«El sacerdote es un instrumento de Dios para el perdón de los pecados» : «el perdón de Dios que se nos da en la Iglesia, se nos transmite a través del ministerio de un hermano nuestro, el sacerdote», que, a su vez, también es « un hombre que, como nosotros, necesita la misericordia». Por ello, «también los sacerdotes deben confesarse, incluso los obispos: todos somos pecadores. ¡Incluso el Papa se confiesa cada quince días, porque el Papa es también un pecador! Y el confesor siente lo que yo le digo, me aconseja y me perdona, porque todos tenemos necesidad de este perdón».