Lectio Divina :
Primera Lectura
2 Reyes 22, 8-13; 23, 1-3
Miércoles 23 de Junio
2 Reyes 22, 8-13; 23, 1-3
Por aquel entonces, el sumo sacerdote Jilquías dijo a Safán, delegado del rey Josías: "Ha hallado en el templo el libro de la ley". Jilquías entrego el libro a Safán, quien lo leyó. Luego, Safán fue a ver al rey y le rindió cuentas, diciendo: "Tus siervos han fundido el dinero del templo y se lo han entregado a los encargados de las obras". Y añadió: "El sacerdote Jilquías me ha entregado un libro". Y lo leyó en presencia del rey. Cuando el rey oyó las palabras del libro de la ley, rasgó sus vestiduras y ordenó al sacerdote Jilquías; a Ajicam, hijo de Safán; a Akbor, hijo de Miqueas; al delegado Safán y Asaías, ministro suyo: "Vayan a consultar lo que dice el Señor acerca de mí, del pueblo y de todo Judá en este libro que se ha encontrado, pues el Señor está enfurecido con nosotros, porque nuestros padres no escucharon las palabras de este libro y no cumplieron lo que en él está escrito". Cuando ellos trajeron la respuesta, el rey convocó a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén y se dirigió hacia el templo, acompañado por los hombres de Judá y todos los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, desde el más pequeño hasta el más grande, y les leyó el libro de la alianza hallado en el templo. Después, de pie sobre el estrado y en presencia del Señor, renovó la alianza, comprometiéndose a seguir al Señor y a cumplir sus preceptos, normas y mandatos, con todo el corazón y toda el alma, y a poner en vigor las palabras de esta alianza, escritas en el libro. Y todo el pueblo renovó también la alianza.
Palabra de Dios
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+ Meditatio
La ley de Dios es ante todo una invitación a la felicidad, por lo que el desobedecerla lo único que acarrea para el hombre es angustia y dolor. En el lenguaje del Antiguo Testamento esto es expresado como un enojo de parte de Dios, sin embargo, esta actitud divina debe comprenderse más en el sentido de lo que el mismo pecado trae en sí mismo. No es que Dios nos castigue por no obedecer sus mandatos, sino que el hecho de no obedecerlos hace que se pierda la felicidad. Esto es lo que llamamos las consecuencias del pecado, de las cuales, la más trágica es el llegar a perder la vida eterna. Sin embargo, parecería que después de tantos años de humanidad y de instrucción de parte de Dios y habiéndolo experimentado una y otra vez, todavía no hemos aprendido y puesto en nuestro corazón las palabras del Génesis en las que Dios advierte a nuestros primeros Padres: "El día que comas de este árbol morirás". Regresemos a Dios con un corazón arrepentido y con el firme propósito de vivir conforme a su voluntad, la cual está expresada en la Sagrada Escritura.
+ Oratio
Señor de la felicidad y Dios amor, enséñame a cumplir tus mandatos con un corazón dispuesto, ya que estoy seguro de que tu tienes deseos de bien y no de mal para mi; quiero deleitarme en tus deseos y complacerme en cumplirlos, pues sé que esto también significa que viva feliz en esta vida y en la futura gozar de la vida eterna.
+ Operatio
Hoy haré un recuento de que todas las cosas que me producen felicidad en mi vida, confirmaré cómo esa felicidad llega por cumplir algún mandato divino y daré gracias a Dios por esa dicha.