(23ª Semana del Tiempo Ordinario-Ciclo C)
1) Oración inicial
Señor, tú que te has dignado redimirnos y has querido hacernos hijos tuyos, míranos siempre con amor de padre y haz que cuantos creemos en Cristo, tu Hijo, alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna. Por nuestro Señor.
2) Lectura
Del Evangelio según Lucas 6,43-49
« Porque no hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian uvas. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, del malo saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca.«¿Por qué me llamáis: `Señor, Señor' y no hacéis lo que digo? «Todo el que venga a mí y oiga mis palabras y las ponga en práctica, os voy a mostrar a quién es semejante: Es semejante a un hombre que, al edificar una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre roca. Al sobrevenir una inundación, rompió el torrente contra aquella casa, pero no pudo destruirla por estar bien edificada. Pero el que haya oído y no haya puesto en práctica es semejante a un hombre que edificó una casa sobre tierra, sin cimientos, contra la que rompió el torrente y al instante se desplomó y fue grande la ruina de aquella casa.»
« Porque no hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian uvas. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, del malo saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca.«¿Por qué me llamáis: `Señor, Señor' y no hacéis lo que digo? «Todo el que venga a mí y oiga mis palabras y las ponga en práctica, os voy a mostrar a quién es semejante: Es semejante a un hombre que, al edificar una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre roca. Al sobrevenir una inundación, rompió el torrente contra aquella casa, pero no pudo destruirla por estar bien edificada. Pero el que haya oído y no haya puesto en práctica es semejante a un hombre que edificó una casa sobre tierra, sin cimientos, contra la que rompió el torrente y al instante se desplomó y fue grande la ruina de aquella casa.»
Palabra del Señor
3) Reflexión
• El evangelio de hoy nos presenta la parte final del Sermón de la Planicie que es la versión que Lucas da del Sermón de la Montaña del Evangelio de Mateo.
• Lucas 6,43-45: La parábola del árbol que da buenos frutos. “Porque no hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian uvas”. La carta del apóstol Santiago sirve de comentario para esta palabra de Jesús: “¿Puede brotar de la misma fuente agua dulce y agua amarga? ¿Pueda una higuera producir aceitunas o la vid higos? Tampoco el mar puede dar agua dulce” (Stgo 3,11-12). La persona bien formada en la tradición de la convivencia comunitaria hace crecer dentro de sí una buena manera de ser que la lleva a practicar el bien. “Del buen tesoro de su corazón saca lo bueno”, pero la persona que descuida de su formación tendrá dificultad en producir cosas buenas. Porque “del malo saca lo malo, porque de la abundancia del corazón habla la boca". Respecto del “buen tesoro del corazón” merece la pena decir lo que dice el libro del Eclesiástico sobre el corazón: “Déjate llevar por lo que te dicta el corazón, porque nadie te será más fiel que él: el alma de un hombre suele advertir a menudo mejor que siete vigías apostados sobre una altura. Y por encima de todo ruego al Altísimo, para que dirija tus pasos en la verdad.” (Ec 37,13-15).
• Lucas 6,46: No basta decir Señor, Señor. Lo importante no es hablar bien de Dios, sino hacer la voluntad del Padre y ser así una revelación de su rostro y de su presencia en el mundo.
• Lucas 6,47-49: Construir la casa sobre una roca. Escuchar y practicar, es ésta la conclusión final del Sermón de la Montaña. Mucha gente buscaba seguridad y poder religioso mediante dones extraordinarios o de observancia. Pero la verdadera seguridad no viene del poder, no viene de nada de esto. ¡Viene de Dios! Y Dios se vuelve fuente de seguridad, cuando tratamos de practicar su voluntad. Será la roca que nos sustenta en la hora de las dificultades y de las tormentas.
• Dios, roca de nuestra vida. En el libro de los Salmos, con frecuencia encontramos la expresión: “Dios es mi roca y mi fortaleza... Dios mío, roca mía, mi refugio, mi escudo, la fuerza que me salva...” (Sal 18,3). El es la defensa y la fuerza de quien cree en él y de aquel que busca la justicia (Sal 18,21.24). Las personas que confían en este Dios, se vuelven a su vez roca para los demás. Así, el profeta Isaías invita a quienes estaban en el cautiverio: “Escúchenme ustedes, que anhelan la justicia y que buscan a Yahvé. Miren la piedra de que fueron tallados y el corte en la roca de donde fueron sacados. Miren a Abrahán, su padre y a Sara que les dio a luz” (Is 51,1-2). El profeta pide para al pueblo que no olvide el pasado y recuerde como Abrahán y Sara por la fe en Dios se volvieron roca, comienzo del pueblo de Dios. Mirando hacia esta roca, la gente debía sacar valor para luchar y salir del cautiverio. Del mismo modo, Mateo exhorta a las comunidades para que no olviden nunca esa misma roca (Mt 7,24-25) y así puedan ellas mismas ser roca para fortalecer a sus hermanos en la fe. Este es también el sentido del nombre que Jesús da a Pedro: “Tú eres Pedro y sobre este piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16,18). Esta es la vocación de las primeras comunidades, llamadas a unirse a Jesús, la piedra viva, para volverse también ellas piedras vivas gracias a la escucha práctica de la Palabra (Pd 2,4-10; 2,5; Ef 2,19-22).
• Lucas 6,43-45: La parábola del árbol que da buenos frutos. “Porque no hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian uvas”. La carta del apóstol Santiago sirve de comentario para esta palabra de Jesús: “¿Puede brotar de la misma fuente agua dulce y agua amarga? ¿Pueda una higuera producir aceitunas o la vid higos? Tampoco el mar puede dar agua dulce” (Stgo 3,11-12). La persona bien formada en la tradición de la convivencia comunitaria hace crecer dentro de sí una buena manera de ser que la lleva a practicar el bien. “Del buen tesoro de su corazón saca lo bueno”, pero la persona que descuida de su formación tendrá dificultad en producir cosas buenas. Porque “del malo saca lo malo, porque de la abundancia del corazón habla la boca". Respecto del “buen tesoro del corazón” merece la pena decir lo que dice el libro del Eclesiástico sobre el corazón: “Déjate llevar por lo que te dicta el corazón, porque nadie te será más fiel que él: el alma de un hombre suele advertir a menudo mejor que siete vigías apostados sobre una altura. Y por encima de todo ruego al Altísimo, para que dirija tus pasos en la verdad.” (Ec 37,13-15).
• Lucas 6,46: No basta decir Señor, Señor. Lo importante no es hablar bien de Dios, sino hacer la voluntad del Padre y ser así una revelación de su rostro y de su presencia en el mundo.
• Lucas 6,47-49: Construir la casa sobre una roca. Escuchar y practicar, es ésta la conclusión final del Sermón de la Montaña. Mucha gente buscaba seguridad y poder religioso mediante dones extraordinarios o de observancia. Pero la verdadera seguridad no viene del poder, no viene de nada de esto. ¡Viene de Dios! Y Dios se vuelve fuente de seguridad, cuando tratamos de practicar su voluntad. Será la roca que nos sustenta en la hora de las dificultades y de las tormentas.
• Dios, roca de nuestra vida. En el libro de los Salmos, con frecuencia encontramos la expresión: “Dios es mi roca y mi fortaleza... Dios mío, roca mía, mi refugio, mi escudo, la fuerza que me salva...” (Sal 18,3). El es la defensa y la fuerza de quien cree en él y de aquel que busca la justicia (Sal 18,21.24). Las personas que confían en este Dios, se vuelven a su vez roca para los demás. Así, el profeta Isaías invita a quienes estaban en el cautiverio: “Escúchenme ustedes, que anhelan la justicia y que buscan a Yahvé. Miren la piedra de que fueron tallados y el corte en la roca de donde fueron sacados. Miren a Abrahán, su padre y a Sara que les dio a luz” (Is 51,1-2). El profeta pide para al pueblo que no olvide el pasado y recuerde como Abrahán y Sara por la fe en Dios se volvieron roca, comienzo del pueblo de Dios. Mirando hacia esta roca, la gente debía sacar valor para luchar y salir del cautiverio. Del mismo modo, Mateo exhorta a las comunidades para que no olviden nunca esa misma roca (Mt 7,24-25) y así puedan ellas mismas ser roca para fortalecer a sus hermanos en la fe. Este es también el sentido del nombre que Jesús da a Pedro: “Tú eres Pedro y sobre este piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16,18). Esta es la vocación de las primeras comunidades, llamadas a unirse a Jesús, la piedra viva, para volverse también ellas piedras vivas gracias a la escucha práctica de la Palabra (Pd 2,4-10; 2,5; Ef 2,19-22).
4) Para la reflexión personal
• ¿Cuál es la calidad de mi corazón?
• Mi casa, ¿está construida sobre una roca?
• Mi casa, ¿está construida sobre una roca?
5) Oración final
Porque tú Señor has formado mis riñones,
me has tejido en el vientre de mi madre;
te doy gracias por tantas maravillas:
prodigio soy, prodigios tus obras. (Sal 139,13-14)
me has tejido en el vientre de mi madre;
te doy gracias por tantas maravillas:
prodigio soy, prodigios tus obras. (Sal 139,13-14)