La "Lectio Divina" es un método para leer,
meditar, rezar, actuar y encarnar la Palabra de Dios en la vida diaria. El
método consiste en 10 pasos progresivos muy fáciles de realizar y que permiten
a cada cristiano entender y realizar la Voluntad de Dios.
1°. PREPARACIÓN:
1°. PREPARACIÓN:
Espíritu Santo, ilumina mi entendimiento, para que al leer,
meditar y estudiar la Sagrada Escritura de hoy, sienta la presencia de Dios
Padre que se manifiesta a través de tu Palabra.
Abre mi corazón para darme cuenta del querer de Dios y la
manera de hacerlo realidad en mis acciones de cada día. Instrúyeme en tus
sendas para que, teniendo en cuenta tu Palabra, sea signo de tu presencia en el
mundo. Amén.
Padre, mi gran y buen viñador. Que esta Lectio Divina me
ayude a descubrir todo lo que tenga que «podar» en mi vida, para poder unirme
plenamente a tu amada vid, Cristo, que me da la gracia para vivir en plenitud,
como discípulo y misionero de su amor.
2°. LECTURA:
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan. 15,
1-8
Durante la última Cena, Jesús dijo a sus discípulos: Yo soy
la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Él corta todos mis sarmientos que no
dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía. Ustedes ya están
limpios por la palabra que yo les anuncié. Permanezcan en mí, como yo
permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece
en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los
sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque
separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el
sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde.
Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que
quieran y lo obtendrán. La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto
abundante, y así sean mis discípulos.
A. COMENTARIO
Después de haber leído el domingo pasado el
evangelio del “Buen Pastor”, que “da su vida por las ovejas”, en este domingo, Jesús,
el maestro de Nazaret, se inspira de nuevo en la vida cotidiana de los
campesinos judíos, para expresar realidades espirituales profundas.
Palestina era famosa por sus viñedos
y sus higueras, de ahí que los profetas y los evangelios compararan al pueblo
hebreo con una vid o con una higuera. Con su cepa robusta y sus mil
ramificaciones, la vid expresa de modo elocuente lo que debe ser la
vida de creyentes.
Jesús dice ahora que “Él es la vid verdadera”,
que es Él quien produce finalmente los frutos que Dios ha estado esperando
durante muchos siglos. Jesús pone todo el énfasis en el “dar frutos”.
Si Él es el sólido fundamento de nuestra vida, somos
por naturaleza “de buena cepa”, entonces los frutos deben también ser buenos.
El sarmiento tiene que estar constantemente
unido a la vid, si no quiere secarse. Un sarmiento seco, no sirve para nada;
como las zarzas o los cardos.
Permanecer es insertarse en Jesús, vivir
una relación profunda que consiste en “estar” en Él, “habitar” en
Él, “fundamentarnos” en Él.
Apoyar toda nuestra existencia en su
persona de modo que poco a poco nos vaya transformando a imagen suya.
Cualquier intento de vida cristiana
prescindiendo de esta unión profunda con Jesús, está destinado al fracaso.
Nuestra vida de discípulos, sin Jesús,
no tiene identidad, ni misión, ni camino.
Sin un encuentro vivo y unión con Jesús,
nuestra espiritualidad es vacía y nuestra piedad es simple cumplimiento.
Permanecer en Jesús implica por un lado
nuestra acción, y por otro lado dejar que Jesús actue y obre en nosotros.
Si Cristo es la vid, el Padre es el viñador que
quiere que su viña dé frutos. Para eso hace la poda.
Podar significa “purificar”, “limpiar”,
“retocar”.
La primera obra de Dios Padre es podar la
vid, cortando los sarmientos que no producen fruto. Y los buenos sarmientos
también reciben la mano cuidadosa del viñador, por eso la segunda obra de
Dios Padre es podar los sarmientos buenos para que den todavía
más fruto. Y para ello usa su Palabra.
El modo como Dios nos purifica para que
demos más, está en las enseñanzas de Jesús.
El “fruto” esperado es una vitalidad
renovada que da nuevo sentido, luz y color a todas las cosas, que es autenticidad,
amor, paz y gozo.
La poda es siempre necesaria. Cuando una vid
permanece mucho tiempo sin que la poden produce racimos de uvas silvestres,
pequeñas y amargas, de mala calidad.
Lo mismo sucede con nuestra vida. Vivir es
optar continuamente y toda opción implica una renuncia.
Dejarse podar es tener el valor de tomar
decisiones, dejando de lado intereses secundarios, para concentrarse en los
importantes.
Maduramos en la fe, quitando, podando, todo lo
inútil que nos dispersa del objetivo central de la vida, y no nos permite
realizarnos de verdad. Es así como se moldea nuestra vida de discípulos,
como Jesús se forma en nosotros, como somos hechos hombres nuevos al
estilo de Jesús.
Cuando vivimos en comunión profunda,
radical, constante con Jesús, los frutos se ven. De la poda que lleva a una “comunión”
progresiva y cada vez más honda con Jesús, brota la fecundidad espiritual
y apostólica.
B. REFLEXIÓN DEL PAPA EMÉRITO BENEDICTO XVI.
B. REFLEXIÓN DEL PAPA EMÉRITO BENEDICTO XVI.
«Queridos hermanos y hermanas: El Evangelio de hoy, quinto
domingo del tiempo pascual, comienza con la imagen de la viña. «Jesús dijo a
sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador”» (Jn 15,
1). A menudo, en la Biblia, a Israel se le compara con la viña fecunda cuando
es fiel a Dios; pero, si se aleja de él, se vuelve estéril, incapaz de producir
el «vino que alegra el corazón del hombre», como canta el Salmo 104 (v. 15). La
verdadera viña de Dios, la vid verdadera, es Jesús, quien con su sacrificio de
amor nos da la salvación, nos abre el camino para ser parte de esta viña. Y
como Cristo permanece en el amor de Dios Padre, así los discípulos, sabiamente
podados por la palabra del Maestro (cf. Jn 15, 2-4), si están
profundamente unidos a él, se convierten en sarmientos fecundos que producen
una cosecha abundante. San Francisco de Sales escribe: «La rama unida y
articulada al tronco da fruto no por su propia virtud, sino en virtud de la
cepa: nosotros estamos unidos por la caridad a nuestro Redentor, como los
miembros a la cabeza; por eso las buenas obras, tomando de él su valor, merecen
la vida eterna» (Trattato dell’amore di Dio, XI, 6, Roma 2011, 601).
En el día de nuestro Bautismo, la Iglesia nos injerta como
sarmientos en el Misterio pascual de Jesús, en su propia Persona. De esta raíz
recibimos la preciosa savia para participar en la vida divina. Como discípulos,
también nosotros, con la ayuda de los pastores de la Iglesia, crecemos en la
viña del Señor unidos por su amor. «Si el fruto que debemos producir es el
amor, una condición previa es precisamente este “permanecer”, que tiene que ver
profundamente con esa fe que no se aparta del Señor» (Jesús de Nazaret,Madrid
2007, p. 310). Es indispensable permanecer siempre unidos a Jesús, depender de
él, porque sin él no podemos hacer nada (cf. Jn 15, 5). En una carta
escrita a Juan el Profeta, que vivió en el desierto de Gaza en el siglo V, un
creyente hace la siguiente pregunta: ¿Cómo es posible conjugar la libertad del
hombre y el no poder hacer nada sin Dios? Y el monje responde: Si el hombre
inclina su corazón hacia el bien y pide ayuda de Dios, recibe la fuerza
necesaria para llevar a cabo su obra. Por eso la libertad humana y el poder de Dios
van juntos. Esto es posible porque el bien viene del Señor, pero se realiza
gracias a sus fieles (cf. Ep763: SC 468, París 2002, 206). El verdadero
«permanecer» en Cristo garantiza la eficacia de la oración, como dice el beato
cisterciense Guerrico d’Igny: «Oh Señor Jesús..., sin ti no podemos hacer nada,
porque tú eres el verdadero jardinero, creador, cultivador y custodio de tu
jardín, que plantas con tu palabra, riegas con tu espíritu y haces crecer con
tu fuerza». Queridos amigos, cada uno de nosotros es como un sarmiento, que
sólo vive si hace crecer cada día con la oración, con la participación en los
sacramentos y con la caridad, su unión con el Señor. Y quien ama a Jesús, la
vid verdadera, produce frutos de fe para una abundante cosecha espiritual.
Supliquemos a la Madre de Dios que permanezcamos firmemente injertados en Jesús
y que toda nuestra acción tenga en él su principio y su realización». (Benedicto
XVI, Angelus, 6 de Mayo, 2012).
4°. ORACIÓN: Dialogo con el Divino Maestro
4°. ORACIÓN: Dialogo con el Divino Maestro
La Palabra de Dios
es la verdad. «Pidan lo que quieran y se les concederá». Señor, ¿por qué
conociendo tu Palabra no la hago vida? ¿Por qué mi meditación frecuentemente no
es auténtica oración? Sin Ti, mi vida es incompleta, sin Ti, la vida no tiene
un sentido pleno, sin Ti, no puedo dar fruto, por eso hoy te pido tu gracia
para que mi oración me lleve a compartir con los demás la alegría de haberte
encontrado. Amén
5°. CONTEMPLACIÓN: Silencio ante la Palabra.
5°. CONTEMPLACIÓN: Silencio ante la Palabra.
6°. CONSOLACIÓN: Es sentir íntimamente el
"gusto" de la Palabra de Dios.
7°. DISCERNIMIENTO: Pensar y Discernir la
Palabra.
Qué
necesito hacer para que la vida de Jesús se desarrolle en mí verdaderamente?
8°. COMPARTIR: Comparto la Palabra.
9°. DELIBERACIÓN: Tomo una decisión concreta iluminado por
la Palabra.
10. ACCIÓN CONCRETA: Propósito del día.
Que todas mis palabras y obras expresen hoy un único deseo:
"Quiero permanecer en Ti, Señor, verdadera Vid…y dar muchos frutos…"
SANTOS DE HOY - PIDAMOS LA INTERCESIÓN DE TODOS ELLOS
-Santos Alejandro papa, Evencio y Teódulo, mártires, Roma,
117.
-San Juvenal, obispo de Narni (Italia), 376.
-Santos Alejandro y Antonina, Constanti- nopla, 313.
-Santos Timoteo y Maura, su esposa, mártires, Egipto, hacia
286.
-San Diodoro y Rodopiano, mártires, Afrodisia (Caria de Asia
Menor), s. VI.
-Santos Sosteneo y Ugución, Montesenario (Italia), s. XIII.
-Santos Alejandro y Gala, Clermont (Francia), s. V.
-San Higinio y treinta soldados mártires, Lestoure de
Gasconia (Francia), s. IV.
-Santos Eusebio y Avito, Auxerre (Francia).
-Beato Alejandro, lego del Cister, descendiente de los reyes
de Escocia, s. XIII.
-Santa Severina, s. II.
-Santa Violeta o Viola, mártir, Verona (Italia), s. II.
-Santa Juana de la Cruz, Hazaña (Toledo), virgen, 1534.