(RV).- (Audio y video) La Iglesia tiene el valor de una mujer que defiende a sus hijos para llevarlos al encuentro con su Esposo. Lo subrayó el Papa Francisco en la Misa de la mañana del martes en la Casa de Santa Marta. El Pontífice reflexionó sobre el encuentro entre Jesús y la viuda de Naím, hablando de la dimensión de la “viudez” de la Iglesia que, dijo, camina en la historia buscando el encuentro con el Señor. Jesús tiene la “capacidad de padecer con nosotros, de estar cercano a nuestros sufrimientos y hacerlos suyos”. El Obispo de Roma desarrolló su homilía partiendo del encuentro entre Jesús y la mujer viuda de Naím, del que habla el Evangelio de hoy. Jesús, subrayó, “se conmovió” por esta viuda que ahora también había perdido al hijo. Jesús, prosiguió, "sabía qué cosa significase una mujer viuda en aquel tiempo”, y observó que “el Señor tiene un amor especial por las viudas, las cuida”. Leyendo este pasaje del Evangelio, agregó, pienso también que "esta viuda" sea "un ícono de la Iglesia, porque también la Iglesia es en cierto sentido viuda”:
“Su Esposo se ha marchado y Ella camina en la historia, esperando encontrarlo, encontrarse con Él. y Ella será la esposa definitiva. Pero mientras tanto Ella - la Iglesia - ¡está sola! El Señor no es visible. Tiene una cierta dimensión de viudez… Y me hace pensar a la viudez de la Iglesia. Esta Iglesia valiente, que defiende a los hijos, como aquella viuda que iba al juez corrupto para defender, defender y al final ha vencido. ¡Nuestra madre Iglesia es valiente! Tiene aquel valor de una mujer que sabe que sus hijos son suyos y debe defenderlos y llevarlos al encuentro con su Esposo”.
El Papa se detuvo en algunas figuras de viudas en la Biblia, en particular en la valiente viuda macabea con siete hijos que son martirizados por no renegar a Dios. La Biblia, subrayó el Santo Padre, dice de esta mujer que hablaba a los hijos “en dialecto, en la primera lengua”. Y, observó que también nuestra Iglesia madre nos habla en dialecto, en “aquella lengua de la verdadera ortodoxia que todos nosotros entendemos, aquella lengua del catecismo” que “precisamente nos da la fuerza para ir adelante en la lucha contra el mal”:
“Esta dimensión de viudez de la Iglesia, que camina en la historia, esperando encontrar, hallar a su Esposo… Nuestra madre Iglesia ¡es así! Es una Iglesia que, cuando es fiel, sabe llorar. Cuando la Iglesia no llora, algo no va bien. Llora por sus hijos ¡y reza! Una Iglesia que va adelante y hace crecer a sus hijos, les da fuerza y los acompaña hasta la última despedida para dejarlos en las manos de su Esposo que al final también Ella encontrará. ¡Esta es nuestra madre Iglesia! Yo la veo en esta viuda, que llora. Y ¿qué cosa dice el Señor a la Iglesia? ‘No llores. Estoy contigo, te espero, te espero allá, en las bodas, las últimas bodas, aquellas del cordero. ¡Detente, este tu hijo que estaba muerto, ahora vive!’”.
Y esto, prosiguió, “es el dialogo del Señor con la Iglesia”. Ella “defiende a los hijos, pero cuando ve que los hijos están muertos, llora y el Señor le dice: ‘Estoy contigo y tu hijo está conmigo’”. Como dijo al muchacho en Naim de levantarse de su lecho de muerte, agregó el Papa, tantas veces Jesús nos dice también a nosotros de levantarnos “cuando estamos muertos por el pecado y vamos a pedir perdón”. Y ¿qué cosa hace entonces Jesús “cuando nos perdona, cuando no devuelve la vida?”: nos restituye a nuestra madre:
“Nuestra reconciliación con el Señor no termina en el diálogo ‘Yo, tú y el cura que me da el perdón”; termina cuando Él nos restituye a nuestra madre. Allí termina la reconciliación, porque no hay camino de vida, no hay perdón, no hay reconciliación fuera de la madre Iglesia. Y así, viendo a esta viuda, me vienen todas estas cosas, un poco en desorden… Pero veo en esta viuda el ícono de la viudez de la Iglesia que está en camino para encontrar a su Esposo. Me dan ganas de pedir al Señor la gracia de confiarnos siempre en esta ‘mamá’ que nos defiende, nos enseña, nos hace crecer y nos habla en el dialecto”. (RC-RV)