viernes, 1 de mayo de 2009

LA FIESTA DE PENTECOSTÉS

LA FIESTA DE LA GAVILLA DE TRIGO O FIESTA DE PENTECOSTÉS

FIESTA/PENTECOSTES: Al parecer, la fiesta de Pentecostés se venía celebrando desde los orígenes del pueblo judío, pero permaneció largo tiempo en segundo plano. Gracias, en parte, a una singular aritmética de las cifras, esta fiesta participó del valor progresivamente ganado por la festividad de la Pascua. Lo cual no fue óbice para que, por encima de tales procedimientos, la fiesta de Pentecostés alcanzara un contenido peculiar, digno de pasar a la liturgia cristiana.Pero estudiar la evolución de la fiesta de Pentecostés en el mundo judío es tarea particularmente laboriosa, debido a que esta solemnidad no conoció una importancia comparable a la de Pascua o los Tabernáculos. En el ámbito bíblico los documentos son muy escasos; por tanto, sólo el Judaísmo reciente (en muchos puntos, todavía discutible) puede ofrecernos algunas indicaciones interesantes.


1. LA FIESTA AGRÍCOLA

Los textos bíblicos más antiguos han conservado el viejo nombre natural de la fiesta: fiesta de la siega.Observarás también la fiesta de la siega, de las primicias de cuanto han producido, los campos por ti sembrados... Ex., 23, 16.Celebrarás la fiesta de las semanas, la fiesta de las primicias de la siega de los trigos... Ex., 34, 22.El primero de estos textos pertenece al antiguo Código de la Alianza, que puede remontarse a Moisés. El segundo es más reciente, puesto que pertenece a la fuente yahvista y parece retocado y corregido por una mano posterior; de ahí que la fiesta lleve dos nombres: fiesta de las semanas y fiesta de la siega. Dejemos, de momento, a un lado la primera denominación para fijarnos en el aspecto agrícola, que nos es bien conocido. En el mes de mayo, el "tercer mes" del año en el cómputo judío reciente, las cosechas de cereales han alcanzado su madurez en Palestina, y la fiesta debe santificar y coronar la siega, de la misma manera que la fiesta de los Tabernáculos santificaba y coronaba la cosecha de las vides y de los frutales en el mes de septiembre.Es difícil comprender la importancia de esta fiesta. Al menos, cabe señalar que los textos legislativos que acabamos de ver la incluyen entre las grandes fiestas del año. Por su parte, la reforma del Deuteronomio. hará girar el año litúrgico en torno a esas tres fiestas, si bien añadiendo una nueva precisión: en lo sucesivo, con ocasión de las tres fiestas, habrá que ir en peregrinación a Jerusalén; por tanto, conviene estar de acuerdo en las fechas. De ahí que el Deuteronomio presente una especie de cómputo que permite calcular las fechas de la Pascua y de la fiesta de la siega: Contarás siete semanas. Cuando la hoz comience a segar las espigas, entonces comenzarás a contar esas siete semanas. Y celebrarás en honor de Yahvé tu Dios la fiesta de las Semanas, con la ofrenda voluntaria que haga tu mano, según Yahvé Dios te bendiga. Te regocijarás en presencia de Yahvé tu Dios, en el lugar elegido por Yahvé tu Dios para hacer habitar su nombre: tú, tu hijo, tu hija, tu siervo y tu sierva, el levita establecido en tu ciudad, el extranjero, el huérfano y la viuda que viven en medio de ti. Te acordarás de que fuiste siervo en el país de Egipto y observarás estas leyes para ponerlas en práctica. Dt., 16, 9-12.El contenido de esta fiesta deuteronómica es todavía netamente agrícola: su cómputo depende del ritmo de la cosecha de los cereales y su objetivo esencial consiste en ofrecer a Dios las primicias de esa cosecha junto con el gozo que se experimenta por sus bendiciones. Pero interviene un nuevo tema: se contarán siete semanas entre la primera fiesta de Abib y la fiesta de la siega. Cálculo que, al parecer, no tiene todavía ningún significado misterioso: es tan sólo un medio sencillo para reunirse en Jerusalén. Pero ese cálculo es tan importante que cambia el nombre mismo de la fiesta: en lo sucesivo se llamara fiesta de las semanas, es decir, la "fiesta que viene después de una semana de semanas".Resulta quizá sorprendente que, fuera de este cálculo sin alcance doctrinal, la fiesta de la siega se encuentra todavía en el estadio agrícola, incluso en la visión del reformador deuteronomista, mientras que las otras dos grandes fiestas de Israel, Pascua y Tabernáculos, han pasado, hace ya tiempo, al estadio histórico y aun han alcanzado el nivel moral. Esta pobreza doctrinal de la fiesta es, sin duda, lo que explica el relativo silencio de la Biblia con respecto a ella.


2. LA FIESTA DE LAS SEMANAS

El primer intento de espiritualización de la fiesta se produce después del destierro y se basa en una simbólica de los números que no puede por menos de originar cierto asombro en nuestros espíritus modernos. Los dos textos sacerdotales que poseemos conceden gran importancia al cómputo de las semanas:A partir del día siguiente al sábado, del día en que traigáis la gavilla de presentación, contaréis siete semanas completas. Contaréis cincuenta días hasta el día siguiente al séptimo sábado y ofreceréis a Yahvé una nueva oblación. Llevaréis a vuestras casas pan, para ofrecerlo en ademán de presentación, en dos partes de dos décimas de flor de harina cocida con levadura, a título de primicias a Yahvé... Cuando hagáis la siega en vuestra tierra no segarás hasta el limite extremo de tu campo ni recogerás lo que queda por espigar. Lo dejarás para el pobre y el extranjero. Lv., 23, 15-22.Nos hallamos, ciertamente, en un contexto relativo a la fiesta de la siega y se trata de presentar ante Dios las primicias de los campos. El contenido de la fiesta no ha variado todavía. Pero lo que sigue desarrollándose y adquiriendo mayor importancia es el cómputo de las siete semanas. Ya no se calcula a partir del momento en que se corta la primera espiga, como en el Dt., sino a partir del día siguiente al sábado que viene tras ese día. Además, ya no se cuentan siete semanas, sino cincuenta días (7 por 7 más l). Aquí hay, evidentemente, una serie de cálculos que obedecen a los principios de quienes inventaron el calendario perpetuo de que hemos hablado al estudiar la fiesta de Pascua. Introduciendo tales cálculos, resulta que la fiesta de las Semanas se celebra siempre ,en un "día siguiente al sábado, esto es, en domingo. Cuando hablemos del domingo, tendremos ocasión de ver la importancia doctrinal de semejante reforma, que señala el día siguiente al sábado para celebrar una fiesta de tal amplitud.Dicho texto y el cómputo que propone hicieron correr mucha tinta en los medios judíos, en favor o en contra del calendario perpetuo. Nosotros procuraremos, en primer lugar, poner de relieve los posibles puntos de contacto entre los partidarios de las distintas interpretaciones, pasando luego a precisar el objeto concreto de tales divergencias y señalando cómo éstas llevaron a atribuir a Pentecostés un objeto propio, que no había tenido en un principio.Un elemento importante es que, de acuerdo con el cómputo establecido en el citado texto -y en consonancia con el Deuteronomio-, la fiesta de Pentecostés aparece solidaria con la Pascua. Solidaridad que todavía no va muy lejos en el plano doctrinal, pero que, claramente, hace de la fiesta de las semanas un satélite de la fiesta de Pascua.Si deseáramos ver en qué consiste esa solidaridad, tal vez pudiésemos decir que, en la simbólica de los números, siete veces siete días más uno (cincuenta días) constituye un símbolo de plenitud. Cálculos parecidos a éstos explicarán más adelante el origen del año sabático y del año jubilar, así como la prehistoria del domingo (el octavo día) en el propio mundo judío. La fiesta de Pentecostés no significa todavía gran cosa, porque el contenido de la fiesta de Pascua no es todavía suficientemente rico. Pero, cuando éste se enriquezca, adquirirá todo su sentido la nota de plenitud aneja a la Pentecostés. No tardaremos en comprobarlo.Otro elemento importante viene a ser consecuencia de ese cómputo. Y es que el centro de interés no es tanto la fiesta de la siega en sí cuanto el espacio de tiempo comprendido por los cincuenta días de intervalo entre Pascua y Pentecostés. La fiesta de la siega es el "quincuagésimo día" o "Pentecostés's", lo cual define, limitándolo, un período que se cargará poco a poco de contenido doctrinal.Hasta aquí los puntos de contacto. Por su parte, las divergencias proceden principalmente de ia manera de seguir esa prescripción del cómputo. En el primer siglo de nuestra era, las diversas sectas judías tenían concepciones bastante divergentes. Los saduceos contaban siete semanas a partir del día mismo de Pascua. Interpretaban la palabra "sabbat" de Lv., 23,15, aplicándola al día de la fiesta (que era día de descanso, de "sabbat"). Según esto, Pentecostés caía siempre cincuenta días después de la fiesta de Pascua, en cualquier día de la semana.Los fariseos, en cambio, tomaban a la letra la prescripción del Levítico y contaban a partir del día siguiente al sábado posterior a la fiesta de Pascua, es decir, el sábado anterior a la octava de Pascua. Pero, como ellos seguían el calendario lunar, la fiesta de Pentecostés, que caía siempre en domingo, podía coincidir con dos domingos (sobre todo cuando, como el año de la muerte de Cristo, la Pascua caía en sábado). Los esenios contaban de igual manera, pero sobre la base del calendario perpetuo, interpretando además que "Pascua" quiere decir toda la semana pascual. Por tanto, el sábado, a partir del cual se contaba quedaba fuera de la octava pascual. De donde resulta que a menudo celebraban Pentecostés sesenta días después de Pascua.En el ardor de las polémicas sobre el calendario, se fueron alegando argumentos en favor de uno u otro cómputo. Evidentemente, se procuró encontrar en la Biblia textos favorables a este o aquel punto de vista y se subrayó muchas veces el texto que introduce la promulgación de la Ley:El tercer mes después de su salida del país de Egipto, aquel día los hijos de Israel llegaron al desierto del Sinaí... Subió entonces Moisés hacia Dios. Yahvé le llamó desde la montaña y le dijo: "Así hablarás a la casa de Israel..."Ex., 19, 1-4.La indicación "aquel día" quiere decir que los judíos llegaron al Sinaí el mismo día de la salida de Egipto (el decimoquinto del mes). Alusión evidente al cómputo esenio. El año 150 de nuestra era, el rabino José ben Halaphta declara:El decimocuarto día de Nisán inmolaron los israelitas en Egipto los corderos de la Pascua; era jueves... El tercer mes, el sexto día del mes, les fueron dados los diez mandamientos; era sábado.Aquí se defiende el cómputo fariseo. Pero el argumento proporciona un objeto a la fiesta de Pentecostés y la convierte en la fiesta de la promulgación de la Ley.Pero el caso es que los esenios, para defender su propio cómputo, echan mano del mismo argumento. El Libro de los Jubileos, que, si no depende de ellos, depende al menos de Qumrán, comienza diciendo a este respecto:El tercer mes, el décimo sexto día del mes, Moisés subió a la montaña. 1,1.Nos hallamos no ya cincuenta días después de la Pascua, sino sesenta y uno. Pero, al margen de las divergencias sobre el computo, todas las sectas están de acuerdo en presentar Pentecostés como la fiesta de la promulgación del decálogo. Y así, en los albores de nuestra era, Pentecostés recibe un nuevo significado que ya no es agrícola, sino histórico: alcanza el nivel de las demás fiestas judías, que desde hacía tiempo eran recordatorio de los acontecimientos del Éxodo. Además, como la Ley tiene por entonces un puesto importante en las meditaciones de los sabios y los legistas, Pentecostés asciende de golpe al nivel de las grandes fiestas de Pascua y los Tabernáculos. Poco nos importa, a fin de cuentas, que ese contenido histórico le haya venido durante una polémica sobre los cómputos y la simbólica de los números. Pasamos, pues, inmediatamente al análisis de tal contenido.


3. LA FIESTA DE LA PROMULGACIÓN DE LA ALIANZA

Si los dos documentos que hemos citado -el rabino ben Halaphta y el Libro de los Jubileos- se sitúan respectivamente poco después y poco antes de nuestra era, parece ser que dos o tres siglos antes de Cristo se preocupaba ya la Biblia de convertir Pentecostés en recordatorio de la Ley. La adopción del calendario perpetuo, de que hemos hablado, va a permitir datar un gran número de acontecimientos antiguos, tanto en los libros salidos de los medios sacerdotales (fuente P, Crónicas) como en el Libro de los Jubileos.Ya hemos visto que el Libro de los Jubileos relaciona con Pentecostés la promulgación de los diez mandamientos, pero exagera un poco sistemáticamente al cargar sobre Pentecostés un considerable número de acontecimientos bíblicos. La alianza verificada entre Dios y Noé a raíz del diluvio se fija en el día de Pentecostés:Dios puso su arco en las nubes en señal de alianza eterna, en virtud de la cual no habría otro diluvio sobre la tierra para destruirla, todos los días de la tierra. Por este motivo, está escrito y ordenado en las tablas celestes que se celebre la fiesta de las Semanas en este mes todos los años, a fin de renovar anualmente la alianza. 6, 16-17.Prosiguiendo su meditación sobre los acontecimientos bíblicos, el autor del Libro de los Jubileos relaciona también con Pentecostés la alianza de Dios con Abrahán. La Biblia era bastante discreta a este respecto, no dando fecha alguna (cfr. Gn., 15). Para los Jubileos, en cambio, es el 15 de sivan, día de Pentecostés según el calendario perpetuo, cuando el Señor hizo su alianza con Abrahán (14, 18). Y prosiguen:Aquel día hicimos alianza con Abrahán, como la habíamos hecho con Noé este mismo mes. Y Abrahán renovó la fiesta e hizo de ella un mandamiento para sí a perpetuidad. 14, 20.La "relectura" de los antiguos documentos sigue diciendo que la circuncisión, marca de la alianza, fue practicada "el tercer mes, en medio del mes" (15, 1) y que el hijo de la alianza, Isaac, nació precisamente y un día de Pentecostés (16, 13), como primicias de la nueva cosecha.Podríamos añadir otros muchos textos cronológicos del Libro de los Jubileos; pero los citados nos bastan para comprender el contenido doctrinal que se ha ido poniendo en la fiesta de Pentecostés: fiesta de la promulgación de la Ley que pasa a ser preferentemente fiesta de la Alianza y de las distintas renovaciones de la Alianza. Así se comprende que tuviera gran imitación en la comunidad de Qumrán, "comunidad de la alianza" como se autodefinía. Debía de existir una especie de fiesta patronal en la que los miembros de la comunidad renovarían su alianza. Comparando el comienzo de la regla de la comunidad de Qumran con un texto inédito del Documento de Damasco, se ha creído incluso descubrir el ritual litúrgico practicado en el seno de la comunidad, con ocasión de la fiesta de Pentecostés, para renovar la alianza individual de los hermanos e introducir a nuevos hermanos en la alianza.Es cierto que todos los documentos hasta aquí citados están fuera del Canon bíblico. Pero ¡por eso que no quede!: en la Biblia misma aparecen algunas fechas de Pentecostés que, manifiestamente, pretenden alcanzar el mismo objetivo. El Cronista refiere la historia del reinado de Asa. Ya el Libro de los Reyes había subrayado la piedad de este rey (1 Re., 15), pero sin detenerse en ello. El Cronista, por el contrarío, que escribe en el siglo II a. C. e influido por el calendario perpetuo, hará una extensa descripción de la obra reformadora de Asa, obra comparable a sus ojos con las de Josías y Ezequías. Ahora bien, esa obra de reforma se cierra con una gran asamblea convocada... para Pentecostés, con vistas a renovar la Alianza:El tercer mes del año decimoquinto del reinado de Asa, se reunieron en Jerusalén. Ofrecieron en sacrificio a Yahvé, aquel día, una parte del botín que llevaban: setecientos bueyes y siete mil corderos. Se comprometieron por un pacto a buscar a Yahvé, el Dios de sus padres, con todo su corazón y toda su alma; quien no buscara a Dios moriría, grande o pequeño, hombre o mujer. Prestaron juramento a Yahvé en alta voz por aclamación, al son de las trompetas y de los cuernos. Todos los judíos se mostraron gozosos de este juramento que habían prestado de todo corazón. Espontáneamente buscaron a Yahvé. Y él se dejó hallar por ellos y les dio la paz en todas sus fronteras.2 Cr., 15, 10-15.Este texto podría parecer insignificante si no estuviera el Libro de los Jubileos para corroborar la opinión de que por aquella época Pentecostés era ya la fiesta de la promulgación de la Ley y atrajo a sí el tema de la renovación de la Alianza.Hay todavía otro indicio de la relación existente entre Pentecostés y la promulgación de la Ley: el uso antiquísimo, en la liturgia judía de la sinagoga, del Salmo 68 (67 de la Vulgata) en la fiesta de Pentecostés y la interpretación que le daban los rabinos. Este salmo canta las grandes victorias de Dios representándolas como las etapas de una larga procesión triunfal de Yahvé que lleva del Sinaí a Sión:¡Montaña de Dios, la montaña de Basán! ¡Montaña altanera, la montaña de Basán! ¿Por qué despreciar, montaña altanera,la montaña que Dios eligió para morada?Sí, Yahvé la habitará para siempre. Los carros de Dios son miles de millares; el Señor viene, del Sinaí al santuario. Subiste a la altura, hiciste cautivos, recibiste hombres como tributo, oh Dios, incluso rebeldes a tu morada, Yahvé. Sal. 68, 16-19.Ahora bien, a los ojos de los rabinos, quien subió a la altura fue Moisés, al ascender al Sinaí el día de Pentecostés; y, si recibió hombres como tributo, fue por la entrega de la Ley. Los rabinos, pues, relacionan este salmo con la fiesta de Pentecostés y le hacen cantar los loores de la entrega de la Ley y de la alianza. Más adelante veremos el interés de esta cita en un contexto de Pentecostés.No hay que olvidar, sin embargo, que, aun evolucionando de esta manera, la fiesta de Pentecostés no tiene gran esplendor en Israel. El calendario de Ezequiel (Ez., 45) la omite, y las alusiones a ella son muy escasas y sin relieve (2 Mac., 12, 31-32; Tob., 2, 1).Así, pues, en el momento en que Cristo comienza su ministerio, la fiesta de Pentecostés pierde su carácter agrícola para significar el hecho de la promulgación de la Ley, con la consiguiente actitud moral, impuesta a los fieles, de renovación de la alianza. Renovación que, al principio, se celebró en la antigua fiesta de los Tabernáculos, como hemos tenido ocasión de ver por algunos ejemplos. Luego pasó a la fiesta de Pascua, cuando ésta alcanzó su preeminencia en el calendario judío. Ahora, por fin, queda localizada en la fiesta de Pentecostés. Y es que, para estas fechas, la fiesta de Pentecostés ha venido a ser solidaria -al menos, por la manera de calcularla- de la fiesta de Pascua. Pentecostés participa de la significación soteriológica de Pascua, coronando su contenido: Pascua proporciona el acontecimiento, Pentecostés ofrece la manera de vivir en función de tal acontecimiento. Pascua es la fecha de la independencia del pueblo salvado, Pentecostés es la fecha en que fue promulgada su constitución.4LA PENTECOSTÉS DEL ESPÍRITULa mañana de Pentecostés siguiente a la Pascua del Señor, los apóstoles se hallan reunidos. Mas he aquí que, de repente, mientras meditan, como sus contemporáneos, en la promulgación de la Ley -sin duda, a la luz de los recientes acontecimientos-, se renuevan para ellos los fenómenos del Sinaí:Llegado el día de Pentecostés, se hallaban todos reunidos en un mismo lugar, cuando de repente vino del cielo un ruido semejante al de un viento impetuoso, que llenó toda la casa donde estaban. Y vieron aparecer unas lenguas como de fuego; éstas se dividían, y se posó una sobre cada uno de ellos. Act., 2, 1-4.Es la réplica de los acontecimientos de la Pentecostés del Sinaí :Al tercer día, al amanecer, hubo sobre la montaña truenos, relámpagos y una densa nube, acompañados de un potente sonido de trompeta, y en el campo, todo el pueblo tembló... La montaña del Sinaí estaba llena de humo, porque Yahvé había descendido a ella en forma de fuego. Ex., 19, 16-18.Y, al final de la teofanía:Todo el pueblo veía los truenos y las llamas y la voz de la trompeta y la montaña humeante. Ex., 20, 18.Comentando este texto, a los rabinos les gustaba explicar cómo el pueblo podía ver las llamas y, al mismo tiempo, la voz: porque la voz de Dios estaba en la llama. Y solían añadir que aquella llama se dispersó en setenta pavesas, correspondientes a los setenta pueblos de la tierra.Es evidente que el don de lenguas prolonga el tema de la promulgación de la Ley: ésta iba destinada a difundirse por todo el universo, pero sólo la aceptó el pueblo judío. Ahora se verifica la misma promulgación, que la Iglesia misionera se encargará de llevar a los cuatro puntos cardinales.El hecho de la Pentecostés cristiana es, por tanto, una réplica universalista del hecho de la promulgación de la Ley en el Sinaí.Incluso parece ser que el Salmo 68 ha inspirado los acontecimientos. Pedro parece servirse de su terminología y especialmente de los versículos por nosotros citados, para explicar el misterio de Cristo que resucita y sube a los cielos:Sal.: Subiste a la altura (v. 19).Act.: no subió a los cielos (v. 34).Sal.: recibiste... (la ley, dicen los rabinos).Act.: recibió del Padre el Espíritu Santo (v. 33)Parece ser que, al referir el acontecimiento que tuvo lugar en Pentecostés, San Lucas está preocupado. -sin duda, con toda la tradición apostólica primitiva- de hacer una "relectura" del acontecimiento del Sinaí: la Pentecostés cristiana es la renovación -y esta vez definitiva- de la Alianza, una renovación que no se frustrará como las precedentes, porque ahora, por el don del Espíritu, Dios cambiará los corazones y los espíritusVienen días -oráculo de Yahvé- en que yo haré con la casa de Israel (y la casa de Judá) una nueva alianza. No como la alianza que hice con sus padres, el día en que los tomé de la mano para sacarlos del país de Egipto. Esta alianza -mi alianza- ellos la rompieron... Esta será la alianza que yo haré con la casa de Israel, después de aquellos días, oráculo de Yahvé. Pondré mi Ley en el fondo de su ser y la escribiré en su corazón. Entonces yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.Ya no tendrán que enseñarse mutuamente, diciéndose el uno al otro: "Conoced a Yahvé". Sino que todos me conocerán, desde los pequeños a los grandes -oráculo de Yahvé- porque les perdonaré su crimen. Jr 31, 31-34.PAS/PENT: PENT/PAS: Así concluye la evolución de la fiesta de Pentecostés en la Escritura. Después de permanecer largo tiempo en el plano agrícola y en cierto modo supeditada a la evolución de las demás fiestas, pudo recuperar el tiempo perdido y venir a significar la promulgación de la Alianza. Pascua había situado a los judíos en la salvación, en estado de liberación; Pentecostés, por el don de la Ley, les ofrecía la posibilidad de mantenerse en ese estado y de no volver a la esclavitud. Incluso hoy día, Pascua sitúa a los cristianos en el acontecimiento redentor y en la filiación divina, mientras que Pentecostés consuma la obra dándoles el Espíritu Santo, que les permite realizar el ideal de filiación y liberación.5CONCLUSIÓNLa fiesta de Pentecostés no contaba con un ritual particularmente original, como las fiestas de Pascua, Año Nuevo o Tabernáculos. El sólo acto previsto era la oblación de las primeras gavillas de la siega. Cuando se espiritualizó la fiesta, su acto ritual característico fue la renovación de la Alianza. Actualmente, en el cristianismo, la fiesta nos ofrece la posibilidad de renovar la alianza, pasa a ser una acción de Dios que hace habitar en nosotros su Espíritu para asegurar su vida en nuestro cuerpo de carne y confirmar nuestra libertad. La ley cede el puesto al Espíritu. No se trata ya de que prometamos una nueva conformidad con una regla exterior, sino de ser dóciles a la ley interior, del Espíritu (Gá 5, 16). Y esa ley interior, que está en nosotros mismos es como un fuego que abrasa nuestra carne y que no hemos de dejar apagar (1 Tés., 5, 19), como un vino que debe invadirnos y embriagarnos (Ef., 5, 18) para que podamos vivir como verdaderos hijos de Dios, en la Iiberación total del pecado y de la regla exterior (Ga., 4-5; Rom., 8).Así entendida, la fiesta de Pentecostés es perfectamente solidaria de la Pascua. Cristo, nuevo Adán, recibió en Pascua el Espíritu de Dios, que le resucitó y le hizo Señor y Dios. Y ese mismo Espíritu nosotros le recibimos en Pentecostés, para poder mantenernos en estado de resucitados y de hijos de Dios. Pero vemos que el misterio de la fiesta se realiza y consuma en una actitud de fe.

THIERRY-MAERTENSFIESTA EN HONOR A YAHVECristiandad. Madrid-1964. Págs. 146-163