37 Había en la ciudad una mujer pecadora pública. Al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume 38 y, poniéndose detrás, a los pies de él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume.
39 Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: «Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora.» 40 Jesús le respondió: «Simón, tengo algo que decirte.» Él dijo: «Di, maestro.» 41 «Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta. 42 Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más?» 43 Respondió Simón: «Supongo que aquel a quien perdonó más.»
Él le dijo: «Has juzgado bien.» 44 Y, volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos. 45 No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. 46 No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con perfume.47 Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra.» 48 Y le dijo a ella: «Tus pecados quedan perdonados.» 49Los comensales empezaron a decirse para sí: «¿Quién es éste, que hasta perdona los pecados?» 50 Pero él dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado. Vete en paz.»
39 Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: «Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora.» 40 Jesús le respondió: «Simón, tengo algo que decirte.» Él dijo: «Di, maestro.» 41 «Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta. 42 Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más?» 43 Respondió Simón: «Supongo que aquel a quien perdonó más.»
Él le dijo: «Has juzgado bien.» 44 Y, volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos. 45 No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. 46 No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con perfume.47 Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra.» 48 Y le dijo a ella: «Tus pecados quedan perdonados.» 49Los comensales empezaron a decirse para sí: «¿Quién es éste, que hasta perdona los pecados?» 50 Pero él dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado. Vete en paz.»
1 Recorrió a continuación ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce, 2 y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, 3 Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.
Palabra del Señor
3. Un momento de silencio orante
para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.
Continúa
4. Algunas preguntas
para ayudarnos en la meditación y en la oración.
a) ¿Cuál es el punto del texto que más ha llamado tu atención? ¿Por qué?
b) Observa el comportamiento de la mujer: ¿Qué hace y cómo lo hace?
c) Observa el comportamiento del fariseo con Jesús y con la mujer: ¿Qué hace y qué dice?
d) Observa el comportamiento de Jesús con la mujer: ¿Qué hace y qué dice?
e) La mujer no hubiese hecho lo que hizo si no hubiera tenido la absoluta certeza de ser acogida por Jesús. ¿Se da en los marginados de hoy la misma certeza con respecto a nosotros los cristianos?
f) El amor y el perdón : ¿Cuáles son las mujeres que siguen a Jesús? ¿Cuál es la relación entre ellas?
g) La comunidad de Jesús: ¿Cuáles son las mujeres que siguen a Jesús? ¿Qué hacen?
b) Observa el comportamiento de la mujer: ¿Qué hace y cómo lo hace?
c) Observa el comportamiento del fariseo con Jesús y con la mujer: ¿Qué hace y qué dice?
d) Observa el comportamiento de Jesús con la mujer: ¿Qué hace y qué dice?
e) La mujer no hubiese hecho lo que hizo si no hubiera tenido la absoluta certeza de ser acogida por Jesús. ¿Se da en los marginados de hoy la misma certeza con respecto a nosotros los cristianos?
f) El amor y el perdón : ¿Cuáles son las mujeres que siguen a Jesús? ¿Cuál es la relación entre ellas?
g) La comunidad de Jesús: ¿Cuáles son las mujeres que siguen a Jesús? ¿Qué hacen?
5. Para aquéllos que quisiesen profundizar más en el tema
a) Contexto literario e histórico del texto:
En el capítulo 7 de su Evangelio, Lucas describe las cosas nuevas y sorprendentes que salen del pueblo a partir del anuncio que Jesús hace del Reino de Dios. En Cafarnaún, elogia la fe del extranjero: “ ¡Yo os digo que ni siquiera en Israel he encontrado una fe tan grande!” (Lc 7,1-10).
En Naím resucita al hijo de la viuda (Lc 7,11-17). El modo de Jesús de anunciar el Reino sorprende tanto a los hermanos judíos, que incluso Juan el Bautista queda sorprendido y manda a preguntar:
“¿ Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?” (Lc 7,18-30). Jesús critica la incoherencia de su anfitrión: “¡Son semejantes a niños que no saben lo que quieren!” (cfr. Lc 7,31-35) Y ahora al final del capítulo, aquí en nuestro texto (Lc 7,36 a 8,3), otra novedad de la Buena Nueva comienza a despuntar y a sorprender. El comportamiento de Jesús hacia las mujeres.
En tiempos del Nuevo Testamento, en Palestina, la mujer vivía marginada. No participaba de la sinagoga, no podía hacer de testigo en la vida pública. Desde el tiempo de Esdras (s. IV a. d. C), la oposición iba crescendo, como vemos en la historia de Judit, Ester, Ruth, Noemí, Susana, la Sulamita y otras mujeres. Esta resistencia de las mujeres encontró eco y acogida en Jesús. En el episodio de la mujer del ungüento (Lc 7,36-50) aparecen tanto el inconformismo y la resistencia de las mujeres, como la acogida de Jesús hacia ellas. En la descripción de la comunidad que crece en torno a Jesús (Lc 8,1-3), vemos a hombres y mujeres reunidos alrededor de Jesús, en igualdad de condiciones, como discípulos y discípulas.
En Naím resucita al hijo de la viuda (Lc 7,11-17). El modo de Jesús de anunciar el Reino sorprende tanto a los hermanos judíos, que incluso Juan el Bautista queda sorprendido y manda a preguntar:
“¿ Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?” (Lc 7,18-30). Jesús critica la incoherencia de su anfitrión: “¡Son semejantes a niños que no saben lo que quieren!” (cfr. Lc 7,31-35) Y ahora al final del capítulo, aquí en nuestro texto (Lc 7,36 a 8,3), otra novedad de la Buena Nueva comienza a despuntar y a sorprender. El comportamiento de Jesús hacia las mujeres.
En tiempos del Nuevo Testamento, en Palestina, la mujer vivía marginada. No participaba de la sinagoga, no podía hacer de testigo en la vida pública. Desde el tiempo de Esdras (s. IV a. d. C), la oposición iba crescendo, como vemos en la historia de Judit, Ester, Ruth, Noemí, Susana, la Sulamita y otras mujeres. Esta resistencia de las mujeres encontró eco y acogida en Jesús. En el episodio de la mujer del ungüento (Lc 7,36-50) aparecen tanto el inconformismo y la resistencia de las mujeres, como la acogida de Jesús hacia ellas. En la descripción de la comunidad que crece en torno a Jesús (Lc 8,1-3), vemos a hombres y mujeres reunidos alrededor de Jesús, en igualdad de condiciones, como discípulos y discípulas.
b) Comentario del texto:
Lucas 7,36-38: Una mujer lava los pies de Jesús en casa de un Fariseo
Tres personas totalmente diferentes se encuentran: Jesús, un fariseo y una mujer, de la que se decía que era pecadora. Jesús se encuentra en la casa de Simón, un fariseo que lo había invitado a comer en su casa. Una mujer entra, se arrodilla a los pies de Jesús, comienza a llorar, baña con sus lágrimas los pies de Jesús, se despeina los cabellos para secar los pies de Jesús, los besa y los unge con perfume. Esto era un acto de independencia el de soltarse los cabellos en público. Esta es la situación que se crea y que causa la discusión que sigue.
Tres personas totalmente diferentes se encuentran: Jesús, un fariseo y una mujer, de la que se decía que era pecadora. Jesús se encuentra en la casa de Simón, un fariseo que lo había invitado a comer en su casa. Una mujer entra, se arrodilla a los pies de Jesús, comienza a llorar, baña con sus lágrimas los pies de Jesús, se despeina los cabellos para secar los pies de Jesús, los besa y los unge con perfume. Esto era un acto de independencia el de soltarse los cabellos en público. Esta es la situación que se crea y que causa la discusión que sigue.
Lucas 7,39-40: La respuesta de los fariseos y la respuesta de Jesús
Jesús no se echa para atrás, ni grita a la mujer, más bien acoge su gesto. Acoge a una persona que, según los judíos observantes de la época, no podía ser acogida. El fariseo, observando la escena, critica a Jesús y condena a la mujer: “¡Si este hombre fuese un profeta, sabría qué tipo de mujer es ésta, una pecadora!”. Jesús se sirve de una parábola para responder a la provocación del fariseo. Una parábola que ayudará al fariseo y a todos a percibir la llamada invisible del amor de Dios que se revela en el episodio.
Jesús no se echa para atrás, ni grita a la mujer, más bien acoge su gesto. Acoge a una persona que, según los judíos observantes de la época, no podía ser acogida. El fariseo, observando la escena, critica a Jesús y condena a la mujer: “¡Si este hombre fuese un profeta, sabría qué tipo de mujer es ésta, una pecadora!”. Jesús se sirve de una parábola para responder a la provocación del fariseo. Una parábola que ayudará al fariseo y a todos a percibir la llamada invisible del amor de Dios que se revela en el episodio.
Lucas 7,41-43: La parábola de los dos deudores y la respuesta del fariseo
La historia de la parábola es como sigue. Un prestamista tenía dos deudores. Uno le debía 500 denarios y el otro 50. Un denario era el salario de una jornada. ¡El salario de quinientos días! Ninguno de los dos tenía con qué pagar. Los dos fueron perdonados. ¿Cuál de los dos lo amará más? Respuesta del fariseo: “Lo amará más aquél a quien ha perdonado más”. La parábola supone que los dos, tanto la mujer como el fariseo, han recibido algún favor de parte de Jesús. Y ahora en el comportamiento que asumen delante de Jesús, los dos demuestran cómo aprecian el favor recibido. El fariseo demuestra su amor, su gratitud, invitando a Jesús a comer a su casa. La mujer demuestra su amor, su gratitud con lágrimas, con besos y con el perfume. ¿Cuál de los dos gestos revela mayor amor: comer o los besos y el perfume? La medida del amor ¿depende acaso de la medida del regalo?
La historia de la parábola es como sigue. Un prestamista tenía dos deudores. Uno le debía 500 denarios y el otro 50. Un denario era el salario de una jornada. ¡El salario de quinientos días! Ninguno de los dos tenía con qué pagar. Los dos fueron perdonados. ¿Cuál de los dos lo amará más? Respuesta del fariseo: “Lo amará más aquél a quien ha perdonado más”. La parábola supone que los dos, tanto la mujer como el fariseo, han recibido algún favor de parte de Jesús. Y ahora en el comportamiento que asumen delante de Jesús, los dos demuestran cómo aprecian el favor recibido. El fariseo demuestra su amor, su gratitud, invitando a Jesús a comer a su casa. La mujer demuestra su amor, su gratitud con lágrimas, con besos y con el perfume. ¿Cuál de los dos gestos revela mayor amor: comer o los besos y el perfume? La medida del amor ¿depende acaso de la medida del regalo?
Lucas 7,44-47: Jesús aplica la parábola y defiende a la mujer
Después de haber recibido la respuesta correcta del fariseo, Jesús la aplica a la situación creada con la entrada de la mujer a mitad del almuerzo. Él defiende a la mujer pecadora contra la crítica del judío practicante. Lo que Jesús repite a los fariseos de todos los tiempos es esto: “¡A quien le ha sido perdonado poco, demuestra poco amor!”. La seguridad personal que yo, fariseo, me creo por mi observancia de las leyes de Dios y de la Iglesia, muchas veces, me impiden experimentar la gratuidad del amor de Dios que perdona. Lo que importa no es la observancia de la ley en sí, sino el amor con el que observo la ley. Usando los símbolos del amor de la mujer pecadora, Jesús responde al fariseo que se consideraba justo. “¿Ves a esta mujer? He entrado en tu casa y tú no me diste agua para los pies; mas ella ha regado mis pies con sus lágrimas y las ha secado con sus cabellos. Tú no me has dado un ósculo, pero ella desde que he entrado aquí no ha cesado de besarme los pies. Tú no ungiste mi cabeza con óleo perfumado, pero ella ha ungido mis pies con ungüento. Por esto te digo: le son perdonados sus muchos pecados, porque ha amado mucho. Por el contrario al que se le perdona poco ama poco”. Es como si dijese: “¡Simón, a pesar de todo el banquete que me ofreces, tú tienes poco amor!”. ¿Por qué? El Profeta Jeremías había ya dicho que en el futuro, en la nueva alianza, “ no se deberán ya instruir los unos a los otros diciendo: Reconoced al Señor, porque todos me reconocerán, desde el más pequeño al más grande, dice el Señor; porque yo perdonaré sus iniquidades y no me acordaré ya más de sus pecados” (Jer 31,34). Es el de saberse perdonados gratuitamente lo que hace experimentar el amor de Dios. El fariseo, llamando a la mujer “pecadora”, se considera hombre justo, observante y practicante. Como el fariseo de la otra parábola que decía: “¡Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, y ni siquiera como éste publicano!” (Lc 18,11). Simón debe haber pensado: “¡Oh Dios, te doy gracias porque yo no soy como esta mujer pecadora!” Pero el que volvió a casa justificado no fue el fariseo, sino el publicano que había dicho: “¡Ten piedad de mí, pecador!”. (Lc 18,14). Los fariseos de siempre se consideran sin pecado, porque en todo observan la ley de Dios, van a Misa, oran, dan limosna, pagan los tributos. Ponen toda su seguridad en lo que hacen por Dios, y no en el amor y en perdón de Dios por ellos. Por esto, Simón, el fariseo, no puede experimentar la gratuidad del amor de Dios.
Después de haber recibido la respuesta correcta del fariseo, Jesús la aplica a la situación creada con la entrada de la mujer a mitad del almuerzo. Él defiende a la mujer pecadora contra la crítica del judío practicante. Lo que Jesús repite a los fariseos de todos los tiempos es esto: “¡A quien le ha sido perdonado poco, demuestra poco amor!”. La seguridad personal que yo, fariseo, me creo por mi observancia de las leyes de Dios y de la Iglesia, muchas veces, me impiden experimentar la gratuidad del amor de Dios que perdona. Lo que importa no es la observancia de la ley en sí, sino el amor con el que observo la ley. Usando los símbolos del amor de la mujer pecadora, Jesús responde al fariseo que se consideraba justo. “¿Ves a esta mujer? He entrado en tu casa y tú no me diste agua para los pies; mas ella ha regado mis pies con sus lágrimas y las ha secado con sus cabellos. Tú no me has dado un ósculo, pero ella desde que he entrado aquí no ha cesado de besarme los pies. Tú no ungiste mi cabeza con óleo perfumado, pero ella ha ungido mis pies con ungüento. Por esto te digo: le son perdonados sus muchos pecados, porque ha amado mucho. Por el contrario al que se le perdona poco ama poco”. Es como si dijese: “¡Simón, a pesar de todo el banquete que me ofreces, tú tienes poco amor!”. ¿Por qué? El Profeta Jeremías había ya dicho que en el futuro, en la nueva alianza, “ no se deberán ya instruir los unos a los otros diciendo: Reconoced al Señor, porque todos me reconocerán, desde el más pequeño al más grande, dice el Señor; porque yo perdonaré sus iniquidades y no me acordaré ya más de sus pecados” (Jer 31,34). Es el de saberse perdonados gratuitamente lo que hace experimentar el amor de Dios. El fariseo, llamando a la mujer “pecadora”, se considera hombre justo, observante y practicante. Como el fariseo de la otra parábola que decía: “¡Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, y ni siquiera como éste publicano!” (Lc 18,11). Simón debe haber pensado: “¡Oh Dios, te doy gracias porque yo no soy como esta mujer pecadora!” Pero el que volvió a casa justificado no fue el fariseo, sino el publicano que había dicho: “¡Ten piedad de mí, pecador!”. (Lc 18,14). Los fariseos de siempre se consideran sin pecado, porque en todo observan la ley de Dios, van a Misa, oran, dan limosna, pagan los tributos. Ponen toda su seguridad en lo que hacen por Dios, y no en el amor y en perdón de Dios por ellos. Por esto, Simón, el fariseo, no puede experimentar la gratuidad del amor de Dios.
Lucas 7,48-50: El amor hace nacer el perdón, el perdón hace crecer el amor
Jesús declara a la mujer: “Tus pecados te son perdonados”. Entonces los invitados comienzan a pensar: “¿Quién es éste para perdonar los pecados?” Pero Jesús dice a la mujer: “¡Tu fe te ha salvado. Vete y no peques más!”. Aquí aparece la novedad del comportamiento de Jesús. Él no condena, sino que acoge. Y es la fe la que acoge a la mujer a reponerse y a encontrarse consigo misma y con Dios. En su trato con Jesús irrumpe en ella una fuerza nueva que la hace renacer. Se nos viene una pregunta importante. La mujer, pecadora en la ciudad, ¿hubiera hecho lo que hizo sino hubiese tenido la certeza absoluta de ser acogida por Jesús? Esto significa que para los pobres de la Galilea de aquella época, Jesús era una persona de absoluta confianza. “Podemos tener confianza en Él. Él nos acoge”. ¿Se podrá decir que hoy los marginados pueden tener esta misma certeza respecto a nosotros?
Jesús declara a la mujer: “Tus pecados te son perdonados”. Entonces los invitados comienzan a pensar: “¿Quién es éste para perdonar los pecados?” Pero Jesús dice a la mujer: “¡Tu fe te ha salvado. Vete y no peques más!”. Aquí aparece la novedad del comportamiento de Jesús. Él no condena, sino que acoge. Y es la fe la que acoge a la mujer a reponerse y a encontrarse consigo misma y con Dios. En su trato con Jesús irrumpe en ella una fuerza nueva que la hace renacer. Se nos viene una pregunta importante. La mujer, pecadora en la ciudad, ¿hubiera hecho lo que hizo sino hubiese tenido la certeza absoluta de ser acogida por Jesús? Esto significa que para los pobres de la Galilea de aquella época, Jesús era una persona de absoluta confianza. “Podemos tener confianza en Él. Él nos acoge”. ¿Se podrá decir que hoy los marginados pueden tener esta misma certeza respecto a nosotros?
Lucas 8,1-3: Los discípulos y las discípulas de la comunidad de Jesús
Jesús recorría las aldeas y ciudades de la Galilea, anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios y los doce estaban con Él. La expresión “seguir a Jesús” indica la condición del discípulo que sigue al Maestro intentando imitar su ejemplo y participando de su destino. Es sorprendente que junto a los hombres se encuentren también mujeres que “siguen a Jesús”. Lucas coloca a los discípulos y las discípulas en el mismo plano. De las mujeres dice además que ellas servían a Jesús con sus bienes. Lucas conserva también los nombres de algunas de estas discípulas: María Magdalena, nacida en la ciudad de Magdala. Había sido liberada de siete demonios.Juana mujer de Cusa, procurador de Herodes Antipas, gobernador de la Galilea. Susana y otras muchas.
Jesús recorría las aldeas y ciudades de la Galilea, anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios y los doce estaban con Él. La expresión “seguir a Jesús” indica la condición del discípulo que sigue al Maestro intentando imitar su ejemplo y participando de su destino. Es sorprendente que junto a los hombres se encuentren también mujeres que “siguen a Jesús”. Lucas coloca a los discípulos y las discípulas en el mismo plano. De las mujeres dice además que ellas servían a Jesús con sus bienes. Lucas conserva también los nombres de algunas de estas discípulas: María Magdalena, nacida en la ciudad de Magdala. Había sido liberada de siete demonios.Juana mujer de Cusa, procurador de Herodes Antipas, gobernador de la Galilea. Susana y otras muchas.
c) Ampliando conocimientos:
i) El Evangelio de Lucas fue considerado siempre el Evangelio de las mujeres. De hecho, Lucas es quien reporta el mayor número de episodios en los que se demuestra el trato de Jesús con las mujeres. Pero la novedad, la Buena Noticia de Dios para las mujeres, no está en la abundantes citas de su presencia junto a Jesús, sino en la conducta de Jesús hacia ellas. Jesús las toca y se deja tocar de ellas sin miedo a ser contaminado (Lc 7,39; 8,44-45.54); la diferencia con los maestros de la época es que Jesús acepta a las mujeres como seguidoras y discípulas (Lc 8,2-3; 10-39). La fuerza liberadora de Dios, que obra en Jesús, hace que la mujer se levante y asuma su dignidad (Lc 13,13). Jesús es sensible a los sufrimientos de la viuda y se solidariza con su dolor (Lc 7,13). El trabajo de la mujer que prepara el alimento es visto por Jesús como signo del Reino (Lc 13,20-21). La viuda tenaz que lucha por sus derechos se convierte en modelo de oración (Lc 18,1-8) y la viuda pobre que comparte sus pocos bienes con otros es modelo de entrega y dedicación (Lc 21,1.4). En una época en la que el testimonio de la mujer no se consideraba válido, Jesús escoge a las mujeres como testigos de su muerte (Lc 23,49), de su sepultura (Lc 23,55-56) y resurrección (Lc 24,1-11.22-24).
ii) En los Evangelios se conservan diversas listas con los nombres de los doce discípulos que seguían a Jesús. No siempre son los mismos nombres, pero siempre son doce, evocando así las doce tribus del nuevo pueblo de Dios. Había también mujeres queseguían a Jesús, de la Galilea a Jerusalén. El Evangelio de Marcos define su comportamiento con tres palabras, tres verbos: seguir, servir, salir hasta Jerusalén (Mc 15,41) Los evangelistas no consiguen elaborar una lista de las discípulas que seguían a Jesús, pero sus nombres, hasta hoy, están esparcidos en las páginas del evangelio, sobre todo en el de Lucas, y son éstos: María Magdalena (Lc 8,3; 24,10); Juana, mujer de Cusa (Lc 8,3); Susana (Lc 8,3); Salomé (Mc 15,45); María, madre de Santiago (Lc 24,10); María mujer de Cleofás (Jn 19,25); María, Madre de Jesús (Jn 19,25).
6. Oración: Himno al Amor (1 Cor 13,1-13)
¡Pero sobre todo, el Amor!
1 Aunque hable las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe. 2Aunque tenga el don de profecía, y conozca todos los misterios y toda la ciencia; aunque tenga plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy.3 Aunque reparta todos mis bienes, y entregue mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha.
4 La caridad es paciente, es amable; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; 5 es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; 6 no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. 7 Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta.
8 La caridad no acaba nunca. Desaparecerán las profecías. Cesarán las lenguas. Desaparecerá la ciencia. 9 Porque parcial es nuestra ciencia y parcial nuestra profecía. 10 Cuando venga lo perfecto, desaparecerá lo parcial. 11 Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño. Al hacerme hombre, dejé todas las cosas de niño.12 Ahora vemos en un espejo, en enigma. Entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré como soy conocido.
13 Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad.
1 Aunque hable las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe. 2Aunque tenga el don de profecía, y conozca todos los misterios y toda la ciencia; aunque tenga plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy.3 Aunque reparta todos mis bienes, y entregue mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha.
4 La caridad es paciente, es amable; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; 5 es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; 6 no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. 7 Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta.
8 La caridad no acaba nunca. Desaparecerán las profecías. Cesarán las lenguas. Desaparecerá la ciencia. 9 Porque parcial es nuestra ciencia y parcial nuestra profecía. 10 Cuando venga lo perfecto, desaparecerá lo parcial. 11 Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño. Al hacerme hombre, dejé todas las cosas de niño.12 Ahora vemos en un espejo, en enigma. Entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré como soy conocido.
13 Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad.
7. Oración final
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.