sábado, 23 de noviembre de 2013

Lectio Divina : Domingo, 24 de Noviembre, 2013 : Jesucristo, Rey del Universo - Evangelio según San Lucas 23, 35-43. : (34ª Semana del Tiempo Ordinario - Ciclo C -)

Lectio Divina : 
Domingo, 24 Noviembre, 2013
Evangelio según San Lucas 23,35-43
Jesús es el rey de los Judíos 
Rey diferente de los reyes de la tierra 
Oración inicial

Shadai, Dios de la montaña,
que haces de nuestra frágil vida
la roca de tu morada,
conduce nuestra mente
a golpear la roca del desierto,
para que brote el agua para nuestra sed.
La pobreza de nuestro sentir
nos cubra como un manto en la oscuridad de la noche
y abra el corazón para acoger el eco del Silencio
para que el alba
envolviéndonos en la nueva luz matutina
nos lleve
con las cenizas consumadas por el fuego de los pastores del Absoluto
que han vigilado por nosotros junto al Divino Maestro,
el sabor de la santa memoria.

1. LECTIO
a) El texto:

Evangelio según San Lucas 23,35-43 
Luke 23, 35-4335 Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían muecas diciendo: «Ha salvado a otros; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido.» 36 También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre 37 y le decían: «Si tú eres el rey de los judíos, ¡sálvate!» 38 Había encima de él una inscripción: «Este es el rey de los judíos.»
39 Uno de los malhechores colgados le insultaba: « ¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!» 40 Pero el otro le increpó: « ¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? 41 Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio éste nada malo ha hecho.» 42 Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino.» 43Jesús le dijo: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso.»
Palabra del Señor
Continúa

b) Momento de silencio:

Dejamos que la voz del Verbo resuene en nosotros.

2) MEDITATIO
a) Preguntas:
- El pueblo observaba. ¿Por qué no tomas nunca una postura ante los acontecimientos? Todo lo que has vivido, escuchado, visto… no puedes echarlo a perder porque algo se interpone por el camino y parece oscurecerlo todo. ¡Muovete!
- «Si eres el rey de los Judíos sálvate a ti mismo». ¡Cuántos chantajes con Dios en la oración! Si eres Dios, ¿por qué no intervienes? Hay tantos inocentes que sufren… si me quieres, hazme lo que te digo e yo creo… ¿Cuándo dejarás de tratar con el Señor como si tú supieras más que El lo que es bueno y lo que no lo es?
- Jesús, acuérdate de mí. ¿Cuándo verás en Cristo, el único HOY que te da vida?
b) Llave de Lectura:
Solemnidad de Cristo, Rey del universo. Uno se esperaría un pasaje del Evangelio de entre los más luminosos, y sin embargo nos encontramos ante un pasaje de entre los menos claros. … El estupor de lo no esperado, es la sensación más apta para entrar en el corazón de la fiesta de hoy, el estupor de aquel que sabe que no puede entender las infinidades del misterio del Hijo de Dios.
v. 35. Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían muecas diciendo: «Ha salvado a otros; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido. Alrededor de la cruz se agrupan todos aquellos que han encontrado a Jesús en los tres años de su vida pública. Y aquí, frente a una Palabra clavada sobre el madero, se desvelan los secretos de los corazones. El pueblo que había escuchado y seguido al rabino de Galilea, que había visto los milagros y los prodigios, estaba allí sentado mirando: la perplejidad en las caras, mil preguntas en el corazón, la decepción y la percepción de que todo acaba allí. Los jefes hacen muecas y mientras dicen la verdad sobre la persona de Jesús: el Cristo de Dios, su elegido. Ignoran la lógica de Dios aún siendo fieles observadores de la ley hebraica. Esta invitación que encierra tanto desprecio: Que se salve a si mismo… narra el final recóndito de todas sus acciones: la salvación se conquista de por sí, observando los mandamientos de Dios.
vv. 36-37. También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre 37 y le decían: «Si tú eres el rey de los judíos, ¡sálvate!»Los soldados que no tienen nada que perder en el campo religioso infieren sobre él. ¿Qué tienen en común con aquel hombre? ¿Qué han recibido de él? Nada. La posibilidad de ejercer, aunque sea por poco tiempo, el poder sobre alguien que no es posible dejar caer. El poder de la detención se enlaza con la maldad y se arrogan el derecho de la reírse de él. El otro, indefenso, se convierte en objeto de su propio goce.
v. 38. Había encima de él una inscripción: «Este es el rey de los judíos.» Realmente una burla la pequeña tabla de su culpa: Jesús es el culpable de ser el rey de los judíos. Una culpa que en realidad no lo es. A pesar de que los jefes hayan tratado de aplastar la regalidad de Cristo como han podio, la verdad se inscribe sola: Este es el rey de los Judíos. Este, y no otro. Una regalidad que atraviesa los siglos y que pide a las miradas de los transeúntes que se detengan con el pensamiento sobre la novedad del evangelio. El hombre necesita de alguien que lo gobierne, y este alguien no puede ser que un hombre colgado de una cruz por amor, capaz de permanecer sobre el madero de la condena para dejarse encontrar vivo en la aurora del octavo día. Un rey sin cetro, un rey capaz de ser considerado por todos como un malhechor con tal de no renegar su amor por el hombre.
v. 39. Uno de los malhechores colgados le insultaba: « ¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!» En la cruz se puede estar por motivos diferente, como también por motivos distintos uno puede estar con Cristo. La proximidad con la cruz divide o acerca. Uno de los dos vecinos de Cristo, le insulta, le provoca, se ríe de él. A la salvación se la invoca como huida de la cruz. Una salvación estéril, sin vida, ya muerta en sí. Jesús está clavado en la cruz, este malhechor está colgado. Jesús es todo uno con el madero, porque la cruz es para él el rollo del libro que se abre para narrar los prodigios de la vida divina entregada sin condiciones. El otro está colgado como un fruto marchitado a causa del mal, y pronto a ser tirado.
v. 40. Pero el otro le increpó: « ¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? El otro, al estar cerca de Jesús, vuelve a adquirir el santo temor y hace discernimiento. Quien vive al lado de Cristo puede reprochar a quien está a dos pasos de la vida y no la ve, sigue gastándola hasta el final. Todo tiene un límite, y en este caso el límite no lo fija el Cristo que está allí, sino su compañero. Cristo no responde, responde el otro en su lugar, reconociendo sus responsabilidades y ayudando al otro para que lea el momento presente como una oportunidad de salvación.
v. 41. Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio éste nada malo ha hecho.» El mal lleva a la cruz, la serpiente había guiado al fruto prohibido colgado del madero. ¿Pero qué cruz? La cruz de la propia “recompensa” o la cruz del fruto bueno. Cristo es el fruto que cada hombre o mujer puede coger del árbol de la vida que está en medio del jardín del mundo, el justo que no cometió algún mal, y que sólo supo amar re usque ad finem.
v. 42. Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino. Una vida que llega a su plenitud y se encierra en una invocación increíblemente densa de significado. Un hombre, pecador, conciente de su pecado y de la justa condena, acoge el misterio de la cruz. A los pies de aquel trono de gloria pide ser recordado en el reino de Cristo. Ve a un inocente crucificado y reconoce y ve más allá de lo que aparece, la vida del reino eterno. ¡Qué reconocimiento! Los ojos de quien ha sabido en un instante captar la Vida que iba pasando y que transmitía un mensaje de salvación, aunque de forma sobrecogedora. Aquel reo de muerte, objeto de insultos y de escarnios por los que habían tenido la posibilidad de conocerle más de cerca y más largamente, acoge a su primer súbdito, su primera conquista. Maldito aquel que cuelga del madero, dice la Escritura. El maldito inocente se convierte en bendición para quien merece la condenación. Un tribunal político y terrenal como el de Pilatos, un tribunal divino como el de la cruz, donde el condenado se salva gracias al Cordero inocente que se consume de amor.
v. 43. Jesús le dijo: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso.» Hoy. La palabra única y desbordante de la vida nueva del evangelio. Hoy. La salvación se cumple, no hay que esperar a otro Mesías que salve al pueblo de sus pecados. Hoy. La salvación está aquí, en la cruz. Cristo no entra solo en su reino, lleva consigo al primero de los salvados. Misma humanidad, mismo juicio, misma suerte, misma victoria. No es celoso Jesús de sus prerrogativas filiales, inmediatamente ha quitado de la lejanía de Dios y de la muerte a cuantos estaban a punto de sucumbir. Reino estupendo aquel que se inaugura sobre el Gólgota…. Alguien ha dicho que el buen ladrón ha hecho el último robo de su vida, ha robado la salvación… ¡Y sea! ¡Para sonreír de quienes trafican las cosas de Dios! Cuanta verdad, por el contrario, contemplando el don que Cristo hace a su compañero de cruz. ¡Ningún robo! ¡Todo es don: la presencia de Dios no se regatea! Y menos aún el estar siempre con él. Es la fe que abre las portas del reino al buen ladrón. Bueno porque ha sabido dar el justo nombre a lo que había sido su existencia y ha visto en Cristo al Salvador. ¿El otro era malo? Ni más ni menos que el otro, quizás, pero se quedó más acá de la fe: buscaba al Dios fuerte y potente, al Señor potente en la batalla, a un Dios que pone las cosas en su sitio y no ha sabido reconocerle en los ojos de Cristo, se ha quedado en su impotencia.
c) Reflexión:
Cristo muere en la cruz. No está solo. Está rodeado de gente, de las personas más extrañas, personas hostiles que vierten sobre él sus responsabilidades de incomprensión, personas indiferentes que no se implican de no ser por interés personal, personas que no entienden todavía, pero que quizás están mejor dispuestas a dejarse interrogar ya que no tienen nada más que perder, como uno de los dos malhechores. Si la muerte es una caída en la nada, entonces el tiempo humano se colorea de esperanza, y el espacio de la finitud se abre camino al mañana, a la aurora nueva de la Resurrección: Yo soy el camino, la verdad y la vida … ¡Qué verdad está encerrada este día en estas solemnes palabras de Jesús! Son palabras que iluminan la oscuridad de la muerte. El camino no se detiene, la verdad no se apaga, la vida no muere. En ese Yo soyestá encerrada la regalidad de Cristo. Se camina hacia una meta, y el alcanzarla no puede ser perderla… Yo soy el camino… Se vive de la verdad, y la verdad no es un objeto, sino algo que existe: “La verdad es el esplendor de la realidad – dice Simone Weil – y desear la verdad es desear un contacto directo con la realidad para amarla”. Yo soy la verdad… Nadie quiere morir, uno se siente alejado con la fuerza de algo que nos pertenece: la vida, y entonces, si la muerte no es para nosotros, no puede agarrarnos para sí… Yo soy la vida … Jesús lo ha dicho: “Quien quiere salvar su vida, la pierde, pero aquel que pierde su vida por mi causa, la encontrará”. Hay contradicciones en los términos, o ¿más bien secretos ocultos que hay que desvelar? ¿Quitamos el velo a lo que vemos para gozar de lo que no vemos? Cristo en la cruz es objeto de la atención de todos. Muchos lo piensan, o hasta están a su lado. Pero no basta. La cercanía que salva no es la de quienes están allí para reírse o insultar, la cercanía que salva es la de aquel que pide humildemente ser recordado no en el tiempo fugaz, sino en el reino eterno.
3. ORATIO
Salmo 145
Te ensalzaré, Dios mío, mi Rey,
bendeciré tu nombre por siempre;
todos los días te bendeciré,
alabaré tu nombre por siempre.
Grande es Yahvé, muy digno de alabanza,
su grandeza carece de límites.
Una edad a otra encomiará tus obras,
pregonará tus hechos portentosos.
El esplendor, la gloria de tu majestad,
el relato de tus maravillas recitaré.
Del poder de tus portentos se hablará,
y yo tus grandezas contaré;
se recordará tu inmensa bondad,
se aclamará tu justicia.
Es Yahvé clemente y compasivo,
tardo a la cólera y grande en amor;
bueno es Yahvé para con todos,
tierno con todas sus criaturas.
Alábente, Yahvé, tus criaturas,
bendígante tus fieles;
cuenten la gloria de tu reinado,
narren tus proezas,
explicando tus proezas a los hombres,
el esplendor y la gloria de tu reinado.
Tu reinado es un reinado por los siglos,
tu gobierno, de edad en edad.
Fiel es Yahvé en todo lo que dice,
amoroso en todo lo que hace.
Yahvé sostiene a los que caen,
endereza a todos los encorvados.
Los ojos de todos te miran esperando;
tú les das a su tiempo el alimento.
Tú abres la mano y sacias
de bienes a todo viviente.
Yahvé es justo cuando actúa,
amoroso en todas sus obras.
Cerca está Yahvé de los que lo invocan,
de todos los que lo invocan con sinceridad.
Cumple los deseos de sus leales,
escucha su clamor y los libera.

Yahvé guarda a cuantos le aman,
y extermina a todos los malvados.
¡Que mi boca alabe a Yahvé,
que bendigan los vivientes su nombre
sacrosanto para siempre jamás!

4. CONTEMPLATIO
Señor, me parece extraño darte el nombre de rey. No es fácil acercarse a un rey… Mientras que hoy veo que estás sentado a mi lado, en el hoyo de mi pecado, aquí donde nunca hubiera pensado encontrarte. Los reyes están en los palacios, lejos de las vicisitudes de la pobre gente. Tú, por el contrario, vives tu señorío vistiendo trapos consumidos por nuestra pobreza. !Qué fiesta para mí verte aquí donde me he ido a esconder para no sentir sobre mí las miradas indiscretas del juicio humano. Al borde de mis fracasos ¿a quién he encontrado de no ser a ti? El único que podría reprocharme mis incoherencias me viene a buscar para sostener mi angustia y mi humillación. !Cuánta ilusión cuando pensamos en tener que ir a ti sólo cuando hemos alcanzado la perfección…! Se me ocurriría pensar que a ti no te gusta lo que soy, pero quizás no es exactamente así: a mi no me gusta como soy, pero a ti te gusto de cualquier manera, porque tu amor e salgo especial que respeta todo de mí y hace de todos mis instantes, un espacio de encuentro y de don. ¡Señor, enséñame a no bajar de la cruz con la pretensión absurda de salvarme a mi mismo! Hazme la gracia de saber esperar, a tu lado, el hoy de tu Reino en mi vida.