viernes, 1 de julio de 2011

Lectio Divina : Sábado 2 de Julio : Fiesta del Inmaculado Corazón de María : Evangelio según Lucas 2, 41-52. : (XIII Semana del Tiempo Ordinario - Ciclo A -)

  Lectio Divina :  Sábado, 2 Julio, 2011  

 Fiesta del Inmaculado Corazón de María

 Evangelio según Lucas 2, 41-52. 

(XIII Semana del Tiempo Ordinario - Ciclo A -)

 


Entro en oración:
  pacificándome:
  con un momento de silencio
  respirando lentamente
  pensando que encontraré al Señor
  pidiendo perdón por las ofensas cometidas
  y perdonando de corazón las ofensas recibidas

  poniéndome en la presencia de Dios
  hago un signo de la cruz;
  por un breve espacio de tiempo miro cómo Dios me mira;
  comienzo la oración de rodillas o como más me ayude, pidiendo al Padre, en el nombre de Jesús, el Espíritu Santo para que el deseo, la voluntad, la inteligencia, la memoria sean orientados a su alabanza y su servicio.
  Pido al Señor el don que este pasaje del Evangelio me quiere hacer.


1. Leemos la Palabra


Lucas 2, 41-52 
41 Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua.
         42 Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre, 43 y cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.
        44 Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; 45 al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca.
        46 A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas: 47 todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
        48 Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:
- Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.
49 Él les contestó:
- ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?
        50 Pero ellos no comprendieron lo que quería decir.
        51 Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad.
        Su madre conservaba todo esto en su corazón.
        52 Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres. 
Palabra del Señor

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  Orientaciones para la lectura 

 
1) El trasfondo (vv.41-42). Los elementos descritos: los personajes (los padres y Jesús a la edad de doce años), el contexto social (la costumbre de la peregrinación), el contexto geográfico (Jerusalén), el contexto religioso-litúrgico (la fiesta de la pascua).
        Los padres, María y José, se nos presentan como observantes, devotos, habituados a ir en peregrinación a Jerusalén todos los años (Ex 23,17; Dt 16,16). Jesús, por su parte, es definido a partir de aquella atmósfera de serenidad y fidelidad a la ley que han creado en torno a él sus padres. Él tiene doce años y a los trece comenzaba oficialmente la madurez, en la que el adolescente asumía sus responsabilidades frente a la ley. Los padres de Jesús, en cierto modo, anticipan esa preparación a la madurez a partir de la peregrinación a Jerusalén, hecho muy entrañable para todos los hebreos. La costumbre de la peregrinación constituye el vértice del acontecimiento. La mención de Jerusalén aparece tres veces. Jesús no había ido nunca después de la presentación en el templo, a los cuarenta días de su nacimiento. Se puede intuir con qué entusiasmo se hablaría de ello en la casa de Nazaret, con qué atención y oración se esperaba y preparaba.
        Lucas construye su libro a partir de un sólo camino de Jesús, y la segunda parte de su evangelio es una gran peregrinación a Jerusalén. La primera, realizada a los doce años es, pues, ya, un símbolo de la peregrinación definitiva de su vida. Es la anticipación de su Pascua.
2) El hecho (v.43). "Terminados (completados) los días de la fiesta". La plenitud está siempre relacionada con Jerusalén, con la Pascua, memoria actualizada de la liberación que Dios ha obrado con su pueblo, haciéndolo salir de la esclavitud de Egipto (c. Ex 12,1-14). Días llenos para Jesús, de doce años. Llenos, ante todo, de maravilla y asombro al ver, por vez primera, la ciudad santa, el templo, el altar en el que se inmolaban los corderos, al oír los cantos, los salmos, las enseñanzas, pero también el vocear de las personas y los gritos de los animales... Se puede imaginar que Jesús habrá vivido sensaciones contradictorias. Admiración por las realidades positivas como la experiencia intensa de la presencia del Padre en la oración, pero también disgusto por lo que no dejaba transparentar el misterio de Dios (cf. Lc 19,46; Mt 7,6-7).
        Mientras la gente retoma, según su costumbre, el camino de vuelta, para Jesús no es así. La gente y sus padres no se dan cuenta de lo que le sucede a Jesús. Para él hay todo un acontecimiento que estalla y en el que se manifiesta aquel paso de Dios que no deja lugar a la repetitividad, sino que divide la existencia en un antes y un después. Su quedarse es fruto de una decisión difícil en vista de una misión dura de cumplir. Tampoco los padres entendieron su misteriosa decisión. Lucas cuenta un episodio desconcertante que rompe los lazos familiares y los hábitos de la existencia. Se puede imaginar el desconcierto de María y de José, habrán pensado de todo menos lo que estaba sucediendo en realidad, porque lo que estaba acaeciendo forma parte del obrar de Dios, al cual no nos acostumbramos nunca.
3) La búsqueda (vv.44-45). Comprende una hipótesis, una primera búsqueda, la vuelta a Jerusalén y una segunda búsqueda.
        Es importante subrayar los verbos "buscar", no encontrar", "encontrar", "¿por qué me buscabais?". La tensión de la búsqueda de Dios y del encontrar está presente en muchas páginas bíblicas, en particular en el Cantar de los Cantares (Ct 3,1-4; 5,5-8; 6,1-3) y en los Salmos (Sal 63, 2-3; 42,2-4). Es el dinamismo que pertenece al misterio del hombre en su relación con Dios. El corazón humano vive siempre la búsqueda de Dios, busca y no encuentra, encuentra y le parece de nuevo que lo pierde, por lo que vuelve a buscar y a encontrar de nuevo. María y José, en aquellos tres días, experimentaron la más profunda tensión del hombre, en particular del creyente. Viven la alegría de encontrar a Jesús y, al mismo tiempo, el temor a perderlo. El Señor ama esta tensión constante del corazón humano y se esconde para hacerse encontrar. El suyo es un juego de amor. Dios, al que no se puede ver totalmente, se revela en parte para hacerse buscar y se esconde para que se le busque con mayor deseo. El camino del creyente es muy rico, nunca monótono, siempre lleno de sorpresas y de novedad.
4) El reencuentro (vv. 46-47). Los padres, después de tres días, encuentran a Jesús, sentado entre los doctores del templo, dialogando (por tanto, no en oración), en medio del asombro de todos.
        En los "tres días" los exegetas leen una alusión a los últimos tres días en los que Jesús estará en la muerte y en vano se le buscará en el sepulcro, como harán las mujeres en la mañana de Pascua. Es una alusión al misterio pascual. María y José encuentran a Jesús en el templo. Es la primera vez que se habla de ello. Y Jesús está tranquilo, sentado en medio de los doctores. Como hace todo discípulo rabínico, escucha la enseñanza sentado a los pies del maestro, de los doctores, y les hace preguntas para mejor entender y aprender. Jesús, por una parte, parece un discípulo pero, por otra, se revela como maestro "lleno de inteligencia", suscitando la admiración por sus respuestas. Es importante notar dónde Jesús es reencontrado: en el templo, entre los doctores. En el evangelio de Juan se habla a menudo de Jesús en el templo y allí se le describe como el que enseña y discute, no en el momento de los sacrificios, la oración o la ofrenda. Jesús es obediente al Padre (Jn 4,34; 6,38). En las discusiones del templo, el tema central es la interpretación de la voluntad de Dios. Jesús se siente atraído, se habla del Padre, del querer del Padre que él, como Hijo, conoce con una inteligencia profunda. Jesús permanece en el templo para obedecer a la vocación de dar a conocer la voluntad del Padre para la salvación de todos los hombres.
5) La reacción de los padres (v.48). "Al verlo, quedaron atónitos". Lucas subraya la sorpresa de los padres. Es un verbo usado otras veces respecto a su enseñanza. La gente se siente tocada porque Jesús habla con autoridad (Lc 4,31-32) y no como los escribas (Mt 7,28-29). José y María se quedan sorprendidos porque intuyen que Jesús está envuelto por un misterio profundo. Es un suceso nuevo e imprevisto. Entonces, su madre expresa su dolor, su congoja: "Hijo, ¿por qué nos has tratado así, sin avisarnos, sin explicarnos nada?". "te buscábamos angustiados".  El término "angustiados" habla de un gran tormento (Lc 16,24) con un fuerte componente afectivo. Una reacción compleja: estupor frente a una revelación divina, pero también lleno de afectividad humana, el amor por el hijo y el sufrimiento por haberlo perdido, por no haber respondido adecuadamente al mandato recibido de Dios.
6) La respuesta de Jesús (v.49). ¿Por qué me buscabais?". Vienen a la memoria las palabras: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?" (Lc 24,5). "Necios y lentos de corazón... ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en la gloria?" (Lc 24,25-26). Es una búsqueda que, incluso partiendo del corazón, no va bien orientada. Es orientada por una no comprensión del misterio de Dios, o bien acompañada por una ansiedad que no tiene sentido porque Cristo, para entrar en la gloria, debía sufrir. "¿No sabéis que yo debo ocuparme de las cosas de mi Padre?".



        Debo es un verbo importante para Lucas, porque ofrece la clave de la vida de Jesús: indica la necesidad histórico-salvífica por la cual el Hijo realiza aquello que conocemos en su vida (Lc 4,43; 13,33; 19,5; 24,44). La pregunta de Jesús arroja luz sobre esta "necesidad". Jesús tiene una comprensión del designio divino. El Padre es el secreto de la vocación de Jesús. "Debo ocuparme de la cosas de mi Padre". Es el primer debo del que deriva toda su misión. En el Evangelio de Lucas, Jesús, a los doce años, pronuncia por primera vez la palabra Padre para que María y José comprendan la raíz profunda de su vocación; la repetirá por última vez sobre la cruz: "Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23,46). En el templo, Él ha asumido y expresado la consciencia de su camino vocacional que termina con la entrega definitiva al Padre.

7) La no comprensión (v.50). "Pero ellos no comprendieron lo que quería decir". Con una frase muy dura, Lucas subraya que José y María no comprendieron. A la comprensión que Jesús tiene de su misión corresponde ahora la no completa inteligencia de sus padres. En otros pasajes, Lucas subraya esta no comprensión por parte de los discípulos: en los anuncios de la pasión (Lc 18,34) y después de la resurrección (Lc 24,45). El suyo es un entender que se detiene en las palabras sin llegar a las consecuencias que implican. Es necesaria mucha vida para comprender lo que significan para la existencia humana. La inteligencia de las cosas de Dios, del misterio de Cristo, Hijo del Padre, de la cruz y de lo que el abandono del Hijo en la cruz significa para el camino humano es un don de lo alto.

8) La contradicción (vv. 51-52). "Él bajó con ellos... y vivió bajo su autoridad". Jesús vuelve a Nazaret, a la vida de todos los días, a la vida cerrada de un pueblo pequeño, donde estará nuevamente sujeto a las leyes comunes. La misma consciencia de Hijo, que le había impulsado a entretenerse en Jerusalén, lo tiene ahora sometido y obediente. 
Es la obediencia de la que Jesús habla, a menudo, en el evangelio de Juan: "Hago lo que quiere el Padre... escucho las palabras del Padre... cumplo la voluntad del Padre".



2. Meditamos


 
  En el clima de Navidad, la celebración de la Santa Familia invita a construir la familia a la luz de la fe que ilumina toda situación humana.

        La nueva oración colecta nos pone en contemplación del Hijo de Dios, engendrado antes de la aurora del mundo, que se hace miembro de la familia humana y pide que todos veneren el don y el misterio de la vida.

  La celebración de la Santa Familia recuerda cuál es el designio de Dios que se revela en Navidad: hacer de todos los hombres una sola familia, su familia, su pueblo. En este contexto se comprende también la grandeza de cada familia cristiana: ellas son un reclamo viviente al amor nupcial de Cristo por la Iglesia, pero también un signo constante que recuerda a los creyentes el designio del Padre de hacer de todos los hombres "uno en Jesucristo", partícipes de la vida divina, de la condición filial.
  El primer anuncio de la familia se refiere al camino de fe que todo cristiano debe recorrer para acoger el misterio escondido en la persona de Jesús. Ante su persona la actitud que hemos de asumir es la de María: meditar en silencio los acontecimientos de Dios, dejando correr el tiempo, para que lo que aparece oscuro e incomprensible sea esclarecido por una sucesiva revelación, ya que Dios no rechaza al que lo busca.
  Como María, José y Jesús, la familia en la Iglesia está siempre sostenida por el deseo de comprender la "voluntad del Padre": por consiguiente, se deja iluminar por la Palabra y encuentra en la Liturgia el momento culminante de su camino de amor y de vida. Acepta las pruebas y los sufrimientos a la luz de la Pascua y en la alegría que sólo la fe puede comunicar.
  Los padres se preocupan de que el crecimiento de los hijos no se realice sólo a nivel cronológico, sino que esté siempre acompañado por la sabiduría divina y por el amor que viene de lo alto. Ellos no consideran a los hijos como una propiedad suya, sino como un don de Dios confiado a ellos para que puedan crecer hasta gozar de la "gloriosa libertad de los hijos de Dios.

 

3. Oramos


María, tú que has vivido una prueba de gran sufrimiento
en los días de la Pascua de Jesús en Jerusalén, obtennos
buscar al Señor con perseverancia y sin cansarnos.

Jesús, concédenos comprender tu misterio, cómo Dios está siempre más allá,
y es siempre más grande, no reductible a ninguna medida nuestra,
porque es Él el que nos programa a nosotros, sin nosotros saberlo, sorprendiéndonos.
Concédenos no asustarnos por el alternarse de sombras y de luces.
Enséñanos a creer que también en la oscuridad nosotros caminamos hacia ti.
Haznos leer, en los momentos en los que te escondes, tu amor que nos purifica.
Jesús, tú que has dicho que hagamos siempre lo que le complace al Padre,
danos comprender que en el Padre está la paz de nuestras elecciones.

Y tú, Padre, que nos has creado en Jesús, que nos has llenado de Espíritu Santo,
que nos amas y nos llevas de la mano, haz que podamos confiar a ti nuestra vida.
Señor, concédenos estar contigo y como Tú ante el Padre,
en su voluntad, en su proyecto salvífico de amor por nosotros,
por cada hombre, por toda la humanidad.
Danos, Señor, la libertad que se regala en la obediencia 
y la obediencia que engendra libertad.

María, que has vivido en el sufrimiento y en la oración
el desarrollo de la personalidad de Jesús, su crecimiento,
el esclarecimiento ante los hombres de su misión,
asiste, con paciencia y bondad materna, el entreabrirse, en cada uno de nosotros,
de esta personalidad que responde al maravilloso designio de Dios,
designio eterno que no tendrá nunca fin.