UNA NUEVA PRIMAVERA ESPIRITUAL


«Si se promueve la lectio divina con eficacia, estoy convencido de que producirá una nueva primavera espiritual en la Iglesia… La lectura asidua de la Sagrada Escritura acompañada por la oración permite ese íntimo diálogo en el que, a través de la lectura, se escucha a Dios que habla, y a través de la oración, se le responde con una confiada apertura del corazón… No hay que olvidar nunca que la Palabra de Dios es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro camino»

Benedicto XVI, 16 septiembre 2005


HISTORIA Y PASOS DE LA LECTIO DIVINA




INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO





domingo, 31 de mayo de 2009

LECTIO DIVINA : PENTECOSTÉS


"Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: Reciban el Espíritu Santo. ".





Lectio Divina : Pentecostés : 31 de Mayo 2009




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sábado, 30 de mayo de 2009

jueves, 28 de mayo de 2009

DONES Y FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO


DONES DEL ESPIRITU SANTO
Los dones del Espiritu Santo son hábitos sobrenaturales infundidos por Dios en las potencias del alma para recibir y secundar con facilidad las mociones del propio Espiritu Santo al modo divino o sobrehumano.
Los dones son infundidos por Dios. El alma no podria adquirir los dones por sus propias fuerzas ya que transcienden infinitamente todo el orden puramente natural. Los dones los poseen en algun grado todas las almas en gracia. Es incompatible con el pecado mortal.
Por la mocion divina de los dones, el Espiritu Santo, inhabitante en el alma, rige y gobierna inmediatamente nuestra vida sobrenatural. Ya no es la razon humana la que manda y gobierna; es el Espiritu Santo mismo, que actua como regla, motor y causa principal unica de nuestros actos virtuosos, poniendo en movimiento todo el organismo de nuestra vida sobrenatural hasta llevarlo a su pleno desarrollo.
Para profundizar en la catequesis sobre El Espiritu Santo te recomendamos buscar las siguientes citas biblicas , leer despacio y poner mucha atencion a los detalles.
1Cor 12,4 -- Hay diversidad de dones espirituales, pero el Espiritu es el mismo... A cada cual se le da la manifestacion del Espiritu para el bien comun
Hc 2,1-11 -- De repente se oyo un gran ruido que venia del cielo... entonces aparecieron lenguas de fuego que se distribuyeron y se posaron sobre ellos; se llenaron todos del Espiritu Santo y empezaron a hablar en otros idiomas.
1Co 12,3b-7.12-13 -- Hermanos: Nadie puede llamar a Jesus "Senor" si no es bajo la accion del Espiritu Santo
Juan 20, 19-23 -- Al anochecer del dia de la resurreccion, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discipulos, por miedo a los judios, se presento Jesus en medio de ellos y les dijo: "La paz este con ustedes". Dicho esto, les mostro las manos y el costado. Cuando los discipulos vieron al Senor, se llenaron de alegria. De nuevo les dijo Jesus: "La paz este con ustedes. Como el Padre me ha enviado, asi tambien los envio yo". Despues de decir esto, soplo sobre ellos y les dijo: "Reciban al Espiritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedaran perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedaran sin perdonar".

SABIDURIA.- Bendito Espiritu de Sabiduria, ayudame a buscar a Dios. Que sea el centro de mi vida, orientada hacia El para que reine en mi alma el amor y armonia.
CONSEJO.- Bendito Espiritu de Consejo, iluminame y guiame en todos mis caminos, para que yo pueda siempre conocer y hacer tu santa voluntad. Hazme prudente y audaz
FORTALEZA.- Bendito Espiritu de Fortaleza, vigoriza mi alma en tiempo de prueba y adversidad. Dame lealtad y confianza
CIENCIA.- Bendito Espiritu de Ciencia, ayudame a distinguir entre el bien y el mal. Ensename a proceder con rectitud en la presencia de Dios. Dame clara vision y decision firme
PIEDAD.- Bendito Espiritu de Piedad, toma posesion de mi corazon; inclinalo a creer con sinceridad en Ti, a amarte santamente, Dios mio, para que con toda mi alma pueda yo buscarte a ti, que eres mi Padre, el mejor y mas verdadero gozo
TEMOR A DIOS.- Bendito Espiritu de Santo Temor, penetra lo mas intimo de mi corazon para que yo pueda siempre recordar tu presencia. Hazme huir del pecado y concedeme profundo respeto para con Dios y ante los demas, creados a imagen de Dios
VEN ESPIRITU SANTO LLENA LOS CORAZONES DE TUS FIELES Y ENCIENDE EN ELLOS EL FUEGO DE TU AMOR ,ENVIA TU ESPIRITU Y TODO SERA CREADO Y RENOVARAS LA FAZ DE LA TIERRA


Los 12 frutos del Espíritu Santo
"El fruto del Espiritu es amor, alegria, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de si; contra tales cosas no hay ley." -Galatas 5:22-23
Caridad Gozo Paz Paciencia Mansedumbre Bondad Benignidad Longanimidad Fe Modestia Templanza Castidad
Los tres primeros frutos del Espiritu Santo son la caridad, el gozo y la paz, que pertenecen especialmente al Espiritu Santo.
-La caridad, porque es el amor del Padre y del Hijo-El gozo, porque esta presente al Padre y al Hijo y es como el complemento de su bienaventuranza.-La paz, porque es el lazo que une al Padre y al Hijo.
Paciencia modera la tristeza Mansedumbre modera la colera
Estos dos frutos miran al bien del projimo. La bondad y la inclinacion que lleva a ocuparse de los demas y a que participen de lo que uno tiene.La Benignidad. No tenemos en nuestro idioma la palabra que exprese propiamente el significado de benignitas. La palabra benignidad se usa unicamente para significar dulzura y esta clase de dulzura consiste en tratar a los demas con gusto, cordialmente, con alegria, sin sentir la dificultad que sienten los que tienen la benignidad solo en calidad de virtud y no como fruto del Espiritu Santo
La longanimidad o perseverancia nos ayudan a mantenernos fieles al Senor a largo plazo. Impide el aburrimiento y la pena que provienen del deseo del bien que se espera, o de la lentitud y duracion del bien que se hace, o del mal que se sufre y no de la grandeza de la cosa misma o de las demas circunstancias. La longanimidad hace, por ejemplo, que al final de un ano consagrado a la virtud seamos mas fervorosos que al principio.
La fe como fruto del Espiritu Santo, es cierta facilidad para aceptar todo lo que hay que creer, firmeza para afianzarnos en ello, seguridad de la verdad que creemos sin sentir repugnancias ni dudas, ni esas oscuridades y terquedades que sentimos naturalmente respecto a las materias de la fe.
La modestia regula los movimientos del cuerpo, los gestos y las palabras. Como fruto del Espiritu Santo
Las virtudes de templanza y castidad atanen a los placeres del cuerpo, reprimiendo los ilicitos y moderando los permitidos. -La templanza refrena la desordenada aficion de comer y de beber, impidiendo los excesos que pudieran cometerse-La castidad regula o cercena el uso de los placeres de la carne
El Espiritu Santo actua siempre para un fin: nuestra santificacion que es la comunion con Dios y el projimo por el amor.
El Espíritu Santo en el Antiguo Testamento

Catequesis de su S.S. Juan Pablo II durante la audiencia general de los miércoles

1. En la preparación para el gran jubileo del año 2000, el presente año está particularmente dedicado al Espíritu Santo. Prosiguiendo por el camino iniciado por toda la Iglesia, después de haber concluido la temática cristológica, comenzamos hoy una reflexión sistemática sobre el Espíritu Santo, «Señor y dador de vida». De la tercera persona de la santísima Trinidad he hablado ampliamente en muchas ocasiones. Recuerdo, en particular, la encíclica Dominum et vivificantem y la catequesis sobre el Credo. La perspectiva del jubileo inminente me brinda la ocasión para volver una vez más a la contemplación del Espíritu Santo, a fin de escrutar, con espíritu de adoración, la acción que realiza en el decurso del tiempo y de la historia.

2. Esa contemplación, en realidad, no es fácil, si el mismo Espíritu no viene en ayuda de nuestra debilidad (cf. Rm 8, 26). En efecto, ¿cómo discernir la presencia del Espíritu de Dios en la historia? Sólo podemos dar una respuesta a esta pregunta recurriendo a las sagradas Escrituras que, al estar inspiradas por el Paráclito, nos revelan progresivamente su acción y su identidad. Nos manifiestan, en cierto sentido, el lenguaje del Espíritu, su estilo y su lógica. Se puede leer también la realidad en que actúa con ojos que penetran más allá de una simple observación exterior, captando detrás de las cosas y de los acontecimientos los rasgos de su presencia. La misma Escritura, ya desde el Antiguo Testamento, nos ayuda a comprender que nada de lo bueno, verdadero y santo que hay en el mundo puede explicarse independientemente del Espíritu de Dios.

3. Una primera alusión, aunque velada, al Espíritu se encuentra ya en las primeras líneas de la Biblia, en el himno a Dios creador con que comienza el libro del Génesis: «el Espíritu de Dios aleteaba por encima de las aguas» (Gn 1, 2). Para decir «espíritu» se usa aquí la palabra hebrea ruah, que significa «soplo» y puede designar tanto el viento como la respiración. Como ya es sabido, este texto pertenece a la así llamada «fuente sacerdotal», que se remonta al periodo del destierro en Babilonia (siglo VI, antes de Cristo), cuando la fe de Israel había llegado explícitamente a la concepción monoteísta de Dios. Israel, al tomar conciencia, gracias a la luz de la revelación, del poder creador del único Dios, llegó a intuir que Dios creó el universo con la fuerza de su Palabra. Unido a ella, aparece el papel del Espíritu, cuya percepción se ve favorecida por la misma analogía del lenguaje que por asociación, vincula la palabra al aliento de los labios: «La palabra del Señor hizo el cielo, el aliento (ruah) de su boca sus ejércitos» (Sal 33, 6). Este aliento vital y vivificante de Dios no se limitó al instante inicial de la creación, sino que sostiene permanentemente y vivifica todo lo creado, renovándolo sin cesar: «Envías tu aliento y los creas, y repueblas la faz de la tierra» (Sal 104, 30).

4. La novedad más característica de la revelación bíblica consiste en haber descubierto en la historia el campo privilegiado de la acción del Espíritu de Dios. En cerca de cien pasajes del Antiguo Testamento el ruah de Yahveh indica la acción del Espíritu del Señor que guía a su pueblo, sobre todo en las grandes encrucijadas de su camino. Así, en el periodo de los jueces, Dios enviaba su Espíritu sobre hombres débiles y los transformaba en líderes carismáticos, revestidos de energía divina: así aconteció con Gedeón, con Jefté y, en particular, con Sansón (cf. Jc 6, 34; 11, 29; 13, 25; 14, 6. 19).
Con la llegada de la monarquía davídica, esta fuerza divina, que hasta entonces se había manifestado de modo imprevisible e intermitente, alcanza cierta estabilidad. Se puede comprobar en la consagración real de David, a propósito de la cual dice la Escritura: «A partir de entonces, vino sobre David el espíritu de Yahveh» (1 S 16, 13).
Durante el destierro en Babilonia, y también después, toda la historia de Israel se presenta como un largo diálogo entre Dios y el pueblo elegido, «por su espíritu, por ministerio de los antiguos profetas» (Za 7, 12). El profeta Ezequiel explícita el vínculo entre el espíritu y la profecía, por ejemplo cuando dice: «El espíritu de Yahveh irrumpió en mí y me dijo: "Di: Así dice Yahveh"» (Ez 11, 5).
Pero la perspectiva profética indica sobre todo en el futuro el tiempo privilegiado en el que se cumplirán las promesas por obra del ruah divino. Isaías anuncia el nacimiento de un descendiente sobre el que «reposará el espíritu (...) de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahveh» (Is 11, 2-3). «Este texto —como escribí en la encíclica Dominum et vivificantem— es importante para toda la pneumatología del Antiguo Testamento porque constituye como un puente entre el antiguo concepto bíblico de espíritu entendido ante todo como aliento carismático, y el «Espíritu» como persona y como don, don para la persona. El Mesías de la estirpe de David («del tronco de Jesé») es precisamente aquella persona sobre la que se posará el Espíritu del Señor» (n. 15).

5. Ya en el Antiguo Testamento aparecen dos rasgos de la misteriosa identidad del Espíritu Santo, que luego fueron ampliamente confirmados por la revelación del Nuevo Testamento.

El primero es la absoluta trascendencia del Espíritu que por eso se llama «santo» (Is 63, 10.11; Sal 51, 13). El Espíritu de Dios es «divino» a todos los efectos. No es una realidad que el hombre pueda conquistar con sus fuerzas, sino un don que viene de lo alto: sólo se puede invocar y acoger. El Espíritu, infinitamente diferente con respecto al hombre, es comunicado con total gratuidad a cuantos son llamados a colaborar con él en la historia de la salvación. Y cuando esta energía divina encuentra una acogida humilde y disponible, el hombre es arrancado de su egoísmo y liberado de sus temores, y en el mundo florecen el amor y la verdad, la libertad y la paz.

El segundo rasgo del Espíritu de Dios es la fuerza dinámica que manifiesta en sus intervenciones en la historia. A veces se corre el riesgo de proyectar sobre la imagen bíblica del Espíritu concepciones vinculadas a otras culturas como, por ejemplo la idea del espíritu como algo etéreo estático e inerte. Por el contrario, la concepción bíblica del ruah indica una energía sumamente activa, poderosa e irresistible: el Espíritu del Señor —leemos en Isaías— «es como torrente desbordado» (Is 30, 28). Por eso, cuando el Padre interviene con su Espíritu, el caos se transforma en cosmos, en el mundo aparece la vida, y la historia se pone en marcha.
El Espíritu Santo en el Nuevo Testamento

Catequesis de su S.S. Juan Pablo II en la audiencia general de los miércoles

1. La revelación del Espíritu Santo como persona distinta del Padre y del Hijo, vislumbrada en el Antiguo Testamento, se hace clara y explícita en el Nuevo.
Es verdad que los escritos neotestamentarios no nos brindan una enseñanza sistemática sobre el Espíritu Santo. Sin embargo, recogiendo los numerosos datos presentes en los escritos de san Lucas, san Pablo y san Juan, se puede apreciar la convergencia de estos tres grandes filones de la revelación neotestamentaria sobre el Espíritu Santo.

2. El evangelista san Lucas, con respecto a los otros dos sinópticos, nos presenta una pneumatología mucho más desarrollada.
En el evangelio quiere mostrar que Jesús es el único que posee en plenitud el Espíritu Santo. Ciertamente, el Espíritu actúa también en Isabel, Zacarías, Juan Bautista y, especialmente, en la Virgen María, pero sólo Jesús, a lo largo de toda su existencia terrena, posee plenamente el Espíritu de Dios. Es concebido por obra del Espíritu Santo (cf. Lc 1, 35). De él dirá el Bautista: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo (...). Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego» (Lc 3, 16).
Jesús mismo, antes de bautizar en Espíritu Santo y fuego, es bautizado en el Jordán, cuando baja «sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma» (Lc 3, 22). San Lucas subraya que Jesús no sólo va al desierto «llevado por el Espíritu», sino que va «lleno de Espíritu Santo» (Lc 4, 1), y allí obtiene la victoria sobre el tentador. Emprende su misión «con la fuerza del Espíritu Santo» (Lc 4, 14). En la sinagoga de Nazaret, cuando comienza oficialmente su misión, Jesús se aplica a sí mismo la profecía del libro de Isaías (cf. Is 61, 1-2): «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la buena nueva…» (Lc 4, 18). Así, toda la actividad evangelizadora de Jesús se realiza bajo la acción del Espíritu.
Este mismo Espíritu sostendrá la misión evangelizadora de la Iglesia, según la promesa del Resucitado a sus discípulos: «Voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Por vuestra parte permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto» (Lc 24, 49). Según el libro de los Hechos, la promesa se cumple el día de Pentecostés: «Quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse» (Hch 2, 4). Así se realiza la profecía de Joel: «En los últimos días —dice Dios—, derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas» (Hch 2, 17). San Lucas considera a los Apóstoles como representantes del pueblo de Dios de los tiempos finales, y subraya con razón que este Espíritu de profecía se derrama en todo el pueblo de Dios.

3. San Pablo a su vez, pone de relieve la dimensión renovadora y escatológica de la acción del Espíritu, que se presenta como la fuente de la vida nueva y eterna comunicada por Jesús a su Iglesia.
En la primera carta a los Corintios leemos que Cristo, nuevo Adán, en virtud de la resurrección, se convirtió en «Espíritu que da vida» (1 Co 15, 45), es decir, se transformó por la fuerza vital del Espíritu de Dios hasta llegar a ser, a su vez, principio de vida nueva para los creyentes. Cristo comunica esta vida precisamente a través de la efusión del Espíritu Santo.
La vida de los creyentes ya no es una vida de esclavos bajo la Ley, sino una vida de hijos, pues han recibido en su corazón al Espíritu del Hijo y pueden exclamar: ¡Abbá, Padre! (cf. Ga 4, 5-7; Rm 8, 14-16). Es una vida «en Cristo» es decir, de pertenencia exclusiva a él y de incorporación a la Iglesia. «En un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo» (1 Co 12, 13). El Espíritu Santo suscita la fe (cf. 1 Co 12, 3), derrama en los corazones la caridad (cf. Rm 5, 5) y guía la oración de los cristianos (cf. Rm 8, 26).
El Espíritu Santo, en cuanto principio de un nuevo ser, suscita en el creyente también un nuevo dinamismo operativo: «Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu» (Ga 5, 25). Esta nueva vida se contrapone a la de la «carne», cuyos deseos no agradan a Dios y encierran a la persona en la cárcel asfixiante del yo replegado sobre sí mismo (cf. Rm 8, 5-9). En cambio, el cristiano, al abrirse al amor donado por el Espíritu Santo, puede gustar los frutos del Espíritu: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad... (cf. Ga 5, 16-24).
Con todo, según san Pablo, ahora sólo poseemos una «prenda» o las primicias del Espíritu (cf. Rm 8, 23; 2 Co 5, 5). En la resurrección final, el Espíritu completará su obra de arte, realizando en los creyentes la plena espiritualización de su cuerpo (cf. 1 Co 15, 43-44) e incluyendo, de alguna manera, en la salvación al universo entero (cf. Rm 8, 20-22).

4. En la perspectiva de san Juan el Espíritu es, sobre todo, el Espíritu de la verdad, el Paráclito.
Jesús anuncia el don del Espíritu en el momento de concluir su misión terrena: «Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad que procede del Padre, él dará testimonio de mí. Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio» (Jn 15, 26-27). Y, precisando aún más la misión del Espíritu, Jesús añade: «Os guiará hasta la verdad plena; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. El me dará gloria. Porque recibirá de lo mío y os lo anunciará» (Jn 16, 13-14). Así pues el Espíritu no traerá una nueva revelación, sino que guiará a los fieles hacia una interiorización y hacia una penetración más profunda en la verdad revelada por Jesús.
¿En qué sentido el Espíritu de la verdad es llamado Paráclito? Teniendo presente la perspectiva de san Juan, que ve el proceso a Jesús como un proceso que continúa en los discípulos perseguidos por su nombre, el Paráclito es quien defiende la causa de Jesús, convenciendo al mundo «en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio» (Jn 16, 7 ss). El pecado fundamental del que el Paráclito convencerá al mundo es el de no haber creído en Cristo. La justicia que señala es la que el Padre ha hecho a su Hijo crucificado, glorificándolo con la resurrección y ascensión al cielo. El juicio, en este contexto, consiste en poner de manifiesto la culpa de cuantos, dominados por Satanás, príncipe de este mundo (cf. Jn 16, 11), han rechazado a Cristo (cf. Dominum et vivificantem, 27). Por consiguiente, el Espíritu Santo, con su asistencia interior, es el defensor y el abogado de la causa de Cristo, el que orienta las mentes y los corazones de los discípulos hacia la plena adhesión a la «verdad» de Jesús.

domingo, 24 de mayo de 2009

ROSARIO DE JUAN PABLO II - LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

"Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios".


Lectio Divina : Domingo de la VII Semana de Pascua : 24 de Mayo 2009





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jueves, 21 de mayo de 2009

FIESTA DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR - (VIDEO)


" 'Dentro de poco, ya no me verán, y poco después, me volverán a ver'. Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo".

Lectio Divina : Jueves de la VI Semana de Pascua : 21 de Mayo 2009



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martes, 19 de mayo de 2009



"Les digo la verdad: les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Pero si me voy, se lo enviaré".



Lectio Divina : Martes de la VI Semana de Pascua : 19 de Mayo 2009


http://www.homiletica.org/carmelomorraCICLOB.htm

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domingo, 17 de mayo de 2009

sábado, 16 de mayo de 2009



El mandamiento nuevo : "Les mando que se amen los unos a los otros"

Lectio Divina : Domingo de la VI Semana de Pascua :17 de Mayo 2009




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jueves, 14 de mayo de 2009




"El mandamiento del Amor"


Lectio Divina : Jueves de la V Semana de Pascua :
14 deMayo 2009




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miércoles, 13 de mayo de 2009

CANTO A LA VIRGEN MARÍA

13 DE MAYO : NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA

13 DE MAYO : FIESTA DE NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA

martes, 12 de mayo de 2009







"Jesùs, camino hacia el Padre"



Lectio Divina : Martes de la V Semana de Pascua :
12 deMayo 2009




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Lectio Divina Domingo de la V Semana de Pascua





"Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador"



Lectio Divina : Domingo de la V Semana de Pascua

Domingo 12 de Mayo 2009


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domingo, 10 de mayo de 2009



Historia de la Lectio Divina

200 dC-2009

238 dC
238 dC - En el año 238, aparece ya la expresión "lectio divina" en griego, en una carta de Orígenes a su discípulo Gregorio que se preparaba para ir a evangelizar. Lo exhorta a dedicarse al estudio de las Escrituras con estas palabras: "Dedícate a la lectio de las ...En el año 238, aparece ya la expresión "lectio divina" en griego, en una carta de Orígenes a su discípulo Gregorio que se preparaba para ir a evangelizar. Lo exhorta a dedicarse al estudio de las Escrituras con estas palabras: "Dedícate a la lectio de las Escrituras divinas; aplícate a esto con perseverancia ... Empéñate en la lectio con la intención de creer y de agradar a Dios ... Dedicándote así a la "lectio divina" busca con lealtad y confianza indestructible en Dios el sentido ... Mostrar más Mostrar menos
De Meditar día y noche en la Ley del Señor -... - Páginas web relacionadas
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480 dC
480 dC - Hijo de un noble romano, nació en el año 480 (DC) en Nursia, un pequeño pueblo de Italia, donde vivió hasta que concluyó sus estudios superiores. Fundó la orden monástica “Benedictina” y es el autor de las reglas monacales, que aún hoy rigen la vida en los ...Hijo de un noble romano, nació en el año 480 (DC) en Nursia, un pequeño pueblo de Italia, donde vivió hasta que concluyó sus estudios superiores. Fundó la orden monástica “Benedictina” y es el autor de las reglas monacales, que aún hoy rigen la vida en los monasterios. Una de las claves de esta orden es “pax” (paz). Benedicto creó un plan de hábitos para los monjes basado en el equilibrio y moderación: abstención de algunos tipos de carne, horarios regulares de sueño, oración ... Mostrar más Mostrar menos
De Quién fue Benedicto - Páginas web relacionadas
www.clarin.com/diario/2005/04/19/um/m-960549.htm

1150 dC
1150 dC - La sistematización de la Lectio Divina en cuatro peldaños tiene lugar en el siglo XII. Alrededor del año 1150, Guigo, un monje cartujo, escribió un librito llamado "La escalera de los monjes". Guigo, se imaginaba el itinerario de la Lectio Divina como una ...Inicialmente no se trataba de una lectura metódica y organizada, sino de la propia Tradición que se transmitía de generación en generación, a través de la práctica del pueblo cristiano. La sistematización de la Lectio Divina en cuatro peldaños tiene lugar en el siglo XII. Alrededor del año 1150, Guigo, un monje cartujo, escribió un librito llamado "La escalera de los monjes". Guigo, se imaginaba el itinerario de la Lectio Divina como una escalera de cuatro peldaños. Mostrar más Mostrar menos
De LECTIO_DIVINA - Páginas web relacionadas
www.scribd.com/doc/13967746/LECTIODIVINA

1380
1380 - En el interior de las comunidades monásticas hubieron intentos de reforma, como las Costumbres de Subiaco de 1380, que llevaron una abreviación del oficio divino, compensada por la Lectio divina, un mayor control de los monjes con la posibilidad de condenar con penas ...En el interior de las comunidades monásticas hubieron intentos de reforma, como las Costumbres de Subiaco de 1380, que llevaron una abreviación del oficio divino, compensada por la Lectio divina, un mayor control de los monjes con la posibilidad de condenar con penas corporales. Algunos monasterios se inspiraron en estas normas, como la unión de Melk, en la cual faltó una organización centralizada con carácter congregacional. Mostrar más Mostrar menos
De TERCERA PA - Páginas web relacionadas
www.esteologia.com/newpage167.htm

1618
1618 - En Francia, en 1618 surge la Congregación de San Mauro. El trabajo intelectual de sus monjes dió a la "lectio divina" y al estudio un lugar importante en la vida de los monasterios. En esta misma época comienza una nueva reforma dentro del Cister: el abad Rancé ...En Francia, en 1618 surge la Congregación de San Mauro. El trabajo intelectual de sus monjes dió a la "lectio divina" y al estudio un lugar importante en la vida de los monasterios. En esta misma época comienza una nueva reforma dentro del Cister: el abad Rancé, del monasterio de La Trappe (Francia), impulsa un retorno a la Regla de San Benito, en espíritu de penitencia, oración y trabajo manual. Nace así la Orden Cisterciense Reformada ó de la Estricta Observancia, más ... Mostrar más Mostrar menos
De Abadia de San Benito - Orden Benedictina - Páginas web relacionadas
www.sbenito.org.ar/osb/osb.htm

1967
1967 - Las obras de los Padres, por consiguiente, eran objeto de la lectio divina, según san Benito. Por su parte, los abades benedictinos reunidos en congreso el año 1967, definían respecto a la «lectio divina»: «Su objeto primordial es la Sagrada Escritura. Con todo ...Las obras de los Padres, por consiguiente, eran objeto de la lectio divina, según san Benito. Por su parte, los abades benedictinos reunidos en congreso el año 1967, definían respecto a la «lectio divina»: «Su objeto primordial es la Sagrada Escritura. Con todo, también abarca el estudio de los Padres, de la Tradición, de los ejemplos y la doctrina de los santos, de la reflexión viva de la Iglesia a lo largo de los siglos»225. «Con todo, también»... son palabras significativas. Mostrar más Mostrar menos
De Lectura de Dios - Páginas web relacionadas
www.scribd.com/doc/7971170/Lectura-de-Dios

2005
16 Sep 2005 - Benedicto XVI recomendó recuperar "la antigua tradición de la 'Lectio divina': la lectura asidua de la Sagrada Escritura acompañada por la oración, ... Como punto firme de la pastoral bíblica, la 'Lectio divina' tiene que ser ulteriormente impulsada, incluso mediante nuevos métodos, ...
De Benedicto XVI: Sólo quien escucha la Palabra... - Páginas web relacionadas
iblnews.com/story.php?id=3655

2007
2 May 2007 - Salta a la vista el «papel primordial» desempeñado por Orígenes en la historia de la «lectio divina». El obispo Ambrosio de Milán, quien aprenderá a leer las Escrituras con las obras de Orígenes, la introduce después en Occidente para entregarla a Agustín ya la tradición monástica ...
De BENEDICTO XVI PRESENTA LAS ENSEÑANZAS DE ORÍGENES... - Páginas web relacionadas
www.ewtn.com/vnews/getstory.asp?number=78309

2008
21 Ago 2008 - ... --La historia de la "lectio divina" parece como un "Guadiana", que desde sus orígenes y tras haber atravesado muchos devocionalismos y haber sido reemplazada en algunos momentos por la meditación o la oración mental, reaparece con el Concilio Vaticano II, cuando se puso un fundamento ...
De Catholic.net - La Iglesia hoy - Páginas web relacionadas
es.catholic.net/laiglesiahoy/mundoarticulo.phtml?consecutivo=28187

2009
20 Feb 2009 - “Lectio divina” del Papa a los seminaristas de Roma: contenido de la "lectio divina" para los seminaristas pronunciada por Benedicto XVI durante su visita al Seminario Romano Mayor. Ciudad del Vaticano, 20 de febrero de 2009.
De Lectura espiritual - Páginas web relacionadas
www.fluvium.org/textos/documentacion/lecturas.htm

miércoles, 6 de mayo de 2009

Lectio Divina Diaria de la IV Semana de Pascua




Lectio Divina Diaria de la IV Semana de Pascua


Desde el Lunes 4 de Mayo al Viernes 8 de Mayo 2009


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martes, 5 de mayo de 2009

VIDEO N°3 HNA. GLENDA - LECTIO DIVINA -

VIDEO N°2 HNA. GLENDA - LECTIO DIVINA -

VIDEO N°1 HNA. GLENDA - LECTIO DIVINA -

domingo, 3 de mayo de 2009

Lectio Divina : Domingo 3 de Mayo - IV Semana de Pascua - Ciclo B -


"Yo soy el Buen Pastor"




Lectio Divina :



Domingo de la IV Semana de Pascua

- Ciclo B -

Domingo del Buen Pastor




http://www.homiletica.org/carmelomorraCICLOB.htm

sábado, 2 de mayo de 2009

FIESTAS JUDÍAS

FIESTAS JUDÍAS.

El ritmo íntimo de la vida del pueblo judío está determinado por su calendario en el que la naturaleza y la historia conforman el desarrollo y la sucesión de las solemnidades y conmemoraciones religiosas y nacionales. En las etapas marcadas por el calendario nacen los impulsos espirituales que cada celebración crea en el alma judía ligándola a las tradiciones ancestrales y proyectándola hacia las más altas aspiraciones humanas. Cada f. es en el caminar del espíritu de Israel como un oasis, un alto reparador y vivificante. El calendario religioso del pueblo judío expresa el arte de crear una verdadera arquitectura del tiempo: las horas convergen hacia los momentos de la oración empezando N terminando el día con la puesta del sol; cada semana tiene su cumbre en el Shabbat, día del sábado consagrada a Dios; los meses se suceden marcados por el Rosh lodesh o comienzo del mes indicado por cada luna nueva; las estaciones están señaladas por las tres f. de Peregrinación:
Pésaj (Pascua), en el paso del invierno a la primavera,

Shabuot (Pentecostés), al comienzo del verano y

Sukkot (Tabernáculos), en el umbral del otoño. Todo el ciclo anual culmina en las solemnidades de Rósh Hashanáh (Año Nuevo) y Yom Kippur (Día de Expiación).

Cuatro f. menores -Purim, Janukkáh, Lag Baomer y Tu Bishvat- y cinco ayunos completan el cuadro de las conmemoraciones judías a lo largo del año que consta de 12 ó 13 meses lunares.

La mayoría son de origen bíblico, se celebraban ya en tiempos del A. T., otras son más recientes. Los años se suelen contar a partir del primer mes del otoño. Según el cómputo tradicional, los judíos celebraron en octubre de 1971, la entrada del año 5.732 de la Creación (v. CRONOLOGÍA II). Sin embargo, el primer mes según la letra de la Biblia se situaría en el comienzo de la primavera (Ex 12,1-2). Los meses lunares duran 29 ó 30 días y son: en primavera, Nisan, Iyar y Siwan; en verano, Tammuz, Ab y Elul; en otoño, Tishry, jeshwan y Kislew; y en invierno, Tebet Shevat y Adar (Veadar se añade en los años de 13 meses).


1. Sábado y primero de mes:

a. Shabbat (Sábado).
Entre todos los días solemnes, ninguno es tan importante como el sábado. La influencia profunda en la vida judía de este séptimo día de la semana dedicado a Dios, desde hace miles de años, ha determinado en gran medida la vida espiritual del pueblo de Israel. El judío aprende a vivir su día sagrado como una intuición de eternidad. Tercero de los Diez Mandamientos, el descanso del sábado tiene un doble significado. Es el recordatorio semanal de la Creación del Universo y el símbolo vivido de la presencia de Dios en la historia de Israel y, a través de ella, en el acontecer del mundo. El primer sentido lo define la Biblia así: «Acuérdate del día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra pero el séptimo es día de descanso consagrado al Eterno tu Dios... pues en seis días hizo el Eterno los cielos y la tierra, el mar y cuanto en ellos se contiene y el séptimo cesó, por eso bendijo el Eterno el día del sábado y lo santificó» (Ex 20,8-11). En cuanto al segundo significado la Biblia afirma: «Observa el día del sábado para santificarlo... y recordarás que fuiste esclavo en tierra de Egipto y el Eterno tu Dios te sacó de allí... por eso el Eterno tu Dios te mandó celebrar el día del Shabbat» (Dt 5,12-15). El Shabbat es, pues, el testimonio constantemente renovado de la fe de Israel en Dios Creador y Redentor, Señor de la Naturaleza y de la Historia. Los Profetas bíblicos recuerdan, imponen, reclaman y explican la abstención de todo trabajo en el día de Shabbat (cfr. Is 56,2). Las enseñanzas de los Profetas se amplían en la literatura rabínica posbíblica. El Talmud (v.) permite interrumpir el descanso del Shabbat cuando se trate de salvar una vida humana en peligro o en caso de extrema necesidad. Para los rabinos (v.), lo que determina el carácter sagrado del Día del Señor, no es el puro descanso físico sino la dedicación a la oración y al estudio, del tiempo así sustraído a las ocupaciones cotidianas. El Shabbat, institución fundamental del judaísmo, impregna de religiosidad y humano sentir, la atmósfera de la sinagoga (v.) y del hogar. Desde el viernes por la tarde el judío piadoso se prepara con sus mejores ropas. Al regresar de la oración vespertina del viernes, reza una plegaria de consagración -Kiddush- con una copa de vino en la mano, de pie ante la mesa puesta y adornada alrededor de la cual se instala luego toda la familia para la cena festiva. Hasta la puesta del sol del día siguiente nadie ejecutará trabajo alguno. Por la mañana se acudirá a los rezos en la sinagoga y a mediodía se celebrará con la familia una comida con cantos e himnos de alabanza. En una atmósfera hogareña se restablece el diálogo entre hijos y padres, entre los hermanos, tan a menudo inexistente durante la semana. La tarde se dedica a la lectura y estudio de textos sagrados y al intercambio de ideas sobre temas religiosos o comunitarios. Tras la tercera comida y los rezos vespertinos, se despide al Shabbat con una copa de vino en la mano recitando la Havdalah, rezo de separación entre el Sábado que termina y la nueva semana que comienza (v. t. SÁBADO).

b. Rosh Jodesh (Neomenia o Novilunio).
Es el primer día del mes lunar; llámase también así al último de los días en los meses que tienen treinta (textos: Ez 46,3 ss.; Num 28,11-15; 10,10; Lev 23,24 ss.). Se celebra particularmente en la sinagoga en el marco de los tres servicios religiosos cotidianos, con plegarias e himnos adecuados y una bendición especial que se pronuncia al aire libre en noche de cuarto creciente de luna, proclamando a Dios como Creador de todos los astros y del Universo entero. Antiguamente las mujeres solían abstenerse de todo trabajo, según la tradición como recompensa, por no haber imitado a sus esposos en la adoración del becerro de oro (Ex 32,1-6).


2. Fiestas anuales de Peregrinación.

Son tres: Pésaj, Shabuot y Sukkot, y conmemoran la peregrinación al Templo de Jerusalén prescrita en el A. T.: «Tres veces al año, todo varón de entre vosotros se presentará delante del Eterno tu Dios, en el lugar que Él haya elegido, en la festividad de los ázimos, en la de las semanas y en la de los tabernáculos» (Dt 16,16). Con la destrucción del Templo, estas f., cuya celebración se modificó forzosamente, siguieron constituyendo, sin embargo, un cierto lazo de unión entre el Pueblo de Israel y su Tierra Santa, así como entre el judío de cada época y el de antaño. Tanto como el Shabbat, estas f. llamadas también Mo'adm -etimológicamente «citas» con Dios- hacen más sensible la presencia divina en la vida de los judíos fieles.

a. Pésaj (Pascua).
Fiesta del «paso» -en hebreo, Pésaj- del ángel de Dios por encima de las casas de los israelitas para preservarlos de la última plaga que se abatió sobre Egipto cuando su soberano Faraón les negó la libertad. Es también la f. del cordero pascual que marcó el éxodo, en el relato bíblico (v. CORDERO DE DIOS). Desde aquel acontecimiento, Israel se asentó y consolidó como pueblo. Pésaj es teológicamente la prefiguración y la garantía de la futura Redención (v.) mesiánica y, en el sentir popular, la más grande y hermosa de las fiestas. Se celebra a partir del 15 de Nisán y dura 7 días en Israel y 8 en la Diáspora; los dos primeros y los dos últimos son festivos y los intermedios semiffestivos. Fiesta de la primavera, ligada en la antigüedad bíblica a la cosecha de la cebada, el Pésaj adquirió después, sin desvincularse de la naturaleza, el significado histórico predominante que hemos dicho. La obra de Dios para con Israel en Egipto, se rememora en Pésaj, durante la celebración en familia del Seder o cena pascual. El pan sin levadura (de ahí también f. de los ázimos), memorial de la salida apresurada de Egipto, sustituye desde esta cena de la primera noche hasta el fin de la pascua al habitual pan con levadura que se elimina la víspera con una ceremonia llamada Bedicat jamets o búsqueda de productos con levadura, para su posterior alejamiento del hogar. En el ritual doméstico del Seder participa toda la familia. En la mesa están los alimentos simbólicos: hierbas amargas -mayor- y bolas de frutas y especias -jaroset- simulando el barro, recuerdan la amargura y dureza de la esclavitud a la que Israel fue sometido en Egipto. El relato de su liberación está contenido en la Haggadáh cuya lectura se hace antes de cenar. El más pequeño de los niños presentes hace las cuatro preguntas rituales: «Cuán diferente es esta noche de las demás. ¿Por qué esta noche comemos únicamente el pan sin levadura? ¿Por qué esta noche comemos especialmente hierbas amargas? ¿Por qué esta noche untamos los alimentos (en vinagre)? ¿Por qué esta noche nos sentamos reclinados a la mesa?». El padre y los demás comensales cóntestan leyendo y explicando el texto de la Haggadáh, el cual se inspira en la narración bíblica del Éxodo (v.) y en sus glosas y comentarios talmúdicos y rabínicos alusivos a la milagrosa salvación pasada de Israel y a la prometida en el futuro para la humanidad toda; aparecen las figuras sobresalientes de la gran aventura, los Patriarcas (v.), los israelitas esclavizados, sus feroces capataces egipcios, el obstinado y cruel Faraón y por fin, el pastor libertador, Moisés (v.), el enviado de Dios. Durante el Seder, la puerta ha de permanecer abierta y una silla vacía frente a una copa llena de vino espera la llegada de Elías el Profeta errante. El estudiante, el soldado, el viajante, toda persona alejada de los suyos, encontrará durante el Pésaj, un nuevo hogar en el seno de cualquier familia judía; todas se disputarán el honor de recibirlo quizá con la secreta esperanza de que el huésped sea en realidad una transfiguración del anhelado Profeta Elías anunciador de la proximidad de los prometidos tiempos mesiánicos (V.t. PASCUA; CENA DEL SEÑOR). Es interesante notar que en la mayor parte de los servicios religiosos en la sinagoga, sólo se recita parte del Hal.lel o alabanza que se suele leer completo en las demás fiestas. En efecto, una leyenda cuenta que los israeliías, tras el paso milagroso del Mar de los juncos, entonaron una canción de alabanza a Dios mientras sus perseguidores se ahogaban en las aguas. Cuando la Corte celestial quiso unirse al coro, una voz, desde las alturas, exclamó: « ¡Mis criaturas se están ahogando en el Mar y vosotros estáis cantando! ». Desde entonces y para dedicar un piadoso recuerdo al enemigo derrotado, que fue también obra -de Dios, la liturgia del Pésaj se ve amputada en parte de su máxima expresión de alegría. Las magníficas primaveras de la Tierra Santa añaden su particular encanto al Pésaj, que cada año recuerda al hombre el deber supremo de conquistar su libertad.

b. Shabuot (Pentecostés).
Es la Fiesta de las Semanas, por las siete semanas -en hebreo Shabuot- que la separan del Pésaj. Por eso se llama también Pentecostés o quincuagésimo día después de la Pascua. Es la f. bíblica de la siega y de las primicias: «Cuando hubieres entrado en la tierra que el Eterno tu Dios te da por heredad... tomarás una parte de las primicias de todos los productos de tu suelo que coseches... y poniéndola en una cesta, irás al lugar que el Eterno tu Dios haya elegido para establecer en él su nombre. Te presentarás al sacerdote entonces en funciones y le dirás...: Nos afligieron los egipcios y nos persiguieron, imponiéndonos rudísimas tareas, y clamamos al Eterno, Dios de nuestros padres,... y nos sacó de Egipto... y nos dio una tierra que mana leche y miel. Por eso ofrezco ahora las primicias de la tierra que el Eterno me ha dado. Y las dejarás ante el Eterno tu Dios y te inclinarás ante É1. Te regocijarás con los bienes que el Eterno tu Dios te ha dado a ti y a tu casa, tú y el levita y el peregrino que mora en medio de ti» (Dt 26,1-11). Estas primicias le traían en cestos ricamente decorados; las alegres procesiones de diversos puntos del país eran recibidas por los habitantes de la Ciudad Santa que las seguían formando bulliciosos cortejos hasta el Templo. Los días que separan las dos f. de la recolección -Pésaj y Shabuot- se cuentan como «días del Omer»; Omer era la gavilla de cebada -que así se dice en hebreo- que los peregrinos ofrendaban en el Templo de Jerusalén a partir del segundo día de la Pascua. Desde entonces los campesinos judíos contaban ansiosamente los días hasta el final de las cosechas más importantes para llevar, el día quincuagésimo, los primeros frutos al Santuario con motivo de Shabuot. A lo largo del periodo posbíblico, los días del Omerse cargaron de tristeza por la nostalgia de la tierra perdida y por las diversas persecuciones que diezmaron a las comunidades de Tierra Santa y del Exilio. Con la lejanía de la tierra, no tardó en superponerse al primitivo significado agrícola de Shabuot un nuevo sentido históricoreligioso: la conmemoración tradicional de la revelación de Dios en el Monte Sinaí (v.). Tras la liberación física revivida en Pésaj, la redención, espiritual esta vez, de Israel y de la humanidad, es el tema de Shabuot, fecha en que fueron confiados al pueblo judío el Decálogo (v.) destinado a todos los hombres. Israel se convertía en reino de sacerdotes y nación consagrada a Dios. En la sinagoga, la celebración solemne de Shabuot, el día seis de Siwan -el siete también, en la Diáspora- se distingue por un ritual especial que simboliza la unión de Israel con la Toráh o Ley divina recibida en el Sinaí (v. LEY vtt, 3). Se leen particularmente los cap. 19 y 20 del Éxodo que narran la promulgación de los Diez Mandamientos y la consagración a Dios del Pueblo de Israel (V. t. PENTECOSTÉS).

c. Sukkot (Tabernáculos).
«Celebrarás la Fiesta de los Tabernáculos durante siete días, una vez recogido el producto de tu era y de tu lagar... Celebrarás la fiesta en honor del Eterno tu Dios en el lugar que haya elegido» (Dt 16,13-15). Sukkot es, pues, la tercera de las f. de Peregrinación. Esta f. de las Cabañas o Tabernáculos, situada inmediatamente después de las solemnidades de Rósh Hashanáh y Yóm Kippcrr, comienza el 15 del mes de Tishry y dura 7 días en Israel y 8 en la Diáspora. Trae el recuerdo de las alegres reuniones populares que en los tiempos bíblicos tenían por escenario las calles de Jerusalén, al cumplirse la recolección otoñal. Posteriormente Sukkot se enriqueció con un nuevo sentido histórico-religioso al ser considerado como recordatorio de la Providencia divina que protegió a Israel tras la salida de Egipto, durante los cuarenta años de largo y penoso caminar por la Península del Sinaí (v.), camino de la Tierra Prometida. Las cabañas cubiertas de ramajes, bajo las cuales la familia se reúne en Sukkot, recuerdan las frágiles condiciones de vida en aquellos días de errancia. En la sinagoga se canta el Hal.lel en acción de gracias por la protección divina que amparó y ampara a Israel. De acuerdo con las prescripciones relativas a la f, de Sukkot en el cap. 23 del Levítico, los fieles toman en la mano derecha el Lulav, ramillete compuesto por un ramo de palma, tres ramitas de mirto y dos de sauce, y en la mano izquierda el Etrog, hermoso y aromático fruto cítrico. Estas cuatro plantas unidas se agitan en ciertos momentos del Hal.lel hacia los cuatro puntos cardinales, arriba y abajo, para simbolizar la gratitud universal al Dios Uno y Omnipresente. El séptimo día de Sukkot se ranta con especial solemnidad una oración llamada Hoshaaná, en ella se repite varias veces esta palabra que significa «Sálvanos»; se entonaba ya en los días anteriores de Sukkot, pero el séptimo es más completa y fervorosa, por eso se llama ese día Hoshaaná Rabbá o gran Hoshaaná. Al día siguiente se celebra una festividad designada en la Biblia como solemne asamblea del octavo día de cierre; se reza en la sinagoga por la lluvia del otoño que comienza y que constituye una promesa de bienestar y abundancia. Al siguiente día se le llama Simjat Tóráh o alegría de la Ley; esta f. marca la conclusión y reanudación del ciclo anual de la lectura pública del Pentateuco (v.). Simjat Tóráh, al reunir en un mismo día la terminación y comienzo de la lectura de la Tóráh o Ley de Moisés, simboliza su carácter y vigencia perpetuos. Los volúmenes manuscritos de la Tóráh contenidos en el Arca Santa, situada generalmente en el muro este de la sinagoga, son sacados y llevados en solemne procesión, ceremonia llamada en hebreo Hakafot. Dos «novios» de la Tóráh son designados para leer respectivamente los últimos versículos del Deuteronomio y los primeros del Génesis.

3. Solemnidad anual de Año nuevo y de Expiación:

a. Rósh Hashanah (Año nuevo).
El comienzo del año se celebra el 1° y el 2° día del mes de Tishry. Para el judío piadoso, la llegada de un nuevo año es la ocasión de realizar un examen de conciencia. Aniversario tradicional de la Creación del Universo, Rósh Hashanáh es el preludio de los Diez días de Penitencia que culmina en la jornada más solemne del año para el judaísmo moderno: el Yóm Kippur. Rósh Hashanáh da a cada año un comienzo profundamente religioso; su ritual antiquísimo se desarrolla en la sinagoga donde el sonido del Shofar o cuerno de carnero cien veces reproducido y puntuado por versículos bíblicos convoca a toda la congregación al arrepentimiento ante Dios. Firmes resoluciones han de nacer de este despertar del alma, sostenido por el recuerdo, presente en el Shofar, de aquel carnero que sustituyó a Isaac cuando ya estaba dispuesto a ser ofrendado a Dios, por Abraham (v.) su padre.

b. Yom Kippur (Día de la Expiación).
«El Eterno habló a Moisés diciendo: El décimo día de este séptimo mes es Día de los Perdones. Mortificaréis vuestras almas y no haréis en él ningún trabajo, pues es un día de expiación para rehabilitaros ante el Eterno vuestro Dios» (Lev 23,26-32). El día del Perdón llega, pues, el diez de Tishry. Respecto a su celebración y ritual, con los sacrificios correspondientes en tiempos del A. T., v. EXPIACIÓN; SACRIFICIO II (cfr. Lev 16). Tras la destrucción del Templo, la f. conservó su sentido penitencial; aunque los sacrificios fueron sustituidos por la plegaria. La comunidad reunida en la sinagoga ayuna y se abstiene de todo trabajo expresando así la sumisión de sus pasiones y apetitos a la voluntad divina. Las oraciones del Yóm Kippur se abren la víspera con el solemne Kol Nidré, plegaria de absolución por las promesas incumplidas. Esta purificación de la conciencia individual es como el umbral de la vida moral. La tradición rabínica especifica, sin embargo, que la remisión de las faltas cometidas contra un prójimo sólo se obtiene de Dios si previamente se consigue el perdón de la persona agraviada. Tras la oración vespertina, los fieles regresan a sus hogares. El ceremonial se reanuda a la mañana siguiente en la Sinagoga. En el curso de las oraciones está introducida varias veces la confesión de los pecados ante Dios, redactada en primera persona del plural. Es el signo de la aceptación de una responsabilidad colectiva ante las transgresiones cometidas por la humanidad entera. A pesar de la gran solemnidad religiosa del día, Yóm Kippur está punteado por algunas notas alegres que nacen de la fe en la misericordia divina, de la confianza puesta en Él. Se leen en voz alta los versículos esperanzadores del Profeta Isaías Os 58,5-12). Cuando aparecen las tres primeras estrellas, toda la asamblea de pie, escucha vibrante el sonido del Shofar que proclama la voluntad colectiva de enmienda. Todos a una proclaman con fervor el credo monoteísta: «Shema Israel Adonay elohenu, Adonay ejad». «Escucha, Israel, el Eterno nuestro Dios, el Eterno es Uno».

4. Fiestas menores.

fanukkáh (Dedicación) y Purzm son dos f. menores pero muy populares establecidas después de la fijación del canon bíblico que es la fuente principal de las demás fiestas religiosas. Sin embargo, y por ser los hechos que conmemoran de muy grato recuerdo, ambas han arraigado profundamente en el alma judía. Otras dos f. recientes son Lag baomer y Tu bishvat.

a. Janukkáh (Dedicación del Templo).
Se celebra durante ocho días a partir del 25 del mes dé Kislew, en los últimos días del otoño. Conmemora la victoria de los Macabeos (v.) sobre las fuerzas de Antíoco Epífanes en el año 165 a. C. Los decretos antijudíos de este rey sirio que dominaba Palestina amenazaban con extinguir la civilización judía y sustituirla por el imperante helenismo pagano. Judas Macabeo, al frente de un reducido grupo de valientes voluntarios, emprendió la lucha por la libertad religiosa, derrotó a los ejércitos grecosirios y liberó Jerusalén destruyendo el altar pagano que en su Templo había erigido el soberano ocupante. Se celebraron durante ocho días los actos de la restauración del Templo y su Dedicación -fanukkáh- al culto del Dios Uno (1 Mach 4,47 ss.; sus antecedentes serían la consagración del Templo de Salomón, 2 Par 7,5, y la de Esd 6,16 ss.). De nuevo brilló en el recinto sagrado la luz del candelabro de oro. Por eso, en el hogar y en la sinagoga se enciende en tiempos modernos una vela la primera noche de fanukkáh, aumentando una en cada noche sucesiva hasta ocho. Con esta ceremonia se resalta el aspecto espiritual del triunfo de los macabeos sin referencia a la victoria militar. La tradición de Israel se negó a consagrar los hechos militares de su historia como celebraciones religiosas, recordando que el Rey David, uno de los mayores héroes bíblicos, no recibió de Dios el permiso de edificar el Templo de Jerusalén por haberse dedicado a largas y sangrientas luchas. En la sinagoga se leen con especial énfasis los versículos de Zacarías que tan adecuadamente resumen el sentido de Janukkáh: «No con ejército, no con fuerza, sino con mi espíritu, dice el Eterno Dios del Universo» (Zach 4,7) (v. t. TEMPLO II).

b. Purim es otra f. menor del calendario y señala el 14 del mes de Adar (o Veadar en los años de 13 meses) la salvación de la numerosísima comunidad judía del imperio persa en el s. v a. C. Los hechos se relatan en el libro de Ester (v.). Amán, descendiente de Amalec y Ministro del Rey Asuero (Jerjes 1,485-465 a. C.), había decidido la exterminación de los judíos del Imperio. El inteligente Mardoqueo y su prima, la bella y valiente reina Ester, héroes judíos del relato, salvan milagrosamente la situación, siendo castigados Amán y sus seguidores. «...porque Amán... había concebido el proyecto de exterminarlos y había echado el Pur, es decir, la suerte, para matarlos... por eso se llaman estos días Purim del nombre de Pur» (Est 9,24-26). Esos acontecimientos se conmemoran alegremente en el joven Estado de Israel con un desfile carnavalesco, y en todos los hogares judíos como día «de festín y de alegría, en que se mandan presentes los unos a los otros y se distribuyen dones a los indigentes» (Est 9,22). En la sinagoga se lee el libro de Ester manuscrito en una Meguilá o rollo de pergamino. Una Seudá o banquete familiar clausura la alegre jornada del Purim, dedicada más bien al disfrute de los bienes materiales, pues esta vez no se conmemora como en Janukkáh la salvación espiritual de Israel sino la preservación de su existencia física (v. ESTER, LIBRO DE). El día siguiente es aún festivo en algunas ciudades de Israel y se llama Purim de Susa. Cuatro semanas más tarde llegará el Pésaj y se empieza a prepararlo en cuanto se despide el Purim.

c. Lag baomer.
Significa el trigésimo tercer día del cómputo del Omer (v. SUPRA), que corresponde al 18 del mes de Iyar. Es una simpática fiesta que los escolares celebran saliendo al campo de excursión, encendiendo hogueras y tirando flechas con improvisados arcos. Es el recuerdo de la vida arriesgada de un puñado de guerrilleros que al mando del valeroso Bar Kokebá (o Barcoquebas) se rebelaron contra la opresión del Imperio romano, en 135 d. C. y lucharon por la independencia de Palestina (v. MESIANIsmo, 2). Viene a ser como un símbolo de la resistencia del pueblo judío contra sus perseguidores a lo largo de la historia.

d. Tu bishvat.
Cuando el pueblo de Israel en su gran mayoría vivía en Palestina dedicaba el Tu bishvat -15 del mes de Shevat- a celebrar el «Año Nuevo de los Árboles». Aun en el exilio ese día se siguió celebrando. El anhelo y la nostalgia de la Tierra Prometida se expresaban comiendo los frutos que la hicieron célebre: «Tierra de trigo y cebada, viñas, higueras y granados, tierra de olivos para aceite y de miel» (Dt 8,8). Así se renovaba cada año la invencible esperanza de volver a la tierra que pisaron los Patriarcas y los Profetas de Israel. En el reciente Estado de Israel (1948) el decimoquinto día de Shevat se dedica a plantar árboles en las zonas áridas o desérticas del país. Es una muestra del esfuerzo del pueblo de Israel por arraigarse de nuevo en la Tierra de sus antepasados.

5. Ayunos.
El recuerdo luctuoso de la destrucción de Jerusalén y la desaparición de su Templo se conmemora en los ayunos de Tisha beab, Shivaa asar betammuz y Asará betebet. Dos ayunos más marcan angustiosos acontecimientos de la historia de Israel: Tsom Guedaliá y Tsom Ester. a. Tisha beab es, en el noveno día del mes de Ab, el aniversario de la destrucción del Templo de Jerusalén por Nabucodonosor (v.), rey de Babilonia, en 586 a. C. Reconstruido años más tarde bajo el reinado de Ciro, rey de Persia, el santuario fue de nuevo asolado por el general romano Tito en 70 d. C., en la misma fecha (v. TEMPLO II). Como señal de participación personal en las calamidades sufridas por la nación, los judíos ayunan ese día dedicándolo a la lectura de las Lamentaciones (v.) de jeremías, profeta contemporáneo de la caída del primer Templo. Los fieles sentados en el suelo de la sinagoga leen Kinot -elegías- por los mártires de la historia judía que murieron para que el Pueblo de Dios viva. b. Shivaa asar betammuz. Tres semanas antes del anterior, este ayuno, como su nombre indica, se celebra el 17 del mes de Tammuz; abre un periodo de duelo que prepara la conmemoración de la terrible catástrofe nacional que supuso la destrucción de Jerusalén. Es el día en que los enemigos lograron abrir una brecha en el muro de Jerusalén, precipitándose así su caída. c. Asara betebet. Este ayuno, llamado así porque Se celebra el día diez del mes de Tebet, trae el recuerdo del sitio de Jerusalén por Nabucodonosor. El episodio con sus terribles escenas de dolor se describen en cortos, pero expresivos poemas cantados con voz triste en las sinagogas. d. Tsom Guedaliá. Al día siguiente de Rósh Hashanáh, la comunidad judía ayuna en recuerdo de Guedaliá, gobernador judío de Palestina dotado por Nabucodonosor de amplios poderes que aseguraban al país una relativa autonomía interna. Guedaliá fue vilmente asesinado por un rival. Este crimen puso fin a la frágil esperanza de resurrección nacional que aún abrigaban los judíos sometidos al potente yugo de Babilonia. e. Tsom Ester. Viene a recordar en la víspera del Purim, el ayuno que la Reina Ester y los judíos de Persia celebraron para invocar la divina protección cuando Amán amenazó exterminarlos. El calendario judío determina con sus f. y conmemoraciones, no solamente un modo de vivir sino también una manera de pensar y de ser. La indefigida frontera que une más que separa lo sagrado y lo profano es característica de la existencia judía. La santificación total del individuo es la meta del judaísmo bíblico. Para alcanzarla, el calendario domina el anónimo discurrir del tiempo elaborando y transmitiendo un ritmo pleno de espiritualidad.
El Espíritu Santo
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Alegoría del Espíritu Santo en la Basílica de San Pedro, Roma.
En la teología cristiana, el Espíritu Santo —o equivalentes como son, entre otros, Espíritu de Dios, Espíritu de verdad o Paráclito (del griego parakletos: aquel que es invocado)— es una expresión bíblica que se refiere a una compleja noción teológica a través de la cual se describe una "realidad espiritual"[1] suprema, que ha sufrido múltiples interpretaciones en las diferentes confesiones cristianas y escuelas teológicas.
De esta realidad espiritual se habla en muchos pasajes de la Biblia, con las expresiones citadas, sin que se dé una definición única. Esto fue el motivo de una serie de controversias que se produjeron principalmente a lo largo de tres periodos históricos: el siglo IV como siglo trinitario por excelencia, las crisis cismáticas de oriente y occidente acaecidas entre los siglos IX y XI y, por último, las distintas revisiones doctrinales nacidas de la reforma protestante.
En torno a la naturaleza del Espíritu Santo se sostienen básicamente cuatro interpretaciones:
Según las interpretaciones de carácter modalista, el Espíritu Santo es una fuerza o cualidad divina al modo de la sabiduría, la belleza, el amor o la bondad. El unitarismo, si bien guarda diferencias teológicas básicas con el modalismo, comparte esta visión de un Espíritu Santo impersonal que actúa siendo el Poder o Fuerza Activa de Dios. En cualquier caso, ambas corrientes comparten la visión de que el Espíritu Santo no es alguien sino algo.
Según las interpretaciones de carácter arriano, el Espíritu Santo es una entidad espiritual o naturaleza angélica de carácter excelso, muy cercana a la divinidad, pero diferente a ella por su condición de criatura.
Según las interpretaciones de carácter triteísta[2] el Espíritu Santo es otro Dios, quizá de carácter inferior al Dios principal, pero que comparte con él la cualidad de ser increado.
Las interpretaciones de carácter trinitario consideran al Espíritu Santo como una persona divina, noción con la que se asume la divinidad del Espíritu Santo, manteniendo, sin embargo, la unicidad del principio divino. Esta es la doctrina del cristianismo católico, del cristianismo ortodoxo y de algunas denominaciones protestantes.
Sobre la procedencia del Espíritu Santo, existe cierta unanimidad entre las diferentes confesiones cristianas. A excepción de la interpretación triteísta, que asume al Espíritu Santo como un ser increado e independiente de Dios, las otras tres interpretaciones consideran que procede de Dios, aunque se diferencian en la forma. En el modalismo, procede como fuerza, en el arrianismo como criatura y en el trinitarismo como persona. El trinitarismo aborda, además, una cuestión adicional propia de su marco teológico. Distingue entre la procedencia del Padre y la procedencia del Hijo, cuestión conocida como cláusula filioque.
En lo referente a las cualidades del Espíritu Santo, los teólogos cristianos asumen que es portador de dones sobrenaturales muy diversos que pueden transmitirse al hombre por su mediación. Si bien la enumeración de los dones puede variar de unos autores a otros y entre distintas confesiones, existe un amplio consenso en cuanto a su excelencia y magnanimidad.
La mayor parte de las iglesias cristianas, y entre ellas las principales, se declaran trinitarias. Existen también iglesias no trinitarias que confiesan alguna de las otras modalidades interpretativas.
Contenido[ocultar]
1 Nombres, dones y frutos del Espíritu Santo
1.1 El pneuma divino
1.2 Los dones
1.3 Los frutos
2 El Espíritu Santo en la Biblia
2.1 Poder creador y fuerza vital
2.2 Espíritu guía de los Reyes
2.3 Espíritu de profecía
2.4 Natividad e infancia
2.5 Bautismo en el Jordán
2.6 La transfiguración
2.7 Fórmula bautismal
2.8 Pentecostés
2.9 El Espíritu Santo y la gentilidad
2.10 Las epístolas
3 El Espíritu Santo en el judaísmo
4 El Espíritu Santo en la teología cristiana
4.1 Contexto histórico
4.2 Interpretación modalista
4.3 Interpretación arriana
4.4 Interpretación triteísta
4.5 Interpretación trinitaria
4.6 Interpretación unitarista
4.7 El Espíritu Santo en la teología mística
5 Historia de la pneumatología
5.1 Esbozo de una pneumatología naciente (siglo II)
5.2 Desarrollo de la pneumatología (siglo III)
5.3 Del concilio de Nicea al de Constantinopla
5.3.1 El concilio de Nicea
5.3.2 Arrianos y pneumatómacos
5.3.3 Los padres capadocios
5.3.4 El concilio de Constantinopla
5.3.5 El Tomo de Dámaso
5.4 Padres posteriores al concilio de Constantinopla
5.5 Escolástica
5.5.1 La controversia sobre el «filioque»
5.5.2 Alta escolástica
5.6 Reforma y Contrarreforma
5.6.1 El Espíritu Santo en la teología de Miguel Servet
5.6.2 El Espíritu Santo en las creencias de los Hermanos Moravos del Pequeño Partido
5.6.3 Isaac Newton y el Espíritu Santo
5.7 Teologías contemporáneas no ortodoxas
6 El Espíritu Santo en la iconografía
7 Notas
8 Bibliografía
9 Véase también
10 Enlaces externos
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Nombres, dones y frutos del Espíritu Santo [editar]
La Biblia contiene un conjunto de expresiones que aluden a una «realidad divina» en la que creen el judaísmo y el cristianismo. La siguiente es una lista de tales expresiones:
Espíritu Santo,[3] Espíritu de santidad,[4] Espíritu de Dios,[5] Espíritu Santo de Dios,[6] Espíritu de la verdad,[7] Espíritu recto,[8] Espíritu generoso,[9] Espíritu de Cristo,[10] Espíritu de adopción,[11] Mente de Cristo,[12] Espíritu del Señor,[13] Señor mismo,[14] Espíritu de libertad,[14] Dedo de Dios,[15] Paráclito[16]
De todas ellas, «Espíritu Santo» es la expresión principal, la más conocida y la que más se usa en el cristianismo. El Libro de Sabiduría caracteriza a este Espíritu en los siguientes términos:
Espíritu inteligente, santo, único y múltiple, sutil, ágil, penetrante, inmaculado, claro, inofensivo, agudo, libre, bienhechor, estable, seguro, tranquilo, todopoderoso, omnisciente, que penetra en todos los espíritus inteligentes puros sutiles. (Sabiduría 7:22-23)
Existe una cita del profeta Isaías donde se enumeran los «dones del Espíritu Santo»:
Espíritu de sabiduría, inteligencia, consejo, fuerza, ciencia, piedad, temor de Dios. (Isaías 11:2)
Estos dones se completan con los «frutos del Espíritu»[17] que aparecen en la Epístola a los gálatas:[18]
...caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y castidad. (Ga 5, 22-23)
Todas estos «nombres», «dones» o «frutos» van implícitos en la expresión «Espíritu Santo» y hacen de ella una noción teológica muy rica. A pesar de esta diversidad de nombres, en la teología cristiana se dice, sin embargo, que no existe más que uno y un mismo Espíritu, consideración para la que los teólogos aducen una cita de Pablo de Tarso.[19]

Representación en piedra del Espíritu Santo: su santidad queda indicada con la orla de la cabeza. Clave en la iglesia de San Miguel de Michaelsberg (Cleebronn, Alemania).

El pneuma divino [editar]
El vocablo «espíritu» traduce el griego «πνευμα» (pneuma) y el hebreo «ruaj». Se trata de una traducción incompleta ya que «ruaj» y «pneuma» también se traducen como «aire» (ej: pneumático). Aire y espíritu son cosas distintas para nosotros pero aparecían relacionadas en el griego y el hebreo antiguos. Lo que actualmente es una doble acepción era en esos idiomas una identidad de conceptos.
Existen dos grandes clases de teologías sobre el Espíritu Santo: las que resaltan el aspecto «aire» y la que resaltan el aspecto «espíritu». Dichas teologías coinciden a grandes rasgos con la judía[20] y la cristiana.[21]
Bibliografía: Rodriguez Carmona: op. cit. pp. 347-351 ; Mateo Seco: op. cit. pp. 21-22 ; Reina Varela. Nota al pie de Ezequiel 2,2

Los dones [editar]
Artículo principal: Dones del Espíritu Santo
En el judaísmo y el cristianismo se cree que el Espíritu Santo puede acercarse al alma y transmitirle ciertas disposiciones que la perfeccionan. Estos hábitos se conocen como los «dones del Espíritu Santo». La relación de dones varía entre las diferentes denominaciones cristianas. La teología católica y la ortodoxa reconocen siete dones pues siguen tradicionalmente la cita de Isaías. A continuación se enumeran estos siete dones con una somera descripción.
Don de temor de Dios: da docilidad para seguir lo que la persona descubre como querer de Dios por reverencia ante Él.
Don de sabiduría: permite juzgar de Dios y saborear de las cosas divinas por sus últimas causas.
Don de entendimiento: hace a la inteligencia apta para penetrar las verdades reveladas.
Don de consejo: permite juzgar adecuadamente en los casos concretos para encontrar lo que ha de hacerse para salvarse.
Don de piedad: suscita un afecto filial hacia Dios para considerarlo como Padre y, por tanto, también el sentido de la fraternidad con los demás hombres.
Don de fortaleza: robustece al alma para que practique con heroicidad las virtudes.
Don de ciencia: permite que la inteligencia juzgue rectamente de todo para que quien lo recibe pueda salvarse.
Los protestantes categorizan los dones siguiendo a Pablo de Tarso:
A unos Dios les da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otros, por el mismo Espíritu, palabra de conocimiento; a otros, fe por medio del mismo Espíritu; a otros, y por ese mismo Espíritu, dones para sanar enfermos; a otros, poderes milagrosos; a otros, profecía; a otros, el discernir espíritus; a otros, el hablar en diversas lenguas; y a otros, el interpretar lenguas. (1 Co 12:8-10)
Bibliografía. Mateo Seco: op. cit. pp. 258-270

Los frutos [editar]
En la teología cristiana, se dice que la cercanía del Espíritu Santo induce en el alma una serie de hábitos beneficiosos que se conocen como «frutos del Espíritu» y que vienen enumerados en la Epístola a los gálatas.
«el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas» (Gal 5:22-23, NVI)
o, de acuerdo con la versión católica:
caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y castidad (Ga 5, 22-23 Vulgata)
Los frutos son producto de los dones del Espíritu. Los frutos son actos virtuosos y se distinguen por la alegría que causan en quien los realiza. El número de nueve citado en el Nuevo Testamento es sólo simbólico pues, como afirma Tomás de Aquino, «son frutos de cualquier obra virtuosa en la que el hombre se deleita».[22]
Bibliografía. Mateo Seco: op. cit. pp. 270-274; Ver Dones del espíritu ; Ver Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, 390

El Espíritu Santo en la Biblia [editar]
En esta sección están reunidos los relatos bíblicos básicos acerca del Espíritu Santo. Los tres primeros pertenecen al Antiguo Testamento y son comunes, por tanto, al judaísmo y al cristianismo. Los siguientes pertenecen al Nuevo Testamento, en concreto a los evangelios y a los Hechos de los apóstoles. Por último, hay un breve apartado dedicado a las epístolas.

Poder creador y fuerza vital [editar]

Separación de los cielos y la tierra. Miguel Ángel, Capilla Sixtina.
El libro del Génesis menciona varias veces el "espíritu de Dios" o el "aliento de Dios". Para el judaísmo se trata de una cualidad de Dios, no de un ser autónomo pero para la teología cristiana éstas son las primeras intervenciones del Espíritu Santo en la historia bíblica. En el relato de la creación del mundo el versículo Gen 1:2 dice que «el espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas». Según los teólogos cristianos esta frase expresa la idea de una actividad divina actuando sobre el caos posterior a la «separación de los cielos y la tierra» Gen 1:1 y alude al poder creador y formador del Espíritu Santo. Sin embargo, la palabra hebrea traducida por "espíritu" puede significar también "viento", "soplo" o "aliento"[23] por lo que otros autores han traducido este pasaje como «un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas»[24] o incluso «un fuerte viento iba y venía sobre las aguas».[23]
Este relato culmina con la creación de Adán. Dios modela su cuerpo del barro e insufla en su rostro el «aliento de la vida» Gen 2:7. Este «aliento de vida» se refiere a la cualidad animadora del Espíritu. Por otro lado, en el libro de Job éste afirma que «El espíritu de Dios me hizo, y el soplo del Omnipotente me dio vida» Job 33:4. Por ello el Credo cristiano dice del Espíritu Santo que es «señor y dador de vida».[cita requerida]
Los exegetas cristianos también identifican al Espíritu Santo en la expresión «dedo de Dios», que aparece en varios lugares del Antiguo Testamento. Las tablas de la ley, por ejemplo, fueron escritas por el «dedo de Dios» Éxodo 31:18. También en Éxodo 8:18-19, al hilo de la tercera plaga de Egipto. Dicha plaga se produce cuando Aarón golpea la tierra con su cayado y todo el polvo se convierte en mosquitos o piojos. Dicha expresión simboliza la fuerza o el poder de Dios obrando con imperio sobre la naturaleza. Aparece también en el Nuevo Testamento Lucas 11:20 en relación con la expulsión de demonios.
Además de todo esto, el Espíritu Santo tiene una virtud santificadora que «penetra en todos los espíritus inteligentes, puros, sutiles» (Sb 7, 23), es decir, en los ángeles y, por extensión, todo hombre que alcance cierta pureza de ánimo.
Citas bíblicas: Génesis 1:2;Génesis 2:7; Éxodo 8:18-19; (Sabiduría 7,23) ;Lc 11:20
Bibliografía. Granado Carmelo: op. cit. pp. 33-36 ; Mateo Seco: op. cit. pp. 21-23, 152

Espíritu guía de los Reyes [editar]

Coronación del rey David, miniatura de un salterio medieval conservado en la Biblioteca Nacional de Francia.
Según el relato bíblico, el Espíritu Santo guió al pueblo judío eligiendo e inspirando a sus gobernantes. El primer libro de Samuel 1Sa 8:4-5 relata que los ancianos de Israel exigieron un rey que los gobernase. Samuel, que era juez, consultó a Dios, quién señaló a Saúl con el gesto de derramar sobre él su Espíritu 1Sa 10:6-7. Saúl fue aceptado por el pueblo convirtiéndose así en el primero de los reyes de Israel. Después de eso, Saúl fue reprobado por Dios a causa de su mal comportamiento, y se le retirará el Espíritu 1Sa 16:13-14 en favor de David. El Rey David es el arquetipo de gobernante predilecto por Dios. En el Salmo 51 Sl 51, David se lamenta de que puede perder el favor de Dios a causa de sus pecados e implora que no se le retire el Espíritu Sl 51:12-14. El pecado al que se refiere es el de inducir la muerte de Urías en el campo de batalla para quedarse con su mujer Betsabé (2 Samuel 11).
El Nuevo Testamento afirma en los evangelios sinópticos que el espíritu inspirador de los reyes es el mismo Espíritu Santo de la tradición cristiana. Mr 12:36.
Citas bíblicas: 1 Samuel 10:6-7;1 Samuel 16:13;1 Samuel 16:14;Sl 51;Marcos 12:36;Mateo 22:43-44;Lucas 20:41-47;
Bibliografía. Mateo Seco: op. cit. pp. 23 ; Rodriguez Carmona: op. cit. pp. 347-351

Espíritu de profecía [editar]

El Libro de Isaías en una Biblia inglesa.
La teología cristiana y la judía afirman que el Espíritu Santo inspiró los dichos y las acciones de los profetas bíblicos. Los principales profetas bíblicos son Isaías, Jeremías,Ezequiel, Daniel. Además, están los conocidos como profetas menores Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Najum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías. El siguiente ejemplo está sacado del libro de Ezequiel:
Después de hablar esa voz, el Espíritu entró en mí y pude escucharle. (Ez 2,2)
Este otro ejemplo es del Nuevo Testamento:
Mientras celebraban el oficio, dijo el Espíritu Santo: Reservadme a Pablo y Bernabé para la obra que les voy a encomendar. (Hch 13,2)
La tradición cristiana hereda del judaísmo esta tradición. En los Hechos de los apóstoles, el Espíritu Santo inspirará en numerosos pasajes a los apóstoles. Pablo hablaba del Espíritu Santo en sus epístolas. En la primera epístola a los corintios recomendaba alcanzar, por ejemplo, el don de profecía antes que el de lenguas, y ello por ser más provechoso 1Co 14:1.
La creencia en el don de profecía del Espíritu queda reflejada en el credo cristiano cuando dice «...y que habló por los profetas».
Citas bíblicas: Isaías 61:1;Isaías 63:10;Mateo 10:20;Marcos 13:11;Lucas 12:12;Lucas 21:15
Bibliografía. Rodriguez Carmona: op. cit. pp. 347-351; Granado, Carmelo: op. cit. pp. 36-37

Natividad e infancia [editar]

La anunciación de Fra Angélico (Museo del Prado, Madrid).
Lucas y Mateo, los evangelistas de la infancia de Jesús,[25] comienzan sus escritos con los relatos de la natividad y la infancia de Jesús, donde se recogen varias intervenciones del Espíritu Santo. La más importante de todas es la «Concepción del Verbo» en el seno de María. En torno a este suceso, Lucas se extiende con la narración de la concepción y nacimiento, también extraordinarios, de Juan el Bautista. Mateo, más escueto, se limita a informar del suceso a través de un sueño que tiene José de Nazaret.
En el relato de Lucas, además de las dos anunciaciones que realiza el ángel Gabriel a Zacarías (Lc 1:11-17) y a María (Lc 1:26-38), el Espíritu Santo obra la concepción de esta última (Lc 1:35), y asimismo las inspiraciones que reciben Isabel, durante el episodio de la «Visitación» (Lc 1:39-42), y Zacarías, tras la elección del nombre de su hijo (Lc 1:67). Este relato se completa con la inspiración que recibe el sabio Simeón, quién reconoce en el niño Jesús durante su presentación en el templo al «Cristo del Señor» (Lc 2:25-32). En general, el relato de Lucas tiene muchas menciones al Espíritu Santo descritas con un estilo propio que se mantiene también en los Hechos de los apóstoles.
Citas bíblicas: Mt 1:18;Mt 1:20;Lc 1:15;Lc 1:35;Lc 1:41;Lc 1:67;Lc 2:25;Lc 2:26;Lc 2:27

Bautismo en el Jordán [editar]

Bautismo de Cristo, pintura de Piero della Francesca (National Gallery, Londres).
El Bautismo de Jesús en el río Jordán da comienzo a su vida pública. Los cuatro evangelios dicen que, estando Juan el Bautista bautizando, se acercó a él Jesús para que le bautizase. Después de alguna vacilación, Juan accedió y, en el momento del bautismo, descendió sobre Jesús el Espíritu Santo en forma de paloma. Este pasaje proporciona el motivo iconográfico más utilizado para representar al Espíritu Santo (la paloma).
Después del bautismo, el Espíritu Santo inspira todas las palabras y acciones de Jesucristo. La primera decisión del Espíritu es retirar al desierto a Jesús durante cuarenta días, donde será tentado en tres ocasiones Lucas 4:1-13. También por inspiración suya vuelve a Galilea Lucas 4:14 donde tendrá lugar el episodio de la sinagoga de Nazaret.
La relación entre Jesucristo y el Espíritu Santo se prolonga más allá de la vida de éste, pues el Espíritu Santo resucita a Cristo. Una vez resucitado, los evangelios narran que Cristo da su «Espíritu» a los apóstoles.
Citas bíblicas: Lc 3:16;Lc 3:22;Mt 3:11;Mt 3:16;Mr 1:8;Mr 1:10;Jn 1:32;Jn 1:33;Mt 4:1;Lc 4:1;Lc 4:14;Mr 1:12
Bibliografía. Mateo Seco: op. cit. pp. 50-53

La transfiguración [editar]
Artículo principal: Transfiguración de Jesús

Transfiguración de Jesús, por Rafael y Giulio Romano (Museos Vaticanos, Roma).
Este es un ejemplo donde, a pesar de no existir ninguna mención explícita al Espíritu Santo, el pasaje es interpretado como tal. La narración bíblica coincide en los evangelios sinópticos. Pedro, Santiago y Juan acompañan a Jesús de Nazaret hasta la cima del monte Tabor. Una vez allí, la figura de Jesús se transfigura, quedando envuelta en una aureola resplandeciente. A su lado, aparecen Moisés y Elías. Entonces, una nube los envuelve y se oye una voz que dice: «Este es mi hijo amado, escuchadle».
En todo el pasaje no se menciona al Espíritu Santo. Sin embargo, la Iglesia Ortodoxa interpreta el pasaje en un sentido trinitario, asumiendo que la voz que se oye es la del Padre y la nube que los envuelve, el Espíritu Santo. La nube sería en este pasaje el Espíritu Santo de forma análoga a la paloma en el Bautismo del Jordán. La transfiguración es una fiesta muy estimada en la liturgia ortodoxa como manifestación plena de la trinidad.[26]
La transfiguración es un ejemplo de experiencia mística.[27] Expresiones como «la subida al monte» o «el matrimonio espiritual» tienen un largo arraigo que se remonta a los Padres de la Iglesia. La «nube» es otro de esos símbolos.[28]
Citas bíblicas: Mt 17:5;Lc 9:34;Mr 9:7

Fórmula bautismal [editar]
Cada evangelio sinóptico concluye con la misión evangélica última que Jesús da a los apóstoles. Donde Lucas habla veladamente diciendo: «Vosotros daréis testimonio de esto» (Lc 24, 48), Marcos aporta un mandato firme: «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura» (Mc 16, 15) que Mateo concreta en lo que se conoce como «la fórmula bautismal»:
«enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28,19)
Está fórmula tiene una importancia capital ya que se trata de una enumeración que, al menos en apariencia, parece equiparar el papel del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en el Bautismo. Su importancia en los primeros siglos del cristianismo queda atestiguada por su mención explícita en la sección litúrgica de la Didaké, en concreto en (VII, 1-4). Tres siglos después, esta fórmula proveerá a los trinitarios de uno de sus más sólidos argumentos.
La fórmula trinitaria convivió con la formula bautismal cristológica. Esta última se acuñó en el relato de la conversión del eunuco de Etiopía (Hechos 8:26-40). Es allí donde se pronuncia la versión más antigua del llamado «símbolo de los apóstoles» o Credo.
Yo creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. (Hch 8,37)
A lo largo de los siglos se impusieron las fórmulas trinitarias.
Citas bíblicas: Lc 24:48;Mc 16:15;Mt 28:19
Bibliografía. El símbolo de los apóstoles en el Quasten ; La didaké en el Quasten ; Mateo Seco: op. cit. pp. 235-239 ; Basilio de Cesarea: op. cit. pp. 144-145

Pentecostés [editar]

Pentecostés en una representación ortodoxa
Artículo principal: Pentecostés
El libro de los Hechos de los apóstoles ha sido llamado «el Evangelio del Espíritu Santo» por su profusión y abundancia de citas.[29] El capítulo 2 relata el acontecimiento de Pentecostés:
En el día de Pentecostés, y estando reunidos en un lugar, sucedió de repente que se produjo un ruido como del cielo parecido a un viento. Aparecieron entonces lenguas de fuego que se posaron sobre cada uno de ellos, llenándose todos del Espíritu Santo. Comenzaron a hablar en lenguas extrañas. (Hch 2, 1-4)
La entrega a los discípulos del «Espíritu de Dios» supone que, a partir de ese momento, el Espíritu Santo guiará sus palabras y sus actos, por lo menos en los momentos capitales.
Hay precedentes de la entrega del Espíritu Santo en los Evangelios, por ejemplo, en el evangelio de Juan, donde se dice:
Recibid el Espíritu Santo. A quién perdonareis los pecados, les serán perdonados. A quienes se los retuviereis, les serán retenidos.
Jn 20, 23
Las numerosas recepciones del Espíritu que se narran en los hechos de los apóstoles son acompañadas en general de la administración del bautismo. Es frecuente que bautismo y Espíritu lleguen juntos aunque no necesariamente. En la predicación realizada por Felipe en Samaria, éste sólo bautiza. Han de venir después Pedro y Juan para infundir el Espíritu (Hch 8, 12-17). La conversión del centurión Cornelio sucederá justo al revés: primero se recibirá el Espíritu y luego se administrará el bautismo.
Citas bíblicas: Hch 1:2;Hch 1:4;Hch 1:8;Hch 1:56;Hch 2;Hch 2:33;Hch 2:38;Hch 4:7;Hch 4:31;Hch 5:1-11;Hch 5:32;Hch 6:5;Hch 6:10;Hch 7:51;Hch 7:55;Hch 8:15-18;Hch 8:29;Hch 8:39;Hch 9:17;Hch 9:31;Hch 10:19;Hch 10:38;Hch 10:44;Hch 11:12;Hch 11:24;Hch 13:1;Hch 13:4;Hch 13:9;Hch 13:52;Hch 15:8;Hch 15:28;Hch 16:6;Hch 16:7;Hch 19:2;Hch 19:6;Hch 20:22-23;Hch 20:28;Hch 21:4;Hch 21:11;...

El Espíritu Santo y la gentilidad [editar]
El capítulo 10 de los hechos de los apóstoles relata la historia del centurión Cornelio. Cornelio fue el primer cristiano no judío en recibir el Espíritu Santo y ser bautizado.
Aún estaba Pedro diciendo estas palabras cuando descendió el Espíritu Santo sobre todos los que le oían, quedando fuera de sí los circuncidados de que el don del Espíritu se derramase sobre los gentiles porque les oían hablar en varias lenguas y glorificar a Dios.
Hch 10, 44-46
Con independencia de que este episodio sea histórico, alegórico o cualquier otra cosa, sí es cierto que a partir de cierto punto, el cristianismo rebasó la esfera de influencia de la sinagoga judía y llevó la predicación a los ámbitos paganos. Esta decisión, que el libro de los Hechos atribuye a Pedro, fue desarrollada típicamente por Pablo de Tarso, quién a través de sus viajes por Asia y Europa, fundó las primeras comunidades cristianas no judías. También, como consecuencia de esto, se produjo la separación e independencia del cristianismo respecto del judaísmo.
Citas bíblicas: Hch 13;Hch 14;Hch 15;Hch 16;Hch 17
Bibliografía: Becker, Jünger: op. cit. cap. 5

Las epístolas [editar]

Predicación de Pablo, apóstol de los gentiles.
Las epístolas son un conjunto de escritos bíblicos de transición. Contienen las primeras reflexiones sobre el cristianismo y gozan de carácter y autoridad apostólicos. De especial importancia son las epístolas de Pablo de Tarso que, auténticas o no, desarrollan los primeros gérmenes de la teología cristiana.
La epístola a los romanos contiene la principal exposición de la teología paulina y numerosas menciones al Espíritu Santo. Es uno de sus principales escritos.
La primera epístola a los corintios contiene unas reflexiones muy tempranas que tendrán una fuerte influencia en autores posteriores. Los capítulos 2, 12 y 14 son textos clásicos en lo que al Espíritu Santo se refiere.
2 Corintios tiene la bendición más antigua en la que aparecen el amor del Padre, la gracia del Hijo y la comunión del Espíritu Santo.[30]
La epístola a los gálatas contiene la cita sobre los frutos del Espíritu.[31]
La epístola a los efesios tiene una mención sobre la acción del Espíritu Santo como un sello[32] y una advertencia para no entristecer al «Espíritu Santo de Dios».[6]
La epístola a los filipenses se refiere al Espíritu Santo como «Espíritu de Dios»[33] y habla de la «donación del Espíritu de Jesucristo».[34] También habla de aquellos que reciben «alguna comunicación del Espíritu».[35]
1 Timoteo tiene un par de menciones.[36]
2 Timoteo menciona al Espíritu Santo en relación con las virtudes cristianas.[37]
Tito tiene una referencia a la regeneración por el Espíritu Santo.[38]
La epístola a Filemón no tiene menciones. La epístola a los colosenses tiene una mención menor aislada.[39]
Hebreos, por tratarse de una epístola dirigida a una comunidad próxima al judaísmo, pone con frecuencia por testigo al Espíritu Santo. El capítulo primero debate la cuestión de si Cristo es superior a los ángeles.
La primera epístola de Pedro menciona que la resurrección de Cristo es obra del Espíritu.[40] La segunda epístola de Pedro reafirma el carácter profético del Espíritu Santo.[41]
La primera y segunda epístola de Juan contienen algunas fórmulas que excluyen al Espíritu Santo.[42] Dice en otro punto que Cristo «..nos dio de su Espíritu».[43] Asimismo, el Espíritu da testimonio porque «el Espíritu es la verdad».[44] Nada menciona la tercera epístola de Juan, muy sucinta ella.
La epístola de Judas tiene una sencilla recomendación de orar en el Espíritu Santo.[45]

El Espíritu Santo en el judaísmo [editar]
En la teología judía, el Espíritu Santo es mentado como «Ruaj Ha Kodesh», expresión que puede traducirse como el «aliento de Dios» o «Espíritu de Dios». Dicho Espíritu es una personificación del poder creador y vital divino a través del cual Dios participa en la creación y opera sobre ella. Nunca se trata de algo autónomo e independiente, que tenga voluntad propia, sino de una cualidad de Dios, al modo que la belleza o la sabiduría de una persona opera y actúa como fuerza efectiva, sin que se puedan separar empero de su portador. En tanto que aliento, se puede decir figuradamente que «habla». En tanto que fuerza creadora y vivificante, se puede decir que «crea» y «mantiene creado» el mundo.
Tal como se ha mencionado anteriormente, otro aspecto de su «economía» es la de dirigir a reyes y profetas. Por él, los reyes son ungidos y capacitados para gobernar. Por él, los profetas son inspirados y comunican el mensaje de Dios. Dado que el Espíritu Santo lo conoce todo, se le atribuye el don de profecía. Asimismo es el vehículo de la revelación. En consecuencia, el Espíritu Santo es el inspirador de la Biblia hebrea.
El Espíritu Santo, cuando habita en una persona, la purifica elevando su condición moral. En este sentido, la persona es «santificada» por su acción. Asimismo, puede perderlo a causa de su debilidad.
Bibliografía: Rodriguez Carmona: op. cit. pp. 347-351

El Espíritu Santo en la teología cristiana [editar]
En contra de lo que se pudiera suponer, esta cuestión no fue una mera controversia entre especialistas. Un autor del siglo IV, Gregorio de Nacianzo, comentaba al respecto:
En Constantinopla, si entrabas en una tahona para comprar un pan, el panadero, en vez de deciros el precio, se ponía a argumentar que el Padre es mayor que el Hijo; el cambista discutía del Engendrado y del Eterno en vez de contarte el dinero; y si querías tomar un baño, ¡el bañero te aseguraba que el Hijo procede de la nada!.[46]
Esta situación puede dar idea del ambiente tan distinto y de la importancia que esta cuestión tuvo para propios y extraños.

Contexto histórico [editar]
El cristianismo nació en el seno de la religión judía y se extendió por la zona de influencia del Imperio Romano. Estos dos términos condicionan su teología. Por una parte, heredó del judaísmo un fuerte sentimiento monoteísta, que podría traducirse en una formulación: «Existe un único Dios y, ese Dios, es creador de todas las cosas». Su expansión, sin embargo, se produjo en un entorno marcado por la proliferación de religiones politeístas y sistemas filosóficos, frente a los que el cristianismo tuvo que definirse y distinguirse. Los tres siglos que van desde el comienzo de la predicación cristiana hasta su institución como religión del imperio pueden interpretarse como la forja lenta y paulatina de una teología que exploró todas las variantes permitidas por sus fuentes teológicas y que fue decidiendo, caso a caso, lo que, a juicio de aquellas comunidades, estaba en consonancia con el sentimiento cristiano. La prolongada tensión entre ortodoxia y heterodoxia fue el mecanismo selectivo que, en el siglo IV, dio lugar a la concreción de fórmulas concisas, los símbolos o credos, que hoy conocemos como la base teológica, más o menos estable y mayoritaria, de la religión cristiana. Al lado de dicha ortodoxia, que también presenta sus matices entre las principales denominaciones cristianas (católicos, ortodoxos y protestantes), subsisten hoy por hoy comunidades cristianas afincadas en alguna de aquellas heterodoxias o nuevos movimientos religiosos que reeditan algunas de las mismas.
Bibliografía. Quasten: Patrología I y II ; Trevijano Ramón: Patrología

Interpretación modalista [editar]
Véase también: Modalismo
En las Escrituras Hebreas, llamadas también Antiguo Testamento por los cristianos, hay referencias al Espíritu Santo (el de Yavé). Sal 51:11 Joe 2:28,29. Las Escrituras también dicen que alguien puede llenarse de Espíritu Santo o puede venir sobre la persona y envolverla. Ex 31:3Jue 3:10Jue 6:34 Por parte del Espíritu Santo de Dios se le puede quitar a alguien y dar a otra persona.Nú 11:17,25 El Espíritu Santo puede actuar en alguien y facultarlo para hacer obras sobrehumanas.Jue 14:61Sa 10:6
Todas estas declaraciones dificultaban la concepción de tal espíritu como una persona ya que no resulta razonable dar parte de una persona a otra. Además, no existen pruebas de que los judíos fieles consideraran al Espíritu Santo como una persona igual al Padre cuando Jesús estuvo en la tierra. No adoraban ningún Espíritu Santo. Más bien adoraban únicamente a Jehová o Yavé.
La teología modalista, defendida principalmente por Sabelio (y llamada a menudo por ello sabelianismo), afirma que no hay distinción entre las personas divinas, y por tanto el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son una única entidad, Dios, que se manifiesta de diversas maneras (modalidades). Por tanto, según esta teología, el Espíritu Santo no es más que una manera de expresar la acción de Dios mismo en el mundo. Así, Sabelio quería aclarar la relación entre Padre, Hijo y Espíritu Santo sin contradecir el estricto monoteísmo judío.

Interpretación arriana [editar]
Véase también: Arrianismo
En la biblia aparecen entidades sobrenaturales que intervienen en los acontecimientos históricos. En ella, se reserva el término ángeles para referirse a aquellos seres que se hallan en armonía con Dios y el de demonios para los que están en oposición. En la teología cristiana, todos estos seres, a pesar de su elevada o degradada dignidad comparten con el hombre y el resto de los seres naturales su condición de «criaturas», término que alude a su carácter de seres creados, de seres que comienzan su existencia en un cierto momento del tiempo y antes del cual no existían. Dicho comienzo ontológico puede ser muy remoto, ciertamente, pero esa apreciación cuantitativa pierde su importancia frente al modo intemporal de existencia que se le atribuye a Dios. Lo característico de Dios sería una cualidad dual. Por una parte, la de ser un principio increado, eterno, y, por otro, un principio creador de otros seres. Santo Tomás lo expresaba, diciendo: «Dios es aquel en quien ser y existir no están separados».[47]
Una distinción temprana, común a la teología judía y a la cristiana fue el rechazo del culto a los ángeles, por considerarlo una forma de idolatría. Aunque los templos cristianos y su liturgia abundan en muestras de alabanza y reverencia a los ángeles, ambas teologías consideran que el culto se debe únicamente a Dios.
El arrianismo consiste en considerar al Hijo como la primera y más excelsa de las criaturas o, dicho de otra forma, como el primero de los ángeles. El dilema que plantea el arrianismo es, por tanto, si el hijo es creado o engendrado. Ambos términos expresan una procedencia del principio Padre creador, pero en un caso dicha procedencia se produce inmersa en la existencia temporal y en el otro no. La criatura supone que el tiempo ha comenzado. No así en el otro caso donde la procedencia se realiza en un estado que la liturgia y la literatura cristianas han descrito con la fórmula: «antes de todos los siglos». Dicho estado atemporal sería previo a la creación misma del tiempo.
El enfrentamiento entre las tesis arrianistas y las encarnacionistas se desarrolló a lo largo del siglo IV. Inicialmente el Concilio de Nicea (325) adoptó un credo encarnacionista pero más tarde el sínodo de Rimini-Seleucia (359) se decantó por un credo arriano y el emperador Constancio II hizo oficiales sus tesis. El arrianismo se propagó a los pueblos germánicos, entre los que prosperó hasta el siglo VI. Sin embargo, en el Imperio el arrianismo fue perdiendo adeptos en favor de las tesis trinitarias y terminó siendo proscrito por el Concilio de Constantinopla (381).[48]
Una vez derrotado el arrianismo en el Imperio, el debate se centró en la segunda parte de la cuestión, que estaba implícita y a la espera de que se resolviese la primera. Esa segunda cuestión consistía en inquirir con cuidado de qué naturaleza era el Espíritu Santo y cuál era la dignidad que se le debía. La teología judía transmitía una interpretación del tipo «fuerza divina», pero la tradición lucana y litúrgica sugerían cierta divinidad del Espíritu. Era obvio para los Padres de la Iglesia que si el arrianismo era cierto y el Hijo era la primera criatura, al Espíritu Santo no le quedaba más remedio que ser cualidad divina, como afirmaba el modalismo o, como mucho, segunda criatura o segundo ángel. Al imponerse las tesis encarnacionistas y por tanto resuelta la polémica del Hijo en favor de su divinidad, quedaron expeditas las cuatro interpretaciones mencionadas al comienzo del artículo. La interpretación arriana, referida al Espíritu Santo en vez de al Hijo, se desató en la segunda mitad del siglo IV y sus partidarios fueron denominados por sus adversarios «pneumatómacos», los que «matan al Espíritu».
Bibliografía: Mateo Seco: op. cit. cap 4 ; Trevijano, Ramón: op. cit. pp. 189-200; Arrio en el Quasten; Gregorio Nacianceno: op. cit. 5º discurso teológico;

Interpretación triteísta [editar]
El triteísmo es exactamente un politeísmo de tres dioses. Se sobreentiende que no valen tres dioses cualesquiera sino que deben ser los de más alto rango y los responsables, en definitiva, de la creación del mundo. Triteísmo y trinidad son dos términos teológicos muy precisos que suelen de todos modos confundirse. Brahma, Shivá y Visnú son los dioses de un sistema triteísta, pero no forman una trinidad. La diferencia es que en el sistema triteísta hay tres naturalezas bien distintas y en el trinitarismo hay tres personas. De ahí que el triteísmo sea considerado como una forma de politeísmo, pero el trinitarismo no. El triteísmo apareció en la Iglesia en el siglo III, en varios autores cuyas doctrinas la Iglesia rechazó.
Bibliografía: El triteísmo en la GER ; 5º párrafo

Interpretación trinitaria [editar]

Santísima Trinidad de Andrei Rubliov (Galería Tretyakov, Moscú).
El dogma trinitario fue fijado mayormente en el siglo IV por Atanasio y los Padres Capadocios a raíz de la controversia arriana. Dicha controversia fue el motor de una profundización sobre la naturaleza de la divinidad, a partir de las fuentes teológicas cristianas y la tradición de las comunidades. El dogma trinitario quería, por una parte, dar respuesta a las dificultades planteadas y, por otra y en igual medida, proteger el cristianismo contra tres tendencias que, en opinión de los Padres, amenazaban al cristianismo.
La primera tendencia era el monoteísmo judío. La noción de Dios hecho hombre, Dios muerto y Dios resucitado era de partida incompatible con dicho monoteísmo, de marcado carácter patriarcal. Los intentos por conciliar ambas visiones se traducían en diversas variantes teológicas que rebajaban la dignidad de Jesucristo, considerándolo un hombre muy evolucionado (ebionismo) o un ángel excelso (arrianismo). Este menoscabo de la dignidad del Hijo y, como añadidura, de la del Espíritu Santo, es la primera tendencia que se quiso evitar.
La segunda tendencia que se quiso sortear fue el politeísmo pagano, habitual en las religiones caldeas, egipcia y grecorromana. Desde sus comienzos, el cristianismo quedó expuesto a la acusación de politeísmo por parte de los círculos judíos debido a la afirmación de que existe un Dios Padre, un Dios Hijo y un Dios Espíritu Santo. Refutar tal acusación era una prioridad para los Padres.
La tercera tendencia fue la excesiva intelectualización del cristianismo como consecuencia de su contacto con la filosofía griega. Comprender o desentrañar el misterio divino hubiese significado subordinar a Dios a la razón, algo inaceptable para el sentido teológico de los Padres.
Con este fin, la formulación del dogma trinitario fue realizado utilizando dos términos provenientes de la filosofía griega, a los que se dio un significado teológico muy preciso. Dichos términos fueron «ousía» (naturaleza o sustancia) e «hipóstasis» (persona). De forma muy sencilla se podría decir que «ousía» alude a lo general e «hipóstasis» a lo particular. Si se tratase, por ejemplo, de caballos, la «ousía» del caballo sería más o menos la esencia, la idea o la especie caballo, mientras que sus «hipóstasis» serían cada uno de los ejemplares de caballo que existe. Si se tratase de hombres, la «ousía» del hombre sería lo que hoy se entiende por «humanidad», mientras que las «hipóstasis» serían cada una de las personas o individuos.
Es importante notar que estos términos fueron formulados en una época que tenía otro contexto intelectual. Hoy en día, la humanidad o el género caballo son abstracciones intelectuales carentes de realidad. Lo real, en cambio, es la persona con la que se habla o el caballo que se ve. Este posicionamiento vital contrasta fuertemente con el platonismo para el que las ideas eran la verdadera realidad y los ejemplares, su sombra.
Entre estas dos posturas extremas, los Padres de la Iglesia escogieron un punto intermedio, atribuyendo plena realidad a la idea y al ejemplar, a la ousía y a la hipóstasis. La realidad de la humanidad quedó reflejada en el término «Iglesia». La «Iglesia» era la «comunidad en Cristo» y representaba ese vínculo esencial interior que unificaba la diversidad de comunidades y personas. De ahí que, con la mayor naturalidad, se hablase de ella como única y católica (universal). En este sentido, la Iglesia, además de una institución, era una realidad espiritual intangible pero efectiva. Por otro lado, en relación con el pecado original, se entendía dicho pecado como una corrupción de la «ousía» o naturaleza humana, heredada después por todos sus ejemplares, las distintas personas. Esta noción modeló la soteriología cristiana de la siguiente manera. No importa cuán virtuosa fuese una persona. Dicha persona no podía salvarse mientras la naturaleza humana no quedase redimida o liberada de su falla, quiebra, pecado o corrupción, lo cual era inasequible a las personas y sólo posible a Dios. Por medio de Cristo, Dios restituye a la naturaleza humana su dignidad espiritual haciendo posible, ahora sí, que cada persona, por un esfuerzo personal, se salve. En este trabajo personal es donde, según los Padres, interviene de manera decisiva el Espíritu Santo.
Los Padres traspusieron los términos «ousía» e «hipóstasis» a la divinidad afirmando, que existe una única ousía, naturaleza o esencia divina, pero tres personas o hipóstasis: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Dichas personas eran «consustanciales» o «de la misma naturaleza» (homoousios), de modo que, en su esencia, eran el mismo y único Dios. Por el contrario, como personas o hipóstasis eran distintas y distinguibles, de una parte por su «economía»[49] y, de otra, por tres cualidades intrínsecas: «ser ingénito» (el Padre), «ser engendrado» (el Hijo) y «proceder del Padre» (el Espíritu Santo).
La afirmación de una única «ousía» o esencia divina permitió evitar el politeísmo triteísta. De ahí que el cristianismo se considere una religión monoteísta. La existencia de tres personas divinas permitió sortear el monoteísmo judío y afirmar la plena divinidad del Hijo y del Espíritu Santo. La idea de tres personas divinas en una sola naturaleza, por su misma esencia contradictoria, blindó el misterio divino contra la especulación filosófica.
En el pensamiento teológico sobre la Trinidad, la acción del Hijo y del Espíritu Santo son inseparables y complementarias. El Hijo dirige su obra hacia lo general del hombre, a su «ousía», mientras que el Espíritu Santo obra sobre cada persona en particular. Cristo presta su persona divina a la naturaleza humana, haciéndose «cabeza de la Iglesia». El Espíritu Santo presta su naturaleza divina a cada persona humana, divinizándola a través de la comunicación de dones sobrenaturales.

Interpretación unitarista [editar]
Véase también: Unitarismo
La teología unitaria clásica se basa en el rechazo del dogma de la Trinidad. Aunque algunos de los pioneros del Unitarismo, como Miguel Servet, defendían una interpretación modalista de la divinidad cristiana, a partir de Fausto Socino se va imponiendo la concepción de que Dios es una única persona, el Padre, por lo que ni el Hijo ni el Espíritu Santo pueden considerarse entidades divinas ni modalidades de Dios. Así, el Espíritu Santo es interpretado en el Catecismo Racoviano (1605) como el poder de Dios (Cap. VI, sección V), procedente de Dios, y no Dios mismo. Esta enseñanza se ha preservado en las Iglesias unitarias de Europa Central,[50] mientras que la Asociación Unitaria Universalista de Estados Unidos da libertad a sus miembros en cuestiones teológicas.

El Espíritu Santo en la teología mística [editar]
Una de las ramas tradicionales de la teología cristiana es la teología mística. En ella, se tratan aquellos aspectos de la teología que tienen que ver con el perfeccionamiento y la deificación del hombre, entendiendo por deificación su restitución a la dignidad espiritual perdida a raíz del pecado original. En la mística cristiana, la deificación es el acercamiento entre dos términos, si no contrarios, por lo menos muy alejados entre sí, como son la naturaleza humana y la divina. El hombre debe recorrer la parte del camino que está en su mano recorrer y que consiste en purificar el alma («vía purgativa»). Los distintos ejercicios espirituales de meditación cristiana y la vida monástica en general proveen de técnicas y medios para realizar dicha purgación. Del lado divino se proveen dos ayudas para completar el camino, que son el Hijo y el Espíritu Santo. La obra del Hijo, a través de su encarnación, muerte y resurrección restituye la naturaleza humana a su dignidad original, dirigiendo su acción (su economía) a la humanidad en conjunto y, no tanto, a cada persona individual. Se puede decir que el Hijo asume como propio el arquetipo de la humanidad y se hace modelo de imitación para todo hombre. Sobre la obra del Hijo y, sólo porque dicha obra se cumple, puede actuar en plenitud el Espíritu Santo. Su acción complementa la del Hijo porque se dirige a cada persona individual y, no tanto, a la humanidad en general. La obra conjunta del Hijo y del Espíritu es la que, como acto de gracia, permite la deificación. Recibir el Espíritu Santo a través del bautismo, en el contexto de la teología mística, es pasar de la vía purgativa a la «vía iluminativa», ascenso que será completado con la ulterior deificación o «vía unitiva». En el momento de la iluminación, y por medio del Espíritu, el hombre recibe dones espirituales diversos. El siguiente pasaje está extraído de la obra de Basilio, uno de los tres Padres Capadocios.
La relación del Espíritu con el alma no es cercanía [...] sino alejamiento de las pasiones, que más tarde atacaron al alma por su amor a la carne y la privaron de la intimidad con Dios. Solamente se acercará al Paráclito si se purifica de la malicia que adquirió por la maldad, y si se levanta hasta la belleza de la naturaleza y si restituye a esa imagen real su forma primigenia a través de la purificación. Pues aquel, como un sol, capturado por una mirada purificada, te muestra en sí mismo la imagen de lo invisible. En la bienaventurada contemplación de la imagen verás la inefable belleza del arquetipo. Por Él (recibimos) la elevación de los corazones, la asistencia de los enfermos, la perfección de los proficientes.[51]
Este iluminaba a los purificados de todas mancha y por la misma comunión con él los vuelve espirituales. Y como (las partes) brillantes y diáfanas de los cuerpos, al caerles un rayo de luz se vuelven resplandecientes y difunden otro resplandor pro sí mismas, así las almas que llevan al Espíritu, iluminadas por el Espíritu, ellas mismas se hacen espirituales y emiten la gracia para los demás. Por tanto, el conocimiento previo de las cosas por venir, la ciencia de los misterios, la percepción de las cosas ocultas, la repartición de los carismas, la ciudadanía celestial, la danza coral con los ángeles, el gozo sin fin, la permanencia en Dios, la semejanza con Dios, la excelencia de las cosas deseadas, (la) vuelven dios.
Basilio de Cesarea. El Espíritu Santo cap IX parr. 23.[52]
Bibliografía. Lossky: op. cit. ; Teófilo Martín: op. cit. pp. 196-200 ; Basilio de Cesarea: op. cit. 143-144

Historia de la pneumatología [editar]
La historia de la pneumatología no tiene unas fronteras definidas. Se puede decir que comienza con la formación de las primeras comunidades cristianas y la redacción de los evangelios en el siglo I. Ya entonces quedó planteada de forma latente la cuestión. El siglo II tropezó con ella pero no la profundizó porque tenía el problema más acuciante de defenderse de las persecuciones. El siglo III exploró el problema y lo planteó de forma teórica. El siglo IV llevó esos planteamientos hasta el final y produjo un grupo de heterodoxias muy conocidas y persistentes como fueron el arrianismo y su consecuencia lógica, el movimiento «pneumatómaco» o macedoniano. La cuestión quedó resuelta en los concilios de Nicea y Constantinopla en favor de la tesis trinitaria.
Desde el siglo IV hasta el siglo XVI, la pneumatología quedó absorbida como una parte de la trinitología.[53] La discusión en esos siglos se centró en definir las relaciones entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La teología occidental o latina profundizó en esa línea asumiendo la tesis del «filioque». Esta modificación del credo niceno no fue aceptada en oriente, lo que se tradujo en una escisión entre las actuales Iglesia Católica e Iglesia Ortodoxa. Es lo que se conoce como Cisma de Oriente y Occidente que perdura hasta nuestros días. Ambas iglesias se declaran por tanto trinitarias, aunque difieran en el matiz «filioque».
En el siglo XVI y en el occidente centroeuropeo, nace el cristianismo protestante. Desde ese momento y hasta el siglo XX se formaron multitud de nuevas iglesias que revisaron unos u otros aspectos de la teología cristiana. El cuerpo general de las iglesias protestantes sostuvo la tesis trinitaria aunque algunas de ellas retomaron las tesis modalistas, las arrianas y las triteístas. Todo ello y los intentos por acercar las tesis católicas y ortodoxas mantienen viva esta cuestión.

Esbozo de una pneumatología naciente (siglo II) [editar]
Los teólogos del siglo II no se preocuparon demasiado por esta cuestión. Los autores apostólicos estaban más pendientes de la organización de las iglesias y de las persecuciones. Hay que esperar a mediados de ese siglo para encontrar las primeras reflexiones al hilo de la apologética cristiana.
Clemente de Roma es uno de los padres apostólicos. En la primera epístola tiene fórmulas cristológicas[54] [55] y trinitarias.[56] [57]
Ignacio de Antioquía (m~110) escribió siete cartas a las comunidades cristianas. Afirma explícitamente la divinidad del Hijo[58] [59] que «estaba junto al Padre antes de todos los siglos». Acerca de la divinidad del Espíritu Santo no existe posicionamiento explícito. Tiene fórmulas trinitarias[60] [61] y cristológicas.[62] [63] Tiene también una confesión personal acerca de una revelación del Espíritu Santo.[64]
Policarpo de Esmirna tampoco menciona nada sobre el Espíritu Santo. Distingue entre Dios y Jesús utilizando la fórmula «Dios y Padre de nuestro señor Jesucristo» (Flp XII,2), que también aparece en Efesios 1:3.
Papías de Hierápolis vivió en los años que siguieron a la muerte de los apóstoles de Jesucristo. Era compañero de Policarpo, del que se dice que fue discípulo del apóstol Juan. Papías escribió cinco libros pero su obra desapareció. La citan Ireneo de Lyon, del siglo II y Eusebio de Cesarea, del siglo IV. El hecho es que aún se leía su obra en el siglo IX. Actualmente solo quedan fragmentos de sus escritos, en los cuales no dice nada del Espíritu santo.[65]
El Pastor de Hermas parece concebir al Espíritu Santo en el sentido del antiguo judaísmo como un Espíritu de Dios. Su cristología nunca utiliza expresiones como «Jesús» o «Cristo» y sí ciertas designaciones angelológicas: «Angel Santísimo», «Angel Glorioso», «Miguel», etc.[66]
Justino ofrece afirmaciones que parecen identificar al «pneuma» con el «logos» aunque acepta la fórmula trinitaria para la celebración del bautismo.
Atenágoras de Atenas evita el subordinacionismo de otros apologetas griegos. Tiene una definición de la trinidad sorprendente para la época.[67]
Teófilo de Antioquía, sexto obispo de Antioquía es el primero en usar la expresión «trinidad» (trias).[68]

Desarrollo de la pneumatología (siglo III) [editar]
Al final del siglo II e inicios del III las reflexiones de los Padres de la Iglesia acerca de la fórmula bautismal que aparece en Mt 28 19-20 y la idea de la preexistencia de Cristo que Pablo afirma en los himnos cristológicos, llevaron a una creciente especulación acerca del Espíritu Santo.
Tertuliano usa expresiones como «el tercer nombre de la divinidad» o «tercero por relación con Dios Padre y con Dios Hijo» (cf. Adversus Prax. 30 5) o también «fuerza vicaria del Hijo» (De praescr. haeret. 13 5). Define al Espíritu Santo como quien nos muestra a Dios, fuente de toda revelación y las relaciones entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo como un tipo de unión que no es identificación sino más bien como las de la raíz, el tronco y el fruto de un árbol y otras comparaciones semejantes (cf. Adv. Prax. 8 7). Él también acuñó la fórmula «tres personae, una substantia» (Adv. Prax. 8 9). Por todo ello, es presentado como uno de los primeros teóricos de la Trinidad (al parecer, la expresión «trinitas» en latín es usada primero por él aunque ya existía su correspondiente griego «trias» usada por Teófilo de Antioquia en Ad. Auto. II 15 si bien en esta trias, se identificaba al Espíritu Santo con la sabiduría). Su posición podría ser considerada como subordinacionista dado que aun cuando reconoce la divinidad de las tres personas, propugna una cierta jerarquía entre ellas. Véase, por ejemplo, la siguiente cita:
«No debemos suponer que haya algún otro ser aparte de Dios que no sea engendrado ni creado [...] ¿Como puede ser que algo, excepto el Padre, sea más viejo, y a causa de esto más noble,que el Hijo de Dios, la Palabra unigénita y primogénita? [...] Ese [Dios] que no requirió un Hacedor para darle existencia,estará mucho más elevado en categoría que ese [el Hijo] que tuvo un autor que lo trajo a la existencia» The Ante-Nicene Fathers, tomo III.
Hipólito de Roma afirma una concepción semejante del Espíritu Santo: es la fuente del conocimiento de Dios y es Aquel que está en todo (cf. C. Noet. 12).
Sin embargo, a Orígenes se debe una reflexión más amplia y sistemática sobre el Espíritu Santo. Los problemas que se debatían en ese entonces tenían que ver con el ser o no generado del Espíritu Santo o si se trataba o no de una sustancia. Orígenes concibe la Trinidad como un trío de círculos concéntricos, donde el Espíritu Santo es el más pequeño e interior y que, afirma, tiene dominio sobre las realidades espirituales (cf. De Princip. I 5 7) y realiza su santificación (cf. De princ. praef. 3; I 1 3; 3 4; 5; 7; II 7 2; 11 5; IV 3 14). Llama al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, «hipóstasis intelectuales» subsistentes de por sí (De Princ. I 1 3) siendo el Espíritu Santo originado por medio del Hijo (In Joan. 2 10 70 a 12 90) y una realidad inferior en cuanto a su relación con aquello de lo que procede (De Princ. I 3 5).
Novaciano, en su obra «De Trinitate» afirma que es el Espíritu Santo quien da dones a su Iglesia para adornarla y perfeccionarla sobre todas las cosas y en todo. Y afirma su carácter personal: «Es Él quien –bajo forma de paloma– vino y se posó sobre el Señor después de su bautismo, habitando plena y totalmente solo en Él, sin limitaciones, y luego fue dispensado y enviado sobreabundantemente, de manera que otros pudieran recibir un flujo de gracias» (De Trin. XXIX). Sin embargo, la relación entre las personas divinas está caracterizada por varias categorías:
«Él dice 'una' cosa, entiendan los herejes que Él no dijo 'una' persona. Porque 'uno' puesto en neutro da a entender la concordia social, no la unidad personal. [...] Además, el que se diga 'uno' se refiere a acuerdo, y a identidad de juicio, y a la propia relación cariñosa, pues, lógicamente, el Padre y el Hijo son uno en acuerdo, en amor y en cariño». De Trinitate, cap. 27.
Estos teólogos equiparan en ocasiones al Padre con el Hijo y en otras parecen afirmar una cierta subordinación del Hijo con respecto a Dios Padre. Y ninguno de ellos afirmó que el Espíritu Santo fuera igual al Padre o al Hijo. Orígenes declara que el Hijo de Dios es «primogénito [...] de toda la creación» y que las Escrituras «saben de Él que es más viejo que todas las criaturas».

Del concilio de Nicea al de Constantinopla [editar]

El concilio de Nicea [editar]
Artículo principal: Concilio de Nicea
Las fórmulas utilizadas por Orígenes para describir la Trinidad y el papel del Espíritu Santo generaron grandes discusiones, máxime porque sus discípulos fueron exagerando su posición. Las críticas venían de quienes consideraban que tal creencia de los círculos iba contra el monoteísmo, pero también de quienes identificaban al Espíritu Santo con el Hijo o con la gracia o con una creatura (cf. Eusebio, De. Eccl. Theol. 3 6). El primer concilio de Nicea, que buscaba examinar las tesis de Arrio y por tanto se ocupó del tema de la divinidad de Jesús de Nazaret, se pronunció finalmente contra éste y fue la base de un extenso desarrollo de la cristología. El concilio no trató sobre la divinidad del Espíritu Santo pero el esquema del credo niceno indica ya una cierta igualdad pues el texto afirma: πιστευομεν εις ενα Θεον, πατερα παντοκρατορα [...] εις ενα κυριον Ιησουν Χριστον [...] εις το αγιον πνευμα (Creemos en un Dios, Padre todopoderoso... en un Señor Jesucristo... en el Espíritu Santo). Hubo que esperar hasta el año 360 –todavía en plenas disputas con los arrianos– para que las conclusiones arrianas se aplicasen a la pneumatología. Quien menciona este hecho, es Atanasio (cf. Epist. ad Seraph. I 1).
Tanto Cirilo de Jerusalén como Dídimo el Ciego trataron del Espíritu Santo en sus obras pero desde un punto de vista pastoral o espiritual, sin querer hacer teología.
Serán Atanasio y los tres mayores padres capadocios (Basilio el Grande, Gregorio de Nacianzo y Gregorio de Nisa) quienes abordarán un estudio profundo y detallado del Espíritu Santo desde el punto de vista teológico.
Atanasio ataca a quienes interpretan los textos pneumatológicos en sentido «figurado», afirmando que la realidad del Espíritu Santo ha de ser considerada dentro de la Trinidad, con un sentido de movimiento circular que llama «perijóresis» (en latín «circuminsessio intratrinitaria») y consubstancial al Padre y al Hijo.

Arrianos y pneumatómacos [editar]
El desarrollo natural del pensamiento arriano desembocó en la negación por parte de los seguidores de Arrio de la divinidad del Espíritu Santo. Aunque inicialmente la disputa fue solo cristológica, hacia el año 360 algunos comenzaron a afirmar que el Espíritu Santo era «no solo una creatura, sino uno de los espíritus que sirven [a Dios], y que no se distingue de los ángeles sino sólo por grado» (esto escribió Atanasio refiriéndose a los que llamó «tropistas» en su carta a Serapión, obispo de Thmuis, Egipto; véase Ad. Serap. I 1). Al parecer, en Constantinopla, a partir del año 360, estos arrianos comenzaron a ser conocidos con el nombre de pneumatómacos. En el año 367 se unieron a los «homousianos»[69] y tomaron por líder a Eustacio de Sebaste.
Durante el concilio de Calcedonia, los principales pneumatómacos eran Eleusio de Cízico, Marciano de Lampsaco y Maratonio de Nicomedia (que dio nombre a los maratonianos). Las disputas se volvieron intensas y violentas debido al crecimiento de los grupos de pneumatómacos ya que tenían grupos de monjes que atraían muchos seguidores por su austeridad. Desde el año 373 hay una cadena casi ininterrumpida de escritos contrarios a esta doctrina: Basilio en su obra sobre el Espíritu Santo, la carta de Anfiloquio de Iconio, el «Panarion» de Epifanio de Salamis, los «Anatematismos» del Papa Dámaso. Sin embargo, la doctrina pneumatómaca seguía haciendo prosélitos incluso en Constantinopla por lo que Gregorio de Nacianzo usó sus «Discursos teológicos» para intentar una confutación definitiva (véase, por ejemplo, el capítulo V número 5).
El Concilio de Constantinopla anatematizó en su primer canon a los semi-arrianos o pneumatómacos: «No ha de ser violada la fe de los 318 padres que se reunieron en Nicea de Bitinia; más bien, ésta ha de mantenerse firme y estable, y se ha de anatematizar toda herejía, y especialmente la de los eunomianos, anomianos, arrianos, eudoxianos, macedonianos y de los pneumatómacos, y de los sabelianos, y marcelianos, y fotinianos y apolinarianos» (Dz 85).
A pesar de la condena formal del concilio, los pneumatómacos continuaron creciendo y gozaron de cierta libertad de culto (cf. Sócrates, Historia de la Iglesia V 20). Por ello, Dídimo de Alejandría les atacó en el libro II de su «De Trinitate». Hacia fines del siglo IV, los pneumatómacos todavía tuvieron disputas con Teodoro de Mopsuestia y hacia el año 48 Nestorio obtuvo del emperador medidas represivas (ya que tenían una iglesia incluso en Constantinopla) que obligaron a muchos a pasar al credo nicenoconstantinopolitano. No hay noticias históricas de los pneumatómacos tras estas leyes.

Los padres capadocios [editar]
Basilio el Grande escribió en el año 376 un tratado sobre el Espíritu Santo para combatir la heterodoxia arriano-pneumatómaca. En su obra se centra en primer lugar en la distinción de las siguientes fórmulas:
«De quien todo fue hecho», referido al Padre.
«Por quien todo fue hecho», referido al Hijo.
«En quien todo fue hecho», referido al Espíritu Santo.
Estas formulaciones eran utilizadas por los pneumatómacos para establecer la distinción de naturalezas entre las personas divinas. Su argumento era: «si de cada persona se habla de forma distinta, es que son distintas». Basilio refuta esta tesis, basándose en un estudio cuidadoso de las expresiones bíblicas y mostrando con ejemplos que en las escrituras: «las expresiones se intercambian de improviso, al albur de la necesidad».[70]
El segundo eje de su argumentación se basa en los usos litúrgicos tradicionales. Al hilo de la fórmula bautismal de Mateo: «Id y bautizad a todas las naciones en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo», argumenta que si en esa fórmula el Padre no desdeña la comunión con el Hijo y el Espíritu, separarlos en naturalezas distintas es ir contra la voluntad del Padre,[71] hecho del que luego afirma que es la verdadera «blasfemia contra el Espíritu Santo». Afirma que el Espíritu merece el mismo honor (ομοτιμος) que se tributa al Padre y al Hijo pues están en el mismo nivel (συντεταχθαι) y que se enumeran juntos (συναριθμεισθαι).
Gregorio de Nisa en sus polémicas contra Eunomio y los macedonianos, aporta la definición doctrinal de mayor éxito en los textos sucesivos: a partir de las operaciones (ενεργειαι) de las personas trinitarias –que serían distintas pero de una sola sustancia ουσια– afirma que el Espíritu Santo proviene del Padre y fue recibido por el Hijo (De Spir. Sanc. 2). Por ello, al Padre se le llama «Omnipotente», el Hijo es el poder del Padre y el Espíritu Santo es el espíritu del poder del Hijo. Por todo ello, al Espíritu Santo también corresponde la máxima adoración (προσκυνεσις)
Gregorio de Nacianzo también mantuvo fuertes polémicas contra los detractores de la divinidad del Espíritu. Parte de sus argumentaciones las tomó de los otros capadocios. Suya es sin embargo su consumada habilidad como polemista y comunicador que demostró en los cinco discursos teológicos donde trata el tema. En su obra fue donde acuñó la expresión «procesión del Espíritu» para nominar la relación entre el Padre y Espíritu.
Bibliografía. Basilio de Cesarea: op. cit. cap 5-8; Gregorio Nacianceno: op. cit 5º discurso; Mateo Seco: op. cit. pp. 121-137

El concilio de Constantinopla [editar]
En el concilio de Constantinopla se asumieron las expresiones de Gregorio de Nisa en los siguientes términos: πιστευομεν [...] εις το πνευμα το αγιον, το κυριον και ζωοποιον, το εκ του πατρος εκπορευομενον, το συν πατρι και υιω συμπροσκυνουμενον και συνδεξαζομενον, το λαλεσαν δια των προφητων (creemos [...] en el Espíritu Santo, señor y dador de vida, que procede del Padre, y con el Padre y el Hijo es adorado y glorificado, y que habló por los profetas).
No obstante, el Concilio de Constantinopla no completó la doctrina del 'dogma' trinitario.
"Es interesante que 60 años después de Nicea I, el Concilio de Constantinopla I [de 381 d.C.] evitó 'homoousios' en su definición de la divinidad del Espíritu Santo".
New Catholic Encyclopedia.
"Hay eruditos a quienes ha desconcertado la evidente blandura de expresión de este credo, por ejemplo, la ausencia de la palabra homoousios para decir Espíritu Santo es consustancial al Padre y al Hijo".
New Catholic Encyclopedia.

El Tomo de Dámaso [editar]
El Papa Dámaso en el año 382 d. C. en un concilio celebrado en Roma, presentó una seríe de enseñanzas, las cuales quedaron plasmadas en el documento llamado Tomo de Dámaso, el cual recoge la doctrina trinitaria. En cuanto al Espíritu Santo, dijo:
«Si alguno no dijere [...] que el Espíritu Santo es siempre, es hereje». «Si alguno no dijere que el Espíritu Santo [...] es [...] verdadero Dios, [...] lo puede todo y todo lo sabe [...], es hereje». «Si alguno no dijere ser tres personas verdaderas [...] y la del Espíritu Santo iguales, siempre vivientes que todo lo contienen, lo visible y lo invisible, que todo lo pueden, [...] es hereje». «Si alguno al llamar [...] y Dios al Espíritu Santo, los llama dioses [...] y no [...] una sola divinidad [...] es hereje». El Magisterio de la Iglesia.

Padres posteriores al concilio de Constantinopla [editar]
Después de la pronunciación del concilio no hubo un desarrollo importante desde el punto de vista doctrinal aunque sí haya profundización espiritual y comentarios de algunos autores. Mario Victorino, a partir de la antropología neoplatónica (tripartición del alma humana en ser, vivir y comprender) aplicaba la noción del “comprender” al Espíritu Santo en el ser de Dios Trino.
Agustín de Hipona parte de la identidad de sustancia y la distinción de las personas divinas para afirmar que tal distinción se debe a sus respectivas operaciones que, aunque son comunes a las tres personas, son adjudicables. Así el Espíritu Santo es el don común del Padre y del Hijo (cf. De Trinit. V 12 13; 15 16; 16 17). La categoría filosófica que le permite superar el triteísmo es la de relación y por ello, afirma que el Espíritu Santo es “communio consubstantialis et aeterna” (comunión consustancial y eterna) o “caritas” recíproca del Padre con respecto al Hijo y viceversa. Así es el Espíritu Santo quien con más propiedad recibe el apelativo de “amor” usado por la primera carta de Juan (De Trinit. VI 5 7; XV 17 30s).
En el símbolo Quicumque, o del Pseudo-Atanasio, —que se cree compuesto durante el siglo V— se compendia la enseñanza de los teólogos y padres tras las disputas trinitarias: "Alia est enim persona Patris, alia Filii, alia et Spiritus Sancti; sed Patris et Filii et Spiritus Sancti una est divinitas, aequalis gloria, coaeterna maiestas [...] Pater a nullo est factus, nec creatus, nec genitus; Filius a Patre solo est, non factus nec creatus, sed genitus. Spiritus Sanctus a Patre et Filio, non factus nec creatus nec genitus, sed procedens" (Una es la persona del Padre, otra la del Hijo y otra la del Espíritu Santo; más una es la divinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, la misma gloria, coeterna majestad [...] El Padre no ha sido hecho por nadie, ni creado, ni engendrado; el Hijo viene sólo del Padre, no ha sido hecho ni creado, sino engendrado. El Espíritu Santo viene del Padre y del Hijo, no ha sido hecho, ni creado ni engendrado, sino que procede).
Bibliografía: Los textos en buena parte están tomados de la colección "Ante Nicene fathers" que se cita en la bibliografía al final. Los comentarios y el desarrollo del libro de Congar.

Escolástica [editar]

La controversia sobre el «filioque» [editar]
Artículo principal: Cláusula filioque
Artículo principal: Gran Cisma de Oriente y Occidente
En un primer momento, el credo niceno afirmó que el Espíritu Santo «procedía del Padre». Esta afirmación fue tomada de un versículo de Juan y como tal fue traspuesta. La relación entre el Padre y el Espíritu Santo se conoce como «procesión del Espíritu».
En el siglo V, el equilibrio alcanzado con la fórmula niceno-constantinopolitana comenzó a evolucionar bajo la presión de nuevos teólogos. Durante la celebración del Concilio de Calcedonia se produjeron controversias y disputas sobre la procesión del Espíritu Santo. Esta discusión enfrentó primero a Teodoro de Mopsuestia con Cirilo de Alejandría pues los seguidores del primero llegaron a afirmar una procesión sólo del Padre, que era considerada nestorianista por Cirilo.
En el siglo VI, y durante la celebración de un concilio, la Iglesia de Occidente cambió la formula nicena y añadió «que procede del Padre y del Hijo». Esta fórmula fue rechazada en oriente, dando lugar a lo que se conoce como cuestión del «filioque» (expresión latina que significa «y del Hijo»).
En el año 876 d. C. un sínodo en Constantinopla condenó al Papa por no corregir la herejía de la «cláusula filioque». Estas disputas tomaron gran fuerza debido a que no se consideraba idéntica la preposición «ex» y la de «dia» y los teólogos bizantinos proponían que la primera fuera usada para el Padre y la segunda para el Hijo. La idea era afirmar que el Espíritu Santo procede (εκπορευεσθαι) del Padre por el Hijo. Sin embargo, el texto aprobado del Concilio era "ex patre filioque procedit" (procede del Padre y del Hijo).
En el año 1054 d. C. el representante del Papa excomulgó al Patriarca de Constantinopla, quién, a su vez, puso bajo maldición al Papa. «La controversia filioque» sigue siendo un punto de disputa entre la Iglesia de Occidente y la de Oriente.[72]
En 1101, después del Sínodo de Bari, Anselmo de Canterbury compuso «De processione Spiritus Sancti» con el que defiende que la fórmula «filioque» se apoyaba en las escrituras y no era en absoluto una innovación de la teología de occidente como afirmaban los teólogos de oriente. En otros puntos de su obra había tratado también cuestiones relativas a la trinidad.[73]

Alta escolástica [editar]
En el siglo XIII, Buenaventura habla del Espíritu Santo como de un amor comunicativo (Coment. a las Sent. I d.10 q.1). El Espíritu es la relación, el nexo entre el Padre y el Hijo, pero una relación sustancial. Ahora bien, hacia nosotros, se trata de un don. Así: «Espíritu se dice principalmente en relación con la fuerza que lo produce; Amor principalmente en cuanto al modo de su emanación, es decir como nexo; Don en cuanto a la relación que sigue de él […] ha sido hecho para unirnos» (Coment. a las Sent. I d.18 a.1 q.a ad 4).
Tomás de Aquino asumió completamente en sus obras la noción de Espíritu Santo como relación de amor entre el Padre y el Hijo. Retoma imágenes agustinianas para explicar la divinidad del Espíritu Santo: «Dios en cuanto existe en el propio ser natural, Dios en cuanto existe en su entendimiento, Dios en cuanto existe en su amor son una sola cosa, aunque cada uno de los tres sea una realidad subsistente» (Contra Gentiles IV 26). Tal amor existe «hipostatizado», es decir, como persona subsistente.
El catarismo se difundió durante los siglos XI a XIV. Las creencias cátaras era una mezcla de dualismo oriental y de gnosticismo. Entre los cátaros había dos grupos: los «Perfectos» y los «Creyentes». Se entraba en la categoría de los Perfectos mediante un rito de bautismo espiritual llamado «consolamentum». Este se efectuaba mediante la imposición de manos después de un año de prueba. Se pensaba que este rito libraba al Creyente del dominio de Satanás, lo purificaba de todos sus pecados y le impartía el Espíritu Santo. En la doctrina cátara la salvación no dependía del sacrificio redentor de Jesucristo, sino del consolamentum o bautismo en Espíritu Santo, para los que habían sido purificados así, la muerte significaba emanciparse de la materia. El Espíritu Santo en el catarismo era pues un don o poder.

Reforma y Contrarreforma [editar]
Para entender la concepción que Martín Lutero tenía del Espíritu Santo, esta se ha de encuadrar en toda su teología. La Escritura se explica por sí misma haciendo reconocer a Cristo como Salvador: El principio de discernimiento de un texto inspirado es que hable de Jesucristo. Ahora bien, este reconocimiento se hace posible por la acción del Espíritu Santo en el alma del creyente.
Juan Calvino sostiene una tesis similar aunque matizada: es el testimonio interior del Espíritu Santo lo que permite distinguir la palabra verdaderamente divina (es decir, inspirada) y lo que no lo es. Así, por ejemplo, se afirma en la Institución de 1541:
“Hemos de tomar la autoridad de la Escritura como más alta que todas las razones o indicios o conjeturas humanas. Esto significa que la fundamos sobre el testimonio interior del Espíritu Santo […] Por tanto, iluminador por su poder, no a partir de nuestro juicio ni al de los demás, consideramos que la Escritura viene de Dios” (Opera Calvini en Corpus Reformatorum III pág. 368).
La teología de la reforma protestante encaminó una renovada atención al tema de las fuentes de la revelación. Así, en primer lugar, los teólogos católicos se dedicaron a subrayar la insuficiencia de las Escrituras sin la guía de una interpretación adecuada. Por ello y al contrario de los reformadores que proponían que esta interpretación era obra del Espíritu Santo, los teólogos católicos subrayaban que la Escritura debía leerse en la Iglesia pues en ella habita el Espíritu Santo. De este modo, el Espíritu Santo quedaba como garante de la enseñanza del magisterio y de sus decisiones, y, por supuesto, de la interpretación de la Biblia.

El Espíritu Santo en la teología de Miguel Servet [editar]
Artículo principal: Miguel Servet

Ejemplar de la Restitución del Cristianismo de Miguel Servet.
Miguel Servet (1511-1553) se entregó a la tarea de restaurar lo que entendía como verdadero Cristianismo, no tergiversado por las especulaciones filosóficas, particularmente las relativas a la Trinidad. Por ello se dedicó a estudiar el texto bíblico y rechazó toda doctrina que estuviera en conflicto con las Escrituras. En su libro más importante, Restitución del Cristianismo, describe el Espíritu Santo como esencia de Dios en cuanto que se comunica al mundo, así como un modo sustancial divino, que en sí mismo es pura deidad y plenitud de Dios en Cristo. Sin embargo, no [es] una tercera entidad metafísica.[74] Así pues, en la teología servetiana, el Espíritu Santo es el modo divino en el que Dios interviene en el mundo y particularmente en el ser humano (según su famosa descripción de la circulación menor, el Espíritu penetra en el cuerpo por la respiración y, a través de su entrada en el flujo sanguíneo por los pulmones, vivifica el cuerpo y regenera el alma), pero no es una entidad específica ni una de las Personas componentes de una trinidad divina.

El Espíritu Santo en las creencias de los Hermanos Moravos del Pequeño Partido [editar]
Varios movimientos religiosos contribuyeron a la formación de la Unión de Hermanos o Hermanos Moravos a mediados del siglo XV. Uno de ellos fue el de los Valdenses, que se remontaba del siglo XII. Otro grupo influyente fue el movimiento derivado de los husitas, seguidores de Juan Hus. Los Hermanos Moravos también tuvieron influencias de grupos quiliastas así como de escrituarios. Petr Chelcický, fue un escrituario y reformador checo que estaba familiarizado con enseñanzas valdenses y husitas. Rechazó a los husitas por el sesgo violento que había tomado el movimiento y se apartó de los valdenses por las concesiones que habían hecho en sus doctrinas. En 1440, Chelcický plasmó sus enseñanzas en el libro titulado Las redes de la fe. Las enseñanzas de este escrituario tuvieron una gran influencia en Gregorio de Praga, hasta el punto de que abandonó el movimiento husita. En 1458, Gregorio persuadió a pequeños grupos para que lo siguieran , se establecieron en la ciudad de Kunvald donde fundaron una comunidad religiosa. Entre 1464 y 1467,aquel incipiente grupo celebró varios sínodos y se aceptaron diversas resoluciones que definían su nuevo grupo. Todas fueron meticulosamente registradas en un conjunto de libros, conocidos como Acta Unitatis Fratrum. Se escindieron en dos grupos: 'uno mayoritario' y 'un pequeño partido'. Esto ocurrió en 1494, en una zona de la actual República Checa. El grupo mayoritario era de tipo prerreformista-ortodoxo. El pequeño partido, en cambio, era prerreformista-heterodoxo. Este grupo predicaba que debían mantenerse firmes en su postura contraria a la política y al mundo, apegándose firmemente a las Escrituras. Los miembros del pequeño partido dentro de sus creencias tenían el concepto del Espíritu Santo, en el sentido de: Dedo de Dios y dádiva de Dios, un consuelo, o el poder de Dios, que el Padre da a los creyentes sobre la base de los méritos de Cristo. Se registran sus creencias en su obra cumbre Acta Unitatis Fratrum (Actas de la Unión de Hermanos).

Isaac Newton y el Espíritu Santo [editar]

Estatua de Isaac Newton en el Trinity College.
Isaac Newton negó en varias obras la existencia de la Trinidad y, por tanto, del Espíritu Santo como una de sus personas.
En un manuscrito intitulado Preguntas respecto a la palabra «Homoousios» expuso sus ideas acerca de la aparición tardía de la Trinidad en la doctrina cristiana con las siguientes preguntas:
Pregunta 12. ¿No fueron Atanasio, Hilario, etc., quienes originalmente plantearon la opinión de que las tres substancias eran iguales, en el reinado de Juliano el Apóstata (361-363 d. de. J. C)?
Pregunta 13. ¿No se planteó originalmente la adoración de Espíritu Santo poco después de Concilio de Sárdica? (343 d. de J. C)
Pregunta 14. ¿No fue el Concilio de Sárdica el primer Concilio que se declaró en pro de la doctrina de la Trinidad consubstancial?
Sir Isaac Newton, Theological Manuscrips, págs. 45, 46.
En su obra «Argumentos», Newton cita la Biblia para repudiar la Trinidad. De los catorce argumentos, del cuarto al séptimo son especialmente interesantes:
4. Porque Dios engendró al Hijo en algún tiempo, éste no tuvo existencia desde la eternidad. Proverbios 8: 23, 25.
5. Porque el Padre es mayor que el Hijo. Juan 14: 28.
6. Porque el Hijo no sabía su última hora. Marcos 13: 32, Mateo 24: 36. Apocalipsis 1: 1, 5:3.
7. Porque el Hijo recibió todas las cosas del Padre.
Isaac Newton, A Biography, pág 642.

Teologías contemporáneas no ortodoxas [editar]
La relación de los cristianos Testigos de Jehová con el Espíritu Santo puede verse en el siguiente
Artículo principal: Espíritu santo según los Testigos de Jehová
En las iglesias unitarias no hay un dogma oficial que deban seguir todos sus miembros. Para aquellos que se identifican como parte del cristianismo, el Espíritu Santo no es una persona divina sino la potencia y presencia de Dios en cada persona y en el mundo.[75] Aquellos unitarios que no se identifican como cristianos suelen interpretar el Espíritu Santo como una simple metáfora del amor y la aceptación mutua en las relaciones humanas.[76]
Los mormones (denominación oficial: Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días) creen que el Espíritu Santo tiene como misión guiar y enseñar, así como reconfortar y santificar las almas. Sin embargo, aunque dicen que está en pleno acuerdo con el Padre y el Hijo, en realidad es un ser diferenciado, y a diferencia de éstos, carece de cuerpo y es puro espíritu.[77]

El Espíritu Santo en la iconografía [editar]

Retablo mayor de la Cartuja de Miraflores (Burgos). En el medallón central, Dios Padre y el Espíritu Santo (ambos con forma humana) sostienen los extremos del travesaño de la cruz.
Las principales imágenes del Espíritu Santo se desarrollaron al intentar representar la Santísima Trinidad o los episodios del Bautismo de Jesús, de la Anunciación o Pentecostés.
Desde el siglo X era costumbre representar la Trinidad con tres formas humanas masculinas. Esta imagen logró mantenerse –en medio de disputas e interpretaciones de todo tipo– hasta el siglo XVI. Puede verse, por ejemplo, en el retablo mayor de la Cartuja de Miraflores de Burgos, tallado por Gil de Siloé a finales del siglo XV, o en la pintura de la Coronación de la Virgen de Hans Holbein el Viejo. Sin embargo, el Papa Benedicto XIV prohibió toda representación en forma humana del Espíritu Santo en el año 1745.
Desde entonces, se ha preferido usar el símbolo de la paloma que es mencionada con motivo del Bautismo de Jesús (cf. Jn 1:32) y que ya se venía usando abundantemente en el arte: por ejemplo, Piero della Francesca en su Bautismo (1440-45). La paloma aparece también en representaciones de la Santísima Trinidad (Rafael Sanzio en Perugia (1504), en representaciones de episodios del Nuevo Testamento (los Desposorios de la Virgen y san José y, especialmente, en la Anunciación a María) y en escenas de la vida o leyenda de ciertos santos (la Coronación de la Virgen, Gregorio Magno escribe inspirado por la paloma o san Remo recibe de ella el crisma para bautizar a Clovis).
La forma de lenguas de fuego mencionada en los Hechos de los Apóstoles (cf. Hch 2:3) se usa sólo en representaciones de lo acontecido en Pentecostés. Aun así, las más antiguas pinturas de Pentecostés solían poner una paloma (véase por ejemplo el Evangeliario Siríaco del monje Rabula de Florencia).

Notas [editar]
En este artículo se usa la frase "realidad espiritual" para evitar términos, como naturaleza, entidad, fuerza o ser, que implicarían favorecer una u otra de las diversas interpretaciones al uso sobre el Espíritu Santo.
El triteísmo es un politeísmo de exactamente tres dioses. Es un término teológico que utilizan los Padres de la iglesia. ¿Por qué nos llamáis «triteístas»?...¿No sois vosotros «diteístas»?. Gregorio de Nacianzo: op. cit. pp. 237.
Sal 50:13
Rm 1:4
Gn 1:2, Rm 8:14,1Jn 4:2
a b Ef 4:30
Jn 15,26
Sal 50:12
Sal 50:14
Rm 8:9,1Pe 1:11
Rm 8:15
1Co 2:16
Sb 1:7
a b 2Co 3:17
Lc 11:20
Jn 14:16
Ver Frutos del Espíritu
Ga 5:22-23
1Co 12:4
Cita literal: En las lenguas semitas, «ruaj» se refiere originalmente a una serie de experiencias con el aire y el espacio aéreo... En la bíblia, se relaciona el concepto con Dios y esto le da un sentido original: es el «aliento» de Yahvé. Rodriguez Carmona op. cit. pp. 347.
A grandes rasgos porque el modalismo es una interpretación «aérea».
Summa Theologiae I-II q70 a3.
a b Reina Valera (1995). «Traducción del Génesis al castellano. Nota b del versículo 1:2».
«Biblia de Jerusalén, libro del Génesis» (1976).
La infancia de Jesús es tratada en dos de los cuatro evangelios canónicos y algunos apócrifos. Marcos y Juan no se ocupan de esta etapa.
Lossky, Vladimir. op. cit. pp. 110
Lossky, Vladimir: op. cit. pp. 165
Le sirve de guía en este paso «la nube», palabra que significa para nuestros antepasados «gracia del Espíritu Santo». Gregorio de Nisa: op. cit. pp. 241 También en Mateo Seco: op. cit. pp. 152
Mateo Seco: op. cit. pp. 18 nota 4
2Co 13:14
Gal 5:22-23
Ef 1:13
Fil 3:3
Fil 1:19
Fil 2:1
1Ti 3:16;1Ti 4:1
2Ti 1:7;2Ti 1:14}
Tit 3:5-6
Col 1:8
1Pe 3:18
2Pe 1:20-21
1Jn 1:3; 2Jn 1:9
1Jn 4:13
1Jn 5:6-8
Jud 1:20
Basilio de Cesarea: op. cit. pp. 24
La traducción literal con la terminología técnica propia de la filosofía tomista sonaría así: «En Dios no es una cosa su esencia o quididad que su ser» (In Deo non est aliud essentia vel quidditas quam suum esse) (Summa contra Gentes 1, 22).
RUBENSTEIN, Richard E. (1999). When Jesus Became God. : Harcourt. ISBN 0-15-100368-8.
Término que en la teología describe lo relacionado con la particular acción y misión de cada persona
Véase, por ejemplo, el Catecismo de la Iglesia Unitaria de Hungría, sección V.
«Proficientes» o «aprovechados» es el segundo de los grados místicos de perfección.
Traducción facilitada por RoyFocker a partir del original griego.
La trinitología es la rama de la teología cristiana que trata sobre la trinidad.
«Los Apóstoles nos predicaron el Evangelio de parte del Señor Jesucristo; Jesucristo fue enviado de Dios. En resumen, Cristo de parte de Dios, y los Apóstoles de parte de Cristo» (1 Cle XLII:1-2)
«Por lo demás, el Dios que todo lo ve, el Dueño de los espíritus y Señor de toda carne, el que escogió al Señor Jesucristo y a nosotros por Él para pueblo peculiar suyo,conceda a toda alma que invoca su magnífico y santo nombre, fe, amor, paz, paciencia, longanimidad»(1 Cle LXIV:1)
«¿Acaso no tenemos un único Dios, un único Cristo, un único Espíritu de Gracia que ha sido derramado sobre nosotros...?» (1 Cle XLVI.6)
«...Porque vive Dios y vive el Señor Jesucristo y el Espíritu Santo...» (1 Cle LVIII.2)
«Glorifico a Jesucristo, Dios,...»(Esm.I.1)
«...en la voluntad del Padre y de Jesucristo, nuestro Dios». (Eph.Intro.)
«...para que todo lo que hagáis sea próspero en la carne y en el espíritu, en la fe y en el amor, en el Hijo, en el Padre y en el Espíritu, en el principio y en el fin...» «Someteos al obispo... como Jesucristo al Padre, según la carne, y los Apóstoles a Cristo, al Padre y al Espíritu...» (Mag.XIII.1-2) Ayán: op. cit. pp. 254
«...como piedras que sois del templo del Padre, elevadas a lo alto por la máquina de Jesucristo y ayudados por el Espíritu Santo, que es la cuerda» (Eph.IX.1) Ayán op. cit. pp. 240
«Uno solo es el Dios del Universo,el Padre de Cristo,de quien todo procede;uno nuestro Señor Jesucristo,el Unigénito hijo de Dios,Señor de Todas las cosas,por el cual todo ha sido hecho» Ruiz Bueno op. cit.
«El Espíritu Santo no habla sus propias cosas, sino las de Cristo, [...] tal como el Señor también nos anunció las cosas que recibió del Padre. Pues, dice Él [el Hijo] 'la palabra que ustedes oyen no es Mía, sino del Padre, quien me envió» The Ante-Nicene Fathers, tomo I.
«El Espíritu me lo anunció diciendo...» (Phil. VII.1-2) AYAN op. cit. pp 272
Papías en el Quasten ; Los fragmentos de Papías
Ayán op. cit. pp. 379
«¿Quién pues, no se sorprenderá de oír llamar ateos a quienes admiten a un Dios Padre, y a un Dios Hijo y un Espíritu Santo, que muestran su potencia en la unidad y su distinción en el orden?» Quasten, Patrología I, pp. 230
Quasten: op. cit. pp. 236. Teófilo en el Quasten
El Concilio de Nicea no consiguió resolver la cuestión arriana que se complicó con la formación de partidos en oriente y occidente. Uno de esos partidos fueron los homousianos.
Basilio de Cesarea op. cit. pp. 111.
«...pero si allí el Espíritu está unido al Padre y al Hijo que nadie sea tan desvergonzado que diga otra cosa y que tampoco nos acusen de ese modo si seguimos lo que está escrito» (Basilio de Cesarea: op. cit. pp. 145)
Mateo Seco: op. cit. pp 169-197
Illanes-Saranyana: op. cit. pp. 19-20
Todas las citas extraídas de la edición de Restitución del Cristianismo traducida y anotada por Ángel Alcalá y Luis Betés, Fundación Universitaria Española, Madrid, 1980, pp. 323-357.
Unitarian Believes
[1]
Religion Facts - Mormon beliefs on the Holy Spirit

Bibliografía [editar]
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RUIZ BUENO, DANIEL: Padres Apostólicos. Editorial Biblioteca de autores cristianos. Madrid 1979. ISBN 84-220-0151-9
TREVIJANO, RAMÓN: Patrología. Editorial BAC. Madrid, 2004. ISBN 84-7914-366-5

Véase también [editar]
Pentecostés
Veni Creator
Anexo:Citas sobre el Espíritu Santo

Enlaces externos [editar]
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El Espíritu Santo en el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica
Encíclica Dominum et vivificantem de Juan Pablo II sobre el Espíritu Santo
El Espíritu Santo en el Catecismo de la Iglesia Católica
Dones y frutos del espíritu
Quasten:Patrología I
Quasten:Patrología II
El triteísmo en la GER
Reflexiones sobre el triteísmo
El Gran Desconocido
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