El Evangelio del hombre rico que se arrodilla ante Jesús para preguntarle qué debe hacer para heredar la Vida eterna, estuvo al centro de la homilía del Papa. Este hombre - subrayó- “tenía tantas ganas de escuchar las palabras de Jesús”: Era “un hombre bueno, porque desde su juventud había observado los mandamientos. Un hombre bueno”, por lo tanto, “pero esto, para él, no era suficiente: quería mucho más. El Espíritu Santo lo empujaba”. Jesús lo mira con amor y le hace la propuesta: “Vende todo y ven conmigo a predicar el Evangelio”. Pero él, escuchando estas palabras, “se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes:
“Su corazón inquieto, precisamente por el Espíritu Santo que lo empujaba a acercarse a Jesús y a seguirlo, era un corazón lleno, y él no tuvo el coraje de vaciarlo. E hizo su elección: el dinero. El corazón lleno de dinero… Pero no era un ladrón, un reo: ¡no, no, no! Era un hombre bueno: jamás había robado, ¡jamás! Jamás había estafado: era dinero honesto. Pero su corazón estaba aprisionado allí, estaba ligado al dinero y no tenía la libertad de elegir. El dinero eligió por él”.
“Tantos jóvenes - prosiguió el Santo Padre - sienten en su corazón esta ‘llamada’ a acercarse a Jesús, y son entusiastas”, “no tienen vergüenza de arrodillarse” ante Él, de “dar demostración pública de su fe en Jesucristo” y “quieren seguirlo, pero, cuando tienen el corazón lleno de otra cosa y no tienen el coraje para vaciarlo, dan marcha atrás, y aquella alegría se convierte en tristeza”. También hoy hay muchos jóvenes que tienen la vocación, pero a veces hay algo “que los detiene”:
“Debemos rezar para que el corazón de estos jóvenes pueda vaciarse, vaciarse de otros intereses, de otros amores, para que el corazón se vuelva libre. Y ésta es la oración por las vocaciones: ‘Señor, envíanos, envíanos religiosas, envíanos sacerdotes, defiéndelos de la idolatría, de la idolatría de la vanidad, de la idolatría de la soberbia, de la idolatría del poder, de la idolatría del dinero’. Y nuestra oración es para preparar estos corazones para que puedan seguir de cerca a Jesús”.
El hombre de este Evangelio - afirmó Francisco- es “tan bueno y después tan infeliz”. Hoy en día hay muchos jóvenes así. Por esto es necesario elevar a Dios una oración intensa:
“La oración: ‘Ayuda, Señor, a estos jóvenes, para que sean libres y no sean esclavos, para que tengan el corazón sólo para ti’, y de esta forma la llamada del Señor puede dar fruto. Esta es la oración por las vocaciones. Debemos rezar mucho: rezar. Pero, estar siempre atentos: las vocaciones existen. Debemos ayudar a que crezcan, a que el Señor pueda entrar en aquellos corazones y darles esta alegría indecible y gloriosa que tiene toda persona que sigue de cerca a Jesús”. (RC-RV)