martes, 21 de mayo de 2013
HOMILÍA DEL LUNES DEL PAPA FRANCISCO : LA ORACIÓN VALIENTE, HUMILDE Y FUERTE CUMPLE MILAGROS
Una oración valiente, humilde y fuerte, cumple milagros: lo afirmó el Papa Francisco esta mañana en la Misa presidida en la Casa de Santa Marta. La liturgia del día nos propone el pasaje del Evangelio en el que los discípulos no logran sanar a un muchacho; Jesús debe intervenir lamentando la incredulidad de los presentes; y al padre de aquel chico que le pide ayuda, responde que “todo es posible para el que cree”.
El Santo Padre observó que a menudo también aquellos que aman a Jesús no arriesgan mucho en su fe y no se confían completamente a Él: “Pero ¿por qué, esta incredulidad? Creo que es justamente el corazón que no se abre, el corazón cerrado, el corazón que quiere tener todo bajo control”.
Es un corazón que “no se abre” y no “deja a Jesús el control de las cosas ” – explicó el Papa –. Cuando los discípulos preguntan por qué no han podido curar al joven, el Señor responde que aquel “tipo de demonios no se puede eliminar sino solo con la oración”. “Todos nosotros – subrayó el Santo Padre- llevamos un poco de incredulidad, dentro”. Es necesaria “una oración fuerte, y esta oración humilde y fuerte hace que Jesús pueda obrar el milagro. La oración para pedir un milagro, para pedir una acción extraordinaria – prosiguió el Obispo de Roma – debe ser una oración coral, que nos involucre a todos”.
A este propósito el Papa narró un episodio ocurrido en Argentina: una niña de 7 años se enfermó y los médicos le dieron pocas horas de vida. El papá, un electricista, “hombre de fe”, “se puso como loco y en aquella locura” tomó un autobús para ir al Santuario mariano de Lujan, distante 70 km: “Llegó ahí pasadas las 9 de la noche, cuando todo estaba cerrado. Y comenzó a rezar a la Virgen, con las manos aferradas a la reja de fierro. Y rezaba, y rezaba, y lloraba, y rezaba … y así, permaneció toda la noche. Pero este hombre luchaba: luchaba con Dios, luchaba junto a Dios por la sanación de su hija. Luego, después de las 6 de la mañana, fue al terminal, tomó el bus y llegó a casa, al hospital, a las 9, más o menos. Encontró a su esposa llorando. Se imaginó lo peor. ‘¿Qué ha pasado? ¡No entiendo, no entiendo! ¿Qué ha pasado?’. ‘Han venido los doctores y me han dicho que la fiebre ha pasado, que respira bien, que ¡no tiene nada! La dejarán en reposo por dos días más, pero no entienden qué ha pasado!’. ¡Esto todavía sucede, ¿eh?, los milagros existen!”.
Continúa
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Pero es necesario orar con el corazón, concluyó Francisco: “Una oración valiente, que lucha por llegar a aquel milagro; no esas oraciones de circunstancia, ‘Ah, rezaré por ti’: rezo un Padre Nuestro, un Ave María y, después me olvido. No: oración valiente, como aquella de Abraham que luchaba con el Señor por salvar la ciudad, como aquella de Moisés que tenía las manos en alto y se cansaba, rezando al Señor; como aquella de tantas personas, de tanta gente que tiene fe y con la fe reza, reza. La oración hace milagros, pero ¡debemos creer! Creo que podemos hacer una bella oración… y decirle hoy, durante toda la jornada: ‘Creo, Señor, ayuda mi incredulidad’ ... y cuando nos piden rezar por tanta gente que sufre en las guerras, los refugiados, por todos los dramas de la actualidad, reza al Señor, pero con el corazón: ‘¡Hazlo!’Pero diciéndole: ‘Creo, Señor. Ayuda a mi incredulidad’ que también está en mi oración. Hagamos esto, hoy”.