UNA NUEVA PRIMAVERA ESPIRITUAL


«Si se promueve la lectio divina con eficacia, estoy convencido de que producirá una nueva primavera espiritual en la Iglesia… La lectura asidua de la Sagrada Escritura acompañada por la oración permite ese íntimo diálogo en el que, a través de la lectura, se escucha a Dios que habla, y a través de la oración, se le responde con una confiada apertura del corazón… No hay que olvidar nunca que la Palabra de Dios es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro camino»

Benedicto XVI, 16 septiembre 2005


HISTORIA Y PASOS DE LA LECTIO DIVINA




INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO





miércoles, 16 de julio de 2025

Qué es la acción ordinaria del diablo y cómo contrarrestarla (P. F. Bamonte)


 Qué es la acción ordinaria del diablo y cómo contrarrestarla (P. F. Bamonte*)

La tentación del diablo no produce sus consecuencias devastadoras si nuestra voluntad humana, con la ayuda de Dios, se compromete a resistirla. En efecto, somos libres de aceptar o rechazar las sugerencias del diablo. Y Dios, por su parte, entre las diversas ayudas, nos da la posibilidad de saber distinguir entre lo que Él nos sugiere y lo que nos sugiere el demonio.

La catequesis de hoy del Papa Francisco nos ofrece la oportunidad de reflexionar sobre la acción ordinaria del demonio. Corresponde a la tentación e implica a todos, sin excluir a nadie. La acción extraordinaria, como la vejación o la posesión, impresiona ciertamente por sus manifestaciones, pero es la ordinaria la acción diabólica más peligrosa, porque quiere llevarnos a la perspectiva definitiva y absoluta del sufrimiento eterno. El Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica en el n° 74 es claro: “Toda la obra de los demonios entre los hombres consiste en tratar de asociarlos a su rebelión contra Dios”.

Para elio, Satanás y los demonios estudian a fondo las debilidades de cada uno de nosotros actuando mediante la tentación sobre nuestra estera psíquica con la intención de alterar el juicio de nuestro intelecto y obtener el consentimiento de nuestra voluntad. Para tentarnos, se valen de dos poderosos aliados: la «carne» y el «mundo».

La «carne» es nuestra naturaleza humana herida por el pecado original y que sigue siendo vulnerable incluso después del bautismo, porque está inclinada al mal, el lenguaje tradicional denomina concupiscencia. El «mundo» no es simplemente el ambiente en el que vivimos o el género humano en general, sino, como escribe el evangelista Juan, aquellos que, con diversos grados de conciencia, viven separados de Dios, formando el grupo de los que, en efecto, sirven al «principe de este mundo», es decir, a Satanás, difundiendo el pecado en la sociedad.

Como nos ha recordado el Papa, el «mundo», incluidos los medios tecnológicos creados y gestionados por el hombre, nos presenta continuamente oportunidades para pecar, instigándonos a hacer lo contrario de lo que Jesus nos enseñó.

Así es como el demonio, a través del mundo, nos propone como amables e imitables escándalos y malos ejemplos, espectáculos corruptos, placeres y diversiones refinadas e inmorales.

Y al mismo tiempo siembra discordias, alienta guerras, crea divisiones, confunde las mentes incluso mediante ideologías revestidas de falso humanitarismo. Hoy utiliza los poderosos medios de comunicación social, medios y redes sociales, para orientar y condicionar el pensamiento de la humanidad contra Dios, separándolo de Su Amor.

Una tentación con la que Satanás siempre ha minado a los seres humanos, y que el Papa Francisco senaló en su catequesis, es la del esoterismo, el ocultismo, la brujeria y el satanismo. Satanás se esfuerza por hacer creer que a través de estas prácticas se puede obtener la elevación espiritual, poderes extraordinarios, la autorrealización y el cumplimiento de los propios deseos y la felicidad. En realidad, es exactamente lo contrario.

El hombre, al adherirse a la mentalidad mágica y a las prácticas ocultas, recorre el camino indicado por Satanás, pues crece cada vez más en su deseo de querer llegar a ser como Dios, asumiendo el antiguo reto de los ángeles rebeldes y poniéndose engañosamente en el lugar de Dios. Su caída en ese punto es inevitable.

En conclusión, no hay que olvidar nunca que la tentación diabólica no produce sus consecuencias devastadoras si nuestra voluntad humana, con la ayuda de Dios, se esfuerza por resistirla.

Nosotros, en efecto, somos libres de aceptar o rechazar las sugerencias del diablo.

Y Dios, por su parte, entre las diversas ayudas, nos da la capacidad de saber distinguir entre lo que Él nos sugiere y lo que nos sugiere el demonio.

San Pablo, en su carta a los Efesios, nos enseña cómo rechazar al demonio: «Revestios de la armadura de Dios, para que podàis resistir a las asechanzas del diablo» (Ef 6,11 ) y luego añade «sacad fuerzas del Señor» (Ef 6,10).

Hemos de ser vigilantes en la oración, asiduos a los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía, pasando frecuentemente tiempo con Jesús en la adoración eucaristica. En particular, debemos cultivar una verdadera devoción mariana, rezando amorosamente el Rosario y, unidos a la Virgen, cumplir bien nuestros deberes cotidianos con espíritu de fe y de amor hacia todos.

Si, por falta de vigilancia o por otra causa, a veces prevalece la tentación y caemos en el pecado, no debemos perder la esperanza. El Señor está siempre dispuesto a perdonar a sus hijos que, sinceramente arrepentidos, llaman a la puerta de su misericordia. Con este fin, instituyó el sacramento de la Confesión, que, recordémoslo, no sólo sirve para perdonar los pecados, sino que también es un medio para llevar a cabo la conversion permanente que necesitamos.

(*) Siervo del Corazón Inmaculado de Maria y vicepresidente de la Asociación Internacional Exorcistas

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